domingo, 21 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 25 y último - Y la rueda de la vida siguió su camino

En silencio, abrazados permanecieron durante largo rato. A Isabel se le cerraban los ojos de sueño.  Había sido una noche larga e intensa, pero inmediatamente se espabiló en cuanto Albert comenzó a hablar

¿ A dónde quieres ir de vacaciones? - dijo
- No quiero vacaciones.  Simplemente eran unos días .  Tenía mucho en lo que pènsar y necesitaba alejarme de tí.  No sabía el rumbo que debía tomar,  Pensé que al volver al lugar en donde todo comenzó, tendría las ideas claras y sabría lo qué hacer: si pedirte perdón y pasar página.  Si hablar contigo si aún seguías queriéndome,,,  En fin. estaba muy confusa y pèrdida.
- Nos hemos pedido perdón.  Vamos a volver a ser una familia, así que ya hemos reflexionado, pasado página y creo que es lo mejor que hemos podido hacer
-No quiero vacaciones si tú no las tienes.  Quiero que estemos juntos, con Stella.  Eso es lo que quiero
- Pero yo te prometí un viaje, sólo que si no es urgente te pediría que esperases un poco.  Tengo pendientes casos urgentes que requieren cirugía.  Después de solucionarlo, iríamos donde tú quisieras.
.-Cariño, no hay prisa.  Mientras estemos juntos, todo está bien.


Regresaron a casa felices , pensando en lo distinto que había sido el viaje de ida.  Stella se llevaría una gran alegría, pues a pesar de ser pequeña, se daba cuenta de que sus padres no estaban como siempre, aunque ignoraba el motivo para que  ni siquiera se hablasen.  Lo primero que hicieron al llegar, fue ir a recoger a su hija al colegio, y la niña percibió que algo había cambiado en el rostro de sus padres:  estaban tomados de la mano y sonreían constantemente, cosa que hacía tiempo no habían hecho.

Y su vida transcurría con toda normalidad e Isabel se dedicaba por completo a atender a su familia.  Habían empezado una nueva etapa, superados los cinco primeros años de casados.  De vez en cuando Meredith acudía a su casa y comía con ellos, y todo transcurría con armonía.  
Las vacaciones tuvieron que esperar algunos meses ya que el trabajo de Albert era constante, pero no la importaba.  Cumplía con un trabajo estresante, pero muy importante y él se mostraba satisfecho con los resultados que obtenía en sus intervenciones.  Era admirado por sus compañeros por el cariño que mostraba a sus pacientes y la sonrisa siempre en su cara.  No tenía nunca ninguna mala palabra para nadie.  Sólo comprensión y compañerismo.  Y de ello la causante de su cambio había sido ella que le daba paz y sosiego y así se lo hacía saber cada noche y cada día.  
Ambos se mostraban orgullosos uno del otro, pero de lo que más orgullo sentían, era de que habían superado la barrera más difícil que se les había presentado: su separación.  Pero lejos de ser un obstáculo, les había unido aún más y su horizonte se presentaba diáfano, sin ninguna nube que lo enturbiase.


Una noche, cuando Stella ya dormía, Albert extrañado porque ella no mencionaba nunca la palabra trabajo, la preguntó:

- ¿ No te apetecería volver a trabajar ?

-¿ Tú quieres que vuelva a hacerlo?
- No se trata de lo que yo quiera, sino de lo que tú necesites
- Yo sólo necesito a mi familia. A tí y a Stella. De momento no voy a ir al laboratorio.  Me han llamado en repetidas ocasiones, pero les he dicho que no
- ¿ Y eso ? Antes te entusiasmaba 
- Y me sigue entusiasmando, pero tengo otras prioridades más importantes.  Mi lugar lo puede ocupar cualquier otro investigador, pero el ser esposa y madre, sólo yo puedo desempeñar ese papel.  Quizá dentro de un par de años, me lo vuelva a plantear, pero ahora definitivamente no.
-Siempre estaré de acuerdo con lo que decidas.  Nadie mejor que tú sabe lo que te conviene.
-Lo que me conviene es ir todos los días a buscar a mi marido a su trabajo, estar en casa cuando mi hija llegue de la escuela, y descuida no me aburriré.  En todo el tiempo que tenga libre, tejeré jersecitos y botitas para nuestro bebe
- ¿ Para nuestro bebe? ¿ Vamos a tener un bebe?
- Si esposo mio.  Ya lo hemos encargado y viene en camino
- ¿ Me lo puedes repetir ? ¿ Estás embarazada?
- Si, eso es lo que te quiero decir
- ¿ Por qué no me lo habías dicho antes?
- Porque ha sido hoy cuando el médico me lo ha confirmado.  En siete meses más o menos le tendremos en casa


¿ Cómo no me he dado cuenta antes de eso? ¡ Soy médico, por amor de Dios !- y ella reia feliz


La alegría de Albert era indescriptible.  Le gustaban los niños y por unas causas u otras, no había podido agrandar la familia.  Stella era mayor y reclamaba constantemente la presencia de un hermano, y por fin sus deseos se vieron cumplidos.  Ambos esposos se abrazaron emocionados y contentos.  Una vez más el amor había triunfado en sus vidas, que se colmaría con la llegada de ese hijo

- Tienes que cuidarte mucho - la decía Albert día a día

- Me cuido, cielo.  Me cuido.  Sólo que tengo un hambre atroz
- Lo sé pero has de comer cosas sanas para que nuestro chiquitín sea perfecto.  Me preocupas cuando tomas esas chucherías que nunca te gustaron y que ahora te vuelven loca
- Ya ves, así son las cosas - le respondía  mientras él acariciaba su vientre.

Y los días y los meses pasaron y nuevamente en ese hogar feliz se escucharon risas infantiles.  Cuando Albert junior fue un poquito mayor, decidieron que ya era hora de realizar el tan aplazado viaje.  Y de nuevo la preguntó dónde quería ir, y ella respondió

- Vayamos a Alcudia, a nuestra casa que aún no he disfrutado.  Ha pasado mucho tiempo y deseo bañarme en aquella hermosa playa
- Tu deseo será cumplido.


Y volvieron a España y juntos en la terraza de su chalet, admirando la hermosa puesta de sol, recordaron todos los momentos vividos desde que se conocieron.  Esos momentos que, en aquel entonces,  jamás imaginaron a donde les conduciría.  Los recovecos que tuvieron que sortear, y los angustiosos momentos que vivieron cuando se separaron, pero también la bella realidad que vivían en la actualidad.  
Necesitaban realizar ese viaje los dos solos, como si fuera una segunda luna de miel.  Vivir su momento, sin tener más preocupación que amarse, besarse y estar juntos.  Cuando regresaran a casa, tendrían tiempo de seguir con la vida diaria, pero ahora, y allí , era el tiempo de ellos y sólo a ellos les pertenecía.

Se besaron largamente iluminados por las últimas luces de un día maravilloso.  Y Albert, mirando a su mujer lleno de amor, la dijo

- Siempre te soñé, como estamos ahora, pero no fue un sueño, sino eras tú que me aguardabas en este recóndito lugar español.  Y yo acudí escuchando ese canto de sirena y me enamoré de aquella chica atrevida e insolente que me cautivó nada más verla.. Te quiero amor mio, y siempre te querré.  Por mucho tiempo que pase estaremos siempre juntos, porque nuestro destino nos condujo uno al lado del otro, y así quiero vivir.


Se besaron largamente y siguieron contemplando cómo el cielo iba perdiendo su luz, ahora adornado con fulgurantes estrellas brillantes que parpadeaban como si les guiñaran los ojos.-  Así permanecieron largo rato, disfrutando de aquella paz y tranquilidad que juntos disfrutaban.


                                                               F    I    N

Autora:  1996rosafermu
Edición:  Octubre de 2017
Ilustraciones: Internet
DERECHOS DE AUTOR RESERVADOS

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 24 - Confesiones

Después de conversar con algunos de los invitados al evento, Isabel, decidió que debía retirarse ya. En realidad ella había cumplido con su cometido: presentar el producto.  Pero ahora el papel era de sus jefes para tratar de venderlo, por tanto creyó oportuno marcharse.  Estaba cansada. Las emociones habían sido muchas y grandes.  Pero lo que menos esperaba fue ver a su marido allí.  No quiso averiguar el por qué estaba, sabía que no era por ella.  Le dolió verle y ni siquiera poder acercarse a él.  Quiso abrir su corazón públicamente, aunque nadie conociera su verdadera situación.  Sólo él y ella conocían el significado de aquellas palabras.

Se quitó el vestido y se puso un pijama.  Era pronto para acostarse, al menos no tenía sueño.  Se instaló cómodamente en el sofá y encendió el televisor.  No entendía el francés, tan sólo lo aprendido en el bachillerato, pero  al menos, tendría la mente en blanco.  Conectó con un canal que proyectaban una serie que conocía, y aunque no entendiera los diálogos, al menos sabría de qué iba el argumento.

Unos golpes en la puerta, la distrajeron de la pantalla.   ¿Sería alguno de sus colaboradores?  Seguramente  querían celebrarlo e iban a buscarla para salir a algún sitio.  Tendrían que irse sin ella; le dolían los pies y se había quitado la ropa, y no le apetecía volver a vestirse.

Cuando abrió la puerta, se encontró frente a Albert que la estaba mirando con unos ojos impenetrables, difícilmente se podía averiguar lo que expresaban

- Te he estado buscando desde hace rato.  Pregunté en Recepción y me indicaron el número de tu habitación.  En toda la noche me he podido acercar a tí .  No te dejaban en paz y yo tampoco quería arrebatarte el éxito interrumpiendo alguna conversación que fuera interesante
- Has sido muy amable, pero lo cierto es que no me interesaba nada de lo que me contaban, pero la buena educación me obligaba a prestarles atención.  Y bien ¿ qué deseas ?
- Deseo que nos sentemos y hablemos.  Las palabras de tu discurso ¿ eran reales, o estaban en el guión?
- No sabía que ibas a estar, y me quedé muy sorprendida al verte. No, no estaban en el guión. Lo que debí leer, lo deje sobre el atril. Deseaba pedirte perdón por el daño que te he podido hacer.  Hubiera deseado compartir contigo esta noche, pero no ha sido posible.
- La estamos compartiendo.  Yo también he de pedirte perdón. Te dije algo que no pensaba y no sé cómo pudimos llegar a estos extremos.  Lo lamento muchísimo.  Debí hacerme cargo de que estabas estresada por el trabajo, y que te encontrabas mal por la aparición de Brigitte.  Con el tiempo supe que tenías razón: venía a por mi. No respetó que estaba casado, que te amo y que tengo una hija.  Pero me dí cuenta demasiado tarde; he de decirte que no estuve con ella en ningún momento, pero se insinuaba constantemente y tuve que dejar las cosas claras.  Fuimos estúpidos y tozudos, que pudimos arreglar las cosas  enseguida, y sin embargo rehuíamos uno del otro, en lugar de sentarnos y hablar como lo estamos haciendo ahora.
Te echo de menos, y vivir como lo estamos haciendo es algo de locos, tratar de evitarnos cuando nuestro corazón grita que deseamos estar juntos.  Por favor, olvidemos esta nefasta temporada y comencemos de nuevo.  Retomemos nuestras vidas donde las dejamos y sigamos adelante.

Y de nuevo se escucharon unos suaves toques en la puerta. Isabel le miró extrañada como diciendo " y ahora ¿quién podrá ser?."  Precisamente en un momento crucial en sus vidas.  Albert la indicó con un gesto, que él abriría la puerta, y así lo hizo

-  Doctor Sheridan le traigo lo encargado por usted
- Ah si. Pase, por favor.

Un  botones del hotel, portaba un carrito con una botella de champán, dos copas y un recipiente de plata  con fresas y chocolate. Isabel abría los ojos desmesuradamente.  Aquello era para ellos.  Significaba acaso que...  Dio una propina al botones y cerró la puerta, colgando en su tirador el cartel de "No molestar"

- Teníamos que celebrarlo - dijo Albert sonriendo ante la expresión incrédula de su mujer
-Deseo que volvamos a estar juntos, que celebremos tu éxito y que sea una nueva época en nuestras vidas.  De positivo tiene, que sabemos que el amor que sentimos es tan fuerte que es capaz de resistir los más duros vendavales.  Se lo debemos a Stella; nació en un hogar feliz y así debe ser por siempre. ¿ Aceeptas ser de nuevo mi mujer ?

Isabel estaba a punto de llorar.  No de tristeza, sino por todo lo contrario ¿ Cómo había sido posible ? El adivinando su pensamiento, dijo


-  El destino de nuevo ha vuelto a jugar a nuestro favor. Mi viaje no fue premeditado, acudí por una invitación  como director del hospital.  Ignoraba que estarías aquí, pero ahora me explico algo que me paso anoche mientras dormía
-¿ Otra premonición? - preguntó ella
- Creo que no, pero algo tubo que ver, o quizás era la obsesión que tengo por arreglar nuestro matrimonio: me ha ocurrido en bastantes ocasiones. Verás:  es una especie de sueño en el que se mezclan diversas imágenes que no puedo recordar, pero  de lo que sí me acuerdo, es que la imagen final antes de despertarme es la tuya.  Y,  ya ves, la recuerdo a través del tiempo. Es tan real que hasta me pregunto ¿ es un sueño? no, simplemente eres tú. Siempre presente en mi vida.
- No sé qué decirte.  Esto no me lo esperaba. Pensaba tomarme unas vacaciones, volver a España y pasar unos días con Stella y después regresar y...  No sabía lo qué hacer.  Estoy perdida Albert. Y sí,   deseo retomar nuestras vidas. Olvidar todo ésto, como si no hubiera pasado nada.  Pasar página de una vez.
- Mi vida...

Se aproximó a ella. Tomó su cabeza entre las manos y la dio un beso largo, muy largo.  Profundo muy profundo, expresando en ello los sentimientos y tormentos pasados durante su separación.  Después se retiró para contemplar la cara de su mujer que emocionada le acariciaba

- Brindemos - dijo - Hay mucho por lo que brindar

Entrechocaron sus copas y después de beber un sorbo, la cogió en brazos y la condujo al dormitorio

- Será como en nuestra noche de bodas

Y lo fue.  Y el amanecer les sorprendió despiertos y abrazados.  No hablaban.  Sobraban las palabras ante lo que habían vivido aquella maravillosa noche de su reencuentro.

sábado, 20 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 23 Suiza en el corazón

Y por fin llegó la hora tan temida, pero a la vez tan esperada del evento.  Un exquisito salón de la casa central de la farmacéutica estaba organizado para tal fin, y poco a poco, los invitados fueron tomando posesión de sus asientos.  En la segunda fila, estaba el lugar de Albert.  Sentado , hojeando el programa.   Se quedó totalmente absorto en un renglón que decía: Presentación a cargo de la señora Isabel Sheridan, que tendrá a bien el explicarnos en qué consiste su trabajo.  Estará acompañada por sus colaboradores Peter O'Higgins y Muriel Hopkins .....  De repente sintió algo parecido a la alegría dentro de sí. Pero al instante un dolor profundo le invadió

- Ni siquiera había comentado nada con él.  En otro tiempo hubiera compartido su trabajo,  Pero ahora... todo era distinto.  Le invadió un halo de tristeza.  La tendría frente a él, recogiendo el fruto de su investigación que tanto había buscado.  Ya no sería una farmacéutica de un lugar pequeño, sino que sería reconocida  por sus méritos.  Se había convertido en investigadora.  Ya no sentiría intimidación por él.  Lo cierto es que pensaba que ya no sentiría nada por él; no contaba en su vida.

El atril permanecía vacío, mientras que las butacas instaladas en el escenario, se iban ocupando por los altos directivos de la farmacéutica.  El maestro de ceremonias, presentó al equipo de investigadores que había trabajado en la consecución del fármaco que aliviaría mucho el dolor de las personas, sin que por ello lastimara otros órganos. y sus efectos placebos fueran más rápidos que los que se dispensaban en el mercado en la actualidad.

Albert se quedó casi sin habla cuando la vio entrar en escena.  Estaba hermosa, brillante, con una sonrisa amplia, pero también emocionada.  Conocía bien a su mujer, y sabía que estos eventos, con todos pendientes de ella,    no la gustaban.  Sus ojos brillaban y sabía que estaba a punto de saltárseles las lagrimas.

Y fue entonces cuando Isabel paseaba la mirada a modo de saludo por la sala, cuando le vio, y sus miradas se cruzaron.  La sonrisa levemente  se borró de su rostro. Ni siquiera imaginaba que él pudiera estar allí, frente a ella, y por momentos supo que se pondría más nerviosa.  Seguro que se equivocaría en la lectura de su discurso.  La sudaban las manos .  y sentía que estaba a punto de desmayarse.  Para ella no existían aquellas personas que la miraban curiosas tratando de averiguar algo sobre ella, sólo estaba él, mirándola fijamente y serio, muy serio.

Ni siquiera escuchó al presentador que la daba paso para su disertación.  Carraspeó ligeramente, tragó saliva y avanzó unos pasos hasta el atril.  Llevaba los pliegos del discurso en la mano, los dejo sobre él y miró retadora a Albert.  Irguió sus hombros y comenzó a hablar, ante el silencio general que escuchaba su exposición.  No sería un discurso largo, pero muy verdadero: había decidido no leerlo, sino hablar con la verdad que la brotaba desde dentro del corazón.

< Señoras, señores:  Me ha tocado dirigirme a ustedes, pero en realidad no soy yo sola la protagonista de lo que ahora nos ocupa.  Mis dos compañeros, Muriel y Peter, han sido una parte muy importante del programa.  Sin ellos, hubiera sido difícil la consecución del proyecto.  Posiblemente considerarán que es un placebo, un calmante al uso, pero no es cierto. Tiene el efecto positivo de inmediato, es decir los afectados sentirán alivio en cuestión de minutos, y lo que es más importante: no tendrán que tomar protectores de estómago, ya que es inocuo para cualquier órgano.  No ha sido una tarea fácil, pero los laboratorios de  Shiller Güess, lo hizo posible, por lo que les doy las gracias.
Me involucré totalmente en ello, relegando a mi familia, y eso es algo que tengo que agradecer a mi esposo el doctor Sheridan y a mi pequeña hija Stella.  Gracias a ellos pude dedicarme por entero al proyecto.  Y he de pedirles perdón por mis ausencias, por mis días de pesimismo que influenciaron en mi trato con ellos. Gracias Albert.  Ignoro si en alguna ocasión llegaste a comprender lo que significaba para mí, y de ahí algunas incomprensiones.  Te pido perdón por no haber sido comprensiva contigo, por no haber tenido paciencia, por no haber comprendido que tu trabajo también es importante y nada fácil. Perdón por todo ello.
Creo merecer unas vacaciones para reposar la mente y los nervios, y al mismo tiempo, tomar fuerzas para el futuro.
Muchas gracias por el reconocimiento a nuestra labor.  Puedo asegurarles que la confianza depositada en nosotros, no quedará defraudada. >.

Una salva de aplausos estalló en la sala cuando ella terminó su discurso.  Todos sonreían menos Albert que tenía los ojos acuosos y no dejaba de mirarla.  Los directivos estrecharon las manos efusivamente de los investigadores.  A continuación el director general  dirigió unas breves palabras a la audiencia y a Isabel.

- Bien señores, ya la han visto.  Así es ella, inteligente y simpática.  No es una pose, es así en su día a día. Se tomará vacaciones, pero les aseguro que la echaremos de menos y estaremos deseando que vuelva al trabajo y verla por los pasillos siempre corriendo y siempre nerviosa.  Te admiramos y queremos Isabel.

Y nuevamente arreciaron los aplausos.  Ella se secaba unas lagrimillas disimuladamente de emoción.  Su mirada estaba pendiente de Albert que no dejaba de aplaudir y ésta vez con una amplia sonrisa en su rostro.

Poco a poco el salón se fue desocupando y se dirigían hacia otro en el que se había dispuesto un ágape con el que agasajar a los concurrentes.  Albert la buscaba incesantemente pero no la veía; se dirigío a una azafata y preguntó por ella, indicándole que había ido a atender una llamada de teléfono. Aguardó paciente a que regresara tenía que verla, hablarle y ofrecerle algo importante, pero cada vez era más difícil hacerlo ya que era reclamada por varios asistentes.  Decidió dejarla disfrutar de su éxito, era su
noche, y a pesar de su impaciencia, aguardaría para reunirse con ella.

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 22 - Zurich

Procuraba  permanecer en los lugares comunes de la casa, el menor tiempo posible para no encontrarse con él. Se sentía  extraña en aquel apartamento que era el de Albert de soltero; tenía la sensación de no pertenecer a aquel espacio, de no pertenecerle a él,  ni a nada que hubieran compartido antes.  Llegaba del laboratorio, y después de besar a su hija, estaba con ella durante la cena y al acostarla, pero una vez hecho ésto, se refugiaba en su dormitorio hasta la hora de dormir.  No había peligro de encontrarse con él, ya que llegaba tarde, muy tarde, posiblemente para no encontrarse con ella.

Pero Albert, a veces se detenía delante de su puerta, y hasta extendía la mano para agarrar el picaporte.  Necesitaba a su mujer, la echaba de menos y al tenerla tan cerca, los deseos de entrar en la habitación se le pasaba por la cabeza, pero luego reflexionaba y desistía del empeño.  Todas estas situaciones daban lugar a incomodidades y situaciones tensas, sin visos de arreglo, por mucho que Meredith no se cansara de hablar con ellos.  Cada uno le daba una explicación y todas eran razonables, pero el caso es que las cosas no se solucionaban y todos sufrían por no dar el brazo a torcer.

Ya había pasado un mes y todo seguía lo mismo, exceptuando que Isabel había terminado su investigación y se estaban realizando los trámites de registro y otras instancias.  Un día acudió al despacho del Director General, al ser llamada por él.  Estaba intrigada y preocupada al mismo tiempo, por si en la investigación había surgido algún inconveniente y fuera rechazado el proyecto, el trabajo de tres personas durante tanto tiempo.  Pero no fue así, muy al contrario.  La notificó que todo estaba en regla y que iban a presentarlo en la Junta General ante algunos laboratorios colaboradores y centros médicos, antes de proceder a su comercialización definitiva.  Era un análgesico eficaz para cualquier tipo de dolor y con nulos perjuicios para el estómago o hígado.  Los laboratorios Schiller Güess estaban altamente satisfechos por el trabajo, y sería ella quién los presentara ante la Junta General. en Zurich, al cabo  de una semana.
Isabel no sabía qué decir.  Estaba muy contenta porque todo hubiera salido a la perfección, pero no le hacía ninguna gracia que fuera ella la que lo presentara, y así se lo hizo saber a su jefe:

- Prometió darme vacaciones al finalizar el ensayo.  Bien,   está realizado, aprobado y haciendo el camino normal para su comercialización.  Quiero mis vacaciones, no soltar un discurso delante de toda esa gente.  No sé hacerlo.  No estoy acostumbrada; debería ´hacerlo Peter, que es también quién me ha ayudado.
- Si, cierto.  Pero la investigación fue idea tuya, y tuya ha de ser la presentación.  No se hable más.No te marches. todavía, he de llamar a tus colaboradores y anunciarles lo que te he dicho ,  también a ellos.

Una semana más tarde se encontraban en Heathrow a punto de tomar un avión que les llevaría a Zurich para la presentación de su trabajo.  Entre los tres repasaban una y otra vez el discurso, cuyo borrador estaba entre sus manos y que había redactado por las noches antes de dormir.  ¡ La hubiera gustado tanto contar con la opinión de Albert...,  con su ayuda !  Pero ni siquiera había tenido ocasión de comentarle nada.  Hacía tres días que no venía por casa, motivado por unas guardias surgidas por la noche.  Eso al menos es lo que la había dicho.  Tampoco se esforzó mucho en querer pensar si era verdad o mentira.  Debía acostumbrarse a la sensación de no pertenecerle.

Se hospedaron en hotel de cinco estrellas, con gastos pagados, como compensación al duro y exitoso trabajo realizado.  Una vez instalados, quedaron en la cafetería para cambiar impresiones: la presentación sería en la mañana del día siguiente.

Y el mismo día,  pero en hora distinta, Albert Sheridan, cirujano y jefe de equipo del Gran Hospital Memorial, tomaba su avión rumbo a Zurich, para asistir a una convención sobre un nuevo medicamento que saldría al mercado al cabo de poco más de un año.  Ignoraba de quién era la investigación, ni quién lo presentaba, ni quién se hospedaría en el mismo hotel.  Sencillamente estaba allí por puro compromiso y sin ganas de estar.
Había hecho guardias muy duras, para cubrir este evento en nombre del hospital y al mismo tiempo tomarse unas cortas vacaciones.  Las necesitaba; estaba pasando por una época difícil tanto personal como laboralmente. Las tomaría sin Stella, ya que no había hablado con Isabel al respecto y posiblemente no le daría su aprobación, puesto que él había hecho lo mismo cuando ella se lo solicitó.

Sentado en el avión, pensaba en otro viaje que realizó a Suiza, a Ginebra, que cambió su vida,.  Recordaba y le dolía que las cosas hubieran tomado ese rumbo tan torcido y áspero.  Cuanto más tiempo pasara, peor sería la solución.  Durante esas vacaciones, pensaría seriamente en el rumbo que debían tomar.  No quería, siquiera, plantearse un divorcio, o simplemente una separación "amistosa". Le dolía profundamente se estuvieran haciendo daño por algo sin sentido.
Este viaje lo realizaba a regañadientes, no le apetecía nada, pero le obligaba su representación como director del hospital y debía atender la deferencia de la farmacéutica al invitarle.

No estuvo en la cafetería, simplemente salió a dar una vuelta.  No conocía Zurich, que como todas las ciudades suizas era bella, muy cuidada y agradable pasear  por ella.  Entró en un restaurante y pidio la cena. Y recordó una vez más a Isabel. Cuán agradable hubiera sido hacer ese viaje los dos.  parecía ver la cara de entusiasmo que ponía en todo cuanto descubría, durante su primera etapa de vida en común.  Sin embargo ahora siempre estaba con el gesto triste y la mirada huidiza y baja.  Él había provocado ese cambio, pero se sentía incapaz de dar marcha atrás y de una vez romper ese hielo que les estaba hiriendo tan irremediablemente.

Abonó la cuenta y tomó un café en un pub cómodo con buena música ambiental.  Consultó su reloj y pensaba que era hora de llegar al hotel y acostarse.  Se sentía cansado y decaído.  Observó que en una mesa alejada de él, una atractiva mujer, no le quitaba la vista de encima.  No se dio por aludido.  Sencillamente no tenía ganas de nada y menos de una aventura ocasional.  Si hubiera estado Isabel, otra cosa sería, pero sin ella no lo deseaba.

La noche era agradable e invitaba a pasear..  No estaba lejos del hotel, por eso, lentamente se dirigió hacia él  recordando a  Isabel y a Stella.  ¿ Sería así su vida, en solitario si no llegaban a un acuerdo para volver ?  Al igual que no se imaginó nunca una vida de casado, ahora no se imaginaba otra vida que no fuera con ellas.

Sumido en sus reflexiones no se dio cuenta de que estaba a las puertas del hotel y un portero uniformado, le deseaba las buenas noches.  Subió hasta su habitación, y tras darse una ducha se metió en la cama.  Le costaba coger el sueño, pero por fin, después de dar infinidad de vueltas en la cama, consiguió quedarse dormido.  Y de nuevo, aquel sueño perturbador que hacía tanto tiempo tuvo: unas imágenes difícilmente identificables que corrían hacia ninguna parte.  Pero había una que de repente se paraba en medio de su carrera y mostraba su rostro nítido   Isabel.  Con un sobresaltó se despertó incorporándose en la cama.  Estaba sudoroso y con la respiración agitada.  Se pasó la mano por el cabello como queriendo borrar de su cabeza el sueño tenido.  Se levantó y del mueble bar  sacó una botella de agua que bebió casi en su totalidad.  Después se sentó y trató de recordar el sueño, algo que lograba con dificultad,.  Pero claramente veía el rostro añorado de Isabel, sonriente .  Se frotó la frente y comenzó a decir para sí mismo


- ¿ Qué diantres significa ésto ?  Seguro que ha sido motivado por lo recordado en el restaurante.  Ni siquiera estando en casa había soñado con ella.

De repente le sobrevino un mal presagio y tomando el teléfono se puso en comunicación con su casa

- ¿ La niña está bien ? ¿ La señora está bien ? - preguntó a la nany de la niña
- Si señor, está durmiendo, y la señora no está. Creo que tenía trabajo o realizar un viaje.  No lo sé muy bien.

Aliviado respiró y trato de recobrar nuevamente el sueño.  No dejaba de darle vueltas , y eso le inquietaba, pero al fin consiguió dormir unas horas hasta que le avisaron de Recepción de que era la hora que el deseaba le despertaran.

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 21 - El principio del fin

Cumplió su jornada de trabajo, pero no se centraba en lo que hacía.  Le daba vueltas a la cabeza  lo que debía hacer.  La situación en casa era insostenible; ninguno de los dos daba su brazo a torcer. Albert llegaba tarde a casa, cuando Stella ya estaba en la cama.  Se le notaba crispado, con las mandíbulas contraídas cuando se encontraban.  Seguían sin hablarse y él dormía en el cuarto de invitados.  No se podía vivir  así.  Llamó a Meredith

-¡ Vaya sorpresa ! Estáis siempre tan ocupados, que hace un siglo que no venís a visitarme
- Lo sé Meredith.  Precisamente quería hablar contigo
- ¿ Ocurre algo ?
- Te invito a comer y te lo cuento
-Mejor ven tú. ¿ No venís los tres?
-No en este día.  Es un encuentro de chicas
- Comprendo. Bien pues ven tú sola.  Me dejas preocupada. Es muy extraño que no vengas con Albert y la niña
- Mañana lo entenderás todo.  Necesito tu ayuda.  Es complñicado para decírtelo por teléfono
- Bien. Pues mañana te espero.

Isabel contó a Meredith todo lo sucedido y la situación en la que estaban.  Se quedó muy sorprendida ante lo que le narraba.  Conocía perfectamente los sentimientos de su sobrino por Isabel y por la niña.  Pero también pensó que se habían casado prematuramente:  no se conocían lo suficiente, no obstante, parecía que habían superado cualquier obstáculo.
  Una vez supo lo ocurrido, Meredith la preguntó:

- ¿ Y en qué puedo ayudarte ?
- Pienso que será beneficioso que estemos separados durante algún corto espacio de tiempo.  Podríamos reflexionar  y calmar nuestros nervios.  Pensaba pasar unos días con Stella en mi pais, pero en el laboratorio no me dan vacaciones hasta que no se termine la investigación.  Nuestra convivencia es mala y había pensado irme a un hotel o que tú me acogieras en casa
- ¿ Quieres que hable con él ?
- No, Meredith. Es algo que tenemos que resolver los dos. Sé que me quiere, pero me hizo daño al decirme  que le absorbo y no le dejo ser él mismo.  Me dolió mucho, porque no es cierto.  Porque creía que mi compañía era suficiente para él, lo mismo que es para mí.  Pero veo que no es así. ¿ Por que´no me dijo que necesitaba, al final del día charlar con sus compañeros y llegar más tarde a casa?  De esta forma no habría pensado nada raro.
- Niña eres muy joven e inexperta. Tu no tienes amigas, por eso no entiendes que él necesite alguna vez estar con sus colegas, con sus amigos.  Por eso no va a dejar de amarte.
- Lo entiendo, y no me importa.  Nunca le pondré impedimentos a que salga con sus amigos , pero no quiero ver a esa mujer cerca de nosotros.  No me gusta, y él no lo ha entendido.  Posiblemente si tenga razón en algo: le pedí tiempo para ser padres de nuevo.  No debí trabajar, pero me parecía injusto estar metida en casa rodo el día

-No querida, debes tener tu trabajo si eso te complace y él te lo permite.  Necesitas relacionarte con tus compañeros y procura tener amistad con las mujeres de otros médicos.
-Ya tengo amigas entre las mujeres de ellos. Y hemos acudido a barbacoas.  no es eso. ¿ Por qué me dijo que le dejara en paz, que le aburría ?
- No lo sé. Seguro que fue un calentón del momento. Si crees que estando separados unos días solucionáis vuestro contencioso, ven a mi casa. Aquí tendrás siempre tu refugio. Pero hay algo que deberíais haber hecho y es hablar.  Uno frente al otro, sin alteraros, pero que cada uno explicara lo que le ocurre.  Creo que eso sería lo más acertado, en lugar de una separación que siempre sería peligrosa.

Durante todo el camino de regreso iba pensando en el consejo de Meredith y creyó que tenía razón,. Pero ¿ cómo hablar con él si a penas se ven ? No la dirige la palabra, es como si le estorbara estar con ella en la misma habitación. ¿ A dónde habían ido a parar aquellas promesas de amor eterno y que siempre la protegería? ¿ En qué momento se rompió la magia ?

Cuando regresó a su domicilio, ni Albert ni Stella estaban.  Según le dijo la señora que cuidaba de la niña, habían salido a mediodía e irian al circo o al cine después.  Le dio las gracias y se dirigió a su habitación.   Puso algo de ropa en un bolsón, pero había otro problema:  Stella.  Si se decidía por la marcha, se llevaría a la niña. y sabía de antemano que la diría que no.  Mucho temía que eso iba a ser causa de otra discusión.

Pasada la media tarde, llegaron padre e hija.  La niña llegaba feliz, parloteando incesantemente, causando la risa del padre.  Isabel les escuchaba desde su habitación, y sentía una inmensa tristeza porque se hubiera roto lo de especial que tenían entre los tres.  Las lágrimas acudieron a sus ojos.  Les oyó pasar frente a su dormitorio, pero ni siquiera llamaron a la puerta.  La ignoraba olímpicamente; era como si no existiera ya en su vida.  Dejo pasar un rato, y cuando comprendió que la niña iba a dormir, salió del cuarto ante la sorpresa de Albert

-¿ Estabas aquí ?
- Ya ves que sí.  Cuando Stella se duerma, tenemos que hablar
- Está bien - es todo lo que la respondió

Fueron hasta el despacho de él sin mirarse, sin hablar.  Isabel se retorcía las manos convulsivamente y Albert la miraba de reojo: sabía lo que aquello significaba y le dolía enormemente, que la inseguridad volviera a la vida de su mujer.  Él había sido el culpable de que así fuera, después de que tanto la había costado confiar en sí misma. Estaban enfrentados y aún no sabía por qué. No había ocurrido nada irreparable.  Se seguían amando y él la necesitaba enormemente.Escucharía con atención lo que ella tenía que decirle, pero temía que iba a ser algo que no le gustaría. ¿ Acaso querría el divorcio ? Había hablado de una separación durante algún tiempo ¿ durante cuánto tiempo?  ¿ Y la niña ?  No quería ni pensar en que quisiera separarse de él. ¿ Por qué no fue sincero con ella, en lugar de responderla de malos modos echándola la culpa ?
Ocurrió en un mal momento en que estaba presionado en su trabajo y con la presencia de Brigitte.  Isabel no estaba descaminada, aunque se cuidó mucho de decir la verdad.  La francesa ya no sería un problema; era él mismo su propio problema.  Con lo sencillo que sería abrazarla y decirla cuánto la quería.  ¿ Por qué no lo hacía

-  ¿ Tomamos algo mientras hablamos ? - la dijo él en tono más distendido
- No gracias.  Aún no he cenado y no me apetece
- ¿ Por qué no has cenado?
- No tenía apetito
- Bien, pues tú dirás  de lo que quieres hablar- respondió Albert
- Albert...  Es muy difícil para mi todo esto que está ocurriendo y, la verdad, no sé por qué se ha producido.  Creo que estamos pasando una crisis y he pensado que por el bien de todos, debía ausentarme de aquí.  Por unos días, para pensar y recapacitar.  Probablemente, ambos, estábamos nerviosos y dijimos e hicimos cosas que ni siquiera pensábamos.  Por eso pienso que.. debemos darnos un tiempo.  Cuando termine el proyecto que tengo entre manos, he solicitado unas vacaciones y deseo regresar a España, con la niña, claro.
- No, rotundamente no.  Ni hablar.  ¿ Esa es la solución que se te ha ocurrido ?      Si lo deseas puedes ir tú, pero la niña no.
- Sería una semana como máximo, para darnos tiempo a calmarnos y reconducir nuestras vidas.
- Cuando dices reconducir ¿ piensas en una separación definitiva, en divorcio?
- Naturalmente que no.  Yo te quiero Albert, más de lo que imaginas y esto que nos ocurre me está costando mucho, muchísimo
- Ya conoces mi respuesta: la niña no se mueve de aquí.
- Si la niña no viene conmigo, yo tampoco lo haré
- Ese es tu problema.  Haz lo  mejor que debas hacer
- Y todo ¿va a seguir lo mismo ?
- Es tu decisión y no la mía.
- Está bien.  Procuraré no molestarte.

Albert la dirigió una mirada larga y profunda, apretando la mandíbula cuando la vio salir de la habitación.

- ¿ Por qué no vas tras ella ? - se decía - Abrázala y dila que la quieres más que a nadie. ¿ No ves que está sufriendo?

Pero lo cierto es que no se movió, aunque se le partía el corazón.  Era un hombre adulto con responsabilidades, con una familia a la que había jurado proteger, a ella concretamente. Entonces  ¿por qué se comportaba como si tuviera siete años?  ¿ Era una rabieta de niño caprichoso? ¿ Qué se suponía que debía hacer?  Acababa de hablarle con el corazón en la mano;  ella le seguía amando, de eso no tenía duda.  Una crisis, de las muchas que se sufren a lo largo de la vida, pero ésta por ser la primera, le parecía más profunda.  Esperaba que ella diera el primer paso.  Pero lo había dado y él se mostraba inamovible.


- Ya no me ama, eso es lo que ocurre - se repetía Isabel mientras se refugiaba en su dormitorio.  Deshizo el equipaje que había preparado; sin la niña no iría a ningún sitio.

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 20 -La visita

A los dos años del nacimiento de Stella, se decidió a buscar un empleo.  La niña acudía a una guardería  y ella trataría de combinar su horario con el del trabajo.  No tardó mucho en encontrarlo en una industria farmacéutica de renombre universal, en el departamento de investigación.  En un principio ella pertenecería al equipo del principal investigador, pero poco a poco fue escalando puestos hasta conseguir su propia investigación con dos personas más.  Stella ya había cumplido cinco años y comenzaba su colegio.  Albert ya era jefe de equipo y estaba propuesto para director del hospital.


Dicen los entendidos, que los  primeros años en un matrimonio, son los más difíciles, porque es cuando aflora la verdadera personalidad de cada uno de ellos, es decir cuando ha terminado la fase de excitación amorosa y comienza su trayectoria vital verdadera.  Cuando los errores se convierten , no sólo en discusiones, sino en enfados.  Cuando los defectos de uno sientan mal al otro, en fin, la convivencia de dos seres humanos, que sin dejar de amarse, muy al contrario se aman con más intensidad, pero viven en la realidad y no en las nubes como de recién casados.

Albert e Isabel, no eran una excepción.  A medida que ascendían en sus trabajos respectivos, tenían menos tiempo para ellos mismos. La mayoría de los días Isabel le recogía en el hospital y regresaban juntos a casa.  Pero poco a poco se fue distanciando ya que unas veces era Albert quién no podía salir a tiempo o,   ella tenía alguna reunión y no acudía a buscarle.  Ellos lo aceptaban con naturalidad y sin darse cuenta se fueron aclimatando a ello.

Cosa extraña, ese día, Isabel había terminado pronto su trabajo, y decidió dar una sorpresa a su marido.  Llegó al hospital y en el control de  la planta de Albert, fue informada de que había bajado a la cafetería.  Y hasta allí se dirigió.  Estaba, como casi siempe, ocupada por gran número de médicos y enfermeras que tomaban su descanso.  En un rincón le vio, pero estaba acompañado de otra mujer.  Una dama muy elegantemente vestida, muy rubia y al parecer se conocían, por la familiaridad con que hablaban y reían.  Y de pronto supo, quien era aquella mujer:  Brigitte.  ¿ Qué demonios hacía con su marido ?
¿ Qué debía hacer ? ¿ Acercarse o dar media vuelta y marcharse ?  Y optó por ésto último.

 Aguardó con impaciencia la llegada de Albert, que ese día se retrasó.  Los nervios de Isabel estaban a flor de piel.  ¿ Desde cuando se veían?  Lo último que supo de ella, por Albert, es que se había casado y vivía en París  ¿ Qué demonios hacía en Londres?  También pudiera darse el caso que estuviera de visita y quisiera saludarle.  Pero eso no encajaba en la imaginación en una mujer como esa.  En su retina aún tenía las imágenes de ellos juntos, en la playa de su chalet, y a pesar de que ocurrió cuando  casi ni se conocían,  aún la dolía el recordarlas.  Posiblemente ya se hubiera enamorado de él, y fueron los celos los que la habían jugado esa mala pasada.
Pero ahora,ambos estaban casados.

 - ¡ Dios, cómo tarda hoy ! - se decía al borde del enfado

Y por fin, Albert entraba en casa.  Ella tragó saliva, no quería mostrarse alterada; esperaría a que él le diera alguna explicación de su tardanza

-- Creí que hoy llegarías temprano - le dijo mientras se besaban como hacían al llegar a casa
-Yo también, pero las cosas se complicaron
- ¿ Ha ocurrido algo ?
- No, nada importante: un imprevisto que me ha retenido

Sabía de sobra a qué imprevisto se refería.  Estaba claro que no quería hablar de ello.  La cena de aquella noche fue bastante silenciosa.  Cada uno de ellos estaba a lo suyo, que posiblemente fuera cómo encarar la situación.   Fue Isabel la que rompió el hielo; no podía resistir más.  Había pasado una tarde infernal después de verles juntos. A bocajarro le soltó su presencia en el hospital, pillando desprevenido a su marido.

-Esta tarde pasé a recogerte, pero vi en la cafetería que estabas ocupado, y no me atreví a interrumpirte.  Me fastidió bastante. Pensaba haber cenado  fuera de casa, ya que es difícil que podamos reunirnos como antes.  Me refiero a terminar pronto e irnos a buscar el uno al otro


Albert no sabía qué decir.  Conocía la aversión que sentía por Brigitte. La costaría entender que él no tenía nada que ver con ella desde hacía mucho tiempo.  Que se había presentado en el hospital por sorpresa.  Que se estaba divorciando de su marido y lo estaba pasando mal.  Lo que él tampoco entendía, es lo que tuviera que ver una cosa con otra ¿ por qué Londres ? ¿ Por qué él?  Y encontró una sencilla explicación: necesitaba ser escuchada por un amigo

- Es todo muy sencillo.  Se está divorciando y quería charlar simplemente con alguien
- Y ese alguien eres tú. ¿ Vive en Londres ?
-No, creo que sigue en París
- ¿ Entonces ? ¿ Es que en Paris no tiene amigos que la puedan consolar ? ¿ Tiene que cruzar el canal para que tú la consueles? ¿ Desde cuándo os veis?
- Basta ya, Isabel. No sé el motivo por el que ha viajado hasta aquí.  Ni lo sé ni me interesa. Y no nos estamos viendo.  La última vez fue cuando me anunció que se casaba y de eso hace bastante tiempo. Tienes unos celos absurdos; ella no representa, ni representó nada para mi.  Fue algo ocasional, nada más
-Pues para ser ocasional se os veia muy bien juntos.
- Hay veces que me abrumas con tus celos absurdos.  Sabes de sobra que sólo a tí te quiero, que no ha habido ni habrá otra mujer.  Pero también tienes que dejarme "respirar". A veces surge la oportunidad de, al salir del hospital, ir a tomar una cerveza con mis compañeros.  No lo hago, porque deseo estar contigo, llegar pronto a casa.  Has de reconocer que debes darme más cuerda, necesito  charlar con mis compañeros, con mis amigos...Buscar otras opiniones

- ¿ Quieres decir que te agobio ?
-Exactamente.   Eso
- Nunca te he prohibido que salieras con tus amigos, pero esa mujer es diferente.  Tuviste una historia tórrida con ella, y ha vuelto a por tí.  No la importa que estés casado y que tengas una hija
- No digas insensateces, la importo un comino.  Y hablando de hijos. Quedamos en que iríamos a por el segundo; Stella ya es lo suficiente mayor como para que tenga un hermano
- Pero ahora no puede ser.  Estoy en medio de una investigación importante.  Ahora no puedo quedarme embarazada; hace poco que me he incorporado a un trabajo que me apasiona
-- Entonces ¿ cuándo te parece oportuno? ¿ Antepones el trabajo a la familia?
- No es eso.  Sabes de sobra que demoré el trabajar por cuidar de la niña
- ¿ Sabes qué ? Haz lo que te venga en gana.  Me aburre todo esto. Ya tengo bastantes preocupaciones en mi trabajo, como para lidiar con tus problemas también.  Estoy cansado, déjame en paz

Dio media vuelta y salió del comedor, dejando a Isabel estupefacta y con una amarga sensación en su interior.  ¿ Qué había querido decir ?  Nunca la había reprochado nada, muy al contrario siempre la había animado en su trabajo, y era cierto que había demorado, posiblemente en exceso, el volver a ser madre.  Y sintió que:

- Somos las mujeres quienes siempre nos toca lidiar con el toro más difícil.  Ellos se dan el buen rato, pero somos nosotras las que tenemos que abandonar todo y quedarnos en casa, sin importar los sacrificios que hayamos tenido que hacer para volver al mundo laboral.  ¿ Significaba dejarle en paz romper su matrimonio?  ¿ Debía darle aire ?  Creo que lo mejor es que, al menos durante unos días, estaría bien volver a Alcudia.

Esa noche Albert durmió en el cuarto de invitados e Isabel se pasó toda la noche llorando., ¿ Cómo había podido ocurrir eso?  La dolían tremendamente las palabras de él.  ¿ Tenía razón ? ¿ Había sido demasiado absorvente?  No pudo anunciarle su proyectado regreso a España.  Albert salió de su casa demasiado temprano, sin despedirse de ella.  Le llamó a su móvil para anunciarle lo que había pensado. Al otro lado la respondió la voz airada de él

-Dime- la dijo escuetamente
- Creo que tienes razón, te absorvo demasiado, y he decidido hacer un paréntesis. Por unos días , viajaré a España.  Me llevo a Stella conmigo.  Mientras los dos debemos serenarnos. Nos vendrá bien que ambos estemos separados .  Yo lo necesito después de lo de ayer
- Si lo crees oportuno, hazlo. Pero ¿ por qué te llevas a la niña , es que no piensas volver?
- Te he dicho que por unos días.  Iré a trabajar y les pediré unas vacaciones. Y me llevo a la niña porque estaría todo el tiempo sola en casa. Tus guardias, tus turnos sin horarios... Y sí pienso volver.  Quiero pensar que ha sido solo una discusión
- Esta bien, haz lo que creas oportuno.

Isabel planteó en su trabajo que necesitaba un descanso, pero su superior lo denegó

- Estás en medio de una investigación muy importante para la empresa.  Hemos invertido mucho dinero, y sencillamente ahora no puedes dejarlo.
-Pero hay otros que pueden seguirlo.  No soy imprescindible y de verdad lo necesito
-Tú la empezaste y tú lo terminarás, so pena que lo dejes definitivamente. Piénsalo bien: quedan unas semanas para terminarlo.  Termína y después te prometo concederte unas largas vacaciones. Y no se te ocurra despedirte, porque te llevaríamos a juicio y la demanda por daños y perjuicios será millonaria
- Es muy importante para mi, pero también mi familia que está por encima de todo.  Estoy llegando al límite.  Deseo ser nuevamente madre y no me lo puedo permitir. Créeme, lo necesito
- Lo siento Isabel.  Te he explicado lo que ocurre: sigues o a juicio.


Y no le quedó más remedio que demorar su viaje hasta terminar el estudio.  Y transcurrió ese día y otro, y otro , y la situación entre ellos no cambiaba, así que pensó en una solución salomónica: seguir con la investigación  e irse de casa.  para ello recurrió a Meredith, y en ese fin de semana la citó para comer juntas, aprovechando que Albert tenía libre y podría quedarse con Stella.




viernes, 19 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 19 - La homologación

Y el tiempo fue transcurriendo, y con él la vida normal:  el trabajo, la casa y la espera.  Cada vez que Albert llegaba a casa, unas veces por la noche y otras por la mañana, era una fiesta para Isabel.  El tiempo se le hacía interminable, sobre todo las guardias de su marido.  Pero sabía a lo que se enfrentaba.  Debía encontrar algo en lo que invertir las largas horas de espera.

No tenía amigos.  Tan sólo había conocido muy de pasada a algún compañero de Albert, y habían asistido a alguna cena informal en alguna casa de ellos . También correspondieron, y estableció vínculo de amistad con la mujer de un  anestesista.  Todo eso estaba excelente en los finas de semana, pero el resto de días  eran aburridos.  Se había revelado como una excelente ama de casa, algo que sorprendió a su propio marido.

- No sé de qué te asombras.  He vivido sola desde hace mucho tiempo y tenía que atender la casa y mis propias necesidades.  Esto es pan comido- le respondió riendo  Pero no quiso ahondar en el aburrimiento que sentía cuando estaba sola.    Una noche, después de cenar, le dijo:

-Creo que voy a validar mi carrera aquí.  Necesito hacer algo y estudiar sería un buen principio
- Me parece una excelente idea. Homologando  tu licenciatura, podrás buscar trabajo si así lo deseas, en una farmacia, o laboratorio.  Incluso en una farmacéutica como investigadora.  Creo que debes hacerlo.
 Me gustaría estar todo el día contigo, pero es mi trabajo
- Lo sé, lo sé. Pero tengo muchas horas libres. Y aunque leo, paseo, y me encargo de la casa, sigue siendo mucho tiempo libre.

Le enseñó unos folletos  y a él le parecieron excelentes.  Al día siguiente haría las gestiones para seguir un máster que revalidara su carrera en Inglaterra.  Y así lo hizo y así lo consiguió:  podría ejercer en el Reino Unido, al igual que en España.

Estaba muy satisfecha con los logros conseguidos y ya tenía la fecha en que celebrarían su titulación  en Londres.  Seguiría la ceremonia como si fuera la primera vez que se licenció, e igual de nerviosa estaba; tan sólo le apenaba que Albert no pudiera estar presente, porque justo para ese día tenía una intervención de trasplante y no sabía a qué hora terminaría.  Se resignó que,  por segunda vez, no tuviera a su lado a  alguien querido que la felicitara.  Sus padres había fallecido cuando la primera vez, y en esta segunda, su esposo tenía que atender algo más urgente que una licenciatura.  Pensó que era hermosa la profesión de su marido, pero a la vez muy sacrificada

- En fin, ya lo sabía.  Y a pesar de todo, me alegro de haberme casado con él.


Terminó su arreglo personal, y se dispuso a  salir rumbo a la Universidad en donde recibiría su título como Licenciada en Farmacia.  Al día siguiente se dedicaría a buscar trabajo.  Eso la ilusionaba, no por el dinero que pudiera ganar, ya que no lo necesitaban porque Albert ganaba un gran sueldo, a parte de la pequeña fortuna personal que él poseia.  Pero el hecho de hacer algo y no estar sentada todo el día en casa, la llenaba de satisfacción.

Y tomó asiento en el lugar destinado para los alumnos que se iban a recibir. Miraba con algo de envidia, cómo todos saludaban a sus padres, novios, hermanos, prometidos... de los que iban a ser licenciados en esa especial ceremonia.  Ella se lo dedicó mentalmente a Albert y a sus padres, pero un halo de melancolía llegó hasta sus ojos.

Uno a uno fueron desfilando ante los decanos y recogiendo su título que así les acreditaba.  El turno de Isabel llegaba.  Se acercó a recogerlo y a  estrechar la mano de quién se lo entregaba.  Al dirigirse a su asiento vio, que al fondo de la sala, de pié estaba Albert, aplaudiéndo  nervioso y emocionado.  A ella la dio un vuelco el corazón ¡ Había venido !

Cuando la ceremonia concluyó y cada uno de los doctorados se reunían con sus familias, Albert e Isabel, se fundían en un abrazo

- ¡ Has venido !
- No iba a perderme la licenciatura de mi esposa
- No creí que pudieras hacerlo. ¿ Todo ha ido bien ?
- Perfectamente, pero cuando te deje en casa, he de volver al hospital y mucho me temo que no regresaré hasta mañana por la mañana.  Deseo comprobar como evoluciona el paciente.  ha sido una intervención larga y muy delicada
- No te preocupes.  Tu prioridad está ahora en el hospital.  Ya lo celebraremos
- Mi prioridad eres tú, pero ahora ese muchacho me necesita a su lado.
- Lo sé.  Me he casado con un médico.  Sé lo que eso representa.

Estuvieron con los compañeros de licenciatura durante un rato degustando el ágape con  que la universidad les obsequiaba.  Saludaron a los profesores, y se despidieron para regresar.  Aunque Albert lo disimulaba, ella sabía que estaba nervioso e impaciente por regresar al hospital.

La dejó en casa y él regresó a su trabajo.  La llamaría de vez en cuando, hasta que comprendiera que se iba a dormir.  Se sentía muy orgulloso de ella.  La amaba cada día más y pensaba que era la mejor elección realizada en toda su vida.  Unirse a Isabel era lo mejor que podía haber hecho.

Isabel dormía profundamente, cuando a las cinco de la mañana, sintió algo en la cama.  Alguien la abrazaba suavemente y besaba su cabello. Él había regresado a casa.  Se volvió hacia Albert y le sonrió medio dormida.  El la dio un beso de buenos días y en su rostro notó que el muchacho operado estaba bien.  le abrazó fuertemente y él la agarró y la puso encima suyo

- Quiero ver tu rostro. Quiero verte.  De nuevo hoy he comprobado lo frágiles que somos y que en cuestión de segundos podemos cruzar la línea roja del otro lado.  Y me felicito porque todo ha salido bien. El chico se recuperará y yo quiero recuperar a mi mujer.  Tenemos que celebrar que hoy de nuevo es licenciada en farmacia.  Mi doctorcita

Y lo celbraron como sólo ellos sabían hacerlo: amándose profundamente y formando con sus cuerpos uno solo.  Al mes largo  de aquella noche, supieron que iban a ser padres y la emoción más intensa experimentaron cuando el médico les dijo que el atraso que tenía era más que evidente que se debía a que estaba engendrando un hijo.  El primer hijo de Albert e Isabel.  Todos los planes de Isabel, quedarían relegados durante una larga temporada.  El trabajo debía esperar.

Eran felices, y emocionados esperaron la llegada de la que sería su primera hija:  Stella, que nació fuerte y preciosa.  Albert no podía estar más feliz, y Meredith no se separó del lado de Isabel mientras estuvo embarazada.  El era un padre y esposo orgulloso que no paraba de hacer fotografías de sus dos mujeres, y no paraba de comentarlo con sus compañeros.


Al tercer día ya estaban de regreso en casa. Todo había pasado ya, como si hubiera sido un sueño, pero era realidad, y su princesa dormía feliz en su cuna.  La contemplaban embobados como para cerciorarse de que estaba bien y Albert resultó ser el más preocupado por la niña, a pesar de tener más conocimientos.

- ¿ Sabes cariño ? - le decía a su esposa - No podría vivir sin vosotras, y no sé cómo lo he hecho hasta ahora
- Cielo, yo tampoco podría. Pienso que el día de la reválida, hice también algo importante, tan importante como el haberme casado contigo: engendramos un hijo, pusimos los cimientos de nuestra familia

Y como en tantas ocasiones, se miraron y abrazados se besaron, mientas el fruto de aquella madrugada dormía felizmente ajena al amor de sus padres.


jueves, 18 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 18 - Una pareja feliz

Meredith salió hasta la puerta a despedir a la pareja.  Habían tenido un almuerzo muy agradable, pero Isabel se sentía observada por ella hasta en el más mínimo detalle.  Lo entendía; no la conocía y se trataba de la felicidad de su sobrino, pero eso no impedía  que estuviese tensa y nerviosa durante todo el tiempo.

- Volved pronto.  Otro día - les dijo cuando la pareja se introducía en el coche.

Albert observaba a Isabel, que sonreia, pero era una sonrisa indescifrable. ¿ Qué estaría pensando? Guardaba silencio, algo poco usual en ella que siempre estaba parloteando y gastando bromas.  Sabía que había sido un día tenso para ella, y que no había forma de poderlo evitar.  Las presentaciones a la familia, la primera vez, siempre eran perturbadoras, aunque todo se desarrollase con normalidad.

- Vas muy callada - la dijo él- ¿ De qué habéis hablado ?
- De lo normal.  No tienes porqué preocuparte.  Creo que ha sido algo natural por parte de tu tía.  No me conoce, ignora todo sobre mi, y estoy con su sobrino.  Es normal que se preocupe y desee estudiarme.
- Pues la has encantado
- No lo sé, Albert.  Nuestra relación es extraña para nosotros, así que imagino que también lo será para los demás.  El conocer a la familia es algo que ha de pasarse, pero produce mucha tensión, al menos la primera vez.  Tú no vas a tener ese problema: no tengo a nadie.
- ¿ Crees que sería un problema para mí?  En absoluto. estaría encantado de haberles podido conocer.

Poco más hablaron hasta llegar a casa. La veia preocupada y dispersa.  Daría cualquier cosa por averiguar lo que su cabecita piensa constantemente.    La tomó de la mano y la atrajo hacia él

- No te preocupes, nena. Todo ha salido muy bien., pero ahora tengo que dejarte por un rato.   He de repasar un informe para una operación pasado mañana.  Un cateterismo.  No tardaré ¿ me disculpas ?
- ¡ Claro ! Te deseo suerte, ya lo sabes

La dio un beso y Albert se dirigió a su despacho, y ella se quedó en mitad de la habitación, mirando a todos lados sin saber lo qué hacer.  Se sentó en el salón y buscó un libro, encendió la cadena de música y puso una melodía suave y en tono bajo.  Siempre leía con música de fondo.  La ayudaba a concentrarse en la lectura, pero hoy no terminaba de conseguirlo..  En el silencio de la casa, se escuchó la débil llamada de un teléfono, y silencio después.:  Albert  la había atendido .  Tendría que acostumbrarse a  este tipo de vida al convivir con un médico. Sus ausencias, sus guardias , sus llamadas  a media noche.. Albert regresó a su lado al cabo de dos horas.  Venía sonriente y disculpándose por la tardanza.

- He tardado más de lo previsto.  Me ha llamado Meredith y me ha entretenido .
-¿ La ocurre algo ?
- No.  Era para decirme que esres una chica estupenda, que te quiera y que desea que seamos felices.  Pero también me ha dicho que no te intimide. ¿ Me quieres explicar lo que ha querido decir? ¿ Acaso me tienes miedo ?

Ella le miró muy seria.  No esperaba esa confesión de Meredith.  Se lo había comentado confidencialmente.  Se ponía nerviosa por momentos, pero se lo explicaría.

- No es que me des miedo.  Sé que nunca me dañarías, pero eres tan eficiente, tan seguro de tí mismo, y tienes tanto poder en tus manos...  que me siento pequeña, muy pequeña. He visto cómo te afecta la enfermedad de tus pacientes, cómo te involucras con ellos.  Yo no tengo esa facultad.  Todo lo que puedo hacer es dispensar medicamentos, y eso lo puede hacer cualquier dependienta.
¿ Por qué te subestimas?  Cada uno de nosotros tiene una misión especifica para ayudar a nuestros semejantes. Tú les ayudas a indicarles si un medicamento sirve para lo que quieren. O les indicas que pueden sentir molestias estomacales. O puedes recetar a una persona con artrosis alguna crema que le calme el dolor.  ¿ Crees acaso que eso es poco importante.  ¿ Por qué te licenciaste en farmacia?
- Por mi padre.  Él era el titular y me pareció una buena carrera .  Pero ahora...
- Puedes trabajar en un laboratorio farmacéutico.  Investigar en algún medicamento.  Tu trabajo también es importante; es un complemento de la medicina.
- Es igual, Albert. Las cosas no van a cambiar por mucho que te empeñes.
- Me desagrada enormemente que tengas ese complejo.
- No es complejo, es que... déjalo ya. No lo vas a comprender.
- No lo entiendo, pero, tienes razón, dejémoslo ya.  ¿ Quieres que vayamos a algún sitio, a divertirnos?
- No me apetece salir, sólo quiero estar contigo, pero si lo deseas salgamos. - dijo ella acercándose mimosa a él
- Ciertamente que no.  Se me ocurren varias cosas para pasarlo bien.  Muy bien
- ¿ En serio ? ¿ En qué piensas?.
- En amarte, solamente en eso.


Se divirtieron y grandemente.  Eran una explosión de sensualidad, como si ambos fueran adolescentes y disfrutaran de su primera experiencia sexual.  Descansaban en silencio, uno junto al otro con las manos enlazadas.  Isabel con los ojos entornados y Albert acariciaba su cabello suavemente.  Se incorporó levemente y la dijo al oído

- ¿ Quieres casarte conmigo ?  ¿ Deseas formar parte de mi vida, formar una familia juntos?

Ella abrió los ojos de golpe y asombrada se giró para mirarle

-¿ Cómo dices? ¿ Quieres que nos casemos ?
- Si.  Eso es lo que he dicho
-Pero, casi no nos conocemos
- Yo creo que si.  Lo pensé muy profundamente mientras estabas en el hospital después del accidente, y al verte allí supe de inmediato que eras la mujer que el destino había puesto en mi camino.  Que quería unir mi vida a la tuya, para siempre. Te quiero , mucho.  Como no te imaginas.  Eres mi relax, con quién puedo hablar de lo que ocurre día a día.  Sé que tú también me amas: El camino en el matrimonio es largo, pero si existe el amor se hace corto y juntos nos conoceremos más profundamente, y juntos salvaremos los obstáculos que salgan a nuestro paso.  Te necesito a mi lado.  ¿ Lo quieres?

Ella acarició su rostro lentamente y con los ojos empañados por las lágrimas, le respondió

- Si, quiero. Te quiero Albert desde el mismo instante en que te vi, y sé que será para siempre, porque nos complementamos: tu seguridad con mi indecisión.  Tu melancolía a veces, con mis ganas de vivir. Te quiero y seré tu esposa si así lo decidimos.
- Ahora vengo - la dijo él saliendo de la cama y del dormitorio.  Volvió al cabo de unos instantes portando un pequeño envoltorio

Has aceptado unirte a mi.  Serás mi esposa y me has hecho el hombre más feliz porque estoy locamente enamorado de ti.  Lo tengo guardado desde que regresé a Londres por tu convalecencia.  Como te he comentado, tuve tiempo de madurarlo mientras estabas inconsciente.

Abrió el estuche y la mosstró un anillo de compromiso.  La tomó de la mano y lo introdujo en su dedo como señal de su firme propósito.  Ella lo miraba todo con los ojos sorprendidos ¿ Cómo habían terminado aquél día en la cama y comprometidos ?  Ella sonrió abiertamente y le dijo:

- No es una pedida de mano muy habitual, sin ropa y en la cama - dijo riendo-.   Pero me ha gustado. Te acepto, te quiero, y seré tu mujer.

Se inclinó hacia ella y tomando su cabeza entre las manos, la dio un beso apasionado.  Eran felices, se amaban e iban a casarse .  nadie podría  pedir más.

Y comenzaron los trámites para su enlace y una vez arreglado el papeleo, se casaron dos meses después.  Celia había sido invitada por Isabel y acudió para ello.  Ambas amigas, al verse, se abrazaron contentas.  Por parte de Albert acudió Meredith y algún primo llegado desde Gales.  Fue una ceremonia sencilla, pero entrañable.  Con pocos invitados: la corta familia de Albert, Celia, y compañeros del médico del hospital, como su adjunto y la enfermera jefe.    Meredith estaba radiante, se la veía feliz, y lo era, porque su sobrino no dejaba de mirar a la que ya era su mujer.  Respiraban amor, ambos, y la sonrisa no se borraría de sus rostros en toda la noche.


No quisieron ir a un hotel.  Pasaron su noche de bodas en su casa, y al día siguiente, sin prisas, Albert, conduciendo su coche, la llevó  hasta un lugar que sólo él conocía y ansiaba que ella lo conociese también.  Era una casa perdida en la campiña inglesa en la que él había vivido con sus padres, de niño.  Allí había sido feliz.  Pocas veces había  vuelto desde que les perdiera, pero deseaba que ella lo conociese y fuese especial como lo era para él.  Sólo tenían una semana para vivir su amor a solas.  Ya llegaría, en vacaciones, un viaje a algún lugar lejano.  Quería enseñarla los lugares remotos del planeta.  Todo se le hacía poco para obsequiarla.  Cada vez que contemplaba su cara feliz al conocer algún sitio desconocido para ella, le llenaba de satisfacción; era la esposa perfecta, la elegida a la que amaba desesperadamente, y por la que era correspondido de igual manera.
-

miércoles, 17 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 17 - Entre mujeres

La sobremesa se prolongaba porque ninguno de los dos sabía como cortar,  ni cómo proceder.  Albert se levantó de la mesa y la preguntó:

-¿Quieres ver algo de televisión ? - Era una forma de interrumpir aquel impas que pesaba como una losa
-Está bien - contestó Isabel, pero al poco rato se quedaba dormida.

Albert la tomó en brazos y la depositó sobre la cama de la habitación pequeña.  La desilusión, el desánimo se marcaba en su rostro.  Nunca hubiera imaginado le pasase algo así, ni tampoco se explicaba el proceder de ella. Seguro que el viaje se obedecía a algo concreto, máxime después de haber pasado juntos su convalecencia  y creía haber dejado claro que sus intenciones iban más allá de una sincera amistad.  Le tenía perplejo y desconcertado, pero también pensaba que no debía forzar la situación.  En el fondo tenía la esperanza de que en cualquier momento saltaría la chispa.


Dejó una luz pequeña encendida, y salió de la habitación.  Ya en la suya, se metió en la cama; no tenía ganas de leer.  El día había sido intenso, y lo que deseaba era quedarse dormido.

No sabía el tiempo que hacía que estaba dormida en su cama.  No creía haber llegado hasta allí por si sola: Albert la había llevado. Comprobó que seguía vestida y de golpe se levantó y se hizo cargo de la situación.  Rápidamente se dio una ducha y se puso el camisón.  Le vinieron a la cabeza las palabras de su amiga:

-"Si tienes interés en él, tendrás que darle alguna señal, de lo contrario se cansará de esperar y le perderás.  Tú verás lo que haces".

Y analizó profundamente sus sentimientos .  Sabía que Albert era importante para ella, y que sólo la idea de que se cansara, la producía tremendo dolor.  Se puso unas gotas de perfume, y tragando saliva pensó: " por una vez, seré yo la que le seduzca".  Se dirigió al dormitorio de Albert.  Este dormía plácidamente, y de nuevo estaba a punto de girarse y regresar a su cuarto, cuando la voz de él la sobresaltó

-¿ Te ocurre algo ?  ¿ Quieres algo ?

- Ella se le quedó mirando, con los ojos muy abiertos, mientras él contemplaba su silueta a través de la suave tela del camisón que llevaba.  Por momentos la adrenalina  se acumulaba y su primera intención era saltar de la cama y correr hacia ella, pero el control y la serenidad se apoderaron de él:  debía ser ella la que expresase su deseo, lo que quería hacer.  Y como si leyera su pensamiento, avanzó hasta la cama del hombre y se subió a ella.  No necesitaba más señales:  estaba claro que ambos deseaban lo mismo.  La atrajo hacia si, besándola con pasión.  Con la misma pasión que había tenido que contener desde que la viera en la cafetería del hospital, y a la que ella no era ajena.

E Isabel perdió el temor que Albert la producía, se olvidó del mundo y de su pudor, y respondió al amor que sentía por él y que ella le inspiraba..  Ahora todo estaba claro entre ellos:  se amaban y todas las dudas quedaron relegadas.  Su deseo de pertenecerse se abrió camino por sus venas respondiendo a los requerimientos del uno hacia el otro.  Eran un hombre y una mujer que se amaban, sin barreras, sin obstáculos, sin nada que les impidiese expresar sus más profundos sentimientos, y que por fin habían aflorado.

Albert no quitaba la mirada de su rostro viéndola dormir.  Rodeaba su cintura, como temiendo fuera a escaparse.  Le había confesado que le tenía mucho respeto, rayando en el temor.  ¿ Por qué le temia? Jamás la haría daño. No sería capaz de hacérselo a nadie, y mucho menos a ella, a la que había prometido cuidarla siempre. Estaba rendidamente enamorado de ella, por su limpieza de corazón, por su ingenuidad y porque la veía vulnerable y le dama miedo que algo o alguien la dañase. Quería cuidarla siempre, protegerla durante toda la vida.  Ella era su estímulo.

Y su estímulo sería en lo sucesivo, porque su felicidad y su alegría de vivir junto a la persona que amaba sin reservas, se reflejaría en su trabajo, beneficiando a todos.  En ese día la presentaría a su única familia: su tía Meredith.  No estaba muy seguro de que ella comprendiese su relación, la forma en que se habían conocido y el proyecto de vida que tenía junto a ella.  Su tía  pertenecía a otra época, en que todo era más complicado, pero no por eso iba a renunciar a Isabel, porque ella sería su brújula.

Y llegaron a casa de la tia. Isabel sabía que no tenía más remedio que acudir a esa cita, pero el temor se incrementaba en su estómago.  Pero a Meredith, le encantó la timidez de la muchacha y lejos de poner peros, se quedó encantada con ella.  Era la mujer que su sobrino había elegido y eso era suficiente.  Se conformaba con que le amase y respetase, y a simple vista eso era lo que trascendía:  En sus miradas, en sus sonrisas, en unir sus manos, en cualquier gesto se notaba que estaban enamorados.  Y respiró tranquila: al fin él no tendría una vida tan solitaria.

Meredith quería quedarse a solas con Isabel; deseaba conocerla más a fondo.  Albert le había anunciado a su regreso de España, el interés que sentía por ella y el proyecto de vida en común para ambos.  Pero también la contó la indecisión de ella ante esa situación, sus dudas por si él´no la amaba como decía.  Por eso llamó a su sobrino y le dijo;

Albert, ve a dar una vuelta.  Nosotras tenemos que charlar durante un rato
- Meredith ¿ de qué tenéis que hablar que yo no pueda escuchar ?
- Querido, cosas de mujeres.  Anda ve
- Esta bien.  Volveré en minutos

A Isabel el corazón parecía que se le salía del pecho, y hasta creía que se había puesto pálida. Pensó de inmediato que Meredith iba a echarla en cara su extraño noviazgo, y la diría que estaba en contra de esa relación.  Sentía que iba a desmayarse y no sólo por su fracaso, sino de vergüenza por creer que no era merecedora de ese amor que él declaraba tenerla.

Cuando Albert hubo salido, Meredith indicó a Isabel el sillón en el que quería se sentara

-Bien, nos ha dejado solas. He de decirte que me enternece profundamentevuestra forma de miraros.  Se os ve muy enamorados, pero a ti te veo algo indecisa.  Si no estás segura de lo que váis a hacer, díselo cuanto antes.  Te ama y sería una crueldad dejar pasar el tiempo
- No señora.  Yo le quiero, ha sido así desde que le conocí, pero me impone mucho respeto
- ¿ A qué te refieres?
- Me da como miedo.  No es porque él lo haga a drede, sino porque... Es inteligente, muy humano y tiene el poder en sus manos de ayudar a los enfermos.  Le admiro profundamente, pero yo soy insignificante y no entiendo qué ha visto en mi.  Me da miedo que sea un espejismo, alguien que apareció en su vida por algo concreto, pero que cuando se desvanezca el espejismo, verá que soy una chica de las que hay muchas, y sin embargo él...

- El es un hombre guapo, inteligente, pero sobretodo humano y buena persona.  Ya pasaron los años de las locuras juveniles, y tú le das paz.  Le proporcionas la tranquilidad que necesita para ponerse delante de un enfermo y hacerle recobrar la salud.  Eso es lo que ve en ti.  Y lo que yo veo es que eres dulce, buena y bonita, muy bonita.  No le desmereces, al contrario serás su refugio para cuando las cosas no le salgan bien.
Tengo entendido que te conoció buscando un refugio después de un encuentro doloroso, de Clarisse.
- No exactamente, bueno si y no.  Nos conocimos porque buscaba refugio y olvido.  Llegó a donde yo vivía, pero le conocí porque...   Tenía un compromiso y entró en la farmacia que yo regento.
- Ya.  También me lo contó.  Creo que lo tienes grabado en tu mente. No te conocía, y es un hombre atractivo, soltero y sin ataduras.  Puedo asegurarte que no representó para él más que lo que fue. Sin embargo, cuando tu accidente, me llamaba desesperado porque no podía ni imaginar el perderte.  Quédate con eso, y olvida de una vez tu inseguridad.  Él te ama.  Te quiere de verdad y desea pasar su vida contigo.
- Yo también lo deseo.  Sólo necesito tiempo para asimilarlo.  Le pido paciencia porque mi experiencia es nula y no he tenido a nadie que me pudiera instruir en todo esto.  Hace tres años perdí a mi padre y cinco a mi madre.  La adolescencia la he pasado en una farmacia  ayudando a mi padre y estudiando. Tenía una vida que creía feliz, hasta que él apareció en ella, y entonces comenzaron mis dudas.  Deseo hacerle feliz y estar a su lado siempre, ayudandole, escuchando sus preocupaciones cuando las tenga y compartir sus risas cuando las tengamos.  Sencillamente le quiero, Meredith, le quiero y mucho.
- Está bien.  No debes preocuparte.  Todo irá bien entre vosotros, y ahora olvida todo lo que no sea estar juntos y amaros.

Unos golpes en la puerta dieron paso a un Albert con cara de preocupación, que al entrar  en la estancia, dirigió su mirada a Isabel analizando lo que ambas mujeres debían haber hablado.  La sonrisa de ella le tranquilizó y le hizo suspirar.

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