miércoles, 15 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 15 - Disposiciones legales

No tenía abogados.  Nunca se había visto en la situación de utilizar ninguno, por tanto no sabía como localizarlo.  Lo que deseaba hacer, interpretaba que era muy sencillo, sin complicaciones, así que pensó que cualquiera que viniese en la guía de teléfonos serviría.  Y así lo hizo.  Buscó uno cercano al hospital o a su apartamento; no se sentía con fuerzas para ir yendo y viniendo, recorriendo distancias largas. Y eligió  uno que estaba a dos calles de donde vivía: Perkins - Abogado.


Interpretó que sería un solo letrado quien dirigiera ese despacho. Daba igual, uno que cincuenta, para lo que deseaba hacer, con uno solo la bastaba.  Aprovechó un día de los que tenía libres para acudir al bufete.  Era una casa antigua de ladrillo visto, probablemente de la época de los años cincuenta o así. A un lado de la puerta de entrada había una placa dorada, en la que quedaba claro que ahí estaba el "prestigioso" despacho de abogados.  Tocó un timbre situado encima de la placa, y al segundo  se escuchó un chirriar , al tiempo que la puerta se abría.

 Un pequeño recibidor, con un par de sillones y una mesa baja entre ellos con revistas, y una lámpara de pié, era todo su ornamento.  En las paredes colgados unos cuadros que a todas luces se notaba que eran láminas o fotografías de algún paisaje marino.  Al momento se abrió una puerta, y apareció un hombre joven, más o menos de su misma edad, y dedujo de inmediato que acababa de licenciarse y ese era su despacho.  Seguro que no tenía ni secretaria ni nadie que le ayudase.  Se mostraba cortés, educado y amable.  Y también algo nervioso ¿ Sería su primer cliente? ¿ Se estrenaría con ella ?  No la importó, casi se alegró, ya que al ser principiante, pondría más empeño en su labor.

La condujo hacia "su despacho". Modesto, muy nuevo, lo que la hizo  reafirmarse en su suposición. Amablemente  indicó que se sentara al otro lado de la mesa y a continuación  preguntó lo que la había llevado hasta él.

Perl, le explicó todo lo que tenía anotado en un papel para no olvidar  ningún detalle, y se lo mostró.  Él lo analizó con detenimiento y al cabo de un rato dijo:

- Compruebo que ha tenido en cuenta todos los cabos; muy meticulosa, y por otra parte normal. Pienso que no habrá lugar para todo ésto, que quizá se ha precipitado un poco,  pero hace bien en tomar precauciones.  Si la gente fuese más cuidadosa en estos asuntos, se evitarían muchos sustos. En fin, vamos a lo que nos atañe.

Poco a poco fueron desmenuzando juntos sus deseos, y él explicando los pasos a seguir de cada uno de ellos, hasta llegar a la paternidad del bebe.

- Quiero escribir una carta, que entregaré a mi ginecólogo cuando la hora se acerque, indicándole el tema del ADN del cordón umbilical.  Para mí este es un trámite muy importante; quiero que quede muy claro que mi hijo tiene un padre sin ningún género de duda.

- Observo que sus bienes consisten en una casa de campo en Burton on the Hill y un apartamento en alquiler, que es donde vive. Una cuenta en un banco, y nada más ¿ Es correcto ?

- Exactamente eso es lo que tengo. Aparte alguna que otra pequeña joya heredada de mi madre y que a su vez deseo reciba mi hija o mi hijo, como recuerdo, porque son de un valor muy grande por cariño, pero no monetariamente.  Con mis objetos personales pueden hacer lo que deseen.

- Bien, señorita Morrison, creo que todo está perfectamente claro.  Haré un borrador y la citaré para que lo revise por si hay que corregir algo.- Pocos momentos después, se despidieron cordialmente.

Como ella había supuesto, Perkins se estrenaba con ese caso, sin complicaciones, pero tan triste, que se reclinó en la puerta durante unos segundos.  Se trataba de una mujer preciosa, más o menos de su misma edad, y con un problema mayúsculo, pero que en su cabeza todo lo tenía meridianamente claro.  Se esmeraría por llevar a cabo sus deseos y la ayudarla en todo lo que pudiera.  No quería ni pensar si a su hermana, o a su novia le ocurriera algo semejante.  Se la veía segura, pero a la vez vulnerable.  Suponía que cuando estuviese a solas en su casa, toda esa fortaleza se desbarataría como un castillo de naipes.  Le dio infinita tristeza por Perl.

Cuando lo tuvo todo listo, la llamó para citarla y dar por concluido su trabajo. A penas había pasado una semana pero la encontró más desmejorada.  Con profundas ojeras y cansada. Por ser conocedor de lo que la ocurría sintió una inmensa tristeza por ella. No debía ser así, sino permanecer impermeable a las penas ajenas, ya que a lo largo de su carrera, se toparía con infinidad de situaciones que le llegarían al alma, y ésta, por ser la primera, y con unas circunstancias especiales, le llegaba mucho más. Esperaba superar esa fase de empatía con el tiempo, algo parecido a como les debe ocurrir a los médicos, pero a él todavía no le había llegado.

La ofreció algo para beber porque daba la impresión de que se iba a desmayar de un momento a otro.  Ella, sonriendo se lo agradeció y rechazó el ofrecimiento:

- Estoy bien, no se preocupe.  Son las molestias propias del embarazo - respondió

Y dicho ésto, abrió una carpeta en la que había una pestaña con su nombre: contenía la documentación de su caso que fue leyendo despacio poco a poco para no abrumarla.  Ella se mostraba serena.  No sabía muy bien si era una pose, o que poco a poco iba asimilando su situación.

- ¿ Me permite la dé un consejo? - la dijo

- ¡ Claro ! Es usted mi abogado- respondió

- Creo que debía llamar a su suegra y hablar con ella.  Pienso que el bebe, al nacer, y si usted no estuviera en condiciones, nadie mejor que su abuela para ayudarla.

- No señor Perkins.  Es muy estricta y si rechazó a su madre sin conocerme ¿ cree en serio que va a admitir a un bebe pensando que no es de su hijo, sino de una aprovechada?  Si con el dinero ahorrado no alcanzase, venda la casa de campo, pero deseo que mi hijo vaya a una institución en la que esté atendido. También podría hacerse cargo su tío, pero aún no está casado y no procede darle esa responsabilidad.

- ¿ Prefiere que vaya a los Servicios Sociales, o sea adoptado?

- No, naturalmente, pero eso corresponderá a su padre, y en la carta que le he escrito le adjuntaré la prueba del ADN efectuada al nacer; después que su conciencia actúe como crea conveniente.

- Es usted muy fuerte y me admiro con la serenidad que está obrando

- ¿ Cree en serio que estoy serena? Nada más lejos.  Estoy hablando de un hijo que aún no ha nacido y que probablemente no conocerá nunca a su madre. Sé que su porvenir no será bonito, si su padre o la familia le rechaza, pero dígame ¿ qué puedo hacer ?

- Nombre un tutor y que sea él o ella, quién se haga cargo del bebe. Me ha hablado de su tío ¿ por qué no él ?  Sería más fácil porque su padre lo sabría de inmediato y sería una forma de que se hiciera cargo de su hijo.


-Ya está pensado también .  Creo que he tocado todos los palillos. Si se le ocurre algo más, por favor hágamelo saber.  Y ahora si me disculpa, he de ir al médico, a mi chequeo.

Estrecharon sus manos y salió rumbo al hospital. Ya tenía cinco meses y se notaba su embarazo.  Pero el abogado le había dado una idea, probablemente la última gestión que la quedaba ,en la que no confiaba: ir a ver a los padres de Maxwell, a su madre más concretamente.  Trataría de llegar a su fibra más íntima, si lo lograse respiraría, si fracasase, seguiría con el plan que se había trazado.

Pero lo dejaría para el día siguiente; se notaba muy cansada y aún debía ir al chequeo, del que no esperaba ninguna noticia buena, o al menos fuera de lo normal, pero con su situación era de esperar que en alguna de las visitas la dieran malas noticias, no del bebe, sino de ella.
Si se encontraba con fuerzas, llamaría a Thomas, si no fuera así, dejaría pasar un par de días para ir a casa de sus suegros:  Sería el último intento.

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