viernes, 9 de marzo de 2018

Viaje a La Toscana - Capítulo 7 - Los amigos de Amalfi

Se vieron en una especie de plazuela , pequeña, estrecha, ocupada por las mesas de alguna trattoria cercana.  Había una pandilla de chicos y chicas que festejaron con gran alborozo la llegada de la Vespa y sus ocupantes.  Las chicas se miraron entre sí con un gesto de admiración, cuando Arthur se despojó de su casco y pudieron verle la cara.  Por contra,  a los chicos no les hizo ninguna gracia la presencia del irlandés.  Procedieron a las presentaciones.  Arthur se sentía como encogido ante la efusividad de todos ellos, que celebraban a gritos la llegada de la moto.  Se notaba que Liliana era bastante popular ; no tanto entre las chicas, seguramente porque la veían como una rival en la competición de algún muchacho con otra de las chicas.  Pero a pesar de todo, existía camaradería entre ellos.

Pasados unos minutos, Arthur fue acogido como uno más de la pandilla.  Le bombardeaban a preguntas sobre su pais e Inglaterra, sobre los conflictos entre ellos y yendo hacia atrás en el tiempo, los problemas que tuvieron los antiguos romanos para hacerse con las islas británicas.  Hasta que una de las chicas decidió intervenir, llamando la atención de Arthur en particular

- Creo que ya habéis dado vuestra lección de historia por hoy.  Dejadle en paz. ¡ Está de vacaciones !  y lo que desea es divertirse y no repasar viejas rencillas entre los países

Un coro unánime, más de las chicas que de los chicos, corto aquella deriva. Y fue Guido quién propuso dar una vuelta por la localidad, para que Arthur la conociera.  Después irían a  esa playa escondida, que por casualidad había sido descubierta por ellos, y por último cenarían  donde Paolo. El plan fue aceptado por todos, también por Arthur, que habiendo pasado los primeros minutos del encuentro, se sentía como uno más .  Empezaba a comprender el carácter abierto y jocoso de ellos, en contraste con el suyo propio, en el que era más reservado, probablemente más de lo normal.  Comprobó riendo, que no sólo Liliana usaba la Vespa, a la que consideraban como una gloria nacional que se extendió a muchos países, principalmente a los más cercanos de Europa.  De una Europa, casi recién salida de la segunda guerra mundial

Y hacia esa remota playa se dirigieron todos festejando con alegría la idea  que Guido había planteado.  Hacía calor y un baño les vendría bien..Era un bellísimo y recóndito rincón forjado a través del tiempo por las aguas del mar Tirreno. Se encontraba escondida dentro de una gruta, bastante oculta a los ojos de los visitantes. Sólo ellos, y por casualidad, la descubrieron un día cuando aún eran casi adolescentes.  Se juraron no decir a nadie su escondrijo, porque de lo contrario enseguida comenzarían a venir gentes y lo estropearían todo.  Arthur se quedó maravillado ante el espectáculo tan bello que tenía ante sus ojos. Parecía imposible que aquel lugar estuviera tan en calma, sin apenas movimiento en sus aguas, debido a la situación geográfica en que se encontraba.

De repente vio como los chicos y las chicas se despojaban de sus ropas dispuestos a darse un baño, pues el calor apretaba.  Conocedores del terreno que pisaban, todos llevaban bañador debajo de la ropa de calle, todos excepto él,  que ignoraba el destino que iban a tener en esa excursión.

- ¿ Por qué no me has dicho nada ? - recriminó a Liliana- No llevo bañador.  Os esperaré aquí - la dijo
- Báñate desnudo.  Te aseguro que nadie va a asustarse, y más de una se llevará una alegría- dijo riendo
-¿ Estás loca ? No acostumbro a mostrar mi cuerpo desnudo en público
- ¿ Sólo lo haces en privado? - le respondió ella con picardía al comprobar que se ponía nervioso.

Alzó la voz diciendo a todos que Arthur se quedaría en dique seco ya que no sabía lo de la playa y no llevaba bañador.  Guido encontró un resquicio para meterse con él y todos hicieron coro. Entonces decidió que no iba a achicarse y desnudándose se metió a toda prisa en el agua,.  No pasó desapercibido el cuerpo atlético del irlandés, y  durante unos segundos, las féminas, quedaron en silencio.  A Liliana se le borró la risa de la cara al comprobar la musculatura del británico.  Se notaba que tenía gimnasio a sus espaldas y cuidaba de su aspecto físico.  Los chicos se miraron e hicieron causa con él desvistiéndose todos.  Las chicas saltaban de alegría dando palmadas y grititos.  Lo que menos podían esperar era aquél espectáculo fantástico y gratuito.

  Pero se notaban tímidas al verles como su madre les trajo al mundo, y a pesar de que  las animaban, no se desnudaron y se negaron rotundamente a seguir los pasos de ellos.  De todas formas, el biquini mostraba suficientemente su fisonomía corporal.

Para Arthur aquello resultaba cómico.  No era especialmente tímido ante la desnudez, pero era una situación que le había pillado por sorpresa, no obstante, agradeció a Guido su iniciativa, de este modo pasaría más desapercibido..  Pero, aún sin querer, se fijó en el menudo cuerpo de Liliana. Tenía una silueta  armoniosa con su estatura. Era  perfecta,  con curvas en consonancia con  lo que era  un bien formado cuerpo femenino, y  le sorprendió la belleza que escondía bajo la ropa que normalmente llevaba.

Pasados los primeros momentos de timidez, los chicos se tumbaron al sol para secarse, mientras las chicas hacían corrillo comentando y riendo lo que probablemente habían descubierto ese día de los encantos de sus amigos, aunque alguna de ellas ya los conocía en la intimidad.  Había un par de ellos que eran novios , por tanto sabían cómo eran.  Pero el más admirado fue el extranjero, no porque fuera distinto a los italianos, sino porque era la novedad, una gran novedad  por la admiración que alguna de ellas sentía.

Liliana no era una excepción y de reojo, miraba el cuerpo tendido al sol de aquel extraño, y que sin embargo había irrumpido en su vida sin esperarlo. Desvió la mirada de él; no quería ser descubierta por alguno de ellos y ser la protagonista de alguna broma incómoda. Pero había de reconocer que Arthur era un buen ejemplar masculino, aunque ya se había dado cuenta cuando le conoció.  De estatura más alta de lo imaginado, y también más agraciado al natural.  Distinto a lo normal en su pais, tenía el pelo castaño, con algunos mechones rojizos los ojos de un color verde extraño entre ese color y el de la miel, pero lo que más la llamó la atención, fue un hoyuelo que tenía en su barbilla.  Con una dentadura perfecta que exhibía a menudo con una sonrisa espectacular.  De una pasada había analizado la anatomía de aquel hombre que había conocido tan extrañamente, pero al que admiraba en su apariencia física.  Y algo por el estilo debían pensar las otras chicas, porque se daban, alguna de ellas, ligeros codazos, sonriendo, y señalando al extranjero.  A su lado, los otros muchachos no tenían nada que hacer.

Alguno de ellos se debió dar cuenta de lo que las chicas comentaban tapándose la boca, porque decidió que ya estaba bien, y debían acudir a casa Paolo para la cena, de lo contrario se haría tarde y no encontrarían mesa.  Rápidamente se vistieron, y cada pareja ocupo su sitio en los vehículos.  Salieron de allí rumbo a la trattoria. Arthur rodeó la cintura de Liliana, que se tensó un poco al notar el contacto de sus manos.  Eran grandes y fuertes, y ella se sintió menuda con ese gesto, que le agradó.

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