sábado, 18 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 19 - La noticia más difícil

Esperaron unos minutos dentro del coche. Thomas tenía la respiración algo agitada, y las aletas de su nariz se abrían y cerraban alternativamente.  Lorraine, apretaba sus manos en silencio, porque otra cosa no sabía qué hacer ni qué decir.  Al fin, se soltó de ella, abrió la puerta, y rápidamente salió de él., haciéndolo ella también al mismo tiempo.  Con paso ligero fueron hasta la puerta y pulsó el timbre repetidas veces, con prisa, con rabia. Una de las sirvientas les dio paso y les condujo hacia la sala en donde el matrimonio tenia su sobremesa.  Al verle tan alterado Sarah se alarmó:

- ¡ Por Dios Thomas ! ¿ Que ocurre? ¿ Por qué habéis entrado de esa forma?

- Ha muerto, mamá.

- ¿ Quién ha muerto? Me estás asustando. ¿ Maxwell...?

- No, no ha sido él, sino la mujer que amaba. La que no quisiste recibir hace algunos meses, ha muerto

- No sé a qué te refieres. Explícate


- Si lo sabes, lo mismo que adivinaste que estaba embarazada de uno de tus hijos, pero ni siquiera la hiciste pasar de la puerta.  No quisiste escucharla, cuando todo lo que quería pedirte es que te hicieras cargo de la criatura que llevaba dentro y que ella no vería crecer.  La negaste lo más esencial : la vida de tu nieta. De una nieta que ha perdido a su madre y que no tiene padre tampoco ¿ Por qué ? Porque su apellido no era relumbrante; no importaba que fuera buena persona, que amase a tu hijo más que a su vida.  Nada de eso tenía importancia para ti y por eso la rechazaste desde el primer momento e hiciste que tu hijo se distanciara hasta el otro extremo del mundo.  Ella sabía que se moría si llegaba a término el embarazo, y prefirió morir,  antes que negar ese hijo al hombre del que siempre estuvo enamorada, aunque él no lo sepa o esté cegado ahora por otro amor.

- No te consiento que me hables así. No sabía nada...

- Sí , sólo sabías que era una oportunista que venía tras la posición de Maxwell.  Por eso te negaste a recibirla, bien, pues te has salido con la tuya. Ahora tu nieta será adoptada por unos extraños al no tener familia que la reclame.

- Eso no es cierto, nos tiene a nosotros.

- No mamá, nos tiene a Lorraine y a mi. La criaremos como una hija. Y si Maxwell se decide a venir, sabrá la verdad de todo. Dejó escritas unas cartas para cada uno de nosotros. Esta es la tuya. Ignoro lo que dice en cada una de ellas, incluso en la mía, porque aún no he tenido fuerzas para leerla.  Y ahora nos vamos.  Deseamos ver a la niña y velar a la madre, siquiera por un rato.

Y dando media vuelta salieron de la estancia, dejando a sus padres sin saber qué decir.  Temblaba la carta en las manos de Sarah, que ni por lo más remoto esperaba ese final. ¡ Eran abuelos ! Lo sabía desde que la vio por última vez;  se le notaba la tripa de embarazada, pero no quería ni al bebe que traía, ni a ella.  Ignoraba todo lo que ella arrastraba y que no entendía; quizás al leer la carta que la escribiera lo averiguaría ¿ Deberían acudir al entierro ?

La furia no desapareció de Thomas, a pesar de haber soltado ese discurso; pero no había dicho toda la verdad. Quería controlarse para no hacer más daño a sus padres, pero era difícil.

Iban camino del hospital para ver a la niña.  Después irían a la funeraria que Perkins había contratado para el entierro de Perl.

La sala estaba llena de compañeros, algunos de ellos conocidos de Thomas.  Annie, su amiga más querida, se le acercó para dar el pésame.  El ni siquiera recordó que era la otra enfermera que asistió a su hermano.  Estaba instalada en el féretro y con su rostro  relajado, sin ese gesto de derrota que tenía cuando la vio recién fallecida.  Se dio cuenta que el especialista la había maquillado ligeramente y ahora parecía más ella: dulce y bonita, como si de repente hubiera vuelto a la vida.  Pero no era cierto, seguía inmóvil, quieta para la eternidad.

En el cementerio, y  alejados de todos, se encontraban los suegros de Perl, algo sobrecogidos. No se hubieran imaginado que fuera tan querida por sus compañeros.  Thomas, como cabeza familiar, recibió las condolencias, pero ni siquiera supo que sus padres, a lo lejos también estaban presentes.

Fue sepultada en una tumba comprada por Thomas en una especie de montículo separada del resto . Había encargado una lápida con su nombre, fechas de nacimiento y defunción, y la consabida frase de " No te olvidaremos..."

 Y era verdad: sería difícil de olvidar. Encargó a un jardinero que se ocupase del cuidado de la sepultura y que nunca le faltasen flores.  Y de esta forma, cerraron una etapa en sus vidas, en la de todos, para abrir otra no menos importante.  

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