viernes, 30 de junio de 2017

Los errores que cometimos - Capítulo 2 - Amor y sólo amor

Emma empezó a trabajar casi como becaria, pero pronto destacó por sus iniciativas y creatividad. Cada vez tenían en cuenta sus ideas y aportaciones de última generación, sus brillantes ideas y exitosas campañas.

Apenas habían transcurrido seis meses desde que consiguiera el empleo y ya contaban con ella en las principales campañas.  Crowford estaba encantado con aquella empleada con ideas muy revolucionarias para la publicidad, en un momento en que todas las agencias estaban faltas de talento innovador.

James comenzó su andadura como arquitecto en un estudio pequeño de un modesto contratista, pero la creación de nuevas estructuras para las casas modestas, le dieron fama entre todos los arquitectos. Había conseguido para las viviendas sociales un máximo de comodidades sin incrementar el presupuesto. Las casas se vendian con rapidez puesto que los precios eran asequibles, modernas, cómodas y con todas las necesidades que una familia de clase media requería. Pronto le surgieron ofertas de trabajo interesantes, pero no abandonáría a aquel constructor que confió en él. Le hizo socio de su inmobiliaria, y pasado un tiempo le expuso su deseo de retirarse de la profesión, por lo que le cedía el estudio y le daría cómodos plazos para amortizar el traspaso.

No se lo pensó dos veces: pediría un crédito al banco para afrontar los primeros gastos y después a medida que surgiera el trabajo vería la forma de ir ampliando horizontes. Y así hizo, y así se cumplieron sus sueños.

Emma ya tenía una acreditada reputación y James su estudio propio. Las cosas les iban bien, por lo que decidieron primero unir sus vidas y después vendría el matimonio.

Y así lo hicieron. Habían convivido juntos más de un año, pero cuando se casaron en su noche de bodas fué como si acabaran de comenzar su relación. Se amaban profundamente, sin un sólo resquicio de duda. Desde siempre fueron el uno para el otro.

Mientras intentaban dormir, Emma  dijo a James:

--Me da miedo tanta felicidad, el haber conseguido todo lo que queríamos. No hemos tenido que hacer ningún sacrificio y eso ...me da miedo. Pienso que tendremos que pagar nuestro tributo algún día, no puede ser todo tan fácil ni tan sencillo...

No pudo seguir hablando. Los labios de James, sellaron los suyos, al tiempo que le decía:

--No te atormentes, mi vida. Es nuestra noche de bodas, nos amamos, hemos conseguido lo que habíamos planeado ¿dónde está el delito, por qué hemos de pagar un tributo por ello? No mi amor, todo saldrá bien, no te angusties. Sólo piensa en que tenemos toda una vida por delante para pasar buenos y malos ratos, que nos llegarán, pero no pensemos en ello, no nos anticipemos a lo que ignoramos ha de ocurrir. - Y abrazados se quedaron dormidos.

Lo habían planificado absolutamente todo, quizá demasiado. Un día sentados a la mesa de un restaurante, James planteó algo que se iba demorando cada vez más:

--Cielo, hoy es nuestro cuarto aniversario de bodas. ¿Sigues siendo feliz?
--James ¡ qué cosas me preguntas !, naturalmente que lo soy. Más si cabe que el primer día. Mi amor por tí no es cuestión de tiempo ya que se incrementa con el paso de éste. Pero algo te ronda en la cabeza, dime ¿qué es?
--Creo que ha llegado la hora de tener un hijo.
--James, ahora no puede ser. Yo lo deseo tanto como tu, pero estoy metida en plena campaña de publicidad, de muchos millones de dólares. Quizá la más importante de mi vida. Por favor, dame una tregua, espera a que concluyamos y entonces iremos a buscar el bebé. Por favor, por favor.


James, se la quedó mirando fijamente a los ojos y esbozó una ligera sonrisa, pero no pudo dejar de pensar algo que le venía atormentado: " la importa más el trabajo que formar una familia".
Esta sola idea le atormentaba, porque el cariño que  sentía por Emma, era capaz de saltar todas las barreras del mundo, con tal de estar siempre a su lado. Comprendía que su trabajo no era tan estresante como el de ella. Siempre contaba con el tiempo justo, siempre los clientes querían ver la campaña plasmada en algo tangible, lo que les hacía trabajar a un ritmo desenfrenado.
Sin embargo el trabajo de James era más reposado, más tranquilo y tenía más tiempo libre. Había veces que no se veían apenas. Desayunaban juntos, pero ella salía siempre corriendo de casa; había días que no se reunian para comer y cuando se veían algunas noches durante la cena, Emma estaba tan cansada que se dormía apenas apoyaba la cabeza en la almohada.

Eso causaba tremenda frustración a James, que la observaba mientras  dormía profundamente. Entonces la acariciaba la mejilla y la frente, suavemente, sin apenas rozarla para que no se despertara, pero al tiempo pensaba: "esto no puede continuar así".

Las primeras marcas comerciales de nivel universal solicitaban los anuncios de la agencia Crowford y a Emma como publicista. Su innovación y agresividad, llamaban la atención y las ventas de dichos productos habían aumentado desde que las vallas publicitarias exhibieran una determinada forma de vestir.

Aquel día James había dormido mal y se había levantado de malhumor.   Bajó a desayunar más pronto que de costumbre, pero cuando entró en el comedor en el sitio de Emma encontró una nota en ´la que se excusaba por no esperarle , debía estar en el trabajo para la presentación de una campaña muy importante y debía revisarlo todo antes de presentarla a su cliente.

James, dió un puñetazo en la mesa: "esto era lo que me faltaba"... Al oir el ruido acudió Claire solícita por si había ocurrido algún percance:

--Disculpe Claire, se me cayó la silla.-.   Es todo lo que se le ocurrió decir.

Aquella noche Emma llegó pasadas las once y encontró a James dando paseos por la habitación, como un lobo enjaulado. Ella nada más entrar se dio cuenta de que no estaba para bromas y trató de regalarle la mejor de sus sonrisas, pese a todo estaba muy contenta, todo había sido un éxito, pero....había un inconveniente del que aquella noche con aquella cara de James ni se atrevía a plantear: el cliente exigía que fuera ella la modelo de la campaña. Le había impresionado la perfección de sus facciones.

--Son más de las once..¿Se puede saber qué es lo que te propones? ¿Crees que esta es la mejor forma de atender a una familia? ¿ De tener hijos? Desde anoche no nos hemos visto, y esto francamente raya en el abuso...
--James-  dijo mimosa. Dadas las circunstancias era la mejor forma que se le ocurría para salir del atolladero en el que estaba metida-.  Deja que te explique. Ha sido un éxito extraordinario, nos han concedido la campaña por tres millones de dólares ¿ sabes lo que significa?, y además yo llevo comisión en ello. ¡ Oh, mi amor! estoy tan contenta...

Ella sabía que con un arrumaco "desarmaría" a su marido. Pero esta vez no fue así; las cosas habían ido demasiado lejos, y el planteamiento de tener hijos cada vez se veía más lejano. James suavemente, la apartó y la dijo trascendente:

--Esto no puede seguir así. Reclamo mis derechos como marido que me escamoteas día tras día. Apenas nos vemos, no hablamos, no nos comunicamos.¿Cuándo dijiste que íbamos a encargar un hijo? Te he dado de plazo dos campañas y ahora vienes diciendo que se prorrogará más¿Hasta cuando? Estás entrando en un terreno muy peligroso y cuando te quieras dar cuenta ya no habrá remedio. Entonces no habrá lugar para nada, tenlo en cuenta porque no querré ni reclamaciones, ni derechos, ni nada... Únicamente tú tienes la llave para que ese desastre no ocurra.
--¿Me estás amenazando?
--Noo, te estoy advirtiendo de lo que puede pasar. Hay muchas mujeres andando por la calle..Es igual, déjalo, no merece la pena. Pero ya estás avisada, luego no te quejes.

Y dando un portazo salió de la estancia llevando una almohada y una manta. Iría a dormir a su estudio. Estaba furioso y no quería seguir discutiendo. Estaba tan enfadado que ni siquiera le importó el éxito alcanzado por su mujer.  Emma no podía dormirse. La charla con su marido, por primera vez la había alarmado, y pensó:

--Tiene razón, pero él no será capaz de serme infiel, me ama demasiado.

Solamente cuando oyó un portazo se dio cuenta de que había estado jugando con fuego y se había quemado.  Corrió tras él, pero no le alcanzó. Salió el coche del garaje a toda velocidad y a pesar de que le llamó, James siguió su camino.

Apuntaban las primeras luces del día cuando regresó a casa. Ni siquiera entró en la habitación, se dirigió al estudio y cerró la puerta. Mientras, Emma, había reflexionado y pensó que por un trabajo no merecía la pena perder el amor de un hombre tan leal y sincero como era su marido, al que amaba más que a nadie.
Se hizo el propósito de hablar con su jefe: renunciaría a su trabajo y se quedaría en casa. Pero lo primero era hacer las paces con James y contarle lo que había decidido.

Pero James ya no estaba en el estudio. Había entrado en el baño y se estaba dando una ducha. Emma le llamó tratando de que abriera la puerta. Cuando lo hizo vió en su rostro un gesto huraño que la paralizó: nunca le había visto de aquella forma; estaba muy enfadado con ella. Al tratar de explicarle, James la cortó en seco:

--Emma, no me cuentes nada. Yo se que ahora prometerás todo, pero mañana cuando nuestro malhumor se haya pasado, volveremos a nuestra vida rutinaria y desafecta. Ya no creo lo que me digas, se que es inútil, que tu trabajo es lo más importante para ti, que ya no eres la Emma de la que me enamoré perdidamente cuando apenas era un niño.
--Por favor, James, escúchame. Tienes razón y he tomado una decisión muy importante que nos atañe a los dos...
-Querida, ya es tarde. Tengo que irme, perdona. Yo también tengo clientes. Quizás no con tanto relumbrón como los tuyos, pero a mi me es suficiente. Además no tengo ganas de jugar...ya me entiendes...ahora no
Se vistió y dándole un ligero beso en la frente, cogió su portafolios y salió de su casa, se metió en el coche, pero antes gritó a Emma que estaba en la puerta:

--¡A h ! se me olvidaba, no vendré a comer. Hasta la noche, mi amor.


Y arrancando el coche desapareció por la calle arriba.

James desde antes de graduarse tenía en su cabeza el diseño que realizaría para su futuro hogar, el que habría de compartir con Emma y con los hijos que llegaran. No le había dicho nada a su mujer, quería darle la sorpresa en su quinto aniversario de boda, pero las cosas no andaban muy bien entre ellos desde la escapada de James.

Ella había tomado una decisión, quizá de las más importantes que habría de tomar, pero quería a toda costa rescatar su matrimonio y por ello haría cualquier cosa. Desde aquel día las cosas con su marido habían cambiado mucho. El ya no estaba tan cariñoso con ella, estaba distante y sonreía poco. Apenas hablaban mientras desayunaban. Muchos días a la semana no se reunían para comer; se lo impedían sus respectivos trabajos. Eso al menos es con lo que se justificaban, pero las noches tampoco eran demasiado efusivas. Apenas si hablaban mientras cenaban y sus conversaciones eran cortas, breves e intrascendentes. James no le volvió a preguntar por las campañas y eso la dolía grandemente a Emma pues para ella su trabajo era muy importante. Aquella noche Emma le dijo:

--James, tenemos que hablar
--Después de cenar, si no te importa, mientas tomamos el café. Presiento que no me va a gustar lo que vas a comunicarme y prefiero que la cena me siente bien.
--No, no. Es algo positivo y bueno, verás he pen....
--Querida, te he dicho que después de cenar, por favor.

Era tan frio y tan cortante el tono de voz, que Emma no se atrevió a replicar, ni tampoco le dijo nada tomando el café de la sobremesa.

--Cuando me vea siempre en casa, supongo que me preguntará algo..


Aquella noche se puso su camisón más sugerente, se cepillo el cabello y se perfumó cuidadosamente buscando los sitios más estratégicos. Se metió en la cama y con un libro esperó a que James subiera, pero James no subía y ella al fin cansada de esperar se quedó dormida. De repente la apertura de la puerta bruscamente la despabiló de su sueño. Un huraño James y malhumorado entraba en la habitación:

--¿Qué te ocurre, qué ha pasado?
--¿Acaso te importa lo que me ocurra?
--Naturalmente que si, y lo sabes. ¡Pero si hace rato que te dejé y estabas ¡bien! ¿ por qué el cambio?
--Querida en cinco minutos te puede cambiar la vida, no es de extrañar que te cambie el humor.
--James ¿ has bebido?
--¿ Que si he bebido, que si he bebido? - y soltó una carcajada-.   Naturalmente que he bebido, el vino en la cena y una copa con el café. Pero a ti te da igual, ya ni siquiera te acuerdas de mis costumbres.
--Eso no es cierto sabes de sobra que me preocupo. Te quiero James, aunque tú ahora apenas si me dirijes la palabra.
--¿ Qué es lo que pretendes de mi? ¿Jugar? Pues no estoy para juegos, o quizá si. Eres mi mujer y creo que eso me permite tener ciertos derechos que he perdido en los últimos tiempos, por eso tengo que salir de madrugada cuando mi señora esposa está dormida porque viene cansada del trabajo y no le interesa si su marido esa noche quiere hacerle el amor...
--James, sabes que eso no es cierto. Pero creo que deberías darte una ducha y acostarte. Indiscutiblemente no te encuentras bien
--¿Que no me encuentro bien? ¿ Quieres saber lo bien que me encuentro? Ya he visto que te has puesto un bonito camisón y te has perfumado. Todos esos detalles¿ son para tu maridito?

James se acercaba hacia ella y Emma empezó a sentir que las cosas no iban a ser como había planeado. James estaba algo bebido y de mal humor. Ella al ver que se aproximaba  con no muy buenas intenciones, saltó de la cama y con un brazo intentó frenarle, pero él tenía más fuerzas y más deseos. Le agarró por la cintura acercándola y ella percibía su aliento con olor al alcohol que le molestaba. Le rehuía, lo que más enfurecía a James.

--¿Qué pasa, te molesto? Pues lo siente mi amor, porque esta noche no te van a valer excusas.
--No por favor, James de esta forma no. Te lo pido por favor, se razonable. No estás en condiciones...

Por mucho que forcejeó no pudo evitar que James la besara con rabia y de un tirón rasgara su camisón. No fue una relación como las que habían mantenido en tantas ocasiones con el amor que se tenían, ésta fué violenta y desgarradora que no gustó a ninguno de los dos.

Emma avergonzada se acurrucó en la cama en oposición fetal llorando desconsolada. James no paraba de mirarla sin comprender lo que había sido capaz de hacer a su propia esposa. La palabra violación resonaba en su cerebro y no paraba de repetirse ¿ por qué, por qué?

Aquella noche se volvió a marchar, pero Emma no le llamó ni le esperó. Pasó toda la noche llorando sin terminar de creerse lo que había ocurrido. Ya nada sería igual

Volvió a casa al ser de día, cuando ya el sol apuntaba alto. Emma ya estaba vestida. Durante toda la noche había estado pensando en la decisión que iba a tomar: ni siquiera le había contado que se había despedido del trabajo y que había dejado a su jefe montado en cólera. Se había quedado sin trabajo pero eso no le preocupaba, la situación con James y lo que había decidido era lo que la angustiaba.  Una llamada suave a la puerta hizo que dejara de pensar por unos instantes en su problema para decir:

--Adelante, pase Claire
--No, no soy Claire,- le dijo James.

Tenía una pinta horrible. Le había crecido la barba, tenía muchas ojeras y una inmensa tristeza en su rostro. Entro en la habitación que compartía con su mujer y mirándola de frente, se abrazó a ella y rompió en sollozos pidiéndole perdón.  Emma era la primera vez que le veía de aquella forma y un nudo en la garganta le impedía pronunciar palabra, pero su decisión era firme y no había marcha atrás.

--Quiero el divorcio -  Fueron sus cortas y escuetas palabras. James se apartó mirándola a la cara incrédulo por lo que acababa de escuchar:
--¿Qué?  ,¿ Qué dices?
--Que quiero el divorcio. No voy a permanecer bajo este techo ni un minuto más, no lo soportaría. La escena de anoche la tengo clavada a fuego en mi cerebro. Anoche fuiste un salvaje, un bruto. No tenías necesidad de hacerlo, yo estaba preparada para recibirte y fuiste tan torpe que ni siquiera me miraste. No podría volver a dormir contigo nunca. Has destruido todo lo hermoso que había entre nosotros. Ni siquiera quisiste escucharme cuando lo que te iba a comunicar es que había dejado el trabajo y me iba a quedar en casa y concebir nuestro hijo, no me diste lugar a nada, a nada.

--Pero... no puede ser que me dejes. Eres todo para mí, eres mi vida entera siempre lo has sido. Por favor, perdóname dime lo que quieras que haga y lo haré sin rechistar, pero no me abandones no lo resistiría. Mi amor, no te vayas por favor. Esto es una pesadilla, esto no puede estar pasando.
--Mi decisión es irrevocable. Ahora voy a ver al abogado y más tarde vendré a recoger la maleta con mis cosas. Cuando haya encontrado un apartamento recogeré el resto. Y a tí te deso lo mejor, que seas muy feliz y encuentres lo que estás buscando que seguramente será una mujer que te llene de hijos y que te ame de la forma que tu quieres. Adiós James

Y ante la perplejidad de él ,Emma cogió su bolso y salió de la habitación

James recordó con amargura que precisamente en ese día se cumplía el quinto aniversario de su enlace matrimonial y tenía preparada para regalarle la escritura de la casa que con tanto entusiasmo y secreto había construido como hogar. De repente se dio cuenta de que lo había perdido todo, porque en ella se condensaba su vida y sabía que cuando tomaba una decisión era muy difícil que se volviera atrás.

Abrió un cajón de su armario y sacó un sobre portando la escritura . La miró y llorando como un chiquillo la arrugó hasta casi destruirla. Tanta era la rabia que tenía que acabó rompiéndola en mil pedazos. Ya nada le importaba, todo su mundo se había venido abajo como si fuera de barro.

El abogado amigo desde la universidad, no salía de su asombro, no podía creer que aquella pareja envidiada por todos, que eran novios desde niños, se destruyera en apenas cinco años de haberse casado. Escuchó el relato de lo sucedido y aconsejó a Emma que lo pensara bien antes de dar ese paso.

--Habiendo amor se perdona todo, Emma. Por favor no lo destruyáis por una discusión. Eso ocurre entre las parejas, me refiero a la discusión, lo otro no estuvo bien, pero seguro es que llegó al límite.
--Si,si, yo todo eso lo comprendo pero no puedo volver a creer en él. Tengo el miedo en el cuerpo y pienso que siempre hay una primera vez para todo y quizá si se vuelve a dar la ocasión la escena se repita. Y luego está lo de su amante; sé que es fija y sabe Dios desde cuando la tiene. No me hará sentir culpable por querer prosperar en mi trabajo, no señor.
--Está bien, prepararé la documentación y cuando la tenga le enviaré la solicitud a su abogado. Me has dado un disgusto de los que hacen época, francamente de vosotros no lo esperaba.

Transcurrieron unos minutos más y Emma se despidió de su abogado saliendo a la calle desconcertada. Miraba a un lado y otro como si fuera la primera vez que pisara aquellas calles. Debería haber sido un día especial, y a cambio fue el fin de una gran historia de amor.



jueves, 29 de junio de 2017

Los errores que cometimos - Capítulo 1 - Desde el principio del mundo

 Desde el principio de sus vidas, éstas transcurrieron parejas. Vivían en el mismo barrio de clase media acomodada norteamericana. Un barrio tranquilo, bonito y habitado por gentes venidas de Europa, como sus propias familias.

Acudieron a la misma guardería cuando apenas sabían andar, después vino la enseñanza primaria, la secundaria... , y por fin la Universidad. Sus caminos ahí se separaron puesto que uno estudiaría Arquitectura y la otra Publicidad y Marketing, pero se vieron en vacaciones y no dejaron de cultivar su amistad.

Ella durante su asistencia al Instituto era el foco de atención de los chicos y la envidia de sus compañeras, pues sus facciones, eran perfectas. Su cabello de un rubio intenso y sus ojos de un azul extraordinario. El chico llevaba en su rostro el sello irlandés: algunas pecas distribuidas por su cara, sus ojos verde-azulados y su cabello castaño, algo rojizo.

Ambos se habían atraido siempre desde muy pequeños, y hasta llegaron hacer un juramento de amor eterno. Un ligero corte en la yema de los dedos firmó su pacto con unas gotas de sangre que unieron sus pequeños dedos.

El tiempo pasa veloz y también la universidad. Con sus diplomas bajo el brazo, aquella mañana junto con sus compañeros recibieron su título que les acreditaba como profesionales cualificados, que lo eran.

Cada uno tomó el medio de locomoción que les llevaría lo más rápidamente hasta sus lugares de destino: sus casas. Después de abrazar a sus tios, primos y demás familias, la madre de James puso un poco de orden en aquella algarabía que había producido la llegada después de su graduación. Sus padres le habían acompañado en ese trascendental momento y se fundió con ellos en un largo abrazo. ya era arquitecto, aunque aún le quedaba el examen de su ingreso en el Colegio de Arquitectos, pero ya podía construir casas.

Construiría la más bonita de todas, la que llevaba en su cabeza desde hacía mucho tiempo. Un hogar que compartiría con Emma. Esperaba que en poco tiempo empezase a trabajar y después se casaría con ella, con la chica más bonita de todo el entorno y que era su novia de siempre.


--Mamá, mamá. Me voy a ver a Emma, seguro que ya está en casa. Estoy deseando mostrarle mi acreditación.
--No te retrases-  le pidió la madre.-. La comida estará lista en un santiamén.
--Descuida, enseguida vuelvo.

Bajó la escaleras que le separaban de la calle dando grandes zancadas y siguió corriendo hasta llegar a casa de ella que distaba a unos veinte metros.

--Emma,Emma.- gritó desde la escalera

-Emma abrió la puerta y se precipitó en los brazos de su novio.

Desde las vacaciones de Semana Santa, no se habían vuelto a ver, pero eso ya no importaba: al fin estaban juntos y graduados. Ya nunca más se separarían. Ella tenía una entrevista con una agencia de publicidad que se había anunciado en la universidad, y tenía que acudir al cabo de tres días.  Si consiguiera el trabajo el camino hacia el matrimonio sería más corto.  
Ambos jóvenes se unieron en un abrazo y un beso largo. Estaban pletóricos de satisfacción, y al fin podrían estar juntos.

La mañana de la entrevista, Emma se despertó muy nerviosa. A pesar de saber que estaba preparada para trabajar, sería su primer empleo. Buscó en su armario cuidadosamente la ropa que se habría de poner. La primera impresión es muy importante, máxime en ese trabajo de publicidad.

Llegó con tiempo de sobra a su reunión con la empresa Crowford Co. Gozaba de mucho crédito en el gremio y allí además de trabajar seguiría aprendiendo y conociendo sobre el terreno las modernas técnicas de los anuncios.

Se sentó en el recibidor esperando que la llamasen. Un hombre alto, bien trajeado y de semblante dulce y agradable cruzó frente a ella. Volvió sobre sus pasos y fué directamente hacia Emma:

--¿Es usted la modelo para el maquillaje?
--¿Cómo dice ? Oh no, no. Yo vengo a realizar una entrevista con el señor Crowford, soy publicista. Vi un anuncio en la universidad y...
--¡ Ah, si ! Perdone que la confundiera. Creí que era la modelo que esperamos. Sus facciones son perfectas para los anuncios. En fin... pase por favor.

Al cabo de una hora de haber llegado, Emma salió de aquel despacho con un empleo bajo el brazo. De momento estaría a prueba, pero tenía muchas posibilidades de quedarse fija. El sueldo para empezar estaba bien y la oficina era cómoda y agradable.

Sin poder esperar más, sacó su móvil del bolso y marcó el número de James para comunicarle que le habían admitido. Los gritos de alegría de él, se escucharon a través del teléfono y las risas de Emma, llamaban la atención de los transeúntes que circulaban rápido a aquellas horas de la mañana. Empezaría el lunes, ya era jueves y solamente trabajan hasta el viernes, por tanto tendría el fin de semana libre para disfrutarlo junto a su novio.



sábado, 24 de junio de 2017

Attorney - Capítulo 15 y último - Ópera

En el Metropolitan representaban Madame Butterfly, la ópera preferida de Ann. Louis le preparaba una sorpresa. Se lo comentaba mientras tomaban una cerveza y un bocadillo, como comida,  en el bar de al lado del despacho,

--Ann, esta vez representan tu ópera preferida. Tengo entradas para esta noche
--Pero Louis,. tenemos mucho trabajo y además no tengo tiempo de ir a la peluquería y a la ópera hay que ir muy elegante
--Tu siempre vas elegante. Anda no admito excusas. Mañana madrugamos y nos ponems al día en un pis pas.
--Que conste que no me voy a  hacer de rogar..- Ambos rieron y rápidamente dieron por concluido el trabajo del día.
--Pasaré a buscarte a las siete. No te retrases
--Sabes que soy puntual. Estaré preparada

A las siete en punto Louis llamó a la puerta del domicilio de Ann

--Abre soy yo.-  Ann ya estaba preparada . Se había maquillado peinado y vestido para la ocasión. Louis quedó sorprendido al verla
--¡ Estás radiante !  Anda coge el bolso o lo que tengas que coger. Antes vamos a ir a cenar y no quiero que se nos haga tarde.
--Enseguida vuelvo
En escasos cinco minutos ya bajaban en el ascensor.  Llegaron al restaurante y cenaron tranquilamente, pues tenían tiempo de sobra.

--¿ Qué miras ?, preguntó Ann a Louis que al entrar en el vestíbulo del teatro giraba la cabeza a un lado y a otro
--Siempre me impresionan estos actos. Las mujeres más bellas que nunca, y nosotros más atildados que de costumbre. Me gusta, simplemente miro.

Esta vez fueron a un palco. El teatro lucía como en sus mejores galas. La luz, el lujo, la orquesta afinando los instrumentos era un ambiente conocido por ellos pero que siempre les sorprendía.  Al fin las luces se apagaron y  la orquesta comenzaba a emitir los primeros sonidos de madame Butterfly.  Era una ópera que encantaba a Ann y por muchas veces que la viera, nunca se perdía ni un sólo acorde de su hermosa partitura.

Tan absorta estaba que no se dio cuenta que Louis se había levantado sigilosamente de su asiento. En su lugar otra figura se sentó.  Ensimismado en la contemplación del rostro que de perfil seguía con interés  lo que ocurría en el escenario.  Entonces el hombre se acercó a ella y suavemente depositó un beso en su mejilla. Ella con una sonrisa apenas volvió la cabeza

--Louis, aún no viene el llanto.  Siempre  se le saltaban las lágrimas cada vez que llegaba el Coro a boca cerrada.

Esa melodía la emocionaba especialmente.  Una mano le tendió un pañuelo que ella tomó sin mirar.  El hombre estaba impaciente por momentos. Sentía unos deseos irrefrenables de abrazarla, teniéndola tan cerca y sin embargo debía esperar a que ella le descubriera. No pudo contenerse y le dijo:

--¿Soy como Pinkerton? - Ann ahora si volvió la cara rápidamente. La voz era la de ...

--¡ Robert !

´El la tomó por un brazo tirando de ella hacia el antepalco, e igual que hiciera otro día en unos grandes almacenes, puso sus brazos apoyados en la pared protegiendo a Ann, o mejor, evitando que huyera de su lado.

- Necesito a  una abogada defensora  tan buena como tu
- Me estás asustando ¿ Qué ocurre?
-Ocurre que  necesito a  cierta abogada   que cure mi soledad, mi melancolía, mi necesidad de ti, de cuidarte y protegerte, de tenerte a mi lado y amarte y que me ames con todas las fuerzas que tengamos. Te necesito a mi lado. Siempre. No te dejaré marchar
- Pero... Jenny...
- Jenny ya es historia.  Lo es desde hace mucho. ¿ Dónde has estado durante todo este tiempo?

Él la tomó por la nuca y la besó largamente, como para compensar todo el tiempo que habían estado separados. . Se fundieron en un largo y apasionado abrazo. No era posible, estaba soñando.

No quería preguntar nada, no quería saber cómo la encontró aquella noche. Solamente pensaba en que por fin se reunían  de nuevo. No quería saber si estaba traicionando a Jenny, que nadie la dijera nada. Como la noche de la despedida no la importaba si hacía bien o mal, solamente quería estar junto al hombre que era su vida entera.

Salieron del teatro sin terminar la ópera. Una silueta sonriendo les vio partir.  Había triunfado su plan en toda regla, aunque ello supusiera perder definitivamente a Ann. Pero él ya lo sabía; disfrutaba viéndola feliz, y lo era plenamente.

Después  de que Ann llegara llorosa   del juicio, se entrevistó con Robert y le confesó que nunca le había olvidado, simplemente quería no perturbarle y que fuera feliz con Jenny.

  Robert estaba desesperado. Todo este tiempo que habían permanecido separados era un tiempo perdido inutilmente.

Louis había trazado el plan de la ópera y Robert aceptó no sin impaciencia, dos días era mucho tiempo para esperar a verla después de saber la verdad. A Louis le costó convencerle. Quería ir a verla inmediatamente, pero le dijo que era lo mejor. Dudando, Robert aceptó participar en la farsa, pero luego no habría fuerza humana de separarle de Ann.

Tenian que hablar mucho y sin embargo no les salia las palabras. Sólo se miraban . Iban cogidos de la mano y de vez en cuando Robert  la besaba en la mejilla abrazándola por el hombro.  Llegaron al apartamento  de él y se pararon. Ninguno de los dos se atrevía a decir nada. Cogiéndola por la cintura subieron los escalones que les conduciría al portal. Llamaron al ascensor y llegaron a la vivienda de Robert.  Entraron y entonces se desbordó la ternura y la pasión que habían contenido durante todo el camino.

Esa noche no durmieron, habían de recuperar el tiempo perdido,  tenían miles de cosas de las que hablar . Hablaron y rieron sin parar felices de estar juntos. No hacían planes, sólo disfrutaban del momento, de estar unidos. Les daba miedo por si algo les volvía a separar

- Cásate conmigo - la dijo cuando se anunciaban las primeras luces del día
- Si - respondió  Ann-

 Pero no ocurrió nada y tras varios meses de convivencia decidieron unir sus vidas para siempre.


Por fin formarían una familia, tendrían un hogar en el que solamente reinara la paz y la armonía.

Se sentaban uno junto al otro y Robert la miraba como queriendo grabar su rostro y sus palabras en su cabeza para recuperar todo el tiempo que habían estado separados. Estaban cada día más enamorados y eran felices, muy felices. Se habían casado en la pequeña iglesia de Brooklyn con los amigos más íntimos: Lisa, Terry con tres niños malísimos, Louis, el juez Desmond y los padres de Ann.

Fue Santiago quién les hizo las fotografías y Teresa lloraba de alegría. Comieron en un restaurante cercano al despacho de Ann y era ya de noche cuando terminaron la fiesta.

Una noche  Robert, que había terminado temprano en la fiscalía, había preparado una cena especial para Ann. Llevaba unos días rara, nerviosa..  " Es el trabajo", decía ella, así que pensó  darle esa sorpresa. La compró unas rosas, sus preferidas y puso la mesa de gala, con velas . Descorchó una botella de vino y revisó que todo estuviera a punto para cuando ella llegase.  Ann metió la llave en la cerradura y entró en su casa

--Ya he llegado, vida.-  Ese era el saludo de cada día

Se quedó  asombrada al ver todo lo que le había preparado su marido.

--¡ Mi amor ! eres genial y por eso te quiero tanto,tanto,tanto. Le beso en los labios y de una ligera patada se quitó los zapatos
--Hay Dios mio. Estos tacones me van a matar
--Siéntate, descansa. Voy a echar un vaso de vino
--Para mi no ,mi amor. Lo siento pero es que el estómago no lo tengo muy bien, lo siento
--Ann no tiene importancia. Debes ir al médico llevas muchos días así. No pueden ser nervios. Cuídate mi vida.
--Ven siéntate a mi lado. - Robert obedeció y la besó suavemente.
--Yo también tengo mi sorpresa par ti
--¿ Cuál?, preguntó él
--¿Me vas  querer igual cuando esté gorda, con las piernas hinchadas, vomitando constantemente y con unas manias insoportables? ¿ Me querrás igual?
--¿Quieres decir que ...?
--Si , estoy embarazada. Vamos a ser padres.




Un Robert emocionado, nervioso no sabía qué decir, no sabía si abrazarla o no,  para no hacerle daño. Fue ella la que le pidió que la abrazara fuertemente. El terrible y frio fiscal, estaba con los ojos llenos de lágrimas y abrazaba a su mujer dándole las gracias.

El embarazo transcurría normalmente.Pasados los tres meses habían cesado las náuseas, pero los había reemplazado los antojos.  Con la mayor de las paciencias Robert satisfacía todos los caprichos que su mujer sentía, y muy al contrario se sentía feliz de poder proporcionarle todo cuanto ella deseaba. De vez en cuando a lo largo del día acariciaba el vientre de Ann para transmitir a su hijito el infinito amor que sentía por ellos.

Ann había engordado como es lógico, pero estaba más bonita. La felicidad y la tranquilidad de tener a su lado al hombre que lo era todo para ella, le daban una alegría a los ojos y al rostro que lo iluminaban.

En sus rutinarias visitas mensuales al ginecólogo siempre la acompañaba, no la dejaba sola en ningún momento Todavía tenía la sensación de que si la dejaba sola la perdería.

Por fin llegó el tan esperado día del nacimiento de Stella, pues era niña y la llamaría así. El parto fue normal, sin complicaciones .  La primera vez que tomó entre sus brazos  a su hijta, Robert se sintió el hombre más feliz de la tierra. Tenía cuanto quería una mujer por la que daba la vida y una hija preciosa fruto de ese amor  tan deseado durante tanto tiempo.  Ya en la habitación los tres juntos, a solas, la miraban con emoción. Su amor se había sellado con aquel montoncito de carne sonrosada y tierna, preciosa,  que lloriqueaba .  Apretándola contra si, Anna la besaba constantemente como para creerse que era cierto, estaba ya en el mundo, Robert a su lado  era inmensamente feliz.  Todo, absolutamente todo lo pasado había merecido la pena. Nada ni nadie les separaría nunca.




F   I   N

Autora:  1996rosafermu
Edición:  Diciembre de 2011
Ilustraciones:  Archivo de 1996rosafermu

DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

Attorney - Capítulo 14 - Como al principio

Louis entró en el juzgado para resolver un trámite sobre el impago de unas multas de tráfico de un emigrante.  Estaba resolviendo el papeleo. La secretaría le nombró para completar algo que había omitido en el papel. Robert iba a entrar en su despacho al tiempo que escuchó su nombre. Se paró en seco y observó a Louis.  Esperó a que terminara con su tarea, y una vez concluida la tramitación se acercó a él, se presentó,  y le pidió entrara un momento en su despacho.

--Siéntese por favor. ¿ Desea beber algo: café, agua o cualquier otra cosa,? que no sea alcohol, claro.
--Un café estará bien, gracias.  Me tiene intrigado. Que yo sepa no he cometido ninguna infracción.
--No, no se preocupe, es algo personal.  ¿Es usted familiar del director del despacho que lleva su mismo apellido?


--Si, claro el director es mi padre ¿por qué?
--Compruebo que ahora no trabaja para ese despacho . ¿Ha trabajado alguna vez en él?
--Si hasta hace muy poco tiempo en que decidí dar nuevo rumbo a mi profesión. No sin una buena bronca, claro
--¿ Ha conocido a Ann Kilmore?
--¿A Ann? claro que si. No sólo la conozco desde hace tiempo, sino que es mi compañera
--¿Su compañera?
--Si, la quiero mucho. Es un ser especial.

Robert interpreto "mi compañera" como que se había unido a ella, no que trabajaran juntos, por lo que guardó silencio.  Ahora todo tenía sentido.

--¿Por qué lo pregunta?
--En un tiempo trabajamos en un caso y hace mucho que no se la ve por aquí.  Es todo lo que se le ocurrió decir.


Apuraron su café y ninguno de los dos hizo más comentarios. Se estrecharon la mano y Louis se despidió de Robert.  Este se hizo el propósito de no indagar más. Si se había unido a aquel hombre seguro que le había olvidado y hasta sería feliz. No se mezclaría en su vida.  Louis antes de salir del juzgado, ya se había olvidado del tema.

En el despacho social, se recibió la notificación del juicio para dentro de una semana. Ann lo tenía todo preparado,  pues por su experiencia había calculado el tiempo que tardaría en celebrarse.

La mañana del juicio fué para ella una mañana normal. Ya no se ponía nerviosa cuando tenía que aisitir a alguno, pero le preocupaba  Hilda, pues segun la ley, el administrdor estaba en todo su derecho en echarla a la calle.

Después de acreditarse entró en la sala y se dispuso a preparar la documentación. Había llegado con tiempo suficiente, pero Hilda no llegaba y el administrador estaba al otro lado del escritorio, junto al asiento del fiscal.  Hilda entró corriendo

--Discúlpeme señorita, se me ha hecho tarde porque los niños estaban hoy un poco guerreros.  Miró hacia un lado y vió al administrador
--No se preocupe Hila, no le mire si le pone nerviosa. Tranquilícese, haré todo lo posible porque salga sin desahucio.

Poco a poco la sala se empezó a llenar de gente del barrio. Querian volver a presenciar una reproducción del juicio de Santiago, y hasta éste se personó para darle un abrazo.  Hacía mucho que no se veían, pero el agradecimiento del hombre siempre estaba de manifiesto.

Con pasos firmes y sonoros llegó el fiscal. Ann estaba repasando los últimos papeles, pero algo le hizo levantar la vista y entonces vió la mirada de Robert clavada en ella.

--¡ Dios mio ! tú...
--Hola Ann ¿ cómo estás? - El saludo fue frío, contenido, y al mismo tiempo emocionado por parte de los dos



--Otra vez frente a frente. Esta vez estoy preparado, ahora te conozco más que entonces.

Ann no podía articular palabra. Después de tanto tiempo estaban allí frente a frente hablando de trabajo. No se estrecharon la mano, no hicieron ninguna señal que se interpretara como afecto.  Entonces Ann si se puso nerviosa y supo que el "duelo" iba a ser duro, muy duro.  Sus pensamientos fueron cortados por la voz del ujier anunciando la entrada del juez en la sala.

De nuevo la escena se repetía. Antes no se conocían, ahora quizá demasiado. En la mirada de Robert había frialdad y dureza: volvía a ser el fiscal implacable de antaño y ella estaba en desventaja y además nerviosa.
El juicio fue mal para Hilda como era de preveer lo que deshizo en llanto a la pobre mujer. Pero Ann se acercó al estrado para hablar con el juez, lo que hizo que Robert también lo hiciera.  Iban a estar muy cerca el uno del otro, pero en ese momento estaban actuando como profesionales y ni siquiera se miraron

--Señoría apelaré
--¡ Siempre hace lo mismo ! -replicó Robert
--Y no me va tan mal ¿no cree?-   contestó Ann haciendo referencia  al primer juicio que les enfrentó
--Señoría ¿puedo hablar con usted? le explicaré el porqué de mi decisión. Sé que es difícil pero quiero plantear alguna solución. Se trata de una pobre mujer viuda y con hijos. Es algo extremo créame.
--Está bien, pasen a mi despcho.

Robert cedió el paso a Ann y ella sabía que la mirada de él estaba puesta en su espalda. El pulso se le aceleraba, Robert al contrario estaba impasible, como si no la conociera. Tenía una frialdad que ella desconocía


Explicó a los dos hombres lo que le había hecho hacerse cargo del caso, a pesar de que sabía de antemano que posiblemente perdería. Ambos la escuchaban con atención y ambos comprendían  lo que motivaba que Ann insistiera, pero la ley estaba de parte del administrador. Al fin el juez cedió a la apelación compadecido de la situación de Hilda, pero la advirtió que sería justo y no se dejaría influenciar por tan penosa situación.  Les volvió a citar para la semana siguiente, dado que era un caso tan sumamente claro.

Ann iba a tramitar todo lo concerniente al caso. Robert la detuvo por un brazo y le dijo:

--¿Podemos hablar un momento?
--Si, claro cuando quieras
--Ahora, quiero ahora.  Y la llevó hasta una sala habilitada para testigos que en ese momento estaba vacía.
--Sabes que por mucha pena que me de tengo que ejercer de malo de la película. No tienes resquicio, no es como la otra vez. Ahora las pruebas están en tu contra ¿lo sabes?
--Claro que lo se, pero tengo que agotarlo todo. Ya se me ocurrirá algo.

Ella le miraba a los ojos esperando alguna palabra que le hiciera averiguar que aún la amaba, o que la había olvidado, o que se había unido a Jenny y que tenían algún hijo. Pero nada de eso Robert dejaba traslucir. Estaba hermético, frio, pensando que ella ya había unido su vida a Louis.  Le dolía verla y mantenerse frio y distante, cuando en realidad se moría por poder abrazarla y pregutarle  por qué se había comportado de esa forma, desapareciendo sin siquiera saber lo que había ocurrido entre Jenny y él.

La vida les había vuelto a unir, pero estaban a mil años luz de una aproximación.  De nuevo se repetía la historia, pero esta vez sin ninguna posibilidad de reconciliación.

Robert se dirigió a su despacho con el regusto amargo del encuentro y Ann salió todo lo deprisa que pudo para alejarse de allí.  Se introdujo en el coche y sin poder contenerse comenzó a llorar desconsoladamente.  No supo el tiempo que permaneció así, hasta que un golpe en el cristal de la ventanilla interrumpió sus sollozos.  Era una agente de la policia que la preguntaba si la ocurría algo.

--No, no agente. No me ocurre nada, sólo son los nervios que me han traicionado. Ya me voy, gracias.

Llegó desconsolada al despacho y Louis dejó lo que estaba haciendo para atenderla.  Estaba temblorosa y con los ojos rojos del llanto. Él se asustó

--¿Qué te ha ocurrido?
--Era el fiscal, estaba allí. Hermético, frio, distante. Ni una sola palabra afectuosa, como si hiciera un minuto que termináramos de vernos. ¡ Nunca lo hubiera imaginado !. . . o si. Ha pasado tanto tiempo que debí pensar que organizaría su vida. llevaban cuatro años juntos y es lógico que sigan unidos



--¿Me quieres decir de qué hablas, que ha sucedido?
--Robert es el fiscal. Nos hemos encontrado en el juicio y ha sido muy difícil mantener la calma y ser profesional y no la enamorada que ve a su amado después de una eternidad
--¿Robert es el fiscal? ¡ Vaya !. . . Con razón me hacía tantas preguntas referente a ti
--¿De qué hablas ?
--El otro día cuando fuí a lo de las multas, escuchó mi nombre y me hizo todo un interrogatorio, pero me dijo que habíais trabajado en un juicio y que hacía tiempo que no sabía de ti. Y eso fue todo.
--Es cierto, trabajamos juntos en el caso de Santiago, y tiempo después empezamos a salir. En fin ya lo sabes.
--Pero no entiendo...si te ha olvidado ¿ por qué esas preguntas?  Los dos sois bastante raros.

El juicio de apelación se celebró en tiempo y hora estipulado por el juez. De nuevo Ann y Robert se enfrentaron, pero ya  iban prevenidos y sabian a lo que se enfrentaban.

Ann expuso su alegación después de la de Robert y entonces, al igual que con Santiago, se le ocurrió algo que sacara a Hilda del embrollo.

--Señoría de acuerdo con la ley tiene que dejar su hogar, pero el señor  Peck no sacaría nada en claro, se quedaría con un apartamento vacío y un montón de dólares sin abonar,. Claramente Hilda tendrá que salir de su casa, pero él también sale perdiendo.  ¿Por qué no hallar una solución que beneficie a ambos?
--Le ruego sea breve señorita. ¿Qué propone?
--Lo que propongo es que Hila trabaje en mi despacho haciendo labores, no sé... ir a correos, hacer algún recado, por ejemplo. Con ese sueldo que gane lo destinaría a ir cancelando su débito y con el empleo en la cafetería podrían vivir ella y sus hijos. Sólo pido al señor Peck un plazo hasta la amortización de la deuda. Con el sueldo de la cafetería abonaría el recibo corriente y con el resto vivirían.

El juez se retiró a estudiar la proposición. Ambos abogados se retiraron a una sala . Robert llevó dos vasos de café: uno para Ann y otro para él.  En su rostro había una sonrisa

--De nuevo te sales con la tuya...Pero no creas que te lo reprocho aunque vaya en mi contra,  aplaudo ese entusiasmo por ayudar a la gente
--Gracias, me alegro que lo veas bien. Tu papel es muy difícil: piensas de una forma y tienes que actuar de otra
--Estoy acostumbrado ¿no crees? La vida me ha dado esa experiencia. Tu ya la conoces
--Vuelvan a la sala. El juez va a entrar, anunció un ordenanza

Puestos en pie ambos abogados escucharon de boca del juez que había sido aceptada la proposición de Ann. Ella respiró aliviada y Robert se acercó a darle la enhorabuena con un apretón de manos que ésta vez si fué afectuoso. Retuvieron las manos durante unos momentos mirándose fijamente como si quisieran decirse todo lo que sentían en su interior, pero ninguno de los dos dijo nada. Ann, solamente "gracias", y ambos salieron de la sala.

Attorney - Capítulo 13 - La vuelta

Pasaba el tiempo. Robert se había convertido en un juez de mucho prestigio, pero él no estaba satisfecho con su vida actual. Se aburría mortalmente y notaba que había tomado el camino equivocado. Había subido en la escala profesional, pero echaba de menos el dinamismo de la fiscalía. Se encontraba más a gusto,era más él , siendo fiscal que como juez.  Buscando distracción salía con mujeres especializadas en hacer compañía a los solitarios como él, en que solamente necesitaba un poco de conversación, a alguien con quién compartir un par de horas de soledad.

Una mañana al despertarse, vio a su lado a una chica que a pesar de conocerla, era una extraña para él y pensó en dar un cambio de rumbo a su vida:  pediría el reingreso en la fiscalía de su distrito. No ambicionaba más que desarrollar su trabajo y hallar la paz que no lograba en su vida.  Dio un beso en la frente a la muchacha que dormía y salió del hotel en el que habían pasado la noche.

Hacía tiempo que de vez en cuando la llamaba por teléfono, cada vez que la soledad se le hacía insoportable. ¿Qué había hecho de su vida?  Pensaba todo esto mientras en el coche se dirigía a la judicatura para presentar su renuncia y solicitar el reingreso en la fiscalía.

Gracias a la buena reputación adquirida tanto en una plaza como  en otra, no tuvo grandes impedimentos, aunque trataron de disuadirle, pero no lo lograron. Al cabo de varios días de trámites, volvió a entrar con su portfolios en su juzgado, como si solamente hiciera media hora que faltaba.  Se sintió contento de volver;. Se paró en el vestíbulo unos momentos y recorrió satisfecho la mirada por el entorno. Múltiples  recuerdos se agolparon en su cabeza.  Se dirigió al despacho del juez que le correspondía y vio que no era el mismo que ocupara Desmond, ya jubilado, pero daba igual estaba allí de donde nunca debió salir.

Ann había conseguido a   través del tiempo, tener una buena amistad con Louis Hutchinsons. Él estaba loco por ella, pero sabía que se tenía que conformar con ser un buen amigo, y no pedía más que ganar su confianza y ayudarla a salir de la melancolía que de vez en cuando la acometía. Además de estar enamorado, la quería entrañablemente, pues en un día en que Ann estaba deprimida, ésta le hizo confidente del porqué no podía volver a enamorarse de otro hombre que no fuera Robert. El admitió que no podía hacer nada y le ofreció su amistad y su hombro cada vez que ella quisiera llorar.

Su amistad llegó a ser, con sus altibajos, sincera por parte de ambos. Los dos trabajaban en  los mismos casos, pues el despacho se había expandido y llevaban además casos financieros que les proporcionaron pingües beneficios y una alta estima como abogados tanto a Ann como a Louis.  Había ganado dinero y  aburrimiento.  Los casos eran complicados, pero como el dinero no era obstáculo, siempre se resolvían con bastante facilidad.  Viajabn con  frecuencia a distintas ciudades y a distintos paises. Solamente  onocían los hoteles y los despachos de los magnates que llevaban, y ésto no le satisfacía en absoluto.

Había confiado a Louis el pensamiento de dejar el bufete y volver a ejercer en un barrio más humilde en el que ayudar a las gentes más pobres y eso la llenaba de satisfacción, muy al contrario que ahora en que el perder o ganar un caso,  no repercutía en la vida de sus clientes.

Sentados ante una taza de café Louis escuchaba las confesiones de  Ann, sopesando cada palabra que ella le confiaba. Al término de la exposición, se incorporó y mirándola, le dijo:

--Hagamóslo
--¿Cómo? yo hablo de mí. Hablo de coger un local pequeño y atender tanto a multas de tráfico como juicios difíciles.  Tú eres un socio importante de Hutchinsons, además del heredero de la firma, no puedes abandonar.
--¡Ya lo creo que puedo! Me aburro soberanamente, me canso de viajar. Hay veces que no sé en qué lugar de la tierra estoy. Además formamos un equipo, y según tu dices la gente te agradece lo que haces por ello. Aunque termines por las noches reventado de trabajar, sabes que tu día no está vacia. Se enriquece tu vida. Hagámoslo.

Ann reia al comprobar que su idea no era tan descabellada como pensaba y ambos se abrazaron y empezaron a bailar por la habitación, dando pequeños saltitos.  Sin demorar más su proyecto, presentó la dimisión ante Hutchinsons padre que no disimuló su disgusto, pero había tomado la decisión y era irrevocable.

--Y eso que no sabe que detrás de mi, va Louis-  pensó como así ocurrió.

Como dos chiquillos que estuvieran ante un juguete nuevo, ambos jóvenes se trasladaron a Brooklyn a donde Walter montó su despacho.  Ahora el local era una tienda de fotografías, lo que le produjo una gran pena a Ann...

--Aquí fuí feliz, me sentía útil y ocurrieron cosas que cambiaron mi vida, de los que ya te he hablado.

Ann quedó pensativa delante de la fachada. Al verla triste, Louis le dijo

--Pero bueno, habrá otros locales aquí mismo. Vayamos a dar una vuelta y lo comprobaremos.

Y lo comprobaron y encontarron uno de semejantes características, lo que les entusiasmó.

Sin perder ni un solo minuto se dirigieron a la agencia, lo adquirieron y contrataron a la empresa que había de efectuar algunas reformas y pintarlo.  A continuación con las llaves en la mano entraron por primera vez en el local ,ahora de ellos, con una emoción que hacía mucho tiempo  no habían sentido. Estaban ansiosos por comenzar su trabajo

--Pondremos una placa modesta en la puerta. Sin ostentaciones, pues de lo contrario ahuyentaríamos a nuestros posibles clientes al pensar que les íbamos a cobrar un "riñón".  La oficina, simple, un escritorio normal y unas sillas, un archivador, los títulos, y algún cuadro en la pared.  Estaba loca de contenta, y su entusiasmo contagiaba a Louis ante una experiencia que nunca había vivido.

Con un día tan intenso se les habían ido las horas sin darse cuenta y decidieron ir a comer algo cerca del local. Tenían que ambientarse, convivir con sus vecinos y olvidarse de los buenos restaurantes  sólo para cuando salieran alguna noche. Entraron en una modesta cafetería y comieron una hamburguesa cada uno, riendo ante la nueva experiencia.  Cuando terminaron,  Louis la acompañó hasta su domicilio y se despidieron con un beso en la mejilla.

--Hasta mañana, socio
--Hasta mañana, socia. Descansa todo lo que puedas, Tenemos mucho trabajo por delante.

 Esa noche  Ann pudo conciliar el sueño durante varias horas. Se despertó temprano y contenta: había recobrado su vida, la que ella quería.  Se duchó rápido y rápidamente se vistió con unos vaqueros una camiseta y cogió una chaqueta también vaquera. Esperó a que dl cláxon del coche de Louis la llamara para emprender el trabajo.  Llamaron a la puerta y ante un jovial Louis, no pudo por menos de echarse a reir cuando él le relato "su aventura"

--¡ He venido en metro ! por primera vez en mi vida he tomado el metro. Tenía que ambientarme y no lo iba hacer con un coche deportivo, no aquí. Chocaría demasiado.
--Anda pasa. Nos da tiempo todavía de tomar un café
--¡¡¡He venido en metro !!! Si mi padre me viera diría que estoy loco y posiblemente le diera la razón.

Ambos rieron. Eran felices. Por primera vez en mucho tiempo lo eran. Empezaban una nueva vida


Ann expuso a Louis que pensaba personarse en la iglesia y hablar con el párroco a fin de ofrecer sus servicios a la Comunidad. De esta forma sabrían que se había abierto un despacho de abogados, baratos, que les ayudarían en cualquier trámite que tuvieran que realizar.  Al párroco le alegró esa noticia.

La población del barrio era en su mayoría de emigrantes latinos y americanos de color, con lo que se deducía que su poder adquisitivo era bajo. Ann le puso en antecedentes de su primer trabajo,  que no le era ajena dicha situación. Mencionó de pasada el juicio de Santiago.  Ese caso era muy recordado entre sus feligreses. Gracias a la indemnización lograda por ella, Santiago montó un negocio, justo en el local en que Walter Schiller tenía su despacho

--¡ No me lo puedo creer,! ¿  Es de Santiago ?-  exclamó Ann.  De golpe le vino el recuerdo del juicio y la expresión incrédula de Robert al comprobar que le había ganado .  Ahí empezó todo, aunque algún tiempo después.

El primer juicio que tuvieron fue un desahucio por falta de pago de la vivienda.  Louis escuchaba al administrador de la finca y a la inquilina.  Una mujer viuda con tres pequeños hijos a los que mantener

Intentó frenar la demanda, pero ya estaba cursada y el hombre estaba tozudo; no daba su brazo a torcer y seguiría con el juicio adelante.  Louis tenía que acudir al juzgado, por lo que delegó en Ann la atención de aquel caso.  La mujer tenía un niño muy pequeño que dejaba en la guardería de la parroquia y a los otros dos los llevaba a la escuela que regentaba el párroco. De esa manera ella podía atender su trabajo en una cafetería; el sueldo era bajo y el pequeño había estado enfermo por lo que su salario se le había ido entre el médico y las medicinas.

A Ann se le partía el corazón al escuchar tantas dificultades y recordó lo distinto que había sido su anterior trabajo en que el dinero corría a raudales.  En vista de que el administrador no cedía dijo:

--Muy bien iremos a juicio.

La mujer se echó a llorar ante la perspectiva de declarar ante un juez. Les tenía miedo, a lo que Ann la consoló

--Hilda, son humanos. Tienen conciencia, verá que todo sale bien.

El administrador salió del despacho y Ann cogió su bolso y sacó de su monedero un billete que entregó a la mujer

--Tenga Hilda, compre alguna chuchería a sus hijos
--No, señorita, no puedo aceptarlo
--Cójalo. Lo apuntaré en su minuta, no se preocupe.

Cuando Louis llegó del juzgado le puso en antecedente de lo ocurrido con la entrevista del administrador e Hilda

--Tenemos que ganar este juicio Louis, es un caso de humanidad. Me pondré ahora mismo con el expediente para presentarlo cuanto antes. El administrador hace días que presentó la demanda y el desahucio está por llegar.

Como en su día hizo con el juicio de Santiago, trabajó durante toda la noche para presentar al día siguiente la contra demanda y parar la expulsión del hogar de Hilda y sus hijos.  Louis estuvo trabajando con ella hasta altas horas de la madrugada, en que rendido se durmió en el sofá.  Ann continuó sola hasta terminar el documento.

ENTRADAS POPULARES