viernes, 31 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 40 - Volver a ser jóvenes

Y giró la llave en la cerradura, y la puerta cedió. Ante ellos había un panorama distinto, a pesar de tenerlo muy visto, pero todo era diferente: había cobrado vida, de repente. Y Maxwell se aproximó a ella y la estrechó entre sus brazos, esos brazos huérfanos desde hacía tanto tiempo de un cuerpo femenino.  Y de nuevo la sangre hirvió en sus venas y su mente se nubló y no recordó a Perl, sino el momento que vivía y que era diferente a otros momentos.  También  ella correspondía a sus abrazos, y sus labios se buscaban con frenesí y sus manos comenzaron a desabrochar ropas y buscar la calidez de la carne.  Eran cuerpos  deseosos del contacto que voluntariamente se habían negado, pero que inevitablemente se habían encontrado.



Ella dormía reclinada en el pecho de él. Maxwell pensaba ¿ en qué ? En otro cuerpo, en otra calidez de carne, en otros besos y suspiros; no se parecían a los que acababa de vivir, sin embargo se sentía en paz consigo mismo.  Había olvidado por el tiempo transcurrido, la sensación de  relajamiento y serenidad  después de haber realizado esa función tan humana como la que acababan de tener.  Pero también sintió que en todo ese tiempo no lo había echado de menos, seguramente por tener permanentemente en su cabeza el rostro de Perl.  ¿Volvería a la abstinencia, o a partir de ahora sería diferente?  Charlotte había sido una amante excepcional o quizá él lo sintiera así después de tanto tiempo sin esas relaciones, y que en realidad las deseaba aunque se las negara  a él mismo

No, ella  había sido buena amante porque él la incitaba a serlo.  Le quería desde hacía mucho, y nunca creyó que el "milagro" que acababan de vivir, tuviera lugar.  Y sin embargo había ocurrido. Y ambos se entregaron a ello conscientes de lo que estaban haciendo y con quién lo hacían.  Ella tenía miedo de que en cualquier momento otro nombre asomara a los labios de él, pero no ocurrió, y al contrario, sus palabras eran afectuosas y con deseo, aunque ésto último lo achacase a la falta de ello durante demasiado tiempo.

 Habían retrocedido en la época.  Habían vuelto al amor de los veinte años: ardiente y hasta algo desorientado.  Pero bastó  posar las manos sobre el cuerpo del otro, para que todo fuera nuevo a fuerza de ser tan viejo como el hombre sobre la tierra.  Se olvidaron de todo y de todos.  Vivirían ese momento, porque era el de ellos y de nadie más, durase lo que durase.  Habían recorrido un largo y tortuoso camino, como para ahora desaprovechar el estar juntos.



Y no durmieron, no querían hacerlo, porque sabían que con la mañana vendría también la separación, y la distancia en el tiempo para volverse a encontrar.  Sabían que probablemente él tendría remordimientos  y también estaba la explicación a su hija del porqué de la ausencia aquella noche.  La muchacha imaginaría el por qué, y eso le violentaría. Tener que dar "esa" explicación a su hija por primera vez, a una jovencita que aún no había despertado al amor y no entendía lo que eso significaba, lo que conllevaba ese ritual.  Ella sólo entendería que debía ser su madre la que únicamente disfrutara de sus caricias amorosas, y muerta ella, ninguna otra tendría ese derecho.

Pero la vida, el corazón o las circunstancias, son caprichosas y nos conducen por caminos tortuosos para conseguir el único fin: la unión de un hombre y una mujer. Cómo explicarla que tenía derecho a ello sin tener idea de cómo es ese momento mágico en que se te nublan los sentidos y dejando la mente en blanco, sólo obedeces a tu cuerpo, sin importar el rodar del mundo.

Miró con agradecimiento a la compañera que dormía a su lado, y la acarició suavemente.  Se levantó y despacio se vistió para no despertarla.  La magia había terminado y ahora de vuelta a la vida real debía enfrentarse a Helen. ¿ Le daba miedo? No exactamente;  no habían cometido ningún delito, pero  ¿cómo hacérselo ver a ella?  No lo entendería, sólo sabía que no había sido su madre la que había pasado la noche con él.   Perl estaba muerta y otra mujer ocupaba su sitio sin corresponderla.


Hizo el camino de regreso despacio, como queriendo demorar la llegada a su casa. Había pasado una noche deliciosa, y quería que su recuerdo perdurase en el tiempo, porque sabía que iba a tener palabras duras con Helen, y que tardaría mucho tiempo en volver a disfrutar de una noche como la pasada, si es que alguna otra vez se repitiera.  No tenía prisa por entrar.  Miró a su alrededor y decidió sentarse en una piedra grande que había a un lado del camino situada cercana a un seto de rosas. Y allí contempló  el entorno como si lo viera por primera vez, y se detuvo en el seto más cercano a él y se  fijó que estaba cuajado por la flor mas apreciada por Perl, pero había algo extraño.  Recordaba que había elegido rosas de su color preferido: un tono dulce, rosado, de la variedad Sonia, pero mezcladas también las había de color rojo intenso amortiguado, como la sangre, y se detuvo en eso. No recordaba haber encargado ningún injerto, ni haber visto esas flores con anterioridad. Lo cierto era que estaban aún en capullo, pero sólo había pasado una noche, y por el clima de Inglaterra, las flores no crecían con tanta rapidez. Eso significaba algo, pero no quería pararse a pensar en algo sobrenatural; eso no existía.  Habría sido una casualidad, o algún tallo mezclado entre ellas.  Se levantó despacio y se encaminó a la entrada. En su reloj marcaban las siete de la mañana; muy pronto, aún Ruth y Helen estarían durmiendo.  Iría a su habitación se ducharía e iría a desayunar, para hacer tiempo hasta que la niña se levantara y pudiera hablar con ella.



Estaba decidido a contarle la verdad, no tenía porqué esconderse ni tampoco decir mentiras, porque eso, tarde o temprano se descubriría.  Además será un feo extraordinario a Charlotte, y no lo merecía.  No decididamente,  expondría la verdadera situación de lo ocurrido y la avisaría de que no sería la ultima vez. Sabía que tendrían una discusión, pero sería la primera y la última, por ese motivo.

Una casa en el campo - Capítulo 39 - Un cóctel explosivo

Al colgar el teléfono, se quedó mirándolo como si delante de él, estuviera su hija. Por un lado daba la razón a Charlotte: debía reanudar su vida, aunque fuera en solitario, e ir dejando que la niña se fuera independizando poco a poco.  Estaba demasiado empadrada, pero lo comprendía y lo permitía, porque a falta del calor de la madre, necesitaba el de su padre para sentirse que no estaba sola.  Ambos se  necesitaban el uno y la otra. Pero también  le remordía la conciencia pensando en que había mentido a Helen y por tanto a Perl, aunque, donde ella estaba, las mentiras y las verdades no tenían valor, porque lo sabían todo. Leen dentro de los corazones, y en el de él, podría ver que la amaría siempre. Que nunca sería olvidada estuviera con quién estuviera y haciendo lo que hiciera.  Pero ¿ hablar abiertamente con Helen? Aún era demasiado joven para entender las debilidades de los seres humanos.



Estaba como desorientado, como fuera de lugar.  Durante todos esos años había renunciado a su vida anterior; en la de ahora no cabían los momentos de ocio, de diversión con amigos ni de placer con mujeres. Se había dedicado por entero a su hija;  primero por pequeña, pero ahora, si cabe, le necesitaba más.  Entraba en una etapa en que todo la parecía que la vida estaba equivocada, y sólo los jóvenes estaban en posesión de la verdad, que era lo más alejada posible de los progenitores, porque ellos pertenecían a otra época, que ya no existía y la actual era más auténtica y revolucionaria, aunque en realidad, era todo lo mismo.  Las que eran distintas eran las personas, y las educaciones recibidas, por esos padres de los que ahora eran descalificados porque " no se enteraban de la misa, la mitad".

Se trataba de un cambio generacional, pero él era joven aún como para echarse a un lado, pero la tarea que tenía por delante, sería ardua, tal y como el panorama se presentaba. Si al final, y pasados los días, formalizaba una relación con Charlotte, sabía que habría una guerra abierta entre su hija y su futura compañera ¿ Cómo podría librarla sin salir dañados  ellas o él?  Iba a ser una tarea harto difícil.  Dejaría  ver cómo transcurrían los hechos y de acuerdo a ello, obraría en consecuencia.

Por otro lado tenía el tema con Charlotte. La apreciaba, la tenía cariño ¿ pero sería suficiente para vivir juntos el resto de la vida?  Aunque no parece ser  corta, la vida es breve y en cualquier momento  puede cambiar todo, él lo sabía bien. Lo único seguro que tenía, es que por mucho que la apreciara, no se casaría con ella, y tampoco estaba enamorado.  Sin embargo si se sentía atraído;  era una mujer preciosa y con un don de gentes apabullante, lo que hacía que una conversación, nunca fuese aburrida.  La dejaría muy claro sus intenciones; tampoco sería una relación de sexo diario. No se encontraba en esa situación, ni tampoco lo deseaba.  Ya sería suficiente con tenerlo de vez en cuando.  Y sabía que ella lo comprendía y lo más extraordinario, lo aceptaba.  Le quería verdaderamente y por esa razón, con tal de tenerle, aceptaría todas las condiciones que la impusiera. 


 Sabía que Perl había llegado antes y por las circunstancias concurridas, hacía poco menos que imposible,  el desbancarla del sitial que tenía.  Tampoco lo pretendía, porque ninguna de las dos lo merecían.  Simplemente aceptaría la vida como viniese.

Cenarían en un buen restaurante y después seguro que se insinuaría y estaba seguro que la diría que sí. El organismo es sabio, y por mucho que él le negara ciertos desahogos, sólo de pensarlo, algo agitaba su sangre.  A ratos sentía lástima infinita ¿ Significaba eso que olvidaba a Perl?, pero cuando cesaba  la excitación, se reprochaba el haber tenido esos pensamientos con alguien que no fuera ella, su único y verdadero amor.

Tenía que hacer un viaje a Londres, aunque fuera de ida y vuelta.  Tenía que visitar su tumba y explicarle todo lo que acontecía en su vida.  Estaban ocurriendo demasiadas cosas extrañas, pero se lo negaba así mismo.  Y necesitaba estar allí justamente, porque se sentía más cerca y que le escucharía, aunque sólo fuesen imaginaciones suyas, que por otro lado deseaba, necesitaba tener, ya que su conciencia se sentía inquieta.  Era como si recibiera mensajes subliminales de que lo que estaba ocurriendo en su vida, en particular,   eran del agrado de Perl. Había cosas que así se lo indicaban ¿ sólo él las veía?
No podía ser; todo eran fantasías de sus propias ansias de que se convirtieran en realidad.  Pero el jardín...Aún seguía sin comprender cómo de la noche a la mañana, tomó vida hasta volver a sus tiempos pasados  cuando era ella quién lo cuidaba. Ese despertar de los sentidos ¿ por qué ahora y no antes? Nunca había creído en esas cosas y hasta se reía cuando alguien le decía que había tenido una experiencia semejante, pero ahora se daba cuenta de que no era una idea tan descabellada, que hasta a él mismo le daba miedo darlo por veraz,   que eran ciertas, y que ocurrían sin explicación lógica. Pero al mismo tiempo le daba miedo no fuera a ser un presagio de algo que ocurriría.

¿ Qué mas tendría que ocurrir?  Y repasó mentalmente a cada miembro de su familia , y todos estaban bien de salud y no tenían previsto realizar algún viaje que les obligara a ir en coche.  Por ese lado  parecía alejarse la fatalidad.  Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que Charlotte no le quitaba la vista de encima.  Al reaccionar, ella le dijo:



- ¿ Qué, te han dado permiso?

- No exactamente. Ya has escuchado lo que la he dicho.  Será mañana cuando tenga que exponer el argumento que la convenza

- Es absurdo que tengas que explicar lo que es obvio; eres libre.  No necesitas ninguna justificación, pero lo entiendo.  Entiendo a tu hija: la tienes demasiado mimada.  En fin, dejémoslo estar. ¿ Adonde vamos ?

- Primero a cenar, y después... ya veremos- respondió

- A mi casa - dijo decida Charlotte- Allí no hay fantasmas en el armario que nos coarten en nada, y además estás cerca de la tuya para tu regreso a ella.

- De acuerdo -, respondió él. Iremos a tu casa.  Y ahora cenemos.

Y demoraron la sobremesa al máximo, como si ambos estuvieran temerosos de lo que viniera a continuación. Al fin decidieron que cuanto antes salieran de dudas, sería mejor para los dos. Charlotte no tenía ninguna reserva, pero sabía que él si, y quería que fuera absolutamente libre de elegir el camino que deseaba retomar.
Antes de introducir la llave en la cerradura, se volvió hacia él y solemnemente le dijo:

- ¿ Estás seguro?  Porque una vez que traspasemos la entrada no habrá vuelta atrás. Ambos somos maduros y conocemos lo que es la naturaleza humana. Yo no tengo dudas de lo que deseo, y eres tú. Yo tampoco ha vuelto a estar con nadie, aunque no hace tanto tiempo como tú, pero me hierve la sangre, espero que como a ti. Así que dime ¿ lo deseas de verdad, o he sido yo la que te he impulsado a ello? Estamos a tiempo, y sabes que conmigo no tendrás problemas si no llegamos a buen fin.

- Entremos de una vez ¡ caramba !

jueves, 30 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 38 - Juntar, que no unir

Y al verse ambos amigos, se abrazaron con alegría. Charlotte parloteaba nerviosa, y se le amontonaban las palabras en su boca al querer explicar muchas cosas, y todas a la vez. Se la notaba contenta y Maxwell lo interpretó como que la complacía estar de nuevo allí, y que las gestiones realizadas en Londres habían sido fructíferas para ella.  Le explicó el porqué y efectivamente: había tenido un gran éxito en su gestión.

Le pregunto por Helen. Le contó su descubrimiento y comentó que su carácter había cambiado. Hablaba las palabras justas y pareciera que estaba enfadada con la humanidad entera, algo que a Maxwell le crispaba porque no había motivo alguno para que estuviera permanentemente agresiva.  Omitió contar la impresión que Helen  tenía sobre ella, porque entre otras cosas no tenía razón. Ya había perdido a Perl por un motivo semejante, y no se volvería a repetir con la única amiga que tenía y de quién podía fiarse.



Charlotte le escuchaba paciente sin abrir la boca, pero  su media sonrisa parecía decirle:   "ya te lo avisé " Creyó interpretar que su amigo estaba en un serio apuro y no sabía cómo capear el temporal llamado Helen, y se aventuró a dar su opinión, y  la acusaría de egoísta y egocéntrica, pero debía decírselo si quería recobrar el equilibrio de su hija.

-¿ Quieres mi opinión?  No debes prestarle tanta atención, te la reclama constantemente.  Y es comprensible porque desde que tiene uso de razón has estado ahí, firme a sus necesidades y deseos.  Pero ahora es todo distinto;  Ha conocido el fatal desenlace de su madre y se cree en el derecho de tenerte para ella en exclusiva.  Todo ésto pasará en un par de años o tres, cuando conozca a alguien y se enamore; entonces tú pasarás a un segundo término.  Pero lo que no puedes hacer es recluirte en casa pensando en "pobrecita Helen " porque tú también eres pobre Maxwell. También a ti te cambió la vida, perdiste a la mujer que amabas y de la noche a la mañana te viste con una responsabilidad de la que nada sabías.  Debes hacerla comprender que tienes la necesidad de ir con otras personas, sin dejar de atender sus necesidades, pero tú también tienes las tuyas, que has abandonado por las de ella.  Seguro que no le ha sentado nada bien que saliéramos juntos.

- Voy a hablarte con la mayor sinceridad del mundo, que de no haber sido por este problema, nunca te lo hubiera dicho:  te quiero Maxwell, desde hace mucho. Eres un hombre guapo, apetecible y si, me apeteces, pero es algo que ni podemos pensar en ello. Ni por lo más remoto. Y sin embargo tienes derecho a rehacer tu vida truncada, sin dejar por eso de amarla y respetarla, y me estoy refiriendo a Perl. ¿ Cuánto tiempo hace que no estás con una mujer?  Supongo que desde ella murió, bien pues ya va siendo hora de que no seas tan... tan... célibe. Pon una excusa cualquiera si no quieres que ella se entere. Dí que tienes que ir a Londres para concretar una exposición. Pon la excusa que quieras, pero por favor haz tu vida de una vez.


Maxwell, se quedó sin saber qué decir.  No esperaba que le hablase con tanta claridad, ni que le declarara su enamoramiento por él.  Nunca creyó que eso pudiera ocurrir, y sin embargo tenía razón en todo lo dicho.  Pero acostarse con una mujer... era distinto.  No podría; se acordaría de Perl en cualquier caricia que diera, en cualquier beso, en cualquier palabra de cariño...  Siempre estaría Perl presente y sería incapaz de hacerlo con alguien que no fuera ella, y eso era totalmente imposible. No, ni hablar; no volvería a disfrutar del placer con alguien ajeno a ella.

Con la misma claridad que Charlotte había hablado, él también lo haría.  Dudaba de las palabras que debía emplear; no quería herir sus sentimientos ni perder su amistad, pero llegado a este punto debía hablar claro:

- Charlotte, has sido sincera conmigo y me corresponde ser franco también. Claro que a veces he sentido la necesidad de estar con alguna mujer, pero lo frenaba al instante, porque no podía ir con nadie. Tampoco contigo. Te tengo cariño, bastante: eres mi mejor y única amiga, pero no estoy enamorado de ti, ni de ninguna otra.  Nunca podré enamorarme de nadie. El cariño que siento , es eso, cariño, agradecimiento, necesidad de charlar contigo, pero sé que nunca te amaré en la forma que deseas y mereces.

- Maxwell, no es nada nuevo para mí. Sé que la perdida de Perl te traumatizó de por vida, pero me conformo con el cariño que me puedas brindar, porque al menos es algo que nos acercará. Pero también sé que, hasta que no aclares con tu Helen la situación, será imposible lo nuestro. Siempre te estaré esperando

- Charlotte ¡ es que no me voy a casar ni contigo ni con nadie !


- ¿ Crees que me importa ? Pero estaríamos juntos, aunque conviviéramos seríamos pareja, aunque no haya documento de por medio. Es impensable .  Estamos haciendo el cuento de la lechera, porque no quiero ni pensar si la niña se enterase... Se me ocurre una idea ¿ por qué no la llamas y la dices abiertamente que no irás a dormir a casa? Se pondrá hecha un basilisco, pero mañana se lo aclaras y punto

- ¿ Te has vuelto loca ? No soy capaz de hacerle eso. Tendré que sembrar el camino primero y después..., pues ya veremos

Ella sacó su móvil del bolso y se lo entregó decidida:

- Toma. Llámala. Es ahora o nunca. Si se enfada mañana se la pasará.  No puedes seguir tan pendiente de ella.

Él se la quedó mirando sin pestañear.  Ni por lo más remoto imaginó que esa cena terminase de esa manera, pero lo cierto era que por su cuerpo corrían mariposas que desde hacía tiempo estaban aletargadas.  Y se vio marcando el número de su casa y la voz de Helen respondiendo:

- ¿ Si, quién llama?

- Cielo, soy papá

-¿ Te ocurre algo ? ¿ Has tenido algún percance ?

- No cariño: Estoy perfectamente; es para avisarte que esta noche no iré a dormir a casa.  Me ha surgido un  compromiso y no sé a que hora terminaré.  Me da miedo conducir de noche

- Pero si ibas a cenar con Charlotte...

- Pues se ha terciado otra cosa. Mañana hablamos. No estés preocupada, estoy bien.

Cuando colgó expiró el aire que había contenido en los pulmones y miró aliviado a Charlotte, pero a pesar de ello apesadumbrado también.  Sabía que a la mañana siguiente tendría que dar explicaciones  ¿Por qué tendría que darlas? Era libre de estar con quién quisiera, no hacía nada malo ni faltaba a la memoria de Perl. Pero ¿ lo comprendería su hija? Desde que conociera la verdad de su origen, muchas cosas habían cambiado en su forma de ser. Tendría paciencia y esa noche una experiencia no desconocida, pero nueva desde hacía mucho tiempo.

miércoles, 29 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 37 - Enfrentamiento

Permanecieron abrazados largo rato, analizando cada uno de ellos lo que acaba de suceder. Ya estaba enterada de todo, pero temía su reacción. Por conocer bien a su hija, sabía que seguiría analizando lo escrito en la carta y lo confesado por su padre.  Sabía que lo estaría "rumiando" durante ¿ horas, días? y quién sabía cuánto tiempo más.
  Se sentía culpable, por mucho que Maxwell tratara de suavizarle las cosas.  Cuando ambos se calmaron, Helen dijo  que necesitaba estar sola, y hacia su dormitorio se dirigió portando la carta en su mano.  Necesitaba volverla a leer, y analizar palabra por palabra lo que en ella se decía.  Sin haberla oído nunca, en cada renglón, en cada frase, estaba su voz, su dulce voz, la de su madre a la que nunca conoció.



Se sentó en el borde de la cama, y tomó entre sus manos la foto de Perl que siempre estuvo ahí en el dormitorio de su hija; era de los tiempos felices y se la veía radiante y plena de vida.  En sus ojos se notaba el brillo especial de la felicidad, del amor junto al ser amado. Era la única foto que tenía de los dos juntos: sus verdaderos padres. Y de nuevo la angustia atenazó su garganta, pero ésta vez, era u llanto silencioso de tristeza por no haberles conocido en aquella época cuando todo era futuro.

Habían pasado varios días y cada uno seguía con sus deberes marcados: Maxwell encerrado en su estudio y Helen acudiendo a sus estudios.  Nada se había vuelto a saber de Charlotte, hasta que un día, el teléfono sonó hacia mediodía. 
Cada vez que el aparato sonaba  de improviso, el corazón de Maxwell se sobresaltaba creyendo que sería una mala noticia.  Tenía esa sensación desde que Thomas le anunciara la muerte de Perl.  Por muchas reflexiones que se hiciera, no podía apartar esa sensación de su cabeza.  Pero ese día era la alegre voz de Charlotte:

- Ya que la montaña no viene a mi... ¡ Qué barbaridad ...! No has sido capaz de llamarme ningún día desde que nos vimos la última vez.  Se nota que no necesitáis nada de mí - dijo como en un reproche

- Sabes bien que no es por ese motivo.  Siempre necesitamos de un amigo leal como tu eres. Es que surgieron cosas.

- Buenas o malas - respondió ella

- Pues no sé qué decirte. Se puso pesada a raíz de ... bueno de aquello... y le dí la carta que su madre dejó para ella.  Desde entonces está malhumorada y taciturna.  Hay que dejar pasar unos días y que asimile todo.

- Entonces mejor no me acerco a visitaros.  Estuve en París. Nada, un par de días. Vi un fular precioso y me acordé de Helen, pero no es el momento; ya se lo daré. ¿ Qué tal si me invitas a cenar esta noche y te cuento  sobre mi viaje?  Pero en casa no, en algún restaurante.  Tengo ganas de verte

- Me parece una idea estupenda ¿ A las ocho?

-A las ocho. Estaré preparada.



No es que fuera la ocasión idónea para ello, pero no podía desairarla después de tantos días sin haberla llamado ni interesarse por su vida.  Por un lado tenía prevención en decírselo a su hija; sabía que no era santo de su devoción pero recordando las palabras de Perl, tampoco debía, sin tener motivo alguno, de rechazar esa amistad de tanto tiempo y mirándolo por el lato egoísta, no sólo por recomendaciones de trabajo, sino por tener cerca los consejos de una mujer en determinados momentos, como había sucedido por el tema de Helen.  Movió negativamente la cabeza y se dijo:

- A paseo. Acudiré a la cita y trataré de distraerme. Deberá acostumbrarse porque no será la primera vez que lo haga. Es absurdo; se trata de una cena de amigos ¿ tampoco eso le parece bien?  Me da igual, creo que ya es mayor y no una cría caprichosa.  Sé que desde que nació, ni siquiera se le pasó por la cabeza que pudiera salir, o tener amistades.  Creerá sin duda que con eso olvido a su madre. ¿ Cómo hacerla ver que no es así? Que jamás saldrá de mi vida, que su recuerdo siempre estará ahí, en lo más profundo de mi ser.  Es muy joven aún, pero ya lo entenderá algún día.

Pero no lo entendió y la discrepancia entre ambos, por muchos razonamientos que la hiciera su padre, saltó por los aires. Y Maxwell recordó aquella otra discusión que le costó su relación con Perl. ¡ Era tan parecida a ella !  Testaruda, de ideas fijas... Se le había metido en la cabeza que era una relación de más que amigos, y no había forma de hacerla ver que no era así. Pero después de leer lo que Perl recomendaba a su hija en referencia a él, se afirmó más en que no era delito el salir a cenar o invitarla a comer a su casa, en alguna ocasión.  Tendría que acostumbrarse a ello.


- ¿ Vas a salir con ella ? le dijo agriamente cuando le anunció que esa noche no cenaría en casa

- Helen, no seas cría. Sí, voy a cenar con ella. Nada tiene de malo; nos conocemos desde hace años, y además me interesa comercialmente

- ¿ Te acostarás con ella como sobremesa ? - respondió

Esa pregunta ni se la esperaba ni siquiera había imaginado se la formulara. ¡ Eran celos !  Se había acostumbrado a ser sólo ella  quién reinara en su vida.  No entendía que amar a una persona y acostarse con otra, son cosas muy distintas.  No sabía que los hombres tenían ciertas necesidades y que para satisfacerlas, recurren a una mujer, de la que no están enamorados, ni la aman, ni tienen el más mínimo interés en ella.  Y que, ni mucho menos, significaba que por ese encuentro, olvidaba a su madre. ¿ Cómo hacérselo comprender?  

Ahora no. No era oportuno; estaba pasando por una delicada época y no quería dañarla, por eso se limitó a negarlo.

-¿ Eso es lo que piensas?  No, no vamos a acostarnos.  Existe la amistad entre hombre y mujer por distintos motivos que no son precisamente mantener sexo. Te he repetido que nadie ocupará el lugar que dejó tu madre.  Puedes creerlo o no, pero ve acostumbrándote, porque puede que algún día si lo haga. No tengo por qué darte explicaciones. 

 Había terminado por enfadarle y la había respondido de mala manera, pero la realidad era que hacía mucho que no había estado con nadie, ni siquiera con Charlotte y no consentía que se lo diera por hecho.  Además no tenía por qué consultarla con quién debía ir y con quién no.  Estaba dedicado por entero a ella y a su trabajo y no era justo el reproche y la voz dominante con que se lo había preguntado.



Eran dos fuertes caracteres que chocaban en algunas cosas. No se dio cuenta, por no saberlo, que la adolescencia es rebelde , protestona y controladora. Máxime en la situación suya ¿ Había dejado que le controlase?  Seguramente sí, pero era tanto amor el que la tenía que, sin darse cuenta, había vivido por y para ella.  Pero se acercaba otra época, otra etapa en que Helen se iría formando poco a poco hasta alcanzar la madurez personal, y entonces él se quedaría vacío, porque ya no contaría con él para nada.
Y esas, justamente, significaban las palabras escritas por Perl. Pensó en la soledad que tendría y un escalofrío le recorrió la espalda.  

Se arregló dispuesto a encontrarse con su vieja amiga.  Al cerrar la puerta de su casa tras de sí, una oleada de aroma a flores, le envolvió suavemente y miró a su alrededor:  el jardín iba tomando forma y recuperaba su antigua  belleza.

- Si lo viera la gustaría.  Por Dios Perl ¡ Qué trabajo me ha costado ! - Se metió en el coche y fue en busca de Charlotte.

Una casa en el campo - Capitulo 36 - A mi pequeña Helen

Sin comprender nada, Helen miraba el sobre con temor ¿ Qué había en su interior? ¿ Por qué tanto ceremonial? Al fin se decidió a abrirlo y comenzó a leer:

A mi pequeña Helen:

<Si, porque serás mi pequeña siempre. Porque siempre te he deseado y te he amado con todas mis fuerzas hasta el último momento. Mi dolor por dejaros es inmenso, sin punto de comparación con el físico que sufriré cuando te de a luz.  Ansío llegar a tiempo de poder ver tu carita y, al menos, tenerte entre mis brazos, porque ese será el recuerdo que me acompañe en el final>

<Quise a papá como no te imaginas, y por eso tú estás aquí en mi vientre.  Él también me amó con todas sus fuerzas, me consta, pero no pudo ser. Y eso será él quién te lo explique algún día.  Eres una criatura deseada, no imaginas cuánto, y sé que cuando papá te tenga entre sus brazos, ya nunca se apartará de ti>


<Posiblemente cuando llegues a la adolescencia creas tener derecho sobre él por encima de todas las cosas.  Y cuando leas la carta, haya encontrado a otra buena mujer de la que se haya enamorado y estén unidos.  No se lo pongas difícil. Estoy segura que te consagrará los mejores años de su vida, porque él es así: cuando ama , es para siempre.  Pero tú tendrás amigos , y habrá algún chico que te guste, y hasta posiblemente al cabo de un tiempo, pensarás en unirte a él. Por eso no has de ser acaparadora, porque si lo haces, papá se quedará solo, como ley de vida que es, pero tú, sin quererlo, le habrás robado la oportunidad de volver a ser feliz>

<Encontrará la mujer perfecta que le adore, y tú deberás alegrarte de ello. Tendrá a alguien a su lado cuando la vejez llegue, porque tú volarás del nido para formar tu propio hogar, y seguirá estando solo. Déjale que salga y entre cuando quiera y con quién quiera.  No te interpongas en su vida; sabe muy bien  a quién debe presentarte si llega esa ocasión>

<Es una persona entrañable, que cuando ama, lo hace con todas las consecuencias, e imagino que nuestra separación estará siendo dura para él; casi tan dura como la mía por no poder teneros a ambos.  Sé que no te aclaro las dudas que puedas tener, pero eso te lo aclarará él, porque yo no sé lo que ocurrirá cuando me haya ido>

<Quiero que sepas que has sido mi luz, mi esperanza y mi alegría durante los meses que has sido sola para mí, por llevarte dentro.  Pero ahora he de despedirme, sólo te pido que cuides de papá.  Que le quieras mucho, porque lo merece, y a mí no me olvides. Te quiero mi pequeña  y siempre será así.  Perl, tu madre.>


No le aclaraba nada , sólo  hacía recomendaciones respecto a su padre.  Y era como si pudiera ver lo que estaba pasando con Charlotte ¿ sería ella la elegida ? ¿ Por qué su madre muerta sabía lo que pasaría? Había muchas cosas que aclarar y las quería saber ya.  Después de leída su carta no podía dejarlo para otro momento.  Fue al salón en donde su padre tomaba una copa y se plantó delante de él, interrogándole con la mirada.  Maxwell no tenía idea de lo que en la carta se dijera, pero por el gesto de su hija creyó entender que no aclaraba nada.

Helen extendió la carta hacia su padre para que la leyera y aguardó hasta que lo hizo.  Había vuelto a escuchar la voz de Perl en esos renglones, pero ciertamente la parte más dura se la había dejado a él, y es que en realidad Perl escribió esa carta antes de dar a luz, y por tanto ignoraba lo que ocurriría después.  Carraspeó, apuró el último trago e indicó a su hija que se sentara cerca de él.  Ese era el momento de que supiera el motivo  de su muerte, de su ruptura y el motivo porqué era hija de madre soltera. Lo de su final por la enfermedad, lo dejaría para lo último, con el fin de que fuera digiriendo lo que ocurrió en aquel quirófano, y el por qué ,él no estuvo presente en su nacimiento.

Tomó las manos de la joven y comenzó el relato desde el principio. Cómo se conocieron, se enamoraron, convivieron juntos y al final el rompimiento de proyectos, de matrimonio y de vida.

- Yo me fui a Japón tratando de olvidarla; sabía que sería difícil pero las ultimas palabras que me dirigió fueron: "somos incompatibles".  Tenía que olvidarla, renunciar a ella. Y busqué en otras lo que hubiera tenido en ella si las cosas no se hubieran torcido.

- ¿ Pero por qué discutisteis ?

- Yo deseaba presentarla a tus abuelos, y ella no quiso porque se sentía rechazada por ellos, y no le faltaba razón. Sencillamente: se nos fue de las manos. Recogió su ropa de mi apartamento y yo a los pocos días volé hasta Japón.  No supe nada de ella, hasta pasados unos meses en que tío Thomas me llamó anunciándome su muerte.  Creí volverme loco de angustia, porque la seguía amando desesperadamente, y en mi pensamiento estaba el regresar, pero, lo hice cuando ya no había arreglo posible.

- Al segundo día de darme la noticia regresé sobrecogido por lo que me encontraría, pero no tenía ni idea de lo que me aguardaba. Y la sorpresa fuiste tú. Naciste por cesárea poco antes de cumplir los nueve meses de embarazo. Mamá te tuvo entre sus brazos tan solo unos minutos, después murió.

- Lo que no entiendo es el por qué murió.  Creo que hay algo que no me has dicho, y necesito saberlo.

Durante el embarazo, en una ecografía, observaron que había un bulto más grande de lo normal y no era el feto. Después de hacerle las pruebas detectaron que era un tumor en un estadío muy avanzado. - Al llegar a este punto, Maxwell se detuvo, pero Helen insistía en saberlo todo.

-  ¿Y... ? Por favor habla de una vez me estoy poniendo nerviosa.

- Esta bien. Había solamente dos opciones para tratar de curarse: interrumpir el embarazo,    operar el tumor para aplicar la quimio y todo el tratamiento adecuado.  Decidió seguir adelante con el embarazo y al dar a luz, si tuviera suerte,    iniciar el tratamiento. Pero el tumor había crecido . Tampoco su corazón estaba en las mejores condiciones para resistir la operación y el posterior tratamiento... La hicieron la cesárea y te tuvo encima de ella durante unos pocos minutos, porque la máquina avisaba de que el corazón fallaba.  Y así murió contigo en brazos, sin haber llegado a cortar el cordón umbilical siquiera.  El tío me llamó el día que la enterraron; organicé el viaje y ... el resto ya lo sabes.

Helen se cubrió la cara con las manos sollozando y su padre la abrazó fuertemente  y ambos mezclaron sus llantos.  Al cabo de un rato, cuando se hubieron calmado,. Maxwell siguió hablando:

- He de decirte que la quise, la quiero y la amaré toda mi vida. Tú y ella fuisteis lo mejor que me ha ocurrido en la vida. Aunque me veas en compañía de alguna mujer, no pienses ni por un momento que me he olvidado de tu madre, porque eso jamás sucederá. Posiblemente salga con alguien.- en ese punto fue interrumpido por Helen

- ¿ Te refieres a Charlotte ?

- A Charlotte o a Liz, o Mary... a cualquier otra persona que conozca.   No significa que esté enamorado de ella, porque eso no sucederá nunca.  Tú madre se llevó con ella toda mi capacidad de amar.  Podré querer a... Charlotte, por ejemplo, porque ha sido buena amiga y siempre está dispuesta a  ayudarme, pero no la amo ni la amaré nunca, tan solo quererla como amiga.  El lugar que ocupa tu madre en mi vida, no lo ocupará jamás otra mujer.  Métete eso en la cabeza: nunca ¿ lo entiendes?, nunca.

- Murió por mi culpa. Si hubiera abortado, ella estaría aquí.

- No mi cielo, no es así. El tumor estaba muy avanzado e invadía otros órganos.  Hubiera muerto de todos modos.  No te sientas culpable porque no eres responsable de nada. ¿ Crees que yo no me reprocho el no haber vuelto de inmediato, arreglar las cosas y volvernos a amar?  Me culpo, pero al hablar con los médicos, me dijeron que no había solución de cualquier forma. El estadío era 4 y la metástasis invadía varios órganos. La hubiéramos perdido, aunque no hubiera estado embarazada. Ese ha sido el regalo que me dejó:  tú. Sin ti no lo hubiera resistido. Todo lo dejó dispuesto, hasta tu nombre. Fue a visitar a un abogado y entre los dos pusieron en orden toda la documentación. Las cartas  que dirigió a cada uno de nosotros y la prueba de ADN tuya para que no hubiera duda de que  eras hija mía

- ¿ Por qué iba alguien a dudar?

- Cielo hay personas que no les era simpática y creyeron que era una oportunista que buscaba  la posición que entonces teníamos. Para que no hubiera duda, ordenó al médico la prueba en el momento de nacer tú.  Y eso es todo; te he hablado con toda la verdad, por eso he guardado la carta que te escribió hasta que comprendí que habías llegado a la edad adecuada para entenderlo.

- ¡ Oh papá ! - y nuevamente rompió a llorar, mientras el padre la abrazaba fuertemente.


martes, 28 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 35 - Una carta para Helen

La chica no respondía a la  voz del padre, y desde la puerta se volvió para contemplar el jardín que verdaderamente se  veía precioso a la luz del farol que iluminaba la entrada.  Hacía una noche maravillosa, pero lamentablemente tenía que interrumpir su ensimismamiento porque tenía algo que resolver, y debía hacerlo ahora, en caliente.

Se dirigió al dormitorio de su hija, después de buscarla por toda la casa. No le extrañaba que no le oyera. Tenía la música a todo volumen, pero no contenta con eso, los auriculares en sus oídos; la música era infernal y no entendía cómo podría gustar a los jóvenes ese conglomerado de instrumentos repitiendo una y otra vez la misma nota monótona y sin armonía


Estaba muy enfadado, por la música y por la despedida mal educada de Helen con Charlotte.  Abrió la puerta bruscamente sin pedir permiso. Cerró el ordenador, bajó el volumen de la música e hizo que se sacara los auriculares de los oídos.  La chica, sorprendida, le increpó:


- ¿ Qué haces? ¿ Qué pasa?



- ¿ Qué que me pasa? No puedo con la mala educación y tú pareces que disfrutas con ello. ¿ Crees que ha sido manera de comportarte con Charlotte?  Vino porque yo la llamé para que te explicara el por qué de esa situación.  Los hombres no sabemos  el proceso que se produce en vuestro cuerpo, y ella se brindó para informarte y que no tuvieras dudas de nada.  Porque las tenías, y muchas.  Cuando me llamaste esta mañana, estabas aterrorizada, así que necesitabas que alguien te calmase.  Y tu agradecimiento, fue a penas dirigir la palabra durante la comida y mirarla de reojo con antipatía. Es mi amiga, y cuando abro las puertas de mi casa a alguien, espero que sea bien recibida.

- Es que no me cae bien. Se te come con la mirada y eso me molesta. ¡ Eres mi padre !

- ¿ Qué quieres decir con eso? ¿ Qué no tengo derecho a tener amistades? Pues ves cambiándote el chip porque de ahora en adelante, vas a verla con mucha frecuencia por aquí. Y lo siento, pero no vives sola en esta casa, y tenemos derecho a disfrutar de ella con quién queramos. ¿ Y si fuera al contrario, si fueran tus amigos? Yo les recibiría bien, así que trágate el mal humor y sé correcta con ella.  Estuvo siempre a mi lado en horas muy amargas para mí.  Me demostró que es buena amiga.


Daba paseos por la habitación y parecía un león enjaulado.  Estaba francamente enfadado e indeciso.  Se escuchaba él mismo la charla que daba a su hija, que le miraba con los ojos muy abiertos, sorprendida, quizá, de la vehemencia con que defendía a Charlotte. Estaba segura que se perdía parte de esa historia, que nunca le había hablado de esa forma. ¿ Qué hay entre ellos, algo más que amistad?  Y la sola idea de pensarlo, la ponía la carne de gallina. No lo admitía, no podía admitir que su  madre hubiera sido reemplazada por la despampanante mujer rubia a la que no podía ni ver.

Se asombraba él mismo al escucharse reprender a su hija y defender la amistad con su única amiga. Estaba algo despistado porque la adolescencia estaba resultando demasiado complicada, y mentalmente le dio la razón cuando le dijo que no había hecho más que empezar.  Si en lo sucesivo iba a ser su trato de esta forma tan áspera,iban por mal camino.  Y pensó que el momento anunciado por Perl de entregarle la carta, probablemente había llegado.  Ignoraba su contenido pero imaginaba lo que Perl la escribió, y pensó que serían una serie de consejos a seguir, cuando, al crecer, probablemente se encontrara en situaciones desconocidas, no sólo para Helen, sino también para Maxwell.

- No te muevas de aquí-, la dijo con voz imperiosa -. Aún no hemos terminado.  He de ir a buscar una cosa

Fue a su dormitorio y de un cajón de su mesilla de noche, extrajo una llave perteneciente a un secreter con un departamento oculto, que nadie sabía que existía, y en el que depositaba  no sólo documentación, sino papeles, fotos y todo lo relacionado con Perl. Revolvió entre ellos y extrajo un sobre blanco con una frase en la parte central.  Era una letra que conocía sobradamente: 
" Para Helen ".  Acarició esas letras casi sin rozarlas; era su escritura , la había escrito no sabía cuando, si al comunicarla su enfermedad, o cuando ingresó en el hospital para dar a luz.. ¿ Qué diría en ella?





Los ojos comenzaron a brillarle, al pensar en la amargura que sentiría al escribir los renglones que contenía:  se estaba despidiendo de su hija, que aún no había nacido.  Pero tuvo en cuenta a todas las personas que amaba, pero sin duda la más entrañable sería para ella.  Volvió a guardar la documentación y la llave.  Al entregársela a Helen traspasaría su posesión a ella, y estaba seguro que la leería muchas veces, porque sin saberlo, sin conocer nada de su contenido, sabría que era la despedida de su madre.

Permaneció sentado por unos instantes con la carta en la mano, con la emoción a flor de piel. Recordando la suya propia,  despidiéndose de quién fuera siempre su amor, y las palabras tan tiernas que le dedicó.  Sin un reproche, sólo transmitiendo el gran amor que sintió por él.  Se levantó, haciendo un gran esfuerzo y se encaminó de nuevo a la habitación de su hija.

Helen permanecía quieta en el mismo lugar que la dejara instantes antes, pero en su rostro había un signo de preocupación.  Nunca había visto de esa forma a su padre, tan afectado, y sabía que no era por Charlotte, sino que algo tenía que ver con la carta que llevaba en sus manos.  Maxwell se sentó a su lado, en el borde de la cama sopesando lo que tendría que decirla:

- Verás hija. Sabes que mamá murió cuando naciste.  Ella quiso dejar a cada uno de nosotros una carta de despedida. La tuya me  pidió te la entregara cuando tuvieras edad suficiente como para que entendieras lo que ella no pudo decirte, pero sí quería que supieras.  Creo que hoy es el momento. Aquí la tienes. Léela a solas. Tómate el tiempo que necesites, yo estaré en el salón. Supongo que tendré que aclararte algo que ignoras, porque ella mismo no sabía, cuando te escribió, y que yo te contaré. Vas a emocionarte, al leerlos , aún sin estar, pero sí su voz, su sentir en esos reglones. Te amó más que a su propia vida, y algún día comprenderás porqué te lo digo, pero no será antes de que leas su carta.  Tómate tu tiempo.  Te estaré aguardando.

Y lentamente salió de la habitación dejando a su hija preocupada y viéndole salir con los hombros caídos, derrotado de dolor. ¿ Tanto se habían querido como para que el simple hecho de entregar su despedida, hundiera de esa manera su estado de ánimo?  Eso lo tendría que descubrir.


lunes, 27 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 34 - Discrepancias

Como compensación a su ayuda, Maxwell la invitó a comer. Ella aceptó encantada, no así Helen que torció el gesto.  Dió gracias que Charlotte no se dio cuenta, de lo contrario crearía una atmósfera poco grata. Acababa de hacerles un favor, era una buena amiga.  Pero Helen no entendía de esos protocolos. No se acostumbraba a ver una mujer en su casa que no fuera Ruth, a la que admitía por haberla visto desde muy niña; además era mayor.  En  cambio Charlotte...  era guapísima y de la misma edad que papá ¿ Eran celos ? Posiblemente así lo sintiera.  Nunca había visto a su padre comiendo con una mujer.  Su vida se había formado con los dos en solitario, y todo lo que fuera más de dos, sería una multitud.  Echaba de menos a su madre, a pesar de no haberla conocido. Miraba a su padre con ojos egoístas de hija, negando el   derecho a poder salir con una amiga, sin más trascendencia que la amistad.  Nunca le había visto en plan conquista.  Sólo su madre debía ocupar el lugar que le correspondía, y ninguna otra.


No conocía el verdadero motivo de su llegada al mundo ni por qué sus padres no se habían casado. No lo sabía o no quería saberlo.  El caso era que sólo Ruth era la única mujer con la que siempre contaba ¿ por qué en esta etapa de su vida no había recurrido a ella ? además siendo enfermera, seguro que se lo hubiera explicado mejor que esa coqueta y rubia mujer, que a todas luces estaba encaprichada de su padre y se notaba que lo que hacía, era para ganárselo. Por eso no le caía bien; sin embargo su padre, estaba encantado con ella  ¿qué historia tenían ellos dos?

En cuanto terminaron la comida, con una excusa fue a su habitación, no quería verles juntos.  Herían su sensibilidad y pensaba que Maxwell faltaba a la memoria de su verdadera madre, a la que adoraba sin haberla conocido.  Varias veces, entraba en el estudio de su padre, cuando él no estaba y buscaba la carpeta en la que había guardado los dibujos que hiciera a Perl, y durante un largo rato, se quedaba viéndola.  Para ella era una desconocida, pero la idolatraba como si se tratara de una virgen ¿ Por qué murió tan pronto?  No recordaba nada , sólo que desde que su memoria alcanzaba, siempre había visto triste a su padre contemplando esos mismos dibujos, y hasta a veces le escuchó hablar con ella a la vez que lloraba silenciosamente.

Sin duda se amaban ¿ Porqué no se casaron ?  Llevaba los dos apellidos, luego entonces había sido una hija buscada por ambos y no rechazada ¿qué misterio tenían ? No podía imaginar la verdad de todo, y por ignorarlo, es que no se preocupó de hacer esas mismas preguntas a su padre, la única fuente que podría contarle la historia al completo.  Pero de pronto recordó a su tío Thomas y a Lorraine.  Ellos también sabrían algo.  En cuanto tuviera oportunidad se lo preguntaría.  ¿ Por qué de repente le había entrado esa curiosidad por saber algo sobre sus padres?  Ella no lo sabía, pero lo cierto es que toda esa inquietud, estaba motivada por la presencia de Charlotte cerca de él.



Tumbada en su cama y mirando al techo, hacía un resumen de todos su pensamientos, y todos  conducían a una sola conclusión. Charlotte estaba enamorada de su padre, aunque él no diera el más mínimo síntoma de corresponderla, algo que la hizo sonreír, con una risa  diabólica: se alegraba de que su padre permaneciera soltero.

Salió de su habitación cuando escuchó las voces de despedida:  ella se marchaba.  Miró el reloj y comprobó la hora: ¡ toda la santa tarde dando la lata !, pensó enfadada. 

- ¡ Qué pesada ! ¡ Son las ocho de la noche, y está en casa desde esta mañana ! 

Pensó malhumorada, y más furiosa se puso, cuando Maxwell llamó a su habitación para que fuera a despedirse de Charlotte ¿ Por qué  no se olvidaba de ella ?  Y a remolque cumplió con la norma básica de la buena educación, pero la mirada de su padre, furibunda, la hizo comprender, que cuando regresara después de acompañarla hasta su casa, tendrían ambos una discusión por su absurdo comportamiento

- ¿ Qué quiere, que le haga una alfombra de flores? - se dijo interiormente.- No me cae bien, no lo puedo evitar.


 Mientras recorrían la distancia que ambos domicilios separaban, Maxwell, se disculpó del comportamiento que había tenido su hija. Charlotte sonrió y trató de quitar hierro al asunto:

- Maxwell, has de tener paciencia.  Te lo avisé: tu hija se está haciendo mayor.  Nunca ha conocido a alguna amistad femenina cerca de ti, y confunde todo. Se siente traicionada por ti, porque su concepto es siempre juntos, vosotros dos solos. Tan sólo Ruth es admitida  porque sabe el cargo que desempeña en la familia, pero a nadie más.  Tendrás que aclararle que necesitas relacionarte con personas de tu edad y quién sabe si dormir fuera de casa alguna noche.  Eres un hombre joven y atractivo y nada tiene de particular que tengas alguna aventura.  Seguro que Perl lo entenderá; han pasado muchos años; debes mirar al futuro y no encerrarte en ti mismo. Le has guardado el duelo que corresponde, y la seguirás amando mientras vivas.  Pero también existe otra clase de amor tan hermoso como el que sientes por quién fue tu verdadera esposa, aunque no llegarais a formalizar vuestra unión.  Siempre existirá Perl  a través de su hija, de esa hija que te adora y teme perderte.

- Todo eso es muy fácil - respondió él - pero desde mi perspectiva no lo veo tan claro.  Me debo a mi hija, y después...

- Después Perl ¿ no ? ¿ Estás seguro que a ella le gustaría eso?  Pregúntaselo. Bueno ya hemos llegado. Pese a todo, he pasado un buen día.  Ya nos veremos

Ella abrió la puerta de su casa y Maxwell se quedó pensativo. La vida estaba pasando por él, y nada ni nadie lo alteraba.  Todo seguía lo mismo que hace años, cuando ella se fue.  Pero el tiempo ha pasado, y dentro de poco  Helen tendrá sus amigos y probablemente se enamore. ¿ Qué hará él cuando ella tome el rumbo de su vida?  Desechó la idea que llegó a su cabeza.


- No, ni pensarlo. Nunca

Perl de nuevo entraba en su vida derribando todo a su paso, pero ésta vez encarnada en su propia hija. Y recordó la última vez que la vio, la forma en que salió de su casa: enfadada, con el rostro crispado.  Y él ni siquiera volvió la cabeza. Ni siquiera imaginaba que sería la última vez que se vieran y además enfadados.  Y sintió dolor en lo más profundo, porque ella siempre estaría en su vida. Nunca amaría a otra mujer.  Y analizó el sentimiento que le unía a Charlotte que no era otro que simplemente cariño debido al tiempo que hacía que se conocieron.  Era una buena amiga, pero sólo eso, nada más.

Era de noche y hacía una luna llena preciosa. Antes de entrar en su casa, echó la mirada hacia el cielo para contemplar el hermoso espectáculo que se le ofrecía.  La luna grande, blanca, completa, y a su alrededor las estrellas rutilantes.  Y le llegó el aroma a Dama de Noche que tenía sembrada. .  El farolillo de la entrada estaba encendido, y se detuvo antes de abrir al fijarse que la planta  estaba totalmente florecida; y giró la cara hacia los rosales y también lo estaban.  Desde que diera orden al jardinero de restaurar el jardín, no se había detenido a contemplarlo, y creyó recordar que el obrero le indicó que no entendía por qué no florecían.

- Algún fertilizante ha obrado el milagro - se dijo y entró llamando a voces a Helen
 

domingo, 26 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 33 - Adolescencia

Y todo se fue cumpliendo paso a paso. Charlotte se instaló en Burton y desde allí dirigía las galerías que estaban a su cargo, sin problemas. Observando que el tiempo allí era más largo; podía hacer más cosas y todas relajadamente. Y también, alguna noche cenar con su vecino más apreciado.

Y a su debido tiempo, había conocido a Helen que se convertía en una adolescente preciosa, pareciéndose a la madre, excepto en el cabello, dorado y brillante, como su padre. Seguían con su relación de amistad, pero poco a poco, las visitas mutuas eran más frecuentes y más cercanas, pero sin conseguir la intimidad que ella deseaba.


Padre e hija seguían dependiendo una del otro. La chica había empezado la secundaria y comenzaba a tener amigos y amigas.  Y como vaticinara Charlotte en su día, varios chicos se rifaban el estar con ella, y eso hacía que Maxwell estuviera siempre alerta. Las advertencias de su amiga se iban cumpliendo poco a poco. Y con la primera a la que tuvo que enfrentarse fue el primer desarrollo de Helen.

Estaba muy asustada y llamaba a gritos a su padre, que corriendo al ignorar lo que pasaba, fue derecho a su cuarto alarmado en extremo:

- Papa, papa, corre ven

- Helen ¿ que te pasa?

- Papa ¿ voy a morirme como mama?

- ¿ Por qué dices eso?  Me has dado un susto de muerte ¿ qué te ocurre?

- Mira

Hizo a un lado la ropa de la cama y una mancha de sangre quedó al descubierto.  Maxwell, no sabía qué decir.  No tenía ni idea de cómo reaccionar ante esa situación.  Ellos habían sido dos hermanos y nadie le dijo nada de cómo actuar en ese caso, con una chica, aunque sabía perfectamente lo que ello significaba. Pero sólo una mujer sabe qué decir, cómo hablar a una hija que se hace mujer ante su vista.  Y recordó las palabras de Charlotte:

- A esto, entre otras cosas, se refería-,  pensó

Y como mejor pudo, la explicó lo que significaba y lo que debía hacer de ahora en adelante. Pero no tenía ni idea de lo que una jovencita necesitaba para su protección en esos días, aunque sabía que existían productos para ello.  Y optó por llamar a Charlotte para que fuera ella la que la explicase toda la parafernalia que seguiría, entre otros detalles, que sólo las mujeres saben

Era muy temprano y aún Charlotte no se había levantado.  Cuando sonó el teléfono se sobresaltó, máxime al escuchar la voz alterada de Maxwell pidiéndola ayuda:

- Ya está aquí, acaba de venir

-¿ Quién ha venido ? No sé a qué te estas refiriendo

- Ven en cuanto puedas.  Debes hablar con ella

-Lo primero cálmate. Voy en cuanto me levante.  Enseguida estaré allí

Charlotte, mientras se dirigía a  casa de Maxwell, iba pensando qué palabras emplearía para hablar con la muchachita que a penas conocía, ya que no era muy dada a ello.  Notaba su distanciamiento, era como si la quisiera ignorar. Como si le molestara su amistad con el padre,  como si la viera como rival, aunque no tenía ni idea de la clase de amistad que mantenía con  Maxwell, de todo punto inofensiva.  Recordó cuando ella estuvo en la misma situación, sólo que fue en un internado, y con  su compañera de cuarto y su mejor amiga, en aquella época, quién la puso al corriente de todo:  de lo que debía y no debía hacer. No era su hija, aunque desearía que así fuera, pero una barrera infranqueable se alzaba entre ellos, principalmente por esa joven a la que tenía que instruir como convertirse en mujer, siendo a penas una niña . Y se acordó de Perl y sintió pena infinita por ella; se estaba perdiendo toda su vida, todo lo que una madre disfruta. La cruel realidad la volvió al momento actual y pulsó el timbre de la puerta.

Un nervioso Maxwell abrió de inmediato, y rápidamente la puso en antecedentes de lo ocurrido:

- Tranquilízate. No es nada. Lo que significa es que tu hija deja de ser una niña, y has de cambiar el chip, porque ahora es que comienza la etapa más dura y preocupante, aunque creyeras que al dejar de ser bebe, todo sería más fácil.  ¿La has avisado de mi presencia aquí ?

- Si y no le ha gustado nada. Dice que contigo siente vergüenza, que mejor con Lorraine. Me ha parecido que tú estabas más cerca y mejor cara a cara que por teléfono. Así que eso es lo que hay.

-¿ Dónde está?

-En su habitación

- Bien, pues pregúntala si puedo subir.  Será mejor guardar un poco de protocolo hasta que vayamos conociéndonos más.

Maxwell subió para hablar con su hija referente a porqué había venido Charlotte.  La joven torció la boca: no la apetecía nada contar sus intimidades a una extraña, además  no gozando de su simpatía

Pero la conversación fluía en boca de Charlotte; no en vano era una mujer, además de adulta, había viajado por medio mundo, aunque nunca había tenido que verse en esta situación, ni siquiera con sus sobrinas, que para eso ya tenían a su madre.  Y pensó que debía iniciar la conversación, hablando precisamente de Perl.  Y poco a poco, ambas se fueron relajando y al final la tensión había desaparecido y todas las dudas de Helen, desveladas.  Al verlas bajar, Maxwell, respiró aliviado. Y comenzó a ver a Charlotte con otros ojos, e inconscientemente, la dio la razón: una mujer sola, se desenvuelve en cualquier situación, pero un hombre no, en determinadas cosas, como había sido ésta acaecida en ese día.

Una casa en el campo - Capítulo 32 - Evocar otros tiempos

Sirvió una copa y se sentó, y mientras, trataría de responder su pregunta lo más breve y concisa que pudiera.  La sonrisa se le había borrado de la cara.  Era, después de mucho tiempo, que alguien le preguntaba por su estado de ánimo, o mejor quería saber si la seguía recordando, o había comenzado a olvidarla, cosa que de momento no había sucedido. ¿ Y cómo ?  Cada vez que miraba a su hija, volvian los recuerdos de su nacimiento machaconamente, y luego estaban sus gestos, su enorme parecido a Perl: sus mismos ojos, su sonrisa, su manera de ser...  Era su madre en miniatura. Pero por encima de todo es que no quería olvidarla. Porque al recordar a Perl, se sentía cerca de ella, como si aún estuviera viva. Deseaba creer que no era sentido de culpa, de esa culpa , que sin querer, había participado por no haber hecho más por su acercamiento.  Por eso se volcaba en su hija exclusivamente y en su trabajo, sólo ambas cosas le hacían seguir adelante.


Estaba dispuesto a responder a esa pregunta formulada por ella, y zanjar de una vez por todas, las dudas que aún pudiera tener.  Presentía que ella tenía otro interés, y debía rotundamente rechazar siquiera una tentación; no tenía ganas, ni el más mínimo atisbo de deseo,  a pesar de reconocer que era bella y atractiva, pero él no pensaba en eso: Y la respondió:

- Querida Charlotte respondiendo a tu pregunta no realizada: No. No la he olvidado ni pienso hacerlo. Ni yo mismo sabía cuánto la quería.  Me ha dejado destrozado y sin ganas de otra cosa que no sea mi hija y el trabajo.  No deseo más, no necesito más. Cada noche me acuesto con el deseo de volver a soñar con ella, aunque sea brevemente, a pesar de que después me ponga triste.  Perl marcó mi vida para siempre.

- Querido amigo ¿ Crees que a ella le gustaría que estuvieras melancólico permanentemente? Si  te amó tanto hasta sacrificar su propia vida ¿ cómo crees, si pudiera, que vería este retiro voluntario de la vida?  Eres un hombre joven, atractivo y con mucho amor en tu interior. Harías feliz a cualquier mujer y a su vez ella te haría feliz también. Incluso podrías volver a ser padre y dar un hermano a tu hija.  ¿Crees que ella, cuando sea adolescente querrá vivir como tú ?  Es pequeña aún, pero dentro de nada te verás  espantando a chicos que van detrás. Y algún día se irá para formar su propia vida a la que tiene derecho. ¿ Crees que la gustará verte siempre triste ?  Es otra generación y no tienes derecho a robarle las ilusiones, sembrando tu propio fracaso amoroso.  La historia no suele repetirse. ¿ Quién te dice que, aunque os hubierais reconciliado no tendría la misma sentencia de muerte?



- Te ruego por favor que lo dejes estar. Tienes razón; pasado unos años, no demasiados, me quedaré solo, pero cuando eso llegue ya veré cómo lo soluciono.  De momento déjalo así, por favor.

- Está bien. Hablemos del futuro. Estaré en Londres durante unos días y después regresaré a Japón.  Quizá me establezca en aquí  definitivamente.  Echo de menos la familia; allí no tengo más que trabajo y algún que otro día copa con algún amigo.  Pero me aplicaré la misma receta que te acabo de comentar. 
Y ahora enséñame toda esta maravilla de paz y belleza.

Quería conocer el lugar en donde él vivía, de este modo se podría imaginar el entorno, cuando hablasen por teléfono desde la distancia.  Y caminaron hablando de trabajo. Maxwell no tenía otro tema de conversación; se había convertido en un ermitaño.  Ella le observaba y reía por lo bajo ¿ Qué tramaba ?
Sin lugar a dudas, había algo entre ellos por lo que  se comunicaban abiertamente, sin tapujos ni recovecos, y eso hacía que siempre fueran sinceros.  Ella observaba detenidamente todo el entorno y ciertamente era maravilloso. Pensaba que estaría bien comprar alguna cosa por allí. Con los avances de la técnica podría trabajar desde casa, estar cerca de él y al mismo tiempo tener la tranquilidad que en la ciudad no tenía.

Sonrió al pesar en ello, y Maxwell, se dio cuenta de que en algo pensaba :

- ¿ Qué piensa esa cabeza inquieta ? - la dijo

-Pues pienso que... Sería bueno que fuésemos vecinos.. Podría trabajar desde aquí. Eso me haría rebajar el ritmo.  Estaríamos cerca para ayudarte con Helen, y de paso salir algún día a comer fuera de casa y charlar

- ¿ Por qué ayudarme con Helen ?  Me he desenvuelto muy bien solo





- Si, desde luego, hasta ahora.  Pronto vendrá la adolescencia y todos los apuros que hayas sufrido, no tienen comparación con esa etapa de la vida de tu hija. Necesitarás cerca a alguien que te eche una mano. Tengo sobrinos ¿ sabes?, y mis hermanas se han visto y deseado,  cuando a los dieciséis dicen aquí estoy yo. Créeme, es una etapa muy difícil. Siempre es bueno tener una mujer cerca.

- Cuento con Ruth

- ¡ Desde luego ! Perdona, es algo que no me incumbe.  Tienes razón te las has visto tu solo sin problemas.  Pero no descarto ser tu vecina; me encanta este sitio. Prometo no estorbarte.

Ambos se echaron a reír, pero algo flotaba en el ambiente. Maxwell conocía bien a su amiga y sabía por donde iba. 
Ella, estaba dolida: no la quería cerca; sin duda por los sentimientos que  albergaba hacia él, y por conocer su forma de pensar. Pero también tenía paciencia y sabía esperar.  
El momento anunciado de la adolescencia, estaría en camino dentro de poco, y por propia experiencia, con ella misma, sabía lo que había echado de menos, una voz amiga que la aconsejara.  Y ella estaría ahí.

Siguieron viendo casitas de ensueño, pero se hacía tarde y debía regresar a Londres, además dejaba la puerta abierta para  regresar en otra ocasión.  Se hizo un firme propósito: no se demoraría mucho. Tenía ganas de  conocer a su hija. Sí, regresaría de nuevo antes de volar a Japón.  Y así lo hizo, y compró una casa cerca  de la de ellos, pero lo suficientemente lejos para no ser una vecina pesada. Y conoció a Helen.  Ambas se miraron, pero sus sonrisas eran muy diferentes, sobretodo la de la pequeña Helen, y eso la dio que pensar.


sábado, 25 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 31 . Una novedad

Dejó a la niña en casa de sus padres y Maxwell se dirigió a unas galerías con sus cuadros bajo el brazo. Ya era hora de ponerse a trabajar. Contaba  con tener suerte. También llevaba los dibujos que le hiciera a Perl, pero eran como muestrario, porque por nada del mundo los vendería.

Y su obra resultó interesante y su cambio de estilo también, así que quedaron de acuerdo en fecha y número de obras. No encargarían catálogos ni publicidad hasta no ver algunas de  lo que se expondría. A petición suya, y dado que no tenía ninguna obra terminada y había poco tiempo, planteó hacerlo conjuntamente con otro pintor y de este modo tener más plazo y  tranquilidad para realizar los cuadros.  No era muy del agrado de la Galería, pero a no ser que se tardara más de un año en realizar la exposición, debían aceptar esta sugerencia de Maxwell.


Y la exposición resultó ser un éxito. Su pintura había cambiado de estilo radicalmente y eso agradó a los entendidos en el arte clásico de la pintura.  Había presentado paisajes de los Costwolds y de la playa de Connemara, resolviendo a las mil maravillas el agua de su mar. Las marinas suelen ser de lo más difícil en pintura, pero él lo había resuelto perfectamente.  Las críticas fueron excelentes y las obras expuestas fueron compradas en su totalidad; había abierto su nombre al gran publico. Estaba  incluido en el catálogo una breve biografía de Maxwell, omitiendo su aspecto personal; sólo reflejado su paso por Japón.

Y hasta allí llegó el eco de ello. En general los galeristas se conocen, aunque sólo sea por el nombre y la ciudad, y en Tokio comenzaba a ser conocido el nombre del inglés ,cuando decidió cambiar de rumbo. Pero hubo una persona que seguía con interés su trayectoria londinense.  Le había recomendado a un par de ellas que conocía, y después de este primer triunfo, estaba segura que se le rifarían, algo que contentó mucho a Charlotte.  Se alegraba por él, porque comenzara a organizar su vida, y que, al menos, en parte fuera agradable.  Y pensó en tomarse unas vacaciones, y visitar a su familia en Inglaterra.


A su primera exposición había acudido su familia en pleno, que se resumía en sus padres y hermanos, que ya habían contraído matrimonio y Lorraine esperaba su primer hijo.  Helen iba de la mano de ellos, y todos los visitantes, interpretaron que era hija de ese matrimonio.  Ni por un momento se les ocurrió que fuera del pintor.  Así lo pidió y así se mantuvo. No quería que nada ni nadie interfiriese en su vida privada.  Eso se quedaba para él.

A pesar de que debía ser un gran día, para él, no lo era.  El recuerdo de Perl se hacía más intenso en las buenas cosas.  No había pasado el tiempo suficiente como para olvidarla, algo que jamás ocurriría.  Todos los días, y a medida que su hija crecía, le recordaba más a su madre.  Tenía gestos, mohines, caprichos y ademanes muy de Perl; tan sólo el cabello rubio dorado lo había heredado del padre.  Pero lejos de disgustarle, se alegraba de que así destacarán más los rasgos de la madre que del padre.  Era como tener a la misma Perl de pequeña, y vivirla, a medida que el tiempo pasaba y disfrutaba de los cambios de su hija.

Habían pasado tres años desde la última vez que Charlotte y él cenaron juntos. Hablaban por teléfono muy de tarde en tarde, tan sólo por conservar la amistad, y porque no decirlo, por interés de Maxwell  para no perder contactos con los galeristas a los que ella les había recomendado.



Tenía una agenda repleta de compromisos y en la actualidad estaba dando los últimos toques a una exposición de uno de los galeristas amigos de ella.  Tenía poco tiempo, y una fecha determinada para inaugurarla, por lo tanto, se había recluido en Burton, y sólo salía para recoger a su hija, que pronto ,  en el próximo curso, comenzaría en el colegio la primaria.

El tiempo pasó rápido, no dejándole  tiempo para pensar en nada más que en su obra.  Una vez al mes, en la fecha de Perl, se desplazaba hasta Londres, y portando un ramo de flores iba al cementerio a depositarlo  en su tumba.  Allí se detenía y sentado en la lápida como hacía siempre, mantenía una conversación que era un monólogo, pero tenía la sensación de que ella le escuchaba  y se alegraba de cualquier novedad que le contara.  Y como cada vez que eso hacía, al despedirse, retornaba copn el corazón triste.  No podía evitarlo, seguía siendo el amor inalcanzable y nunca olvidado.

Había comenzado el Otoño. Ruth había salido con Helen para dejarla en el colegio. Estaba en su estudio enfrascado en los últimos toques de un cuadro  para presentarlo en su próxima exposición, cuando unos timbrazos fuertes, resonaron en la puerta.

- Ya voy, ya voy . Seguro que a Ruth se le han olvidado las llaves-. rezongaba camino de la puerta.

Pero su contrariedad se borró de inmediato al ver a la persona que llamaba con tanta insistencia:

- Pero... ¿ Tú ?

Ante él, estaba la mismísima Charlotte luciendo la más espectacular de sus sonrisas. La sorpresa de é fue mayúscula.  En todo ese tiempo, poco había pensado en ella. Las preocupaciones por su hija y por el trabajo, le habían tenido bastante ocupado.  La hizo pasar, después de que se dieran un abrazo. Hubo un silencio espero entre ambos, al principio. Sólo se miraba sonrientes sin saber qué decir.

Y fue ella, la que tomó la inicitava de la conversación:

- He venido a Londres por cuestiones de trabajo y decidí que tenía que hacer una visita a alguien que me tenía bastante olvidada. Aunque yo le he recordado muchas veces y me alegré de su triunfo.

- Perdona. Lo cierto es que no he tenido tiempo para nada. Me alegro que estés aquí.

- Bueno, ¿ dónde está la reina de esta casa?

- En el colegio. Fíjate: ya está en primaria. ¡ Cómo ha pasado el tiempo !

- Y tú ¿ cómo estás ?

Y la pregunta se quedó en el aire. Maxwell se puso serio, y se sentó frente a ella. ¿ Cómo se encontraba? Mas sereno, pero en carne viva todavía.


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