viernes, 3 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 1 - El choque

   Había terminado su turno de por la mañana, pero aún debía hacer otro más, esa noche, sustituyendo a una compañera. Las guardias nocturnas eran largas, estresantes, y de mucho trabajo, porque al ser en urgencias, los ingresos eran bastantes, y de muy variada índole, máxime siendo sábado.  Iría a casa, pero antes comería algo; no le apetecía llegar y cocinar.

Compró un par de bocadillos, y sentada a la entrada de la cafetería del hospital, junto a otra enfermera, charlarían tranquilamente;  después iría a su apartamento y descansaría alguna hora, para después incorporarse de nuevo a su trabajo.

La gustaba lo que había decidido ser en la vida: enfermera.  Ayudar a las personas que lo precisen era su mayor empeño.  Venía de familia, ya que su madre lo había sido también.  Hablaban de lo que las mujeres jóvenes charlan: vestidos, peluquería, novios... Se reían de sus propias reflexiones, y cómo no, de algunos compañeros médicos que estaban "cañón", según sus opiniones.  Entre sorbo y sorbo de alguna bebida con burbujas, pasaban el rato.



De repente... Lo vieron venir, un coche y, un camión que se cruzaba en su camino: El choque fue inevitable, pero el coche fue quien salió peor parado, ya que su conductor salió despedido a la calzada, mientras que el camión,  una simple rozadura en su carrocería.  Instintivamente, ambas enfermeras, soltaron lo que tenían entre manos y salieron disparadas hacia el lugar del accidente. Una pulsaba un busca pidiendo auxilio y  Perl, nuestra enfermera, se arrodilló junto al herido. No le movía, no debía moverlo, pero al menos  averiguaría si estaba con vida o no. Le puso los dedos en el cuello para buscar su pulso, y comprobó que sí vivía.  La cara cubierta de sangre e inconsciente.  Observó que las piernas tenían una posición que no era la correcta y de inmediato supo, que estaban fracturadas, y además uno de sus brazos.

 Acudieron dos paramédicos y un doctor para atender al herido al haber sido avisados por la otra enfermera que presenció el accidente..  El chófer del camión estaba en shock, pero sin heridas aparentes.

- Les juro que no sé lo que pasó. Pero cuando quise frenar, ya le había envestido -. Es lo que declaró a los agentes de policía que se personaron en el lugar del accidente.

 Perl no se movía del lugar en que, también a ella y a su compañera le tomaban declaración, ya que eran testigos de primera mano.  No quitaba la mirada del herido, de su rostro y de sus piernas.  En un primer vistazo, el médico movió la cabeza con pesimismo, mientras los paramédicos procedían a introducirle en la ambulancia.

-¿ Es muy grave doctor? - preguntó angustiada

- Si que lo es, pero hasta que no le examinemos más concienzudamente no sabremos el alcance de las lesiones. Quizá tenga algún derrame interno.  No sé qué decirte.  Por suerte estabais aquí y acudisteis enseguida en su auxilio. En fin, ya veremos.  Entro al hospital ¿ Quieres venir?

- Desde luego. Iba para casa, pero no importa, al fin y al cabo volvería enseguida ya que tengo turno de noche.

- Bien pues vayamos enseguida.


Se despidió de su compañera y dio alcance al médico que a paso ligero entraba en el hospital.  Estaba acostumbrada a ver accidentes de todo tipo, pero, quizá porque no lo esperaba, éste la impactó mucho. Subió de nuevo a vestuarios, y cambió su ropa de calle, por el uniforme  de enfermera,  y su identificación. Deprisa entró en urgencias y pidió permiso para estar en quirófano, en donde procedían a desnudar al accidentado para examinarle más detenidamente.

Tras autorizar el médico que se hizo cargo del enfermo a permanecer en el quirófano, la dió instrucciones de lo que debía hacer de inmediato.  Ella diligente procedía a cumplir con lo mandado. Otros compañeros actuaban también.  El accidente era muy grave, y a simple vista  parecía que no iba a sobrevivir. Le hicieron placas por si hubieran lesiones internas, y revisaron las piernas, el brazo  y demás heridas. Tendrían que operar de inmediato.  Le introdujeron en el ascensor directo al quirófano, mientras era avisada  la familia.  Por suerte llevaba documentación encima y no fue difícil dar con ellos.  Y fue Perl quién, por orden del médico, les avisó, y  explicó someramente lo que había presenciado, sin demasiadas explicaciones para no alarmarles en exceso.

- Iremos de inmediato ¿ Por quién preguntamos ? - dijo la persona a la que había dado la información del hecho

- Hagan referencia al suceso en  la ventanilla de información y allí les indicarán.

- Muchas gracias.  Nos ponemos en marcha enseguida.  ¿ Su nombre, por favor ?

- Perl Morrison. Aunque no esté yo, cualquier persona les atenderá de inmediato.

Veinte minutos más tarde la familia del accidentado estaba entrando al hospital presa de un ataque de nervios: una señora aún joven, pero pasando de los cincuenta. Un hombre de unos treinta años que supuso hermano del herido y una joven más o menos de la edad de Perl.  Habían preguntado por ella y acudió a su encuentro, tratando de buscar las palabras para no alarmarles más de la cuenta, ya que aún desconocían el alcance de las lesiones sufridas.


- Le están interviniendo en este momento.  No puedo decirles más, lo siento - se excusó, ya que tenían prohibido hablar  antes que el médico

- Pero al menos podrá decirnos cómo fue el accidente - dijo la que suponía era la madre

- Le arrolló un camión, pero no sé nada más. Discúlpenme.  El doctor saldrá en cuanto terminen y les informará de todo.  ¿Necesitan algo: agua, café...?  Esperen aquí, en la sala.  Estarán más cómodos.

Las horas pasaban, eternas, y nadie se personaba por aquella sala. En un descanso, Perl subió  a  donde aguardaba la familia del herido.  Aún le estaban operando, señal de que revestía más gravedad de lo pensado, pero se libró mucho de expresar algún comentario.  Les llevó agua y un café para el "hermano".  Ni siquiera sabía el parentesco que tenían, sólo por deducciones. Y nuevamente tuvo que dejarles con la ansiedad que por momentos sentían; debía comenzar nuevamente su  turno en urgencias.


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