lunes, 10 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 51 - Perl

Y abrazados el uno al otro, Maxwell y Helen lloraron silenciosamente.  El padre acariciaba la cabeza de la hija, imaginando la situación años atrás en su propia madre, rechazada por su familia y sola, sin tenerle cerca, ignorante de todo, y además con una enfermedad que la ponía en el disparadero  renunciando a su propia vida, antes que a la muchacha que ahora lloraba en sus brazos.

Helen se desahogo con su padre y le contó cómo había ocurrido todo, sin que ninguno de los dos pudiera controlarse.  Cuando se hubo calmado la preguntó si aún deseaba unirse a Jules para toda la vida:



- ¿ Cómo lo dudas, papa ?  Lo es todo para mí y sé que yo lo soy para él. Sé que no es así como lo habíamos planeado, pero no me importa, saldremos adelante.  Quiero que sepas que si mi embarazo se confirma, deseo tenerlo.Aún en el supuesto de que Jules me rechazara, igualmente lo tendría. Sería tan valiente como lo fue mi madre;  yo no estoy enferma, pero no lo dudaría ni por un momento.

- Ni yo lo permitiría. Quiero que sepas que no estarás sola. Hablaré con Jules e iremos al médico; haremos las cosas bien desde el principio. Con el resultado de las pruebas, me entrevistaré con Perkins si es que decidís seguir adelante. Y os casaréis si así lo decidís.  Os ayudaremos en todo lo que podamos.  Pero ante todo quiero que seas feliz. Que pienses muy bien el paso que vais a dar si decidís casaros, porque no sólo estáis vosotros: habrá otra personita que marcará vuestra vida para siempre

- ¿ Como yo te la marqué,  a ti ? - dijo mirando a su padre

- Si, cielo. Me la marcaste y nunca me he arrepentido de ello.  Lo único que me pesa y será para siempre, no haber estado al lado de tu madre.  No hay ni un sólo día en que no la recuerde y le dé las gracias por ti.  Fuiste el motor de mi vida.  Si no te hubiera tenido, no sé lo que hubiera hecho.

- Papá...

No sabía el tiempo que estuvieron así, sin hablar, abrazados y él acariciando su cabeza.  La volvió a imaginar de pequeña con  tres o cuatro años, cuando cada vez que se caía y se asustaba, llegaba corriendo hasta él para que besara su herida y de este modo curarla.

" Vendrá la luz a tu vida"  Era una frase que no se le iba de la cabeza y, había llegado y todo lo inundaría. Si al menos pudiera hablar con ella, que le orientara, cómo proceder, qué palabras emplear para aplacar la congoja de su pequeña, de Helen.

 Se sentía avergonzada ante su padre por lo sucedido, y sin embargo encontraba en su declaración una paz, una tranquilidad infinita, un descanso absoluto, de no tener siempre presente el suplicio de   confesar a su familia que iba a tener un hijo, esperando hasta última hora, cuando ya se notara su gestación.  Y sin embargo, muchas  chicas de su edad se encontraban en esa situación y no tenían unos padres tan comprensivos como los que ella tenía. Y Charlotte, tanto tiempo despreciada, y era el mejor sucedáneo de una madre.  Ella había sido la primera que la apoyó y ella sería su refugio.



Miró la hora en su reloj. Era tarde, pero no lo suficiente para no hablar con Jules; no podía esperar al día siguiente. Pidió el número a Helen y desde su despacho, se dispuso a hablar con él. Sin rodeos, que no tenían lugar, puesto que uno de los protagonistas que dio lugar a la situación que ahora trataban, había sido él.  Jules descolgó el teléfono, y al escuchar la voz de Maxwell, de inmediato supo de qué se trataba.

- Maxwell, imagino por qué llamas, por la indisposición de Helen que pienso no es tal. y he de decirte, que si al final se confirma, aceptaré mi responsabilidad, pero nunca renunciaré a ella. Reconoceré a esa criatura y cuando llegue el plazo fijado para casarnos, lo haré. Mantendré a mi familia trabajando en lo que sea, pero no me digas que renuncie a Helen, porque no lo haré.

- Jules. Os habéis precipitado, pero eso ya no cuenta. Os ayudaremos en todo. No estaréis solos. Te pido únicamente una cosa: ámala con todas tus fuerzas y respétala siempre. Ahora pásame a tu padre. Hemos de quedar citados.

Perkins estaba tan sorprendido como Maxwell; no sabía qué decir, pero tenía muy claro que su hijo haría frente a la situación creada.  Quedaron para comer al día siguiente en un restaurante ellos dos solos; hablarían y se plantearían la situación de los chicos serenamente, sin tragedias, tan sólo con la voluntad de ayudar.   Y se reunieron, pero también estuvo la pareja, ya que de ellos se trataba, era justa su presencia.  Y nuevamente en ese fin de semana, volvió a reunirse toda la familia: acordarían la boda. Eso suponiendo que el chequeo médico les dijera que en efecto, un bebé estaba en camino. Y fue confirmado: serían abuelos ambos protagonistas de otro nacimiento  como  hacía muchos años.  Quién les iba a decir que en aquella reunión, en el recién puesto despacho de un joven abogado, tiempo después se repetiría la escena con la hija, precisamente de la protagonista que les había hecho conocerse.

Y los dos embarazos familiares seguían su curso sin nada que los alterase.  Helen y Jules se casaron cuando se cumplían los tres meses de su gestación. Fue una ceremonia sencilla a la que asistieron las personas más allegadas, sólo familia.  Pero hubo gran celebración, reinando el amor en la joven pareja y satisfacción en los padres por haber llegado a buen puerto de algo tan delicado. 

Definitivamente vivirían en la casa que Perl dejó para su hija.
 Jules trabajaría en el despacho. En un principio tendría un sueldo bajo, pero a medida que fuera teniendo más experiencia, le daría casos para resolver y por tanto los emolumentos serían más altos.  Acondicionaron la casa a sus gustos más jóvenes, pero en el salón brillaba con luz propia, un retrato al óleo que Maxwell hizo a Perl, ideando que tenía en brazos a su hija.  Vivían cerca unos de los otros y se reunían a menudo para pasar  el fin de semana en casa de cada uno de ellos.

Y fue en un fin de semana, cuando el hijo de Charlotte y Maxwell, decidió hacer acto de presencia.  Para él sería su primera vez,  ya que a Helen la conoció después de nacida.  Pero la emoción, al estar presente en el parto, le inundaba y no dejaba de pensar en aquél otro, con Perl viviendo sus últimos instantes de vida, y mentalmente la bendijo y la dedicó un recuerdo: siempre estarás presente en mi vida. Nunca, nunca lograré olvidarte.  Bendita seas. 
 A continuación besó a su mujer y cortó el cordón umbilical de su hijo, de ese hijo que ni en sueños pensó tener.  Se abrazo a Charlotte y ella susurró en su oído suavemente: " Gracias Perl por todo lo que nos has dado".  Y en ambos se mezclaba el llanto emocionado y las risas de felicidad.

Pocos meses después se repetía la misma escena, pero en esta ocasión se trataba de Helen y era Jules quién estaba con ella.  A la espera, estaban los abuelos y se les unió Thomas y Lorraine también muy emocionados.  Ellos habían vivido muy de cerca todos los avatares vividos por Helen y Maxwell.

De repente, la puerta se abrió y Jules traía en brazos a su hija. Rotundamente emocionado, se acercó a Maxwell y le dijo:

- Te presento a tu nieta, que se llamará Perl por expreso deseo de Helen. Tómala en brazos siquiera unos minutos; he de volver a entrar.

- ¿ Helen está bien ? ¿ Todo ha ido bien?

- Todo, Maxwell, perfecto. Y ahora dame un abrazo.

Y uno por uno le abrazaron y tomaron en brazos a la pequeña que según la opinión de Maxwell y Thomas, era el vivo retrato de su madre al nacer.

El círculo se había cerrado y una figura joven, alegre y risueña, flotaba en el ambiente. Aquella muchacha tan bella, tan noble y tan solitaria, reía feliz, se había convertido en abuela.





                                                      F    I    N

Nota de la autora: 

 Mi agradecimiento a RMJ por haber depositado su confianza en mí

Autora:  1996rosafermu
Editado: Junio de 2020
Ilustraciones:  Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS.

Una casa en el campo - Capítulo 50 - Sorpresa

Al despertar del día siguiente Maxwell había despejado de su cabeza todos las dudas de la noche anterior. Cuando fue a desayunar, Charlotte ya estaba en la cocina con Ruth preparando los desayunos, y comentaban lo qué hacer de comida, y curiosamente, para él, fue una novedad el sentir que su mujer al mencionar una determinada comida, la entraban náuseas.  Nunca había vivido un embarazo.  No conocía ningún síntoma, ni el mal estado de ella cada vez que se despertaba, y las arcadas espantosas que la hacía correr de inmediato al servicio.  Nada de eso lo había vivido, pero era posible que Perl, también lo sintiera.  Ahora la vida le había dado la oportunidad de ser padre desde el mismo instante de su concepción, y disfrutar, y también preocuparse de cada síntoma que Charlotte sintiera.  Sabía que era temporal, que en dos o tres meses, todas esas angustias pasarían, pero también, que vendrían otras. Y miró a su mujer con infinita ternura agradeciéndola su estado, algo que no vivió con Perl y que seguramente estaría y se sentiría sola.


De improviso se sintió triste, muy triste, por ella. Por lo injusto de la vida y de lo generosa que se estaba comportando con él ¿ Lo merecía ?  Para él también fueron amargos los días que vivió en soledad, y lo mucho que la echó de menos, lo intenso de su amor por ella, y que hubiera dado parte de su vida por conseguir que Perl no hubiera sufrido tanto, porque no lo merecía.

Canturreando se les unió Helen, que desde hacía unos días, se la veía más alegre y risueña. Al entrar en la cocina, dio los buenos días a todos y dedicó una sonrisa a Charlotte que también la correspondió. No se podía creer lo que estaba sucediendo entre ambas mujeres; no lo sabía pero daba gracias porque todo resultaría más fácil y todos estarían más tranquilos sin estar siempre a la  defensiva.

El embarazo marchaba normal, y en las revisiones periódicas, nada hacia prever que surgieran complicaciones, teniendo en cuenta que Charlotte, sin ser mayor, tenía cierta edad, algo que preocupaba a Maxwell.  Y la felicidad y la calma se reflejaba en su trabajo: sus cuadros eran mejores y tenía más exposiciones de las que pudiera atender.  Los dibujos de Perl habían sido enmarcados por expreso deseo de Charlotte y colgaban de las paredes de su hogar, excepto uno que pidió   Helen:  presidiría el salón de su casa.

Los Perkins se habían hecho buenos amigos de los Tompson y no tardarían mucho en convertirse en familia. Es decir, la vida normal de una familia sin apuros económicos y con mucho afecto entre ellos.  Thomas y Lorraine, solían pasar los fines de semana en Burton; hacían barbacoas o asados en invierno.  Sus charlas se basaban en los problemas de la actualidad y en los surgidos con sus respectivos trabajos, como cualquier familia.


Jules y Helen salían al cine, o a alguna discoteca dejando que los "mayores" contaran sus respectivas batallitas.  Pero aquél día, a penas hacía media hora que habían salido, cuando llegaron muy alterados a casa.  La llamada para que le abrieran la puerta era imperativa. Estaba blanco como el papel, algo que causó alarma en todos ellos.  Traía sujeta por la cintura a una medio desmallada Helen, que a penas hablaba.

- ¿ Qué os ha pasado? - preguntaba Maxwell alarmado ante el aspecto desolador de su hija

- No lo sé. Íbamos charlando cuando de repente se puso pálida y no me dio tiempo más que a sujetarla para que no se desmayara.

- Llamaré de inmediato al médico.  Puede tratarse de una mala digestión, o una bajada de tensión.  Nunca la había ocurrido nada igual.

Bruscamente, Helen se incorporó y emprendió una carrera hacia el servicio. Charlotte fue tras ella indicando a todos que guardasen calma.  Ella sabía en esos momentos, mejor que nadie lo que podría pasar a su hijastra. Entró en el baño y a su lado aguardó a que se calmara.  Cuando estuvo más tranquila, la abrazó y la chica comenzó a llorar asustada. Charlotte imaginó la causa, pero no la quiso preguntar nada, sólo la dio un consejo mientras refrescaba su frente  con agua.

-¿ Estás mejor?- la preguntó

- Si. Ya estoy bien- respondió

- Bien. Tenemos que hablar pero ahora no. Diremos a todos que te ha sentado mal la comida, y esta noche cuando todos se hayan ido y estemos las dos a solas, deseo, con tu permiso, hacerte algunas preguntas.

- Charlotte ...

- No llores. Cálmate. Cuando hablemos esta noche trazaremos un plan. Ahora saldremos ahí, como si todo hubiera sido un corte de digestión ¿ de acuerdo ?  Ya me explicarás esta noche desde cuando te notas estos síntomas.  A papá déjalo de mi cuenta.  Y ahora vayamos fuera.



Todo parecía normal, pero tanto Maxwell como Jules, imaginaban algo que no querían ni pensar. Al aparecer las dos mujeres en el salón , el aspecto de Helen había mejorado, no sólo porque había echado fuera lo que la molestaba en el estómago, sino porque sabía que no estaba sola ante el problema que se planteaba.  Tendría que empezar a dar explicaciones, pero afortunadamente contaba con Charlotte, ella, por estar pasando por lo mismo, sabía cómo lidiar con la situación, sobretodo a la hora de decírselo a Maxwell.
  Jules, tampoco imaginaba nada, al menos aparentemente, aunque algo debía pensar.  Helen gozaba de excelente salud y era una casualidad que después de "aquél día" comenzase a tener problemas estomacales. 
 Deseaba y temía que todos se fueran a sus casas y quedarse solos. La impaciencia tanto en Helen como el Charlotte era grande y Maxwell no les quitaba la vista de encima, porque algo debía imaginarse.

Cuantas más ganas tenían de que Maxwell se durmiera, más tardaba en hacerlo. No eran así las cosas como se habían imaginado.  Mientras él estuviera despierto, no podría ir en busca de Helen. Pero él   intuía lo que estaba sucediendo y no podía parar, hasta que le preguntó a Charlotte:

- ¿ Puedes decirme lo que le pasa a mi hija?  Para nada he creído que tenía indigestión, a no ser que sea por otra causa que no quiero ni imaginar. Ya puedes decirme lo que ocurre, aunque lo pienso,  necesito confirmación. Sé que tú lo sabes; ahora estás más cerca de ella, y a ti te lo habrá contado mientras os habéis ausentado

- Prométeme que no te vas a poner hecho un basilisco. Lo que menos necesita ahora son voces.  Está asustada y necesita apoyo y no voces

- ¡ Lo sabía, lo sabía ! ¿ Cuándo ? ¡ Es una cría ! ¿ Es qué pensaba Jules?

- No es tan niña, Maxwell.  Es una mujer, quizá demasiado joven para tener esa responsabilidad, pero se ha enamorado, son jóvenes, se aman y...  No sé cuando, pero eso no importa

-¡ Cómo puedes defenderla !


- Porque tú también cometiste el mismo error, y su madre se vio sola.  No quiero que ella se encuentre en la misma situación. Óyelo bien: siempre me tendrá a su lado. Yo estoy pasando por lo mismo y sé cómo se encuentra. Y tú debes apoyarla y no gritarla, ni regañarla.  Necesita cariño y apoyo; somos su familia y lo va a tener.

- Jules, me va a oír

-Se lo dirás, si es que él no lo sabe, pero como gente civilizada, y tratando de buscar soluciones y no crearlas. Pensaban casarse dentro de un año, más o menos, bien pues que se casen ya

-Verdaderamente te has vuelto loca

- No Maxwell, no soy su madre, pero la quiero y sé que Perl haría lo mismo. Ninguna mujer en su misma situación dejaría sola a su hija.  Quizás, si por gracia de la Naturaleza, los hombres pasarais por ese trance, lo entenderíais y no nos echaríais la culpa sólo a nosotras. Porque en una situación así, parece ser que él hombre no colabora, cuando muchas veces sois los inductores.

- No quiero seguir hablando de esto.  Voy a hablar con ella.  Necesito hablar con ella.

- Prométeme que no vas a chillarla

- ¿ Me crees capaz de eso? ¿ Con mi experiencia?  No quería que pasase por ello porque es demasiado joven, pero es mi hija cómo no voy a abrazarla y pelear por su felicidad. Si en verdad se quieren, cosa que parece que sí, hablaré con Jules y con su padre. Se casarán antes de lo previsto.  Pero primero he de hablar con ella.

- Hazlo.  Tienes todo el derecho del mundo.  No te sientas culpable porque no lo eres. Pero la naturaleza humana a veces es incontrolable. Fíjate en nosotros - dijo señalando su vientre- Pues la de ellos está sin estrenar, en todo su apogeo y difícil de controlar.

- Está bien, ahora vuelvo.

Y salió en dirección a la habitación de su hija que lloraba con desconsuelo abrazada a su almohada.

domingo, 9 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 49 - Solos

Se abrazó a ella apretándola fuerte contra su pecho.Ambos estaban muy emocionados.  Charlotte lo había deseado desde que le conociera, pero ante la decisión de él, nunca quiso compartir su sueño con Maxwell.  Y sin embargo se había cumplido: iba a darle un hijo; no había sido premeditado, pero sin embargo lo había conseguido.  Y mentalmente se acordó de Perl y vió en ello "su" mano, después de los sueños que, en su día,  él la contara.  La felicidad reinaba entre ellos.  Helen se abrazó también a Charlotte llorando con ella.  Era tanta la emoción que sentían ambas mujeres, que en otro tiempo fueran enemigas y ahora, se habían convertido en las mejores amigas.

Hizo que guardara al menos un día de reposo, pero al tercero, Charlotte le pidió volver a Londres siquiera por un día; deseaba que la llevara ante la tumba de Perl: necesitaba hablar con ella, porque estaba segura que, desde el más allá , les había estado cuidando.  Y así lo hicieron.



Maxwell se apartó a un lado, porque su mujer deseaba estar a solas con Perl, e hizo lo mismo que él: se sentó en una esquina de la sepultura y emocionada comenzó a hablar con ella.  Fueron palabras sentidas desde lo más profundo de su alma, de pesar, agradecimiento y la pedía fuerzas para llevar a cabo la misión que no dudaba, ella, les había trazado.  Deseaba por encima de todo hacerle feliz. Que viviera nuevamente la felicidad y el orgullo de ser nuevamente padre y la agradeció su relación con Helen.  Nunca pretendió ocupar su lugar, pero siempre la tendría a su lado si la necesitase.  La iban a dar un hermano o hermana, daba igual, pero estaba segura que la haría más responsable, y apreciaría doblemente la misión que tuvo su padre desde que Perl faltó.

No sabía el tiempo que empleó en ello, tampoco importaba.  Se sentía en paz y volvió la vista hacia Maxwell, que la contemplaba alejado de ella.  Al final, se despidió de Perl con la promesa de que traerian al bebé cuando naciese para que ella también le conociera, aunque fuera de esa manera extraña que tenían de comunicarse, pero la necesitaba para que la guiase en la forma de hacer feliz al hombre del que ambas estaban enamoradas y que además merecía su amor.

Caminaban en silencio cogidos del brazo, reflexionando cada uno de ellos en sus pensamientos. Charlotte enjugó unas lágrimas de emoción, mientras él apretaba su mano con cariño.

Eran felices, se amaban y cada día que pasaba era uno menos para llegar a su meta: el casarse.  Ruth había quedado con unas amigas para pasar la tarde del sábado y ellos irían al cine.  Un plan de un fin de semana cualquiera, sólo que ese iba a ser especial.  Al finalizar la película decidieron dar un paseo y sin saber cómo, se vieron frente a la casa de Helen. Sus padres estaban en Londres, Ruth en la ciudad y ellos...

Helen introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta.  Estaban solos los dos, en la que sería su futura casa en cuanto se casaran, pero ahora, en aquel momento, era de ellos también.  Eran jóvenes, fogosos y habían contenido sus emociones durante mucho tiempo.  Ahora tenían la oportunidad de demostrar su amor.  ¿Cómo llegaron hasta eso? Sin pensarlo, sólo con la mirada, sus besos y sus caricias.


Sería la primera vez para Helen y no supieron medir sus deseos, sólo que se amaban y estaban solos. Pero al mismo tiempo estaban sobresaltados por si  Ruth tuviera la idea de pasarse por la casa. Helen se moriría de vergüenza si eso ocurriese, así que deprisa, hicieron la cama borrando las señales de su primera vez. Echaron un vistazo para comprobar que todo estaba en su sitio y salieron apresuradamente de allí.  Anduvieron a paso rápido para alejarse de allí cuanto antes, pero en un lado del camino, Jules se detuvo y ocultándose detrás de un árbol, la abrazó fuertemente al tiempo que la besaba de nuevo.

No había sido suficiente el encuentro.  Hacía tiempo que se besaban a la primera ocasión que tuvieran, pero no tenían comparación con lo que acababan de vivir y quería que ella lo supiera. Que deseaba que el tiempo corriese para hacerla su mujer, y que pudieran amarse a plena luz del día, sin esconderse como si lo que hicieran fuese un delito, siendo sin embargo el sentimiento más noble y sincero que sentía por ella.  Ambos estaban bastante acalorados, pero se tendrían que conformar con alguna caricia más o menos íntima, sin olvidar que estaban en la calle, ocultos de las vista de la gente, pero no deseaba que les sorprendieran y mucho menos que a ella la tildasen de algo que no era ni mucho menos.

Helen sentía pudor y bajaba la vista ante la intensa mirada de Jules, y aunque se ruborizaba, era completamente feliz, y deseaba lo mismo que él: casarse cuanto antes.

Caminaron despacio, dilatando el tiempo de la despedida, a pesar de que se veían a diario, pero el tiempo les parecía insuficiente. Cada vez que se miraban, Helen se ruborizaba y esquivaba la mirada de él.  Se había sentido verdaderamente amada, y pensaba que si la vida de casados era siempre así era como rozar el cielo con las manos.  Cuando llegaron a casa, ya habían llegado Maxwell y Charlotte. Los cuatro se sentaron a la mesa y cenaron entre risas de unos y otros.
Para Maxwell, no pasó desapercibido el gesto de Jules, apretando constantemente la mano de Helen. Era algo reconocible por él  por haberlo vivido con Perl, y una alarma sonó en su cerebro, pero de inmediato la desechó. Siguieron con bromas y anécdotas graciosas hasta que concluyeron la sobremesa.  Jules se despidió hasta el día siguiente y el matrimonio se quedó un rato en el salón viendo la televisión.  Pero no estaba tranquilo;  les había visto más cariñosos que de costumbre y eso significaba algo que no quería ni pensar, ni tampoco compartirlo con Charlotte, que seguramente le diría que eran exageraciones suyas sin ningún fundamento.  Pero esa idea no se le borró de la cabeza.
Tampoco hablaría con su hija, no debía hacerlo porque pertenecía a su intimidad y estaba visto que ya no era una niña, sino que se hacía mujer a pasos agigantados y en poco tiempo dejaría de ser su responsabilidad para pasarle "el testigo" a Jules, al convertirla en su esposa.

Con melancolía analizaba lo rápida que había pasado la vida. Creyó, iluso, que todos sus problemas serían entender a un bebé recién nacido, pero justamente eso, con ser importante, sería el menos de sus problemas.  No sabía cómo abordar lo que rondaba por su cabeza.  Lo mejor sería dejar pasar el tiempo a ver si ella, al menos con Charlotte se sinceraba, aunque lo dudaba si es que hubieran hecho algo que no era correcto.  Aunque mirándolo bien... él también lo había hecho y tuvo consecuencias.  Pero Helen aún era muy joven y no se la imaginaba con un bebé en brazos.  Movió la cabeza negativamente, como tenía por costumbre y decidió dejar esos pensamientos.

Charlotte le miraba de reojo al permanecer pensativo y silencioso, algo poco común en él, pero tampoco quería forzarle a que la comentase lo que le ocurría, y pensó que era una reminiscencia de lo vivido en el cementerio esa mañana.

sábado, 8 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 48 - Boda

Todo se había solucionado y de nuevo reinaba la tranquilidad. Aún estaba pendiente la conversación entre Maxwell y Jules, pero Charlotte y Helen, se habían dado toda clase de explicaciones y pedido mutuamente perdón por los errores. Se prometieron ser buenas amigas y aliadas, porque ambas tenían un objetivo común: hacer feliz a Maxwell. 

Y decidieron unir sus vidas, y en el juzgado de Burton, Maxwell y Charlotte se convirtieron en marido y mujer. Fue una ceremonia agridulce para Maxwell y Helen, pero totalmente feliz para Charlotte. Tenían pendiente por solucionar donde vivirían. Tenían dos casas para elegir, pero creyeron conveniente hacerlo en la de Charlotte, ya que la que hasta ahora habían ocupado, se la dejó Perl a su hija, y en ella vivirían ella y Ruth.  Esa perspectiva no terminaba de entusiasmar a Maxwell, que veía "peligro", antes de tiempo.  

Había acordado con Jules que se casarían al terminar él la carrera, si no surgía ningún inconveniente que lo impidiese. Por la experiencia de Maxwell, sabía que el hombre propone y Dios dispone.  No quería que dispusiera lo que él tuvo, pero tampoco le apetecía dejarles con tanta libertad, porque entrañaba el peligro de que se desbocaran en cualquier momento por mucho cuidado que tuvieran.  Helen era demasiado joven como para verse comprometida tan pronto.  Esos pensamientos le hacían dudar en donde vivir. Aún en el caso de que vivieran en Londres, Helen se opondría porque no vería a su novio con la frecuencia con que ahora lo hacía.  Se mirase por donde se mirase, el problema existía. ¿ Vivir todos en la casa  de Perl? Sería lo más factible porque de esa manera  conjurarían el peligro. ¿ Por qué todo es tan complicado? Se repetía mentalmente Maxwell, ¿o es que él así lo hacía? La responsabilidad de ser padre era abrumadora, en determinados momentos, y éste comenzaba a ser uno de ellos.

Lo decidirían a su regreso de la luna de miel en petit comité, pero creía que era lo más acertado, al menos hasta que la joven pareja tuvieran lo suyo más consolidado.

Debido al trabajo de Maxwell con una nueva exposición, y al de Charlotte que se despediría para dedicarse por entero a su marido, tuvieron una corta luna de miel.  No salieron de Europa: Venecia fue su parada, que sería inolvidable.  A veces se quedaba pensativo, mirando al techo, mientras ella dormía a su lado. ¿ Quién le hubiera dicho que se casaría?  Lo había desechado durante tanto tiempo, que ahora tenía la sensación de haber incumplido una promesa, por mucho que fuera un sueño extraño quién le autorizara a hacerlo. Por otro lado creía que era lo obligado.


Charlotte se convirtió en una buena amiga de Helen, que la orientaba en todo cuanto precisase, y todos convivían en paz y armonía, Maxwell, en silencio y al apreciar la paz de la que ahora disfrutaban no se lo podía creer, pero así era.  Y así transcurrió un año y otro más: Jules terminaba su carrera y comenzaba otra para convencer a Maxwell de que su promesa iba en serio.  Y así se lo planteó a su futuro suegro el día que obtuvo su título.  Y fue ese día cuando Perkins y Maxwell, se vieron por primera vez después de tantos años.

Se reunirían en la casa que Perl había destinado para su hija, para conocerse ambas familias, en otro plano del que ya se conocían, pero este era más íntimo y especial.  Sería la petición de la jovencísima Helen, y para esa reunión familiar acudieron Thomas, Lorraine y sus tres hijos que se habían convertido en torbellinos, y por lógica Perkins con su esposa y un nervioso Jules que no apartaba su vista de la cara de la que se iba a convertir en su prometida..  

Perkins comentaba con Maxwell, lo juguetona que era la vida y de que forma tan extraña les había vuelto a reunir.  Quería saber cómo se las había apañado al verse de repente con un bebe.

- Recuerdo la cara de asustado que tenías el día que ultimamos todos los trámites. Perl dejó honda huella en mí.  Y lo extraño que es todo, ¡quién iba a decirme que iba a convertirme en suegro de su hija!
Durante mucho tiempo ni ella ni tú os fuisteis de mi cabeza y muchas veces lo comentaba con mi mujer el valor que le echastes y el profundo amor que tuvísteis. Lástima que todo se truncase, hubiérais sido muy felices.

Maxwell, asentía con la cabeza reconociendo en esas palabras todo lo que de verdad tenían. Aquellas grandes ilusiones que tuvieron juntos y que se truncaron de golpe, porque estaba visto que no debían unir sus vidas, aunque crearon un nudo tan fuerte que nada podría separarles:  su hija.


Y después de tantos recuerdos entre risas y emociones, Jules pidió a Maxwell la mano de Helen, se casarían a más tardar en un año, porque no había forma de disuadirles y ambos padres comprendieron que si así lo decidían así sería.  En ese espacio de tiempo, él tendría tiempo de tomar contacto con el despacho de su padre y comenzar a vivir independientemente.

Mientras se preparaban para acostarse, el matrimonio comentaba lo bien que había resultado la fiesta y lo felices que se veían a los chiquillos. Las casualidades de la vida les iba a unir como familia.  De repente, la habitación comenzó a dar vueltas y Charlotte tuvo que agarrarse a él para no caer al suelo.
Maxwell estaba pálido, cuando a gritos llamaba a Ruth y a Helen para que vinieran en su auxilio.  Depositó a Charlotte en la cama y nervioso llamó a una ambulancia.

Estaba aterrorizado.  La vida no podía ser tan cruel con ellos.  Otra vez no podía ser.

  Esperaban los tres impacientes en la sala de espera a conocer las noticias que le transmitieran los médicos que estaban asistiendo a Charlotte.  Maxwell apartado, rezaba interiormente a Perl y la suplicaba que no se repitiera su situación.  Sin saber cómo ni por qué, una frase llegó a su cabeza recordando uno de sus sueños:" tu vida se llenará de luz".  ¿ Qué significaba eso ? ¿ Qué quiso decir ?

Se interrumpió al ver frente a ellos al médico que con cara sonriente les transmitía el resultado de su exámen a Charlotte:

- Enhorabuena. Su mujer está perfectamente. Van a ser padres.

En ese momento, Maxwell, sintió que el mareado era él : ¿ un hijo? ¿ a estas alturas? Aún tenían años por delante para criarlo,  no eran unos chiquillos, pero ... Perl   se lo anunció y no lo entendió.  De alguna forma ella le quiso compensar de tanto dolor.  Se abrazó a Ruth y a Helen y lloró, lloró como un chiquillo de alegría y felicidad, pero también de descanso al saber que esta vez no pasaría nada malo, sino todo lo contrario:  Helen va a tener un hermano.

viernes, 7 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 47 - Una nueva etapa

Cuando Jules la dejaba en casa, vieron el coche de Maxwell aparcado en la puerta.  Helen sintió un brinco de alegría que hizo sonreír a su novio. ¡ Era tan joven !  Trató de despedirse, pero ella tiró de su brazo e hizo que entrara :  se lo presentaría a su padre, aunque omitiría la palabra novio, al menos de momento, sería un amigo simplemente.  La sorpresa fue de ambos porque al entrar vio que Charlotte estaba también allí, y que su padre tenía una expresión en el rostro que nunca le había conocido, pero también le veía nervioso.  Se imaginó el porqué, pero lo que no sabía es que ella también lo estaba, porque esa misma noche hablaría con Charlotte.  Pensaba hacerlo por teléfono, al ignorar que estaba en Burton, pero mejor así, frente a frente.



Tras las presentaciones de sus respectivos novios, y de los consabidos abrazos, Helen pidió a Charlotte que la acompañara hasta su habitación: deseaba hablar con ella.  Maxwell, Ruth y Jules se miraron. Jules sonrió; conocía de qué quería hablar.  Había seguido sus consejos y pensaba que aquella misma noche, esa familia recobraría la tranquilidad perdida por la presencia de la que en su día sería su propia suegra.  Había sacado muy buena impresión de ella. Le parecía una mujer, además de bonita, decidida y de las valientes que no se arredran ante nada, y la prueba la tenía delante: la cara angustiada de Maxwell, que miraba  constantemente  en dirección por donde habían desaparecido ambas mujeres.  Ofreció a Jules una copa y mientras aprovecharía para conocer la clase de amistad que mantenía con su hija.  Y volvió el padre, y la preocupación por Helen, para que nada ni nadie la dañase.

- ¿ Hace mucho tiempo que sois amigos? - preguntó Maxwell

- Desde el año pasado. Helen es una chica muy especial y es fácil establecer amistad con ella.

- Es extraño que no hubiera comentado nada. No suele ser tan  reservada.¿ Cómo os conocísteis?

- Pues no sé qué decir a eso, señor. No conocimos mientras ella hacía autostop para ir hasta el pueblo. Comenzamos a charlar. Supongo que nos caímos bien, y la invité a tomar un café. Y quedamos citados para el fin de semana ir al cine...   Supongo que como se empiezan la mayoría de las relaciones.



- Dime la verdad. Sólo quiero saber eso.  Yo también he tenido tu edad, y también tuve amigas  compañeras de estudio, por tanto sé que esas "amistades" duran lo que un curso. Es muy joven y creo que entre vosotros hay algo más.  Cuando tienes buenos amigos, les invitas a casa para que les conozcamos y os llamáis por teléfono, y tienes más amigos en común.  Pero vosotros... Nunca ha hablado de amigos, y creo que hay algo más entre vosotros.  Mi hija es lo único que tengo y no quiero que nadie la haga sufrir, así que ya me estás contando lo que de cierto hay entre vosotros.

- No soy responsable de que ella sea tan reservada, pero lo cierto es que voy muy en serio con ella. Hace más de un año que nos conocemos y nos queremos, pero tendremos que esperar a que yo termine mis estudios, y después...

- ¿ Después? ¿ Qué quieres decir?  Sabes que es menor e insegura. No sabe lo que quiere aún, y hasta que termines de estudiar falta mucho tiempo ¿ Saben tus padres lo que tenéis pensado?  Me duele mucho que ella no haya tenido sinceridad conmigo. No daré mi aprobación, de ninguna de las maneras.Ambos tenéis que terminar de estudiar y para eso falta mucho. Te repito que es demasiado joven  y no tiene ni idea de lo que la vida te puede presentar; hay que estar preparado para ello, y no lo está.  Todo se le ha dado solucionado.


- Lo sé señor, pero esperaré cuanto sea necesario. Yo la quiero, me parece una persona increíble de la que me he enamorado y no estoy dispuesto a perderla.  Haré lo que sea  por protegerla y cuidarla.

- No tienes ni idea de nada.

- Está equivocado, lo sé todo, y por ello es que no renunciaré al amor por nada del mundo. Creo que usted lo comprenderá mejor que nadie.  Podrá prohibirnos nuestra relación, pero seguiremos viéndonos y en cuanto ella sea mayor de edad, nos casaremos con o sin consentimiento suyo. No quiero perderla, entiéndalo.  Si sus dudas son  porque no seré capaz de mantener un hogar, estoy dispuesto a trabajar en lo que sea y estudiar por las noches.  Entiendo que somos muy jóvenes y debemos esperar, pero sólo pido su consentimiento  para verla.  Hoy ha surgido todo ésto, pero no lo había pensado así. Le tengo mucho respeto, señor.  Esté seguro que si ella me quiere, la haré mi esposa a su debido tiempo. Porque la quiero es que deseo proporcionarla todo lo que tiene ahora, aunque sé que hasta que me sitúe, va a ser complicado, pero llegará mi hora .


- Todo eso está muy bien, pero no estoy seguro de lo que ella piensa. A propósito ¿ qué estudias? 

-Seré abogado como mi padre. Tiene un despacho mediano, sin complicaciones, pero que nos ha permitido vivir bien. Cuando termine la carrera, entraré a trabajar con él. Créame, no tendremos problemas.

De repente, Maxwell, sintió como una corazonada y recordó al abogado que buscó Perl. Y un impulso hizo que le preguntara su nombre

- ¿ Cómo se llama el bufete de tu padre ?

- Perkins

-¿ Perkins? ¡ No es posible !

- ¿ Por qué ? Es un apellido bastante común

- Conocí a tu padre en circunstancias muy dramáticas. ¿ Cómo es que ahora vivís aquí ?

- Por un caso que tuvo, cuando a penas tenía un año con el bufete. Por medio de un cliente tuvo que venir hasta este lugar y quedó enamorado de él.  Alquiló una casita, instaló su despacho y aquí estamos

Eran demasiadas coincidencias; no podía ser posible que aquél Perkins que eligió Perl para llevar su caso, se tratase de la misma persona.  Jules no sabía qué decir ante la perplejidad por su reacción a lo explicado.  Iba a preguntarle más datos, cuando en escena aparecieron Charlotte y Helen y al parecer habían solucionado sus diferencias. Maxwell, al ver el rostro sonriente de ambas mujeres, respiró aliviado.  Volvió su mirada hacía Jules y con voz solemne, le dijo:

- Aún no hemos terminado. Necesito saber más cosas, pero lo dejaremos para otro día

- Para cuando quiera, señor. No tiene más que decírmelo.

Helen, con los ojos muy abiertos, dirigió la mirada a su padre y a su novio, con el miedo reflejado en ella.  No quería ni pensar que su padre le hubiera interrogado y enterado de la realidad de su relación. Pero seguramente, sería a eso a lo que se referían.  Maxwell carraspeó y ofreció a todos una copa de algo para relajar un poco la situación entre todos.

Tenia pendiente una conversación con su hija. Le parecía increíble que estuviera pensando en noviazgo y dentro de nada en casarse.  A penas hacía  que la tenía de bebe entre sus brazos. ¿ Cómo había pasado la vida tan rápido?  Él seguía anclado en el día que supo que Perle había muerto. y echó la vista atrás. Su hermano tenía tres hijos.  Sus padres habían fallecido y Helen era novia de un chico. Era muy joven para pensar en casarse, y se lo haría ver, aunque si de verdad estaban enamorados, poco o nada conseguiría. No quería que la historia se repitiera.  Hablaría con ella y trataría de razonar.  Hoy habían tenido un día bastante completo en emociones  y noticias.

jueves, 6 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 46 - Una luz en su vida

Todo parecía haberse detenido. De repente estaba nervioso como si fuera la primera vez que se vieran.  Había pasado mucho tiempo en el que no se habían visto.  Estaba impaciente por averiguar lo que había sido de su vida, y deseaba que nada hubiera cambiado. Si así fuera, la propondría su futuro que deseaba fuera con ella;  sabía que tendrían que salvar muchos obstáculos, pero juntos, de la mano, los salvarían.



Dió un respingo cuando bruscamente sonó el timbre de la puerta. Charlotte estaba frente a él, y ambos se unieron en un abrazo.  El abrazo que no se habían dado en la cafetería para cubrir las apariencias ante la gente, pero ahora estaban solos y no tenían que fingir nada y  de nada tenían que ocultarse.  En los ojos de ella, el brillo que sólo se  crea al ver a un ser amado al cabo de mucho tiempo,.  En los de él, ternura y ansiedad. Tenía que saber cuanto antes lo que iban a decidir.  Se trataba de la vida de ambos, pero sobretodo, la de él estaba necesitada de estabilidad y sólo con ella la podría tener; Charlotte conocía todos sus avatares en la vida y los había aceptado, y aunque sabía que había un gran obstáculo por delante¿ lo salvarían?

- Ven. Sentémonos en el salón.  Hemos de hablar.  Tengo que proponerte algo importante para mi, y quiero pensar que también para ti-. La dijo Maxwell profundamente inquieto y emocionado.

Y poco  a poco  comenzó a desgranar los proyectos que tenía en mente y en todos  estaba ella.  Le escuchaba atónita sin poder creer lo que había cambiado todo desde que se vieron por última vez. ¿ Qué había pasado?¿ Acaso Helen había reconocido su error?

- He tenido mucho tiempo para darme cuenta de que te necesito cerca de mí. Mi vida transcurre monótona, y el accidente último que he tenido, me ha hecho reflexionar sobre cómo estaba enfocada. Aún no he hablado con Helen, pero intuyo que sabe, lo que en cuanto regrese a casa, voy a plantearla.  Pero para eso he de saber si aceptas mi proposición.  Sabes que siempre te he dicho que jamás querría a otra persona que no fuera Perl, pero hay muchas formas de querer, y aunque no sea  tan apasionado como lo que viví con ella, te quiero Charlotte. Con esto no estoy diciendo que no te deseo, pero ha pasado el tiempo desde Perl, y muchas cosas en mi vida que me han hecho reposar. Te quiero y deseo que sepas que ella siempre estará en mí, porque ha sido una parte importante,  y me dio una hija en circunstancias bastante dramáticas; nunca podré olvidarla, pero hay sitio para otra clase de amor. Ya no somos tan impulsivos como fuimos, , pero la pasión está intacta. ¿ Quieres casarte conmigo?  Aún nos quedan años jóvenes y podremos hacer muchas cosas juntos.  Creo que nos merecemos este amor, el que tu sientes y el que yo siento por ti también.




- Pero... siempre has dicho que nunca querrías a nadie, y que nunca te enamorarías ¿ Por qué ésto ahora?  No lo entiendo Maxwell

-¿Me das tu palabra de lo que voy a decirte? ¿ No me tomarás por loco ?

- Me estás asustando. ¿ Estás bien ?  ¿Te encuentras bien ?

- Maravillosamente bien.  Hace mucho tiempo que no me encontraba así. Verás cuando estaba en el hospital...

Poco a poco relató a Charlotte las peripecias vividas. Ella tenía los ojos en blanco y estaba lívida.  No sabía si creerle o no, pero en realidad todo lo que la decía cuadraba con lo vivido. Pero aún tenían un escollo grande que salvar.: Helen

- En cuanto llegue a casa hablaré con ella.Sea cual sea su respuesta, llevaremos a cabo nuestro, es decir, mi plan, si tú lo aceptas.

- ¿ Aún lo dudas?  He estado esperando que te fijaras en mi, desde que nos conocimos en Japón, pero había una barrera entre los dos demasiado grande. Estoy dispuesta a saltarla de tu mano.  Creo que Helen lo comprenderá, pero... ¿ y si no lo acepta?

-Sé que lo hará. ¿ Quieres casarte conmigo ?

- Desde luego que sí.  Siempre.

-   Mañana regreso a casa. He de ponerme a trabajar ya que tengo una exposición a la vista, pero te estaré esperando. Piensa detenidamente en lo que te he propuesto. Tú arriesgas más que yo; sólo te pido un poco de paciencia.



- De acuerdo. Aquí en Londres, no pinto nada: yo también volveré a casa-, dijo ella -.No quiero perder ni un minuto de estar contigo.  La vida nos ha enseñado el lado malo y lo corta que es.  Aprovechemos todo lo que podamos.

Esa noche volvieron a vivir los encuentros tenidos tiempo atrás y como si el tiempo no hubiera pasado. Se  amaron apasionadamente. Juntos marcharon hacia Burton. La dejó en su casa y él siguió camino hacia la suya.  Hablaría con Helen esa misma mañana; iba preparado para el no, pero seguiría adelante quisiese o no.  Aún Helen era joven, pero estaba entrando en la edad de madurar; ya no era una niña mimada antojadiza y caprichosa.  Además tenía una fuerza invisible que le daba ánimos y con ella contaba.

Helen había salido a dar una vuelta por Burton: se aburría sola en casa.  Había llamado a un amigo y quedaron en el Centro Comercial para verse.  De un tiempo a esta parte, a raíz de lo ocurrido a su padre, se había vuelto más reflexiva y miraba con buenos ojos a un compañero y amigo por nombre Jules.
 Y con ese chico había quedado.  No sabía cuánto tiempo más se demoraría su padre; estaba impaciente y deseosa de verle.  Estaba más unida a él, si cabe, que antes de su enfermedad y deseaba tenerle cerca. 
 La noche anterior no la había llamado, y suponía que estaría de regreso pronto.  Ya no le hacía tanto daño pensar en Charlotte, probablemente porque ella comenzaba a sentir algo profundo por el muchacho que caminaba a su lado, que la observaba en silencio presintiendo que algo la ocurría.  Jules, la tomó del brazo y la llevó hasta una de las mesas de la cafetería del  Centro Comercial.  Él también se sentía atraído hacia ella.  Presentía que algo la torturaba y deseaba saber qué era para poder ayudarla.

-¿ Qué te pasa? ¿ Estás preocupada por algo ?

- Es una tontería. Mi padre no me llamó anoche, y eso es lo que me preocupa.  Le llamé yo, pero saltó el contestador automático

-¿ No has pensado en que haya quedado con alguien para concretar lo que le llevó a Londres?

-Si, claro, pero...

- Pero ¿ qué ? O quizá esté con alguien. Tu padre es joven y aquí vive como un monje.

- Su interés está muy lejos.

-¿ Quieres hablarme de ello?  Te noto preocupada y eso no me gusta. Sabes que puedes contar conmigo


- Lo sé. Es una historia muy larga

- Bien, tenemos todo el día para ello. Si se alarga, podemos quedarnos a comer una pizza o cualquier otra cosa.  Llama a Ruth y que no te espere. Así de sencillo.  Pequeña, complicas mucho las cosas, y son más sencillas de lo que crees. Venga, empieza a contar qué te preocupa.  Seguro que después lo verás de otra forma y además, podemos buscar alguna solución a lo que quiera que te esté atormentando.

- Es que es complicado, y no lo vas a creer.

-Inténtalo, a lo mejor te llevas una sorpresa.- respondió Jules riendo.

- He soñado con mi madre - dijo lacónica

- ¿ Qué tiene eso de particular? Es tu madre, la echas de menos.  Es natural

- No, no lo es. No llegué a conocerla; murió nada más nacer yo, literalmente. Sin embargo en mis sueños la he visto exactamente igual  a los dibujos de mi padre, igual a las fotografías que tenemos en el salón y en mi habitación.

- Eso no tiene nada de particular; acabas de decirlo: la has visto en unos dibujos y en las fotos. Guardas en la retina su imagen

- No, es así. No lo entiendes: me ha hablado

- ¡ Vamos, cielo ! No seas chiquilla.  Comprendo que la echas de menos.  Que estás pasando por una etapa difícil con lo ocurrido con tu padre, pero...

- Jules, ¡ es cierto !  Me ha dicho que papá desea casarse con Charlotte y que no debo oponerme. Que la seguirá queriendo, pero necesita  compañía porque yo, dentro de nada tendré vida propia y él se quedará solo. Y se refería a ti. No he dicho a nadie que salimos juntos, ni siquiera a mi padre, porque sé que me diría que soy muy joven todavía.


- Creo que estás obsesionada, pero si es cierto, tu madre tiene razón. Según me has explicado Maxwell ha guardado su ausencia durante mucho tiempo, y seguro que no la olvidará nunca.  Pero tú te irás, nos iremos, algún día, y además cuando más nos necesitará. Se quedará él solo.  No entiendo la animadversión que tienes por esa mujer, que no conozco, pero si al cabo de tantos años y sabiendo  las circunstancias de tu padre, sigue enamorada de él, es porque sus sentimientos son verdaderos.  No debes preocuparte, pero no pongas más palos en sus ruedas, porque lo que vas a conseguir es hacerle más desgraciado de lo que es.

- Pero no quiero que olvide a mi madre.



-¿ Crees que la va a olvidar? Estás tú y eres el vivo retrato de ella. Además si se quisieron como me has contado, ella siempre estará en él. Pero eso no le impide que ame a otra persona con la que pueda compartir su día a día. Además necesita a alguien a su lado, precisamente en sus horas de soledad que cubra alguna parcela que tú no puedes ocupar. Por lo que me has contado, les has hecho la guerra con bastante crudeza; si Charlotte no le quisiera, ten por seguro que no estaba con tu padre.  Debes hacerte a esa idea.  Me queda poco para terminar la carrera y cuando eso ocurra, buscaré trabajo y nos casaremos para formar nuestro propio hogar. ¿ Qué va a hacer él?  De tanto como le quieres eres egoísta.  Seguro que si es cierto que tu madre te ha hablado en sueños, te habrá dicho, más o menos, lo mismo que te digo yo.

- Pero es que es muy difícil renunciar a ser su centro de atención. No tengo más familia que...

- Tienes a tus tíos, a tus abuelos y a Ruth. Y si obras con claridad en tu cabeza, les tendrás a los dos para ayudarte en lo que necesites.  Yo no tengo más que a mis padres, y no por eso me siento desamparado.  Te seguirá queriendo con toda su alma, y te protegerá aún más, porque tratará por todos los medios evitarte los problemas que la vida te presentará.

- Pero para eso te tendré a ti

- Cierto ¿ Crees acaso que yo no necesitaré consejo de ellos ? Vamos a empezar un camino que desconocemos, pero que ellos ya han pateado, y por tanto podrán transmitirnos sus experiencias.  De eso se trata la vida; sólo que vosotros nos tuvisteis oportunidad y vuestro camino fue más triste y difícil.  Creo que debes hablar con Charlotte y excusarte del trato dado, y verás como tienes una liada para todo.

Y logró convencerla y en la primera oportunidad que tuviera, hablaría con ella.   Ignoraba que esa oportunidad estaba a la vuelta de la esquina. Tendría que mirarla con otros ojos, con otra manera de pensar, si quería que su padre volviera a ser feliz .

miércoles, 5 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 45 - Revelación

Charlotte seguía en Japón. Maxwell y Helen terminaron su terapia, y poco a poco todo volvía a ser como antes.  Retornaron a Burton y pudieron comprobar de primera mano el cambio tan espectacular que había dado el jardín. Maxwell no hizo ningún comentario: él sabía de sobra a qué se debía todo y era ni más ni menos, que el visto bueno dado por Perl a su relación con Charlotte.  No volvió a tener ninguna otra visión, pero, en su interior, sabía que era así ya que insistió mucho en que no la perdiera, y que formara pareja con ella.  Su intención era eso: sólo pareja con encuentros frecuentes, pero cada uno en su casa. O cuando mucho pasar juntos algunas vacaciones.  Helen se hacía mayor y él podría tener más libertad de movimientos, aunque el tema de su vida privada no se tocaba ni de refilón.


Maxwell seguía con su trabajo y de vez en cuando se desplazaba hasta Londres para ultimar alguna exposición. Estaba un par de días y regresaba de nuevo a Burton.  Uno de los días, al entrar a comer en una cafetería, le pareció escuchar una voz fácilmente reconocible por él.  Buscó con la mirada de dónde provenía, y la localizó en una mesa. La dama en cuestión estaba de espaldas, pero al momento reconoció que era Charlotte. Estaba en Londres y ni siquiera le había llamado para saludarle. ¿ Qué debía hacer? Seguramente el hombre con quién estaba sería algún novio o vete tú a saber quién sería.  Con pesar, dio media vuelta y se sentó lo más alejado de ella que pudo.  Se le había quitado el apetito; le había disgustado  el comportamiento de ella;  sería en justa reciprocidad con el de su hija.  Estaba claro que no quería saber nada de su familia.  La última vez que se vieron él salía del hospital de una situación complicada, producida precisamente por la indecisión de él y la intransigencia de Helen. Normal que no quisiera exponerse a un nuevo desaire.

Se levantó para ir al servicio y entonces le vio, y sus miradas se juntaron. Con sorpresa en ella, con calma en él. Y fue Charlotte, quién cambió de dirección y se dirigió a la mesa que ocupaba Maxwell.

- ¡ Maxwell ! No creí que estabas aquí


-¿ Que pasa Charlotte? Ni una llamada, nada

- Es complicado

- Ya veo - dijo señalando a la mesa de la que acababa de levantarse

- ¿ Te refieres a Robert ? No, es mi cuñado.

- ¿ Por qué Charlotte? ¿ Ya no te intereso?

- No es eso Maxwell. Tu situación en lo referente a Helen, supongo que no ha cambiado, y es mejor así. Evitaremos roces que en nada favorecen ni a ti ni a mi. Lo lamento enormemente, porque tú sabes mis sentimientos hacia ti, y esos no han cambiado, pero supongo que todo sigue igual


- Te equivocas, pero es tu decisión.

-¿ Sigues viviendo en Londres?

- No volvimos a Burton hace tiempo. He venido para ultimar una exposición,; mañana regreso a casa.

- ¿Dónde te hospedas ?

- En mi apartamento, ya sabes dónde es.

- Ahora hemos de irnos. Esta noche espérame. A las ocho. Hablaremos cuanto quieras

- Está bien, si es tu deseo, allí te espero.

 Se adelantó hacia él besándolo ligeramente en los labios.  Era una muestra de que en nada habían cambiado sus sentimientos.. La noche, suponía iba a ser larga.  Tenían  ambos, mucho de lo que hablar.

Mientras esperaba que llegase la hora a que Charlotte se reuniera con él, sentado en un sillón del salón. abrió un libro: Cumbres borrascosas. Sin mucho interés por la lectura, ya que su único pensamiento era para su amiga, comenzó a sentir sueño, un sopor que inevitablemente le hizo cerrar los ojos.  Y de nuevo la visión que le llegara en el hospital, se reproducía, sólo que no había jardín, sólo una imagen difusa pero sabía de quién era.  Al principio comenzó a hablarle en tono muy bajo que no captaba, pero poco a poco se fue  haciendo más clara.

- Cásate con ella. Nada ha cambiado. Te será difícil al principio, pero poco a poco, la normalidad llegará a vuestras vidas.  No te preocupes por Helen, también será feliz  Tu vida se llenará de vida y luz., y por eso debes hacer lo correcto.  Ella te quiere, y aunque tu pasión no sea de la misma intensidad que la de ella, dale tiempo al tiempo; terminarás queriéndola. Mi tiempo ya pasó. Sé que me querrás siempre. Sé feliz con ella, lo mereces.

Y de repente, se despertó sobresaltado ¿ qué había sido eso ? ¿ Una advertencia de ella otra vez? Pero esta vez quedó más impresionado.  Daba vueltas en su cabeza al mensaje ¿ qué debía hacer?   No lo terminaba de entender.  Comenzó a dar paseos por la habitación buscando el significado de lo ocurrido y no lo encontraba.

 Esperaría a que ella llegase y seguro que saldría a relucir su situación personal.  ¿Sería el momento oportuno de plantear la situación? ¿ Estaba preparado para iniciar su vida en común con Charlotte? ¿ Estaría libre aún?  Muchas cosas para una sola tarde.  Habían pasado muchos meses de su última vez, y la vida puede dar un giro en cuestión de minutos.  Estaba impaciente y nervioso, pero al mismo tiempo algo inquietante sucedía en su interior: emoción, ilusión un atisbo de felicidad?

También estaba Helen, y eso era lo que más le preocupaba. No había vuelto a hablar con ella referente al tema Charlotte; ninguno de los dos lo había mencionado.  ¿Sería ahora la ocasión?  Primero hablaría con Charlotte y después ya se vería, si ella aceptaba la nueva situación.

Confiaba en que su hija hubiera madurado y comprendiese que él aún era joven y que no podía vivir el resto de su vida pensando en lo que pudo ser y no fue. Se convertiría en un viejo amargado que haría imposible la vida a todos cuantos le rodearan, debido al fracaso que supuso su vida . Esperaba que Helen comprendiese su situación y si no podía querer a Charlotte, al menos que guardase las formas y la buena educación. En unos años iría a la universidad  y viviría en el campus, y después... Lo más probable es que hiciera su vida y él ocuparía un segundo lugar.  De manera que haciendo estas reflexiones, había llegado la hora de pensar un poco en él y conseguir algo de la felicidad perdida al mismo tiempo que Perl.  Estaba seguro, que nunca se apartaría de su pensamiento, sea cual fuere la decisión que tomara.  Charlotte ya lo sabía y estaba dispuesta a acoplarse a su nuevo papel, que jamás sería de segundona, sino su esposa con pleno derecho, pero Perl, siempre sería Perl.

martes, 4 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 44 - Volvemos a casa

Y todas las previsiones médicas se cumplieron, y al cabo de dos días, Thomas recogía a su hermano  y a Charlotte, para dejar a ésta última en su domicilio londinense por expreso deseo de ella.

- No es conveniente.  Helen está en casa y sería muy violento para todos; es mejor así. Ya os llamaré para interesarme por él- es lo que argumentó bajo la atenta mirada de Maxwell, que entendió perfectamente el mensaje.

Padre e hija se abrazaron al entrar en el domicilio de Thomas y Lorraine. Helen les esperaba impaciente por ver a su padre. Se había llevado un buen susto y creía haber aprendido la lección. Iría al psicólogo y, aunque seguía sin gustarle Charlotte, transigiría con tal de que su padre se curase y no tuviera recaídas causadas por ella. Necesitaba asimilar lo ocurrido  y se culpaba de que hubiera sido ella quién lo produjera, pero Maxwell, trataba por todos los medios de que no se culpabilizara, porque sabía por propia experiencia a lo que eso conducía.  Y sin embargo, tenía unas ganas enormes de hablar con Charlotte para darles las gracias por su presencia casi permanente en el hospital, y el cariño y atenciones que le había dispensado.  Pero también creía tener otro sentimiento. Había tenido una charla con el psiquiatra antes de haber sido dado de alta, y el médico le convenció de que debía recuperar su vida sin desatender a la niña que entraba en una etapa difícil, pero que eso no le podía condicionar. 



Y guardó para él, la visión que tuvo en el hospital; parecía un sueño, pero...¿ cómo sabía que afuera aguardaban su hermano y Charlotte, si nadie se lo dijo? ¿ Cómo vio la casa y más concretamente el jardín completamente cuajado de flores ?  ¿ Qué debía hacer con la petición de Perl referente a Charlotte ? Eso sería lo más complicado de llevar a cabo, porque sólo sentía atracción hacia ella y cariño fraternal ¿ sería eso suficiente? ¿ aceptaría ella esa situación de encuentros esporádicos sin ningún vínculo más que la atracción que ambos sintieran?    Prometió a Perl que nadie ocuparía su lugar y así sería. Si aceptaba , se lo pensaría e informaría a Helen.  Si por el contrario decía que no, seguirían siendo amigos, y nada más.

 Con el  din de seguir la terapia recomendada tanto el padre como la hija, se instalaron en Londres.  Maxwell había conservado su apartamento, así que no tenía problemas.  llamó a Ruth para informarla de lo sucedido, y ella también viajó hasta la capital, después de dejar el cottage  arreglado para pasar una larga temporada  en solitario.Sólo acudirían a Burton algún que otro fin de semana.  Helen estaba encantada de vivir en la capital, a pesar de no tener amistades, pero no la importó. Su padre estaba tranquilo y ella también.  Habían comenzado una etapa nueva para los dos, pero con cosas viejas pendientes de solucionar.



Ni siquiera se rozó el tema Charlotte, era como si no existiera, aunque ambos sabían que estaba presente.
  Para evitar comprometidos encuentros, ella había regresado a Japón por una larga temporada, y eso entristeció a Maxwell, y alegró a su hija, aunque sabía de antemano que la batalla la tenía perdida.  Y por otro lado se alegraba al ver a su padre, porque cada día estaba mejor de ánimo y no se escondía  de ella, cada vez que hablaba por teléfono con Charlotte, lo que daba a entender que en el momento de su regreso a Inglaterra, retomarían la relación de nuevo.

Tendría que acostumbrarse y aceptarla, a regañadientes, pero lo haría por su padre.

 Sin esperarlo, de repente, Maxwell la llamó al salón, la hizo que se sentara frente a él.  Alarmada obedeció sin rechistar a lo mandado.

- Tenemos que hablar - es todo cuanto la dijo. Helen comenzó a ponerse nerviosa; no tenía idea de lo que quería hablar su padre, pero de algo importante debía tratarse por la  solemnidad con que la había citado.  Y comenzó a hacer cábalas:

- No debe tratarse de Charlotte, puesto que, según sé, ella está en Japón aún. Pero claro puede volver en cualquier momento. Y muy a mi pesar la aceptaré, porque lo que menos deseo es que papá retroceda y vuelva a sufrir otro ataque.  Si a él le hace feliz, yo también lo seré. Probablemente terminaremos siendo amigas.

Y Maxwell, confesó por primera vez las  sensación que había tenido desde hacía tiempo  unas veces en sueños y otras despierto. La contó sus charlas en el cementerio con Perl, la transformación del jardín y por último su visión en el hospital.  Helen le escuchaba con los ojos muy abiertos sin saber que decir, Pero estaba segura que no eran exageraciones ni fantasías de su padre, sino que en verdad su madre había estado con él.  E hizo memoria, de que algo le había insinuado el psiquiatra, que cuando lo hizo no prestó demasiada atención.  Pero ahora en la voz de su padre se lo tomó más en serio ¿ Ocurrían esas cosas? ¿ Por qué su madre no se le apareció a ella? ¿ Debía creérselo?  Había algo insignificante que su padre le había dicho y que sería la prueba para creérselo o no.


Al terminar la conversación se prometieron hablar de cualquier problemas que les surgiera y no guardar para su interior.  Se abrazaron, y le dejó solo; sabía que iba a hablar con Charlotte.  Debía acostumbrarse a esta nueva modalidad de vida.  Fue en busca de Ruth que trasteaba en la cocina preparando el almuerzo.  Al entrar lo primero que hizo la buena mujer, fue inspeccionar el rostro de la jovencita a ver si estaba alterado o no.  La conocía desde que nació y sabía perfectamente sus reacciones, y respiró aliviada, cuando vio que lejos de estar enfadada, su cara estaba relajada.

Pero no entendió la pregunta extraña que la hizo:

 - Ruth, ¿ recuerdas el árbol que teníamos detrás de los rosales? ¿ Ese que papá quiso quitar porque estaba seco?

- Si niña, claro que me acuerdo. Papá siempre estaba hablando con el jardinero para arrancarlo, pero por unas causas o por otras no terminaron de hacerlo.  Y lo cierto es que hicieron bien, porque ahora está hermoso; totalmente cuajado de flores. Me extrañó tal cosa, porque desde hacía años no había florecido

- Y eso ¿ cuándo ocurrió ?

- Mientras papa estaba ingresado.  Recuerdo que cuando avisasteis, lloré mucho esa noche, muy preocupada.  Salí al jardín a que me diera el aire y vi las rosas que estaban empezando a abrir y el magnolio tenía sus ramas cubiertas de yemas; dos días después era una hermosura verle cuajado de magnolias. ¿ Por qué lo preguntas?  Yo pensé que ni siquiera te diste cuenta de que existiera.

- No lo sé; se me ha venido a la cabeza- respondió

¡ Era cierto ! cuando ellos hicieron el viaje a Londres estaba totalmente seco, y sin embargo su padre le había visto en el sueño lleno de flores y era verdad. ¡ Era cierto: había visto y hablado con su madre!  ¿Por qué ella no podía ? 

Aún extrañada, no quiso comentar nada con nadie, ni siquiera con su padre.  Esperaría a verlo ella misma cuando, en algún fin de semana viajasen a Burton on the Hill.


lunes, 3 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 43 - La nebulosa de un sueño

Charlotte llegó  de madrugada muy alterada. Preguntó en información por Maxwell o por su familia y una vez le indicaron donde se encontraba, se reunió con Thomas, ya que a él no se le podía ver.  El semblante de ella estaba descompuesto y se tranquilizó un poco, cuando la  explicó lo que pensaban había motivado ese ataque de ansiedad y lo que seguramente lo provocase.  Ella escuchaba y no decía nada, sólo pensaba y, al saber el ultimátum de Helen, supo que su relación estaba en peligro de extinción, porque él jamas abandonaría a su hija, algo por otro lado natural.  Si así  fuera, serían dos renuncias importantes en su vida difícilmente soportables.

Al terminar el relato, Thomas fue a buscar dos cafés que les mantuviera despiertos toda la noche.  En absoluto la había tranquilizado la explicación dada por Thomas, al contrario se iría despidiendo de Maxwell en cuanto estuviese en condiciones para ello.  Abandonaría Burton y quién sabe si regresaría a Japón,  cómo hizo él  en su día  ¿ Iba a seguir su estela?  Sería mejor no adelantar acontecimientos: primero que recobrara la salud y después ya se vería.


En reanimación era controlado constantemente y cada vez estaba más estabilizado.  Dormía tranquilo, posiblemente por los sedantes dados.  De vez en cuando algún movimiento de un abrazo o expresión en su rostro hacía ver a la enfermera de turno que estaba soñando, algo por otra parte normal, ya que era estimulado por la medicación.

"Había niebla, espesa, demasiado densa, pero lo extraño no era el grosor de ese fenómeno sino su color rosado.  De repente se difuminaba y aparecía un jardín demasiado conocido para él. Totalmente cubierto de flores y los magnolios también con flores. Un poco a la derecha  había una casa y llamó su atención un parterre de rosas bellísimas.  Pensaba que era él mismo viajando en el espacio, miró a un lado, y se sorprendió al ver que entre los rosales había una mujer vestida de enfermera arreglando las flores.  Le pareció sumamente extraño. - Ella debe cuidar enfermos y no flores-; se fijó mejor en su rostro cuando volvió la cara hacia él.  Al verla soltó un grito que no llegó a salir de su garganta, pero que hizo que se agitase ligeramente en la cama"

- ¡ Perl ! ¿ Dónde has estado durante este tiempo ?

- Cuidándote, amor mio, y a nuestra hija.

- Estoy soñando ¿ verdad ? porque tú estás muerta. O ¿soy yo el muerto?

- No cielo, estás vivo.  Pero has de cuidarte porque la pequeña Helen te necesita y también Charlotte.

- ¿ Charlotte ? ¿ Qué sabes de Charlotte?

- Lo sé todo. Desde donde estoy lo veo y lo sé todo. Debes seguir tu relación con ella.  Te quiere . Ahora está con Thomas, ahí fuera, sufriendo por no poder verte. Es una buena mujer, así que sigue tu relación con ella: ambos sois el uno para el otro.  No malgaste la vida, ni uno sólo de los minutos.

- Pero a la niña no le gusta Charlotte

- Ya se acostumbrará.  Ha estado mucho tiempo en que sólo te tenía a ti, pero es hora de hacerla entrar en razón. Cuéntame como es Helen .

- Oh Perl, es preciosa y se parece a ti. Nos tenemos el uno al otro.

- Bien pues has de dar paso a otra persona y seréis tres.  Maxwell he de irme.  Cuídate mucho y haz lo que te he dicho: no la pierdas también a ella.  La vida es hermosa, pero corta y sorprendente cuando menos lo esperas.

 
- No, no te vayas aún. Quiero estar contigo.  Necesito que estés a mi lado. Te quiero Perl, y siempre te he querido.

- Lo sé, me seguirás queriendo siempre, pero debes tener amor también para ella. Es  buena y te quiere.  Seréis felices. No la pierdas, así yo estaré tranquila sabiendo que te hace feliz.

Maxwell extendió los brazos al frente como queriendo agarrar algo y balbuceando unas palabras que la enfermera no entendió, pero supuso que era un sueño.  Al poco rato, se calmó y siguió durmiendo tranquilamente.

Se despertó cuando cambiaron el turno y la enfermera entró dando órdenes:

- Vamos caballero, es hora de despertarse.  ¿Qué tal ha pasado la noche ?  Veo por la tablilla que ha estado durmiendo y todo se va normalizando.  Eso es lo que tiene que hacer. Voy a arreglarle porque afuera tienen a su hermano y a su novia que esperan para entrar

- ¿ Mi novia dice ? Ella murió hace mucho.

- Pues me dio la sensación de que era su novia.  En fin desean entrar a verle, eso es lo importante.-  Y al cabo de un rato, volvió a abrir la puerta cediendo la entrada a Charlotte y Thomas que esperaban ansiosos por verle.

Thomas dejó la vez a Charlotte que no pudo evitar abrazarse a él llorando y diciéndole el susto que les había dado.  No quiso preguntar a qué se debió. A pesar de que el psiquiatra nada había dicho en concreto, supusieron que había sido motivado por la serie de circunstancias adversas que había vivido a lo largo de esos años, y el detonante fue la fuerte discusión con Helen.

Maxwell la miraba con otros ojos; la analizaba de arriba abajo, como si fuera la primera vez que la viera.  No hablaba y ella se alarmó pensando en que estaba algo confuso y no sabía quién era.  Thomas entró al cabo de un rato y a él preguntó por su hija.  

- ¿ Cómo te encuentras? - le preguntó Thomas

- Bien.  Mejor. Sabía que estabais ahí fuera, esperando para entrar

- ¿ Cómo que lo sabías, te lo ha dicho la enfermera?

-  Ademas. Me lo ha dicho ella

- ¿ A quién te refieres? - preguntó el hermano alarmado por el desvarío de Maxwell

- A Perl. La he visto



Charlotte y Thomas se miraron sin decir nada, pero en su semblante la preocupación se acentuó más. Deliraba despierto.  El desequilibrio era más importante de lo que creyeran en un principio.  Charlotte tuvo que darse la vuelta para ocultar la preocupación y el llanto que asomaba a su semblante.  Estaban deseando hablar con los médicos y contarles lo que les había comunicado.



A primera hora de la mañana, el psiquiatra entró a la habitación y tras las preguntas de rigor, hizo una seña a Thomas para que le acompañara para poder hablar con él.  Y así lo hicieron en su despacho. Thomas le expuso lo que acababa de contarles que les había llenado de preocupación.  El psiquiatra el escuchó con atención y después, dio su diagnóstico:

- Hemos consultado mis compañeros de urgencias y yo mismo de acuerdo a cómo se ha desarrollado todo  el episodio, y todos coincidimos en lo que les dije ayer:  estrés brutal. Habrá de pasar una temporada controlándole con medicación para ir retirándola poco a poco. No obstante  les recomiendo que asista a algunas sesiones con el psicólogo;  le ayudará a echar fuera todo lo que por dentro le mortifique.  Y también la niña. Hay que hacerla comprender que su padre no dejará de amarla nunca, pero ha de permitirle  que haga su vida.

- Verá doctor hay algo que me inquieta y que nos ha dicho esta mañana cuando hemos llegado.  No le hemos visto en toda la noche, y sin embargo al entrar no se ha sorprendido, no que yo estuviera aquí, pero no sabía que su novia había sido avisada y también estaba conmigo. Y sin embargo lo sabía porque se lo había dicho Perl, la novia que murió, la madre de su hija.  ¿ Cómo es posible?

- No sé responder, pero se da con bastante frecuencia que ven presencias que ya no están con vida, como si fueran apariciones y les anuncian cosas que nadie más sabe,  Es lo mismo que algunas personas, cuando están a punto de morir, o incluso muertas y "resucitan" hablan  algo referente a una luz.  La psiquiatría aún no ha llegado hasta esos límites.  No sabemos si en verdad ven esas imágenes o es lo que desean ver.

- Pero doctor, él no sabía que Charlotte estaba allí.

. No se preocupe, lo sabremos exactamente si decide  acudir a alguna consulta. Lo importante es que él esté tranquilo y recobre la energía nuevamente.  Si sigue así, en un par de días más le daremos el alta.  Volveremos a hablar cuando a diario pase la consulta y compruebe que todo marcha bien. Tranquilícense ustedes también. El se recuperará, no tengan la menor duda. Y ahora si me lo permiten, sigo con la ronda.  Nos vemos mañana, si no hay novedad, que no tiene porqué haberla.

- Hasta mañana doctor y gracias.




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