viernes, 31 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 39 - Un cóctel explosivo

Al colgar el teléfono, se quedó mirándolo como si delante de él, estuviera su hija. Por un lado daba la razón a Charlotte: debía reanudar su vida, aunque fuera en solitario, e ir dejando que la niña se fuera independizando poco a poco.  Estaba demasiado empadrada, pero lo comprendía y lo permitía, porque a falta del calor de la madre, necesitaba el de su padre para sentirse que no estaba sola.  Ambos se  necesitaban el uno y la otra. Pero también  le remordía la conciencia pensando en que había mentido a Helen y por tanto a Perl, aunque, donde ella estaba, las mentiras y las verdades no tenían valor, porque lo sabían todo. Leen dentro de los corazones, y en el de él, podría ver que la amaría siempre. Que nunca sería olvidada estuviera con quién estuviera y haciendo lo que hiciera.  Pero ¿ hablar abiertamente con Helen? Aún era demasiado joven para entender las debilidades de los seres humanos.



Estaba como desorientado, como fuera de lugar.  Durante todos esos años había renunciado a su vida anterior; en la de ahora no cabían los momentos de ocio, de diversión con amigos ni de placer con mujeres. Se había dedicado por entero a su hija;  primero por pequeña, pero ahora, si cabe, le necesitaba más.  Entraba en una etapa en que todo la parecía que la vida estaba equivocada, y sólo los jóvenes estaban en posesión de la verdad, que era lo más alejada posible de los progenitores, porque ellos pertenecían a otra época, que ya no existía y la actual era más auténtica y revolucionaria, aunque en realidad, era todo lo mismo.  Las que eran distintas eran las personas, y las educaciones recibidas, por esos padres de los que ahora eran descalificados porque " no se enteraban de la misa, la mitad".

Se trataba de un cambio generacional, pero él era joven aún como para echarse a un lado, pero la tarea que tenía por delante, sería ardua, tal y como el panorama se presentaba. Si al final, y pasados los días, formalizaba una relación con Charlotte, sabía que habría una guerra abierta entre su hija y su futura compañera ¿ Cómo podría librarla sin salir dañados  ellas o él?  Iba a ser una tarea harto difícil.  Dejaría  ver cómo transcurrían los hechos y de acuerdo a ello, obraría en consecuencia.

Por otro lado tenía el tema con Charlotte. La apreciaba, la tenía cariño ¿ pero sería suficiente para vivir juntos el resto de la vida?  Aunque no parece ser  corta, la vida es breve y en cualquier momento  puede cambiar todo, él lo sabía bien. Lo único seguro que tenía, es que por mucho que la apreciara, no se casaría con ella, y tampoco estaba enamorado.  Sin embargo si se sentía atraído;  era una mujer preciosa y con un don de gentes apabullante, lo que hacía que una conversación, nunca fuese aburrida.  La dejaría muy claro sus intenciones; tampoco sería una relación de sexo diario. No se encontraba en esa situación, ni tampoco lo deseaba.  Ya sería suficiente con tenerlo de vez en cuando.  Y sabía que ella lo comprendía y lo más extraordinario, lo aceptaba.  Le quería verdaderamente y por esa razón, con tal de tenerle, aceptaría todas las condiciones que la impusiera. 


 Sabía que Perl había llegado antes y por las circunstancias concurridas, hacía poco menos que imposible,  el desbancarla del sitial que tenía.  Tampoco lo pretendía, porque ninguna de las dos lo merecían.  Simplemente aceptaría la vida como viniese.

Cenarían en un buen restaurante y después seguro que se insinuaría y estaba seguro que la diría que sí. El organismo es sabio, y por mucho que él le negara ciertos desahogos, sólo de pensarlo, algo agitaba su sangre.  A ratos sentía lástima infinita ¿ Significaba eso que olvidaba a Perl?, pero cuando cesaba  la excitación, se reprochaba el haber tenido esos pensamientos con alguien que no fuera ella, su único y verdadero amor.

Tenía que hacer un viaje a Londres, aunque fuera de ida y vuelta.  Tenía que visitar su tumba y explicarle todo lo que acontecía en su vida.  Estaban ocurriendo demasiadas cosas extrañas, pero se lo negaba así mismo.  Y necesitaba estar allí justamente, porque se sentía más cerca y que le escucharía, aunque sólo fuesen imaginaciones suyas, que por otro lado deseaba, necesitaba tener, ya que su conciencia se sentía inquieta.  Era como si recibiera mensajes subliminales de que lo que estaba ocurriendo en su vida, en particular,   eran del agrado de Perl. Había cosas que así se lo indicaban ¿ sólo él las veía?
No podía ser; todo eran fantasías de sus propias ansias de que se convirtieran en realidad.  Pero el jardín...Aún seguía sin comprender cómo de la noche a la mañana, tomó vida hasta volver a sus tiempos pasados  cuando era ella quién lo cuidaba. Ese despertar de los sentidos ¿ por qué ahora y no antes? Nunca había creído en esas cosas y hasta se reía cuando alguien le decía que había tenido una experiencia semejante, pero ahora se daba cuenta de que no era una idea tan descabellada, que hasta a él mismo le daba miedo darlo por veraz,   que eran ciertas, y que ocurrían sin explicación lógica. Pero al mismo tiempo le daba miedo no fuera a ser un presagio de algo que ocurriría.

¿ Qué mas tendría que ocurrir?  Y repasó mentalmente a cada miembro de su familia , y todos estaban bien de salud y no tenían previsto realizar algún viaje que les obligara a ir en coche.  Por ese lado  parecía alejarse la fatalidad.  Tan absorto estaba en sus pensamientos que no se dio cuenta que Charlotte no le quitaba la vista de encima.  Al reaccionar, ella le dijo:



- ¿ Qué, te han dado permiso?

- No exactamente. Ya has escuchado lo que la he dicho.  Será mañana cuando tenga que exponer el argumento que la convenza

- Es absurdo que tengas que explicar lo que es obvio; eres libre.  No necesitas ninguna justificación, pero lo entiendo.  Entiendo a tu hija: la tienes demasiado mimada.  En fin, dejémoslo estar. ¿ Adonde vamos ?

- Primero a cenar, y después... ya veremos- respondió

- A mi casa - dijo decida Charlotte- Allí no hay fantasmas en el armario que nos coarten en nada, y además estás cerca de la tuya para tu regreso a ella.

- De acuerdo -, respondió él. Iremos a tu casa.  Y ahora cenemos.

Y demoraron la sobremesa al máximo, como si ambos estuvieran temerosos de lo que viniera a continuación. Al fin decidieron que cuanto antes salieran de dudas, sería mejor para los dos. Charlotte no tenía ninguna reserva, pero sabía que él si, y quería que fuera absolutamente libre de elegir el camino que deseaba retomar.
Antes de introducir la llave en la cerradura, se volvió hacia él y solemnemente le dijo:

- ¿ Estás seguro?  Porque una vez que traspasemos la entrada no habrá vuelta atrás. Ambos somos maduros y conocemos lo que es la naturaleza humana. Yo no tengo dudas de lo que deseo, y eres tú. Yo tampoco ha vuelto a estar con nadie, aunque no hace tanto tiempo como tú, pero me hierve la sangre, espero que como a ti. Así que dime ¿ lo deseas de verdad, o he sido yo la que te he impulsado a ello? Estamos a tiempo, y sabes que conmigo no tendrás problemas si no llegamos a buen fin.

- Entremos de una vez ¡ caramba !

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