sábado, 17 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 16 - La estrategia

Guido seguía visitando a Liliana con relativa frecuencia.  Pensaba que no debía apresurarse y forzar la situación; debía andar con cuidado para no ser descubierto.  La vida seguia como si nada nuevo ocurriera, salvo que ella continuaba  sin recibir noticias de Arthur.  Una mañana el cartero la llevó una notificación de un paquete que debía recoger en la oficina de Corros en Pienza.  Ella extrañada miraba y remiraba la nota dejada a su nombre.  En ella no había indicación alguna ni siquiera el origen de donde provenía.  Y lo recogió.  Era un envío bastante grande, aunque no excesivamente.  Tampoco pesaba mucho.  No imaginaba lo que pudiera ser.  Al llegar a casa, nerviosa rompió el envoltorio y asombrada comprobó que eran sus manuscritos devueltos por Arthur, pero en el paquete no había ninguna nota, nada que la hiciera pensar que era él quién se los remitía.  Revisó nuevamente el envoltorio, y al fin identifico el remitente: era una editorial.

No había vuelto a saber nada de él, ni siquiera para decirla que la devolvia los borradores.  Totalmente desilusionada, pensó que definitivamente se había olvidado de ella.  Guido tenía razón cuando la comentaba que probablemente él habría vuelto con su novia, con Mildred.  Y esa idea la atormentaba, pero no podía hacer nada por evitarlo..  Pero no le cuadraba la actitud de Arthur con sus palabras cuando se despidieron " no te olvidaré, nunca ". ¿ Qué es lo que había ocurrido?

Instintivamente acarició su vientre que se había convertido en su refugio, su válvula de ecape.  Ya no se sentía tan sola; debía luchar por el ó ella.  Sería un pedazo de Arthur que siempre la acommpañaría y nadie podría arrebatárselo.

Meditando estaba cuando Guido la llamó por teléfono para interesarse si se encontraba mejor

- Si estoy mejor, pero algo preocupada.  He recibido mis manuscritos que se llevó Arthur.  Los remite una editorial de Dublín, pero ninguna nota, nada en absoluto que indique si los envían  porque no les gustan  Estoy confundida con la actitud de él.  Ni siquiera me lo ha anunciado.
- No te preocupes, esta tarde pasaré por tu casa y hablaremos de ello.

Se consideraba afortunada de contar con la amistad de Gudo siempre a su lado. Él la indicaría lo qué hacer.  Pero había algo que debía hacer por ella misma y era anunciarle a sus padres que iban a ser abuelos.  El tiempo avanzaba y dentro de poco, comenzaría a notarse su estado.  Debía decírselo antes de que comenzasen a sospechar, o alguna lengua mal intencionada les comentara algo.

Su cabeza era un caos de tanto pensar en tantas cosas.  Se lo diría a Guido y estaba segura que él la apoyaría, pero le daba miedo la reacción de su padre principalmente.  En un sitio tan pequeño como era Pienza , la reputación de las personas era importante.  Ellos habían tenido una conducta intachable durante toda su vida y el embarazo fuera del matrimonio lo consideraría como algo deshonesto. ¿ Por qué no lo había pensado antes?  ¿ Por qué su deseo había vencido al raciocinio? Ahora era demasiado tarde para reprochárselo; ya nada podía hacerse, sino afrontar las consecuencias.
 Y Guido llegó fiel a su promesa.  Trató de tranquilizarla pues la notó algo alterada:

- No te pongas nerviosa. Lo analizaremos juntos y verás como hay una salida para todo.  Pero vayamos por partes.  Primero háblame del misterioso envío. ¿ Seguro que no había alguna nota dentro? ¿ Miraste bien ?
- Dos veces, y no, no había nada.  No lo comprendo.  Al menos por cortesía
-No te preocupes y déjalo en mis manos.  Yo averiguaré lo que sucede.  Referente a decírselo a tus padres, se me ha ocurrido algo.
- Bien, pues te escucho.   Estoy muy preocupada, sobretodo por mi padre.  Todos los hombres de aquí, estáis chapados a la antigua y sé que para él va a ser un gran disgusto saber que estoy en estado.  Y no está muy bien de salud; eso es lo que me preocupa. Ya no puede castigarme sin salir: soy mayor de edad y dueña de mis actos, pero eso no impide que le afecte  demasiado
- Casémonos.  No digas nada.  Nos casamos y después lo anunciamos. Solucionado
-¿ Cómo dices ?
- Que seas mi mujer, y esa criatura pasará a ser un hijo mio.  Te lo estoy diciendo en serio.  Sabes que te he querido siempre y te sigo queriendo.  Para mi no sería un sacrificio, sino que te tendría a mi lado para siempre sin pensar que algún otro pudiera quitarme de el medio
- Pero Guido yo...  Te quiero, pero no como tu deseas y mereces.  Para mi eres el hermano que nunca tuve.  No te veo como marido, ni siquiera como amante.  Te lo agradezco infinito, de veras, pero creo debo ser yo quien afronte todo.
 -Pero ¿ por qué ? No te obligaría a nada. Estarías siempre protegida y tu hijo tendría un hogar y un padre, ya que ese sinvergüenza se aprovechó de tí y ni siquiera ha dado la cara.  Me dan ganas de viajar a Dublín y cara a cara que me diga que no le interesas.
- Por favor Guido.  Compréndelo; todavía le amo y creo que nunca le olvidaré.  Cada vez que mire a mi hijo, le veré, y cuando el tiempo pase, sus facciones posiblemente sean las mismas .  . Su pelo, sus ojos, en fin...  Lo siento hablarte con tanta claridad, pero creo que ha de ser así.

- Lo sé, lo sé.  Pero no me importa.  Sobrevirviré con ello. Has de pensar en tu hijo ¿ qué le dirás cuando pregunte por su papa?  Al menos me tendrá cerca y hasta que sea un poco mayor, no sabrá que no he sido yo quién le ha engendrado, pero que lo ama como si lo hubiera sido, porque amo profundamente a su madre.
-Te lo agradezco, pero he de pensarlo.  Mañana mismo hablaré con mi madre en primer lugar y después lo haré con mi padre.  Lo que digan los demás no me importa. Y si me veo obligada, me marcharía a una ciudad más grande. Quizá a Nápoles, o Roma o Milán, no lo sé
- No tienes que irte a ningún lado.  Yo estoy aquí y te protegeré.  Diremos que es mio y yo soy el autor de tu embarazo. Del irlandés seguro que nadie se acuerda.  No obstante, con lo que decidas, estoy seguro de una cosa: iré a Dublin. Si, lo antes posible.  Debe haber alguna razón para su forma de proceder.  Era muy caballeroso y le gustabas, a las pruebas me remito.  Pero necesito saber lo que ocurre
- Pero debo ser yo quien vaya, no tú.  Es a mi a quién debe dar una explicación no a tí.
- Pues iremos juntos, si así lo quieres.  Organizaré el trabajo y en este fin de semana tomamos el avión.

Y como supuso Liliana,al hablar con sus padres se organizó una tragedia, como si aún estuviéramos en el siglo  diecinueve.  La madre se echó a llorar, y el padre daba gritos que se escuchaban en toda Pienza, pero ella se mantuvo segura e imperturbable.  Pero no pudo acompañar a Guido, su padre esa noche se puso enfermo del disgusto y no quiso dejar a su madre sola.  Y Guido vio el cielo abierto  cuando ella le comunicó que no iría a Dublín con él.  En un principio sintió que sus planes se desbarataban, pero de nuevo su estrategia estaba en marcha.

Y el sábado viajó a Dublin y se entrevistó con Arthur que no salía de su asombro al verle frente a él.  Pero contrario a lo que esperaba, lo que iba a comunicarle era que Liliana se casaría con él.  Que su romance había durado lo que duró su estancia en Italia.  Que era una mujer feliz y que preparaban su enlace. Así que su presencia allí era que deseaba la paz con él.  Que en lo sucesivo no tendrían a penas contacto y que todo lo daba por zanjado.

- Comprendo que no desees acudir, pero he creído necesario que olvidemos lo que ocurrió.  En definitiva,  ello hizo que Liliana  viera que no era invisible.
- Pero ella juró que me amaba.  No ha podido olvidarme tan pronto.
- Tú tampoco has tratado de mantener esa llama de amor viva.  Ni siquiera una llamada, ni una nota, nada.  Hace mucho que no sabe nada de ti, y francamente, creo que piensa la has olvidado y se ha cansado de esperar
- No la he olvidado, jamás la olvidaré.  La amo verdaderamente, y es cierto, no me he comunicado con ella con la frecuencia que debía, pero en mi defensa diré que estaba haciendo gestiones acerca de sus manuscritos, cerrando tratos con editoriales y me volvían loco a base de reuniones, cenas, compromisos...  Terminaba a las tantas.  Pero es mi culpa, debí llamarla o pedir a mi secretaria que lo hiciera.  Debo ir a Pienza y decírselo en persona.

- No hace falta, yo se lo transmitiré, no te preocupes.  Además, ya es tarde; como te digo, ella te ha olvidado y nos casamos en quince días.
- ¿ Tan pronto? He de hablar con ella. La llamaré más tarde.
Arthur, no te molestes. En serio no quiere hablar contigo.  Todo lo que conseguirías es pasar un mal rato.  Por fin se ha dado cuenta de que la amo y ella también.  Lo siento, chico, pero el que rie el último, rie mejor.  Tuviste tu oportunidad, equivocada, pero lo dejaste pasar y he sido yo quién ha recogido los pedazos de su corazón roto.  Por favor, no le hagas más daño; olvídala y seremos todos felices.

Omitió que iba a ser padre al cabo de unos pocos meses; esa era una baza que se reservaba para lo último.
  Como había supuesto era amada por Arthur, pero no se lo diría.  Ahora que había conseguido un pacto con ella, no se lo diría, aunque le remordiera la conciencia toda su vida.

Y regresó a Italia, dejando totalmente descorazonado a Arthur, que aún no comprendía nada de lo ocurrido.  No le encajaban las piezas; era como si algo oculto estuviera detrás de esa visita tan inesperada.  Le había dado cierto tipo de explicación, pero no era suficiente, y además estaba la noticia de que iban a publicar las cartas.  A pesar de todo, hablaría con ella.  Esa misma noche.

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