lunes, 10 de agosto de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 51 - Perl

Y abrazados el uno al otro, Maxwell y Helen lloraron silenciosamente.  El padre acariciaba la cabeza de la hija, imaginando la situación años atrás en su propia madre, rechazada por su familia y sola, sin tenerle cerca, ignorante de todo, y además con una enfermedad que la ponía en el disparadero  renunciando a su propia vida, antes que a la muchacha que ahora lloraba en sus brazos.

Helen se desahogo con su padre y le contó cómo había ocurrido todo, sin que ninguno de los dos pudiera controlarse.  Cuando se hubo calmado la preguntó si aún deseaba unirse a Jules para toda la vida:



- ¿ Cómo lo dudas, papa ?  Lo es todo para mí y sé que yo lo soy para él. Sé que no es así como lo habíamos planeado, pero no me importa, saldremos adelante.  Quiero que sepas que si mi embarazo se confirma, deseo tenerlo.Aún en el supuesto de que Jules me rechazara, igualmente lo tendría. Sería tan valiente como lo fue mi madre;  yo no estoy enferma, pero no lo dudaría ni por un momento.

- Ni yo lo permitiría. Quiero que sepas que no estarás sola. Hablaré con Jules e iremos al médico; haremos las cosas bien desde el principio. Con el resultado de las pruebas, me entrevistaré con Perkins si es que decidís seguir adelante. Y os casaréis si así lo decidís.  Os ayudaremos en todo lo que podamos.  Pero ante todo quiero que seas feliz. Que pienses muy bien el paso que vais a dar si decidís casaros, porque no sólo estáis vosotros: habrá otra personita que marcará vuestra vida para siempre

- ¿ Como yo te la marqué,  a ti ? - dijo mirando a su padre

- Si, cielo. Me la marcaste y nunca me he arrepentido de ello.  Lo único que me pesa y será para siempre, no haber estado al lado de tu madre.  No hay ni un sólo día en que no la recuerde y le dé las gracias por ti.  Fuiste el motor de mi vida.  Si no te hubiera tenido, no sé lo que hubiera hecho.

- Papá...

No sabía el tiempo que estuvieron así, sin hablar, abrazados y él acariciando su cabeza.  La volvió a imaginar de pequeña con  tres o cuatro años, cuando cada vez que se caía y se asustaba, llegaba corriendo hasta él para que besara su herida y de este modo curarla.

" Vendrá la luz a tu vida"  Era una frase que no se le iba de la cabeza y, había llegado y todo lo inundaría. Si al menos pudiera hablar con ella, que le orientara, cómo proceder, qué palabras emplear para aplacar la congoja de su pequeña, de Helen.

 Se sentía avergonzada ante su padre por lo sucedido, y sin embargo encontraba en su declaración una paz, una tranquilidad infinita, un descanso absoluto, de no tener siempre presente el suplicio de   confesar a su familia que iba a tener un hijo, esperando hasta última hora, cuando ya se notara su gestación.  Y sin embargo, muchas  chicas de su edad se encontraban en esa situación y no tenían unos padres tan comprensivos como los que ella tenía. Y Charlotte, tanto tiempo despreciada, y era el mejor sucedáneo de una madre.  Ella había sido la primera que la apoyó y ella sería su refugio.



Miró la hora en su reloj. Era tarde, pero no lo suficiente para no hablar con Jules; no podía esperar al día siguiente. Pidió el número a Helen y desde su despacho, se dispuso a hablar con él. Sin rodeos, que no tenían lugar, puesto que uno de los protagonistas que dio lugar a la situación que ahora trataban, había sido él.  Jules descolgó el teléfono, y al escuchar la voz de Maxwell, de inmediato supo de qué se trataba.

- Maxwell, imagino por qué llamas, por la indisposición de Helen que pienso no es tal. y he de decirte, que si al final se confirma, aceptaré mi responsabilidad, pero nunca renunciaré a ella. Reconoceré a esa criatura y cuando llegue el plazo fijado para casarnos, lo haré. Mantendré a mi familia trabajando en lo que sea, pero no me digas que renuncie a Helen, porque no lo haré.

- Jules. Os habéis precipitado, pero eso ya no cuenta. Os ayudaremos en todo. No estaréis solos. Te pido únicamente una cosa: ámala con todas tus fuerzas y respétala siempre. Ahora pásame a tu padre. Hemos de quedar citados.

Perkins estaba tan sorprendido como Maxwell; no sabía qué decir, pero tenía muy claro que su hijo haría frente a la situación creada.  Quedaron para comer al día siguiente en un restaurante ellos dos solos; hablarían y se plantearían la situación de los chicos serenamente, sin tragedias, tan sólo con la voluntad de ayudar.   Y se reunieron, pero también estuvo la pareja, ya que de ellos se trataba, era justa su presencia.  Y nuevamente en ese fin de semana, volvió a reunirse toda la familia: acordarían la boda. Eso suponiendo que el chequeo médico les dijera que en efecto, un bebé estaba en camino. Y fue confirmado: serían abuelos ambos protagonistas de otro nacimiento  como  hacía muchos años.  Quién les iba a decir que en aquella reunión, en el recién puesto despacho de un joven abogado, tiempo después se repetiría la escena con la hija, precisamente de la protagonista que les había hecho conocerse.

Y los dos embarazos familiares seguían su curso sin nada que los alterase.  Helen y Jules se casaron cuando se cumplían los tres meses de su gestación. Fue una ceremonia sencilla a la que asistieron las personas más allegadas, sólo familia.  Pero hubo gran celebración, reinando el amor en la joven pareja y satisfacción en los padres por haber llegado a buen puerto de algo tan delicado. 

Definitivamente vivirían en la casa que Perl dejó para su hija.
 Jules trabajaría en el despacho. En un principio tendría un sueldo bajo, pero a medida que fuera teniendo más experiencia, le daría casos para resolver y por tanto los emolumentos serían más altos.  Acondicionaron la casa a sus gustos más jóvenes, pero en el salón brillaba con luz propia, un retrato al óleo que Maxwell hizo a Perl, ideando que tenía en brazos a su hija.  Vivían cerca unos de los otros y se reunían a menudo para pasar  el fin de semana en casa de cada uno de ellos.

Y fue en un fin de semana, cuando el hijo de Charlotte y Maxwell, decidió hacer acto de presencia.  Para él sería su primera vez,  ya que a Helen la conoció después de nacida.  Pero la emoción, al estar presente en el parto, le inundaba y no dejaba de pensar en aquél otro, con Perl viviendo sus últimos instantes de vida, y mentalmente la bendijo y la dedicó un recuerdo: siempre estarás presente en mi vida. Nunca, nunca lograré olvidarte.  Bendita seas. 
 A continuación besó a su mujer y cortó el cordón umbilical de su hijo, de ese hijo que ni en sueños pensó tener.  Se abrazo a Charlotte y ella susurró en su oído suavemente: " Gracias Perl por todo lo que nos has dado".  Y en ambos se mezclaba el llanto emocionado y las risas de felicidad.

Pocos meses después se repetía la misma escena, pero en esta ocasión se trataba de Helen y era Jules quién estaba con ella.  A la espera, estaban los abuelos y se les unió Thomas y Lorraine también muy emocionados.  Ellos habían vivido muy de cerca todos los avatares vividos por Helen y Maxwell.

De repente, la puerta se abrió y Jules traía en brazos a su hija. Rotundamente emocionado, se acercó a Maxwell y le dijo:

- Te presento a tu nieta, que se llamará Perl por expreso deseo de Helen. Tómala en brazos siquiera unos minutos; he de volver a entrar.

- ¿ Helen está bien ? ¿ Todo ha ido bien?

- Todo, Maxwell, perfecto. Y ahora dame un abrazo.

Y uno por uno le abrazaron y tomaron en brazos a la pequeña que según la opinión de Maxwell y Thomas, era el vivo retrato de su madre al nacer.

El círculo se había cerrado y una figura joven, alegre y risueña, flotaba en el ambiente. Aquella muchacha tan bella, tan noble y tan solitaria, reía feliz, se había convertido en abuela.





                                                      F    I    N

Nota de la autora: 

 Mi agradecimiento a RMJ por haber depositado su confianza en mí

Autora:  1996rosafermu
Editado: Junio de 2020
Ilustraciones:  Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS.

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