miércoles, 22 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 27 - Sonrisas de ida y vuelta

La cena transcurrió en silencio, pero al finalizar, la extraña viajera solicitó a la azafata les sirviera una copa; sería justa correspondencia al brindis que él la hizo.  Sería una forma de entablar la conversación a la que Maxwell se resistía.  Era una mujer astuta, independiente y muy moderna. No le importaba que fuera ella quién rompiera el hielo y le invitó a tomársela en la cafetería.  Allí tendrían más libertad para hablar, ya que la mayoría de los viajeros, verían la película o simplemente dormirían.
Maxwell, se encontró atrapado  en la gentileza de esa inquietante mujer, y no supo rechazar la invitación.  Tampoco era un delito tratar de matar las horas que aún quedaban hasta llegar, y despejar de preocupaciones la cabeza, así que aceptó, y ambos se dirigieron al bar.

Era simpática y a la legua se le notaba que era mujer de mundo, como se dice " muy viajada ". A él le daba lo mismo. Una vez que llegasen, no se volverían a ver, así que para pasar un rato charlando no estaba mal.

- Te he visto dibujar, ¿ eres artista? - le preguntó

- Algo así - respondió el

- ¡ Ah, ya entiendo! Aficionado

- No así. En Japón me he dedicado a ello. Seguí estudios de Bellas Artes. Aunque en Inglaterra me dedicaba a la economía.

- Muy interesante.  Perdóname te he estado observando y veo que te implicas mucho en ello.  Supongo que el bebe que dibujabas es hijo tuyo

- Si, es mi hija - No le gustaba el cariz que tomaba la conversación. No quería que alguien ajeno a su familia  se interesase por Helen, y mucho menos que husmease en su vida privada. Sabía que a continuación le preguntaría por su mujer y eso si que no. Y no se equivocó; la siguiente pregunta se refirió a ello:


- ¿ Vives en Japón? ¿ Tu mujer está en Tokio?

- No, soy viudo - ¿ Por qué lo dijo ?Seguramente porque era así como se sentía


-¡ Oh, perdona ! He sido indiscreta, te ruego me disculpes.

Y al cabo de un rato, se escuchó contándole la historia de Perl y de él. ¿ Acaso necesitaba desahogarse, hablar con alguien de lo que estaba pasando?  No lo sabía, pero la dijo toda la verdad. El gesto de ella cambió radicalmente y él se dio cuenta.  La conversación ya no tenía el tono sutil de tratar de tener algo, sino de comprensión para ambos, porque ella también le contó la suya.  Era una mujer libre y triunfadora, segura de sí misma, pero  anteriormente, había estado casada y maltratada por su marido, hasta que huyó de casa y tras muchas peripecias, consiguió el divorcio.

-Me juré a mi misma no volver a tener marido, pero no desaprovecharía  alguna cita que surgiera. Me merecía volver a vivir la vida, pero sin compromisos serios, cuando yo quisiera, y con quién quisiera. La vida no ha sido fácil para ninguno de nosotros, a pesar de que pareciera que tenemos el mundo a nuestros pies.

Habían pasado más de dos horas y decidieron tratar de dormir un poco antes de aterrizar en Tokio. A la llegada finalizaría su amistad y su conversación. Había abierto su corazón a una desconocida, que seguramente  olvidaría en cinco minutos la tristeza y orfandad que sentía. No debió ser tan abierto; a nadie le interesaba ni su drama personal, ni los problemas que tenía encima.  Pero fue una forma de hablar en voz alta, lo que en realidad pensaba constantemente.  Tendría que acudir a un psicólogo cuando todo estuviese organizado, si quería seguir conservando la cordura.

Seguía viviendo en un aparto- hotel; no terminaba de decidirse a buscar un apartamento. Interiormente sabía que su estancia en la capital nipona era circunstancial, pero poco a poco se iba acostumbrando a la vida de ese país. Y ahora, recordaba aquél pensamiento y el giro tan trascendental que había dado su vida.  Lo primero que haría sería ir a la galería en donde sus cuadros estaban colgados y explicarles el motivo y decisión tomada.
Cambiaría totalmente de estilo. La pintura que había practicado hasta entonces reflejaba su estado de ánimo  que en aquella ocasión: era desenfadada, a pesar de que espiritualmente estaba pasando por la tormenta de su discusión con Perl y la ruptura de su relación.  Pero en la actualidad, otras imágenes bailaban en su retina, y había comprobado que el retrato no se le daba mal.  Haría una colección de Perl. Le llevaría tiempo, porque aparte de los bocetos que tenía hechos, sólo contaba, como modelo, su imaginación y las fotografías que de ella tenía. Pero al mismo tiempo, sería una evaluación sobre sí mismo y comprobar que en verdad valía la pena seguir explorando su paso por la pintura y el dibujo.

Era casi mediodía cuando llegó al hotel.  Estaba cansado física y emocionalmente. A su memoria llegó el último día de su estancia allí, y sintió un dolor profundo en su corazón: se había acostado con un ligue, y al mismo tiempo Perl estaba muriendo.  Le pareció injusto, pero estaba todo tan reciente que no hacía más que dar vueltas en su cabeza a la situación que vivía.

A la mañana siguiente se dirigió a la galería para explicarles lo sucedido y regularizar la situación. Su vida había dado un giro de 180º y su hija le reclamaba en Londres.  Para congraciarse con ellos, les dijo:

-Es recién nacida, así que es impensable que viaje hasta aquí. Quizá cuando sea un poco mayor, pero en el presente momento, no puede ser y espero lo comprendan.

- Tendrá que hablar con la dirección de la galería para establecer un protocolo de liquidación de los beneficios obtenidos.  Le paso con la señora Michigan para ponerse de acuerdo.

- Me parece perfecto.  Me urge solventar ésto cuanto antes.  Mi hija está con mi hermano y he de estar con ella organizando nuestras vidas.

- Lo comprendo. Es una situación terrible. Pase por favor

Dio unos golpes en la puerta y al otro lado, una voz respondió:

- Pase

Así lo hizo, pero ¡oh sorpresa! La señora Michigan, no era otra más que la compañera de viaje a la que había abierto su corazón

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