sábado, 31 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 14 - Sin verte ni oírte

 Con la cabeza baja, sumido en sus pensamientos, abandonó el apartamento de Fionna. No sabía cuánto tiempo tardaría en verla y si la vería. Toda la euforia del encuentro, se había diluido como el aire. Estaba seguro que  no volvería a verla. El rostro de ella  y la actitud tomada, le indicaba que lo suyo había terminado en ese momento. No le quería lo suficiente como para correr el riesgo de la aventura que les aguardaba juntos; sería en solitario.

Adiós ilusiones, proyectos y una forma distinta de vivir. Si le decía que no ¿Qué haría? ¿Seguir adelante con su proyecto sin ella? Si ese fuera el caso se instalaría en Maryland, pero solo; no quería a nadie a su lado más que a Fionna, y si ella le rechazaba, sería una etapa cerrada. Se sentía frustrado, sin ilusiones. Quizá no estaba destinado a ser feliz, porque sabía que lo sería con ella, pero no sacrificando el amor y deber hacía Amy. Estaba decidido a llevar adelante los planes que se había trazado, era su obligación como padre, aunque tuviera que perder la otra parte importante de su vida, a Fionna. 

El amor que sentía por ella, a veces le sorprendía ¿Cómo era posible?  Recordaba el que sintió por Rosalind y en nada se parecía a lo que ahora estaba viviendo. Cómo quedó de tocado con la separación, porque no sólo perdía a la mujer de la que estuvo enamorado, sino que también al bebe que acababa de nacer.   Eso le destrozó.  Pero se había hecho el propósito de rectificar su conducta aunque tuviera que perder a la mujer que era el amor de su vida. La pequeña que engendró también tenía sus derechos, y él a tenerla cerca.

Definitivamente en cuanto fuera a la Jefatura, plantearía a su superior el traslado a Maryland o a alguna localidad cercana. Si no pudiera ser, entregaría su placa y pediría la licencia de detective privado y montaría un gabinete.  Buscaría un apartamento, pequeño, si Fionna le rechazaba, pero cerca del hogar de Rosalind y Alfred. De este modo volvería a organizar su vida hasta que de nuevo, con suerte, encontrara a alguna mujer que le aceptase con la problemática que tenía y pudiera tener una familia y un hogar.

Además, el no verla ni escuchar su voz, le dolía mucho,  pero ella  se lo había pedido, para no sentirse presionada.  Comprendía su actitud, porque tenía que renunciar a su vida para empezar otra  en un lugar extraño y con el agravante de tener que tratar con una criatura que no la conocía y que seguramente no la aceptaría.  Todo complicado y difícil. Seguramente sería el final de algo bonito pero irrealizable.

Al llegar a casa, se sintió derrumbado ¿En qué momento se fastidió la noche tan espléndida que habían pasado? Contaba con las reticencias de ella, pero nunca pensó en la segunda opción que pudiera ocurrir, y que ocurrió: el rechazo frontal de Fionna. Era demasiada responsabilidad caída de improviso como una losa sobre ellos.  Desmontar dos casas, la de Fionna y la suya propia, Comenzar un nuevo trabajo, con compañeros nuevos, en un sitio nuevo, con una posible familia nueva...  Eran demasiadas cosas , que él, por haber sido su iniciativa, había asimilado, pero sólo él.

Tuvo la tentación de marcar su número de teléfono, tan solo para escuchar su voz, pero renunció a ello, tal y como quería. Y no la llamó, ni ella tampoco. 

 Transcurrían los días y no había ninguna noticia esperanzadora.  Lo único bueno que supo en ese tiempo, fue la aceptación de traslado a Maryland; se lo habían concedido y le esperaban con los brazos abiertos, conocedores del buen hacer del policía.  Pero ella, era como si no existiera.

Más de una vez fue hasta el parque de bomberos para ver si podía verla, aunque fuera desde lejos, pero tampoco lo consiguió, así que se dio por vencido. Obtuvo unos días de permiso para el traslado a Maryland y cerrar su apartamento de Nueva York.

Desde una de las ventanas paseó la mirada por las calles que dejaría atrás.  Se despidió de algún vecino y partió de Nueva York con el corazón roto por el fracaso con Fionna, y el pensar que no volvería a verla era una herida abierta con la sensación de que alguna mano oculta hurgaba en esa herida constantemente.  Pero ya no había vuelta atrás.

El día anterior se despidió de sus compañeros de jefatura y éstos le brindaron una especie de homenaje en el pub al que acostumbraban  ir a tomar unas copas.  Triste también estaba Gladys. Habían pasado por muchas cosas juntos y le dolía verle partir y además con el corazón roto por la desilusión. No le comentaba nada de Fionna, por exigencias de ella, aunque él tampoco la preguntaba.  Mantenía una tensión entre ambos: uno porque deseaba saber de Fionna, y la otra porque su boca estaba cerrada por el juramento que prometió a su amiga.

Ella misma se despediría también, no tardando mucho. En uno ó dos meses lo haría ,ya que contraería matrimonio  y tal y como había prometido a Murray, lo dejaría todo por la familia que formarían. No querían sobresaltos en sus vidas, sino tranquilidad

 — ¿Irás a mi boda?— le preguntó Gladys al despedirse

— Por supuesto.  Hemos pasado muchas cosas juntos, buenas y malas. Nuestro compañerismo es algo más que eso. Te aprecio mucho Gladys y ya lo sabes.  No me lo perdería por nada del mundo.  Estaremos en contacto.

Sobre el escritorio de su jefe, había una carpeta azul que le fue familiar al verla cuando entró a despedirse.  No comentó nada, pero intuyó que algo tenía que ver en su despedida, y así fué:

- Ten mucha suerte, muchacho, en esta etapa que vas a comenzar. Sigo opinando que cometes un error al renunciar a tu cargo, pero es una decisión tuya.  Desde tu puesto nuevo, habrás de seguir el rastro de este caso, porque no se dará por cerrado tal y como está ahora, y tu eres el único capaz de desenredar la madeja.

- Pero señor, ha pasado mucho tiempo y no hemos vuelto a descubrir nada. Además no trabajaré para este sector.

-No te preocupes, ya están avisados: investigaras desde allí, aunque tengas que desplazarte a Nueva York. Con esa condición acepté la renuncia. Cierto, tú no lo has hecho antes, porque has estado  más viajando que investigando. Sé que no es culpa tuya, que el Jefe Supremo te tenía de acá para allá, pero ahora creo que tendrás tiempo. Este caso no se cerrará hasta que sea totalmente investigado.  Me huele algo raro; es un presentimiento de un viejo policía. Maryland no es Nueva York. Estaremos en contacto a menudo, y si alguna vez quieres volver, las puertas estarán siempre abiertas para tí.

Era la última persona que le faltaba por despedirse. Antes de entrar en su coche, echó una mirada a la fachada de la comisaría, a la calle, al ir y venir de los coches de policía, aunque no había reparado en ellos nunca, sabía que les echaría de menos.  Miro al puente y pensó que a una distancia relativamente larga, estaría el parque de bomberos y Fionna en él.  Dió un rodeo con el coche y se paró frente a la puerta.  El paisaje era el de siempre: las alarmas sonando estruendosamente y los coches que salían a toda velocidad en cualquier dirección, y tras ellos, el último vehículo: la ambulancia conducida por Murray y a su lado otra silueta por él conocida: ella. Mentalmente la envió un beso y un abrazo, posiblemente, esa sería la última vez que la viera.

Y así transcurrió el tiempo. Alex se instaló en su nuevo hogar, extrañando todo: el lugar, su casa... Pero en cambio veía a su hija casi todos los días, y a veces, si el trabajo se lo permitía, iba a recogerla a la escuela.Y poco a poco se fue serenando ayudado por Alfred y Rosalind, quienes sabían de su fracaso amoroso pero ignoraban el motivo por el que se había producido.  Los fines de semana lo pasaba con ellos: hacían excursiones, o alguna barbacoa.

Una mañana recibió la llamada de Gladys anunciándole que se casaban y le querían en la boda. Puso mil excusas, pero todas fueron rebatidas por su antigua compañera, y al fin aceptó acudir al enlace.  No le apetecía nada; sabía que ella estaría allí y el verla abriría las heridas que parecía se iban curando.

Cuando emprendió el viaje hasta Nueva York, tenía sensaciones ambivalentes. Por un lado sabía que la vería, pero que también sufriría por el encuentro. Y sin embargo, por otro, pese a todo sentía un cosquilleo dentro de sí.Era una oportunidad de poder charlar con ella, de cualquier cosa ajena al problema que les separó. Nada de reproches por  no haberle respondido. No saldría de su boca otra cosa que no fuera cómo estaba, como si hiciera cinco minutos que se habían dejado de ver.  Pero podría escuchar su voz, y con suerte hasta su risa.  Y podría hablar brevemente, ya que no era día ni lugar para ello. Quizá insistiera una vez más, según estuviera el estado de ánimo de Fionna.

Echaba de menos verla y escucharla, esas charlas tan reflexivas que sólo ella podía tener. Sería un recuerdo a mantener durante mucho tiempo.





viernes, 30 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 13 - El comienzo

 Alex sonrió distendido.  El primer paso estaba dado, aunque había omitido un dato muy importante: Amy. Pero por esa noche era suficiente, aunque debió decírselo y no esperar a más, por su propia tranquilidad.  Pero debía  comprobar que todo marcharía como había pensado, y que ella aceptaba esa relación.  Era algo importante lo que había planteado y lo haría paso a paso; dejaría que ella pensara en su propuesta y a continuación ponerla al corriente de todo, cuando llegara el momento de decirla que se establecerán en Maryland.  Antes de concretar nada se lo diría, pero necesitaba tener la certeza de que ella estaría a su lado.  Tenían que tratar también  el trabajo de Fionna, el lugar en que iniciarían su vida, a poder ser cerca de su hija, ya que mayormente ese era el motivo de todo el resto planteado. De ser así, ella tendría que abandonar el suyo y establecerse en otro lugar. No era un granito de anís lo que tenía aún pendiente por proponer. Tenía miedo de asustarla y le dijera que no.  Seguramente se haya precipitado al hacerse ilusiones sin haber planteado todas estas cuestiones, que al hacerlo es fácil que se produjera un no por respuesta.

Iban en el coche de Alex. La dejaría en casa. Apretaba su mano con dulzura pero con firmeza, ella le miraba y sonreía, pero sabía que la cabeza de Fionna no dejaba de funcionar, y es que lo planteado esa noche, en esa cena, era de una gran envergadura: nada más y nada menos que formar una pareja con perspectivas de futuro, y eso que la palabra matrimonio no se había pronunciado, pero lo había dejado entrever. 

La mente de Fionna era un maremágnum de interrogaciones que se agolpaban unas y otras sin obtener respuesta. Tenía infinitas dudas; todo era atropellado y había algo que intuía que no le había dicho ¿Por qué de repente tantas prisas? ¿Porqué esa declaración de intenciones sólo pensando en él? ¿Qué era no que no la estaba contando?

Se sobresaltó al escuchar de golpe la llamada del teléfono. Se lo había advertido, pero pensando como estaba  lo había olvidado. Atendió la llamada, y como lo había anunciado, se trataba de Alex. Un Alex eufórico, como si todo estuviera solucionado, cuando en realidad todo estaba igual, pero más embrollado. Él lo tenia muy claro, lo que haría y lo que quería, pero... ¿Y ella? Si aceptaba sus condiciones tendría que dejar su trabajo para establecerse en otro lugar ¿En cual? ¿ Por qué?  Recordó que Gladys renunciaría a su trabajo, también, en cuanto se casaran pero por voluntad propia; sabía que Murray no había puesto ninguna  proposición  sobre la mesa, sino que fue ella quién lo decidió.

— Seguramente también esté cansada. ¿Será tan agotador como para renunciar a algo para lo que te has preparado durante años? 

Dándole vueltas a su cabeza se preguntaba si ella sería capaz de hacerlo y, ella misma se respondió:

— Si estuviera enamorada, si . Renunciaría a todo por él, pero siempre y cuando fuese correspondida de la misma forma ¿Y lo soy? Ha sido una cena muy perturbadora con lo que me ha desvelado.  Intentaré dormir y mañana seguiré con mis dudas. Que las tengo y muchas.

Al otro lado del hilo telefónico se escuchaba la voz de Alex preguntando si estaba ahí:

— Fionna ¿Estás ahí?— en ese momento se dio cuenta de que no le había respondido.

— Si, si. Perdona estaba distraída y no me he dado cuenta...

— ¡Vaya, lo siento! Dije que te llamaría para desearte buenas noches ¿Ha ocurrido algo en tan corto espacio de tiempo que te ha distraído?

— No, no. Lo siento, es que...

— ¿Qué te ocurre? Te noto distinta a la persona que he dejado hace poco más de media hora

— Alex, me he dado cuenta de que en nuestra historia hay muchas lagunas que me confunden, que me pregunto y no tengo respuestas. Me gustas, es cierto y creo que podría amarte como deseas, porque eres educado, aunque no siempre, al menos conmigo y, ya sabes a lo que me refiero. Cariñoso, gentil... Pero creo que no me has dicho todo y eso me preocupa. Me has propuesto algo muy importante y las dudas, al quedarme sola, han comenzado a martillarme el cerebro. Necesito saber todo, absolutamente todo, por escabroso que sea. Necesito tener confianza en tí para llegar a buen fin. Me has explicado tus planes, pero omites los míos y sería renunciar a todo lo que forma parte de mi vida. Es como dar un salto en el vacío sin tener red.

—Lo entiendo ¿Te has acostado ya?

— No aún no. Hace nada que nos hemos separado

— Bien pues voy a tu casa y te cuento todo lo que quieras saber. Es cierto hay algo que no sabes. Pensé decírtelo más adelante, pero creo que ahora ha llegado el momento. Deseo que confíes en mí. Que entre nosotros no haya secretos, esa será la única forma de que lo nuestro funcione.  Salgo para allá. Nos vemos ahora.

A Fionna no le dio tiempo a responder cuando sintió el clic de haber cortado la comunicación ¡Lo sabía! !Había algo que  ocultaba! Creía recordar que Gladys  se lo contó en alguna ocasión, pero necesitaba saberlo por él.

El portero automático sonó estridente en el silencio de la noche. Por el visor comprobó  que era Alex, y esperaba inquieto a que le abriera la puerta. Cuando  abrió, en su cara había cambiado radicalmente; ahora se le veía preocupado, y eso  la tranquilizó. ¿Qué ocultaba?

— Pasa— le dijo

Era  la primera vez que acudía a su casa, pero no se fijaba en nada. Efectivamente estaba preocupado ante lo que debía confesar, y que muy pocas personas conocían en profundidad


—¿Quieres tomar algo?— le preguntó Fionna

 — No. Quiero que te sientes frente a mí y hablemos, eso es lo que quiero. Dime qué te preocupa

—Me preocupa que no sabemos nada uno del otro, que todo esto es muy precipitado, que no me atrevo a tomar una determinación porque es muy serio. Y además, creo que hay algo que no me has dicho y ese secretismo no me gusta, porque se trata de nuestras vidas. No puedo darte una contestación hasta que lo tenga todo claro.  Porque tú si lo tienes, pero yo no.

—Bien, pues allá voy. Me  enamoré de una compañera en Cuántico, llegamos muy lejos y el resultado fue una criatura en camino.  Nos casamos demasiado pronto, demasiado jóvenes. Recién salidos de la academia, y ella embarazada. Tuvo que renunciar a su trabajo debido a su estado. Mi sueldo no alcanzaba para los gastos inminentes que se avecinaban con el hijo que íbamos a tener. Comenzamos a tener enfrentamientos y después de nacer la niña decidimos que así no podíamos seguir. No solo por nosotros, sino también por nuestra hija: mejor quedar como amigos, ya que no existía amor.  Y así lo hicimos.  Pasado el tiempo, ella se volvió a casar, pero vivían lejos de Nueva York, y eso significaba que no podría ver a mi hija todo lo que deseaba. Tenía todo el derecho a reconstruir su vida, pero yo era el que salía perdiendo, porque había de conformarme con algunas vacaciones que tuviera para desplazarme a verla. Ya conoces que estuve en Londres y en ese tiempo la vi pocas veces, ya que es un viaje largo y mi trabajo estaba allí y, no se contemplaba viajar todas las semanas, así que me tuve que conformar con verla  una vez al menos cuánto mucho. Me perdí toda su infancia, porque fueron dos años en Inglaterra, y luego a mi vuelta  y con el cambio de cargo, no tenía ni un momento libre

— Entonces...¿Eso ha sido lo que te ha llevado a tomar esta decisión? ¿Dónde viven?

— Si. No quiero mentirte. La niña tiene ya más de cinco años años, y a penas me conoce. Me ve como a un extraño y eso me duele. Por eso he pensado en renunciar a todo e ir a vivir a Maryland, estar cerca de ella.

— O sea, que soy un experimento. Deberé dejar mi vida en Nueva York, mi trabajo, y acompañarte en esa aventura. Entiendo que desees estar cerca de ella, pero deberás buscar a alguien de por allí, porque no estoy segura de que lo nuestro resulte. Yo seré un pretexto, una intrusa entre tu hija y tú. Viviré como de prestado. Además,  he de renunciar a mi trabajo Son demasiadas cosas. Debiste empezar por ahí.  Creo que sería una locura. Tarde o temprano la historia se repetiría. No Alex, debes mirar hacia otro lado. Ah, y ya conocía parte de la historia, pero tenía que saberlo por tí, y de no ser por esta llamada, posiblemente no me lo hubieras dicho. Creo que te has precipitado. Tienes mucha confusión en tu cabeza y no ves que sería una locura.  Debemos romper antes de que sea demasiado tarde.

— No por favor.  Estoy seguro de lo que voy a hacer, y comprendo que tengas dudas y estés confundida. Por favor, no me hagas esto. Sé que te quiero y tu me querrás también, pero ¿Qué puedo hacer? Me pones entre la espada y la pared. No me apetece nada vivir en Maryland, dejar el trabajo, buscar otro nuevo... Pero además de todo eso, perderte.  Creo que merezco un poco de felicidad y sé que si no es contigo no la tendré

— No digas eso. Seguro que entre todas las amistades femeninas que tienes encontrarás a quién esté dispuesta a seguirte hasta el fin del mundo

— ¿Lo crees de verdad? No existe ninguna ¿Crees que puedo tener amistades formales, con el tipo de vida que llevo? Hoy aquí, mañana Londres, y quién sabe si a la semana próxima en Moscú.  Mi proyecto es pedir un traslado y vivir en paz; crear mi familia sin perder el contacto con mi hija. Sé que te estoy pidiendo demasiado, que soy quizás un egoísta, pero es así como te quiero tener: cerca. Yo sí te quiero Fionna. No sé cómo, ni cuándo, ni porqué, pero ha ocurrido y eres mi oportunidad. Si no es contigo no será con nadie. Me iría a Maryland y trabajaría en lo que fuera, pero al menos tendría cerca a uno de mis amores.  Porque te quiero a tí, pero también a ella ¡Por Dios, es mi hija! No me pongas en esa disyuntiva, por favor, porque no me dejas elección: con ella tengo un deber y he de sacrificarme si renuncias a ser mi mujer, sintiéndolo mucho, pero es mi deber como padre.

Ella se quedó muda de repente, sólo le miraba, pero, a pesar de comprenderlo, también tenía que pensarlo seriamente y a lo que ella renunciaría, que también contaba.

— Déjame pensarlo.  Necesito tiempo

— Está bien, lo entiendo. Piénsalo detenidamente. Ahora creo que debo irme. ¿Te llamo mañana o prefieres que no lo haga?

— Yo te llamaré con la respuesta. Mientras tanto, no creo oportuno que me llames y nos veamos.

— Está bien. Sea como quieras.

 La dio un beso en la frente y salió de la casa.


miércoles, 28 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 12 - Futuro

 Poco a poco Alex, sin darse cuenta estaba abriendo sus sentimientos, pero al mismo tiempo controlaba las palabras y los proyectos que había pensado realizar en un futuro.  Fionna le escuchaba con mucha atención, midiendo  todas sus palabras que, además le parecían lógicas. " Una mujer sola se las arregla mejor que un hombre solitario", se dijo, mientras seguía el hilo de la conversación. Alex sólo hablaba de futuro más o menos inmediato, porque había dejado claro que dependía de muchas circunstancias que no había nombrado, pero tal y como lo narraba, comprendía que tenía razón:

-De avión en avión cuando menos lo piensas, pero acatando las órdenes que te dan. Crees que en unos días lo solucionas, y resulta que esos días se traducen en meses o en años , como  así ha  ocurrido.

De nuevo había vuelto a dejar en suspenso el suceso que dio motivo a que se conocieran, y se quejaba de que a medida que el tiempo transcurría, cada vez veía más cerca el dar  carpetazo al caso, a pesar de que sabía que había algo más y no un simple accidente. Pero se quejaba que cuando creía tener el hilo por el que tirar, una llamada le reclamaba en algún lugar que no era su despacho.  Hasta había pensado que era adrede para que no siguiera investigando. Había una razón extraña en ello y no acertaba a adivinar cuál sería. Pero todo tiene su porqué en esta vida, pero a él se le escapaba en este caso.

La corrupción no era su estilo, no se había hecho policía para perseguirla, sino para ayudar a la gente que lo reclamase. Y Fionna, en ese momento se dió cuenta que lo que él necesitaba era alguien que le escuchara  cada vez que tuviera alguna duda, que aunque no pudiera ayudar, lo hacía simplemente con el hecho de escuchar, y quién sabe si pudiera aportar alguna idea.  Debía ser muy duro llegar a casa y no tener a nadie con quién hablar, ni que te preparen algo de comer, que no sea pedir comida china o una pizza, porque llegas tan cansado que no tienes ganas de ponerte a cocinar.

¿ Qué la estaba diciendo? Era una confidencia en toda regla que no esperaba, ya que su amistad era muy reciente y no había tanta confianza como para contar las cuitas de alguien que no se siente del todo satisfecho con el tipo de vida que llevaba.  Pero también pensaba que quizás alguna de sus amigas especiales, habrían oído esa historia miles de veces, y eso hizo que se sintiera incómoda,  porque las comparaciones son odiosas, y con ella no había tenido ninguna noche especialmente íntima, sino  que había sido esta cita  por algo que le desazonaba, algo de lo que necesitaba hablar con alguien,  y sintió  que no quería siquiera pronunciar su nombre:  celos. ¿ Celos? ¿ De quién, y por qué? ¡ Absurdo !

- ¿ Qué demonios me pasa? ¿ Qué es lo que está haciendo conmigo? ¿ Por qué me cuenta estas cosas que a mi ni me van ni me vienen.¿ Es que en su trabajo no hay nadie que le guste? Sería lo más lógico, ya que a mi ni me conoce.  Le preguntaré a Gladys.  Me huele que hay algo y no sé qué es, pero no me gusta nada  esta desazón que siento ¿ Es por que quiero irme a casa? Sin duda no es eso: me gusta estar con él. Y mirarle, ya que atendiendo su conversación, puedo mirarle a la cara detenidamente sin llamar la atención. Y he de reconocer que es guapo, y esos ojos...

Estaba hecha un lio por las sensaciones que estaba teniendo que no terminaba de entender. Le parecía una situación confusa y absurda que no venía a cuento.  Entendía que pudiera sentirse solo, pero también seguro que tendría a alguien más cercano que ella, que le conociera mejor y más, cerca de él.  En definitiva ella era casi una desconocida.  Pero al mismo tiempo de no entender la confesión que estaba recibiendo, pensaba que detrás de eso tenía que haber algo más, que por el motivo que fuera no deseaba contar. Seguramente estaba yendo más allá, y todo será más sencillo de lo que a ella la estaba pareciendo; en definitiva todo lo que ha dicho es que está cansado, que le aburre estar solo y que  está pensando cambiar de trabajo. Nada anormal en todo ello.

-Estoy viendo fantasmas donde no los hay. Nada hay de extraño en lo que me ha dicho.  A veces yo también pienso que podría estar más tranquila en cualquier otro sitio que siendo médico de una ambulancia de un parque de bomberos. Cada vez que llego de un siniestro pienso lo mismo. La diferencia está en que no lo comento con nadie.  Por el motivo que sea, hoy se siente parlanchín.


Mientras ella se dispersaba en sus pensamientos, Alex debió notar que estaba en otra onda y de pronto, paró la conversación sin que ella se diera cuenta de ello.

-Te estoy aburriendo, lo siento- la dijo

- No, en absoluto.  Me interesa y si puedo ayudarte deseo hacerlo; sólo que no entiendo nada. Prácticamente somos dos extraños, y me estás explicando tus planes de futuro que no termino de entender.  Seguro que tendrás a  alguien más cercano con quién tengas más confianza. Eso es lo que no entiendo y me tienes hecha un lio. Pero me doy cuenta que para tí está siendo un problema, y de verdad deseo ayudarte, pero no sé cómo, porque yo misma me planteo algunas veces eso mismo.

- No eres una extraña, al menos según yo lo veo. Siento mucho interés por tí, desde la primera vez que te ví. Es cierto que te parecerá rara esta conversación, pero es importante para mí, y desearía que me dieras tu opinión, porque entre mis proyectos de futuro entras tú.

- Alex, no te entiendo absolutamente nada.  Llevamos meses sin saber nada uno del otro. Andas por el mundo y ni siquiera hemos tenido contacto por teléfono, y al cabo del tiempo ¿me sales con éstas? No comprendo nada, y ahora mismo mi cabeza es un laberinto. Así que habla claro ¿por qué estaré en tu futuro? ¿ has pensado  en el mio ?

- Tienes razón, pero lo estoy haciendo en este momento. Llegue ayer de viaje y ahora estamos aquí. No hay nadie en mi vida si es eso lo que quieres saber. Pretendo que nos conozcamos mejor y para eso deseo establecer contigo una relación que no sea de amistad, sino algo que va más allá. Comprendo que tú no pienses lo mismo, y lo entiendo. Seguramente tendrás tu vida con alguien que no soy yo, por eso te pido que me lo digas, a poder ser en este momento, para dejar las cosas claras entre nosotros.  No me gustaría perder tu amistad por malos entendidos.

- ¿ Te das cuenta de lo que dices y de lo que te he dicho? ¿ Me estás pidiendo que sea tu novia sin saber siquiera si yo tengo a alguien en mi vida?  Esto no es una investigación sin resolver, Alex, se trata de nuestras vidas, de la de los dos. Y no, no tengo a nadie, pero... Dame tiempo; he de pensar en ello.  Ha sido todo muy precipitado e inseguro. Probablemente dentro de una semana, estaremos hablando en este mismo lugar para romper esta especie de contrato que te has forjado.

-Naturalmente que no.Pero te daré el tiempo que necesites porque comprendo que estés sorprendida. Pero dame la oportunidad de enamorarte, a ti, porque creo que yo ya lo estoy

- ¿ Lo crees? Alex creo que debemos cerrar este asunto. Búscate una mujer de la que estés enamorado en verdad, únete a ella, o cásate, lo que prefieras. La vida de pareja es muy compleja y tu lo planteas lo mismo que si fueras a cambiarte de traje.  Y no son esos los pensamientos que tengo de una relación  seria y de futuro.  ¿Sabes por qué permanezco soltera? En la universidad me enamoré de un compañero, nada extraño porque eso es bastante frecuente, pero como se suele decir "me salió rana". Después de terminar la carrera, él se casó con otra y yo quedé destrozada. No deseo volver a repetir la experiencia; si lo hago será con todas las consecuencias, con alguien que me ame sin reservas, lo mismo que yo le amaré a él. ësto que planteas tiene toda la pinta de ser un juego para tí, así que no.

- Te aseguro que no es así.Deseo que lleguemos a conocernos íntimamente, yo acabo de decirte que me gustas y a lo que aspiro es que me ames, que nos amemos profundamente, porque yo te necesito a mi lado, a tí, y no a otra.

Fionna se le quedó mirando en silencio . No sabía qué decir; no tenía motivos para dudar de que en verdad él se hubiera enamorado de ella ¿ un flechazo? porque a penas habían tenido ocasiones para verse y enamorarse. Pero en realidad la distancia era la misma en ella, y tenía la impresión de que el pulso se le aceleraba cada vez que él insistía en esa relación.  Tendría que pensarlo detenidamente. No estaba dispuesta a volver a pasar por lo mismo y fracasar.  Ya le contestaría más adelante.

- Dame tiempo. Pensaré todo lo que acabas de contarme. Son demasiadas cosas para una sola noche y no estoy preparada para ello. Pienso que sería los tan llamados "daños colaterales". Lo dicho, necesito pensar y mucho; ya te daré una respuesta en unos días

- Pero¿ podré ir a buscarte después del trabajo, siempre que  ambos estemos libres, claro?

-Si... eso sí.

- Bien, pues esperaré . Mientras yo haré los trámites que tengo pensado, es decir ya te lo he contado, pero he de decidir en qué quiero volver a trabajar y dónde. Gracias por la oportunidad que me has dado al escucharme.


martes, 27 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 11 - Pidiendo disculpas

 Alex charlaba animadamente con Murray mientras esperaba la presencia de Fionna, que se demoraba. Había aceptado verle, pero al mismo tiempo la disgustaba el no estar con otro atuendo más atractivo que unos vaqueros y un jersey. Además le guardaba un poco de rencor por no haberla llamado alguna vez y esperar tanto para cumplir su promesa. En su interior, también se decía que no todo era tan simple como ella lo planteaba. Que tenía un trabajo difícil, complicado y sin horarios fijos. Por muchos razonamientos que se hiciera, no sabía porqué deseaba verle, pero al mismo tiempo tenía que darse a valer.


Aminoró el paso, pero al fin estaban ambos frente a frente. Alex extendió su mano y su sonrisa nada más verla. pero avanzó hacia ella depositando un suave beso en su  mejilla. Fionna no lo rechazó, pero se quedó impasible ante esa muestra de cariño y confianza. 

Pensó que no debía recordarla bien, porque ahora que la tenía delante, sin apenas arreglo, la veía rabiosamente bonita, más aún que como la imaginaba;  que no sería difícil que, al final ,se enamorase de ella, además teniendo la falta de alguien a su lado que escuchase sus cuitas, y ella sabía escuchar, o al menos esa impresión le dio cuando se vieron por segunda vez.  Fionna tenía un gesto de reserva. No quería demostrar que la había sorprendido. 

Percibió que en su rostro,  se había borrado la arruga de la frente  que denotaba preocupación; creyó que el viaje le había sentado bien y estaba más tranquilo, más relajado. Pero seguramente  tendría otras compañeras de mesa que le conocieran mejor y que le darían más "conversación" si eso era lo que buscaba.  No terminaba de entender el por qué ella, después de un "siglo" de no haberse visto y sin casi conocerse. 
 Sólo se miraban, quizá buscando las palabras con que romper el silencio extraño que se había instalado entre los dos. Y fue Alex, quién lo hizo tratando de justificar el por qué de su ausencia y silencio durante tanto tiempo.  Ella sonrió  de medio lado al escucharle, señal inequívoca de que no lo justificaba.

—He llegado y, en lo primero que he pensado ha sido en ti y que había quedado muy mal contigo, ya que nuestra despedida fue que repetiríamos la excelente noche que había pasado, pero ya ves... un viaje se enredó con el otro y cuando quise recordar...

— No es necesario que des alguna explicación. Casi no nos conocemos y no nos une más que el haberlo pasado bien aquella noche, que por otra parte fue otra disculpa por no sé que cosa del trabajo.

— Pero para mi no fue una justificación de nada, simplemente quise y quiero pasar una buena velada contigo.  Eres una mujer fascinante con mente muy clara en lo que quieres hacer, y aunque te parezca increíble, nos parecemos mucho en eso. Yo también busco algo, que aún no sé qué es, pero que iré perfilando en mi horizonte.

— No te entiendo.  Hablas como en jeroglífico, pero no importa. Querías verme, me has visto. Me has dado una explicación del porque de tu ausencia; está bien. Ya has cumplido.

—¿ Me estás despidiendo?— rio algo sorprendido

—Más o menos. Interprétalo como quieras

— Lo que quiero es que cenemos juntos, que charlemos y deseo saber tu opinión  sobre lo que he pensado para mi futuro.

— No nos conocemos casi, y no creo que me cuentes entre tus amistades más íntimas, así que con la cena será suficiente.

— Está bien, como quieras. Pero que sepas que eres más que una mera conocida. Deseo que seamos amigos, en serio, sin formalismos. Que tengamos el mismo tipo de amistad que tienes con Murray y Gladys, por ejemplo.

—Es diferente. Ellos son como mi familia, sobre todo Gladys es mi gran amiga y consejera. En quién puedo confiar y me orienta cuando tengo dudas sobre algo, y contigo no tengo esa confianza, al menos de momento.

— Está bien, lo comprendo.  Espero ser como ellos, y ahora vayamos donde quieras

—A un sitio normal. Mira cómo voy

—Vas estupendamente ¿ Cómo querrías ir ?

— Pues es que... eso que tu has hecho no se le hace a ninguna mujer. ¡Unos vaqueros y un suéter! ¿Te parecen adecuados para una cita?

— Estarás perfecta con lo que te pongas.  No deseo que haya ningún  protocolo conmigo. Si fuera así, nunca tendríamos la confianza que busco ¿Se lo reprocharías a tus grandes amigos como lo estás haciendo conmigo?

— Con ellos no: son de casa

— Pues de eso se trata: yo también quiero serlo.

— No sé adonde quieres llegar. Me confundes muchísimo, pero dejémoslo aquí. Llévame donde quieras... bueno quiero decir... ya me entiendes

— Lo sé ¿A dónde crees que te llevaría? Aunque si por mi  fuera, lo haría, pero te respeto muchísimo y sé que no es oportuno y ni siquiera lo había pensado— la dijo riendo viendo el azoramiento de ella.

Fionna se le quedó mirando detenidamente. Revisaba a fondo cada gesto de su cara; la tenía desconcertada. No sabía qué era lo que quería, y adónde deseaba llegar. Era un hombre muy extraño al que no terminaba de entender. No sabía si la decía sutilmente que quería tener una relación con ella, o simplemente era un adulador y conquistador que quería ganar su corazón.  No era tímida, pero delante de él, con esas palabras, las suyas volaban de su cabeza.  No comprendía lo que la estaba pasando.
Quería responderle con algún desplante, que se diera cuenta de que no deseaba ser conquistada por él, que no la importaba en absoluto sus viajes, ni sus correrías, que no formaba parte de su vida... Pero al llegar a este punto, se detuvo en sus pensamientos. Si seguía por ese camino no estaba muy segura de no querer serlo.  Se detuvo una vez más en analizar su rostro. Se fijó en sus ojos, grises, profundos, claros, pero a la vez sinceros. Cuando la miraba, lo hacía de frente, fijos también en  los suyos, sin rehuir la mirada y pensó que era síntoma de honestidad y que lo que decía era sincero. Carraspeó ligeramente, para romper el encanto de ese momento. Él estaba frente a ella, esperando a que diera el visto bueno para su cena de esa noche. 

También analizaba el rostro de Fionna, ambos lo hacían uno del otro. Querían conocerse, querían algo más que una simple velada de amigos, de disculpas. Algo había pasado que ninguno de los dos comprendía, como tampoco entendía Fionna a qué se debía la actitud de él, que en nada se parecía a una simple invitación para charlar tranquilamente. 

 Lo que nunca imaginó, es que aquella noche, en aquél momento, en la vida de Alex se instalaba firmemente una idea y que ella era la perfecta pieza que encajaba en su vida.

— Bien ¿Nos vamos?— dijo él tomándola por el codo y conduciéndola  hasta su coche. Saludó como despedida a todos los que estaban con la tertulia y que disimuladamente les habían estado observando, especialmente Murray con una sonrisa beatífica y de medio lado.

Y ella se dejó llevar, sintiendo en el  brazo la mano firme de él, resuelta, como diciéndola " estás segura a mi lado".  Lo más curioso era que así se sentía.  En ese breve espacio de tiempo en que se hicieron los reproches mutuamente, el hielo entre ellos se había derretido por completo. Estaban más seguros uno del otro, aunque Alex, tenía la parte más complicada para expresar sus metas, aunque por supuesto, en esa noche y en las siguientes no las expondría.  Ella no tenía problemas, así que sólo tenía que enamorarla y de esta forma hacer que aceptase ser su compañera. Pero... Le gustaba hasta ese extremo? ¿Qué había descubierto en ella esa noche precisamente? ¿O había sido desde un principio  que se fijó en ella y no lo sabía  ¿Por qué razón tenía una foto guardada en su móvil, si sólo se habían visto en un par de ocasiones? No lo sabía y necesitaba saberlo; todo era rocambolesco, no podía haber sucedido, pero algo había cambiado en él y probablemente en ella ¿Eran sólo las disculpas, o en realidad lo que deseaba era volverla a ver? 

 A simple vista, ella, parecía permanecer aún sin compromiso con otro hombre, porque de lo contrario estaba seguro que hubiera rechazado la invitación ¿Cómo era posible que una mujer tan espléndida en todos los sentidos permaneciera soltera? Ese también era un misterio que tendría que aclarar.  También ella tendría sus secretos, pero los de él eran de máxima categoría, y muy probablemente no los entendería. Pero tenía que contárselo ¿Cómo saber el momento oportuno?  Desde luego en esa noche no, era demasiado pronto e impactante. Disfrutaría la velada, sin más, y el tiempo correría poco a poco y llegaría el momento de confesarle todo lo que llevaba guardado en su interior.


lunes, 26 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 10 - Como a un hermano

 Charlaban amigablemente ante un vaso de whisky. Habían entablado una conversación  de sus respectivos trabajos, de los niños y de muchas diversas cosas.  Con el transcurrir del tiempo habían conseguido una estabilidad  emocional de amistad, no sólo entre Alfred y Alex, pero también con Rosalind , sobretodo con su ex ya que ambos habían tenido una hija. Pero su ruptura no fue traumática, sino que trataron por todos los medios, primero de ser consecuentes y después  amigos.  De este modo, al conseguirlo, todo fue más fácil para todos.  Y es por eso que entre los dos "esposos" de Rosalind no había rivalidad, sino comprensión y amistad. Alex le estaba muy agradecido porque se había convertido en el consejero mejor de su hija, y la trataba con enorme cariño y comprensión, algo que le tranquilizaba grandemente.

Por eso Alfred, sacó la conversación sobre el tema que más preocupaba al policía.  Éste había dejado entrever que se le hacía muy cuesta arriba, y cada vez más, tener que dejar a su hija, y no saber cuánto tiempo tardaría en volver a verla.

— La niña está creciendo lejos de mí, y a medida que se haga mayor, tomaré la categoría de extraño, y no le faltará razón. Estoy pensando en dejarlo todo, enfocar mi vida por otros derroteros y estar más cerca de ella.  La tratas de maravilla, y por ello te estaré eternamente agradecido, pero la echo mucho de menos. Me siento demasiado solo.  bendigo cada día por la suerte que ha tenido Rosalind de haberte encontrado.  Os veo a los cuatro, tan unidos y felices, y siento una envidia horrorosa.

-

—Alex, te entiendo perfectamente. Si, somos felices y tu hija es también mía, y así lo siento.  Pero tienes razón, por encima de todo, tú eres su progenitor.  En esta visita que nos realizas, te encuentro muy desanimado. Eres joven y lleno de energía. El que  fracasárais en vuestro primer encuentro, no significa que vaya a ser así siempre. Ya nos ves, creo que hago feliz a la que fuera tu mujer y nos queremos mucho ¿Por qué tú no vas a tener la misma suerte que yo?

— Tienes razón Alfred, pero mi trabajo es difícil de llevar; además están los constantes viajes por largas temporadas. Si formara una familia no podría llevarla conmigo, y aún así, mis jornadas son interminables. Por eso estoy pensando en dejar Nueva York, buscar algún lugar tranquilo no muy lejos de vosotros, en un pueblo pequeño, y solicitar la plaza de sheriff o de vigilante municipal, ¡qué se yo! porque es a eso a lo que me he dedicado toda mi vida. Pero me siento cansado de estar solo, de encontrarme la casa vacía.  Echo de menos una pareja con quién hablar a mi regreso a casa, y cada vez    noto más esa falta.

—Lo que imaginaba. Búscate una mujer; seguro que la encontrarás en el mismo despacho en el que trabajas,  habrá alguna que estará deseando la invites a cenar. O frecuenta alguna amistad, no sé...Desconozco el tipo de vida que llevas en Nueva York pero eres un tipo atractivo con buena presencia, y un sueldo más que bueno. Seguro que hay alguna chica loca por tus huesos, sólo que no lo ves. Ábrete al mundo. Y me parece bien la idea que tienes en mente ¿Por qué no cerca de nosotros? Seguro que en Maryland hay un puesto para tí y estarías  cerca. Intenta pedir el traslado, de esta forma trabajarías en lo que te gusta, y para lo que además tienes instinto. Por otra parte somos tu familia y no sólo por la niña. Te aprecio Alex, y Rosalind se preocupa por ti.  La decisión que adoptes será la correcta y nosotros siempre te apoyaremos.  Ya sabes que estamos aquí para todo lo que necesites.

Pasaron veloces los dos días de asueto, y de nuevo volverían las complicaciones de la jefatura, y cada vez él iría más a remolque.  La idea de abandonar se había instalado en su cabeza y era tozudo.  Pero no haría las cosas a tontas y a locas. Iría paso a paso y poco a poco; tampoco era cuestión de echar la casa por la ventana, sino trazar una ruta  e ir siguiendo el camino marcado punto por punto. Y solicitar el traslado, sería buena idea.

Lo primero sería disfrutar algo de la vida. Cuando terminara pronto de trabajar, que eran pocos los  días, iría con sus compañeros a tomar una copa, o llamaría a alguna de sus amigas esporádicas... El caso sería romper el hielo y después, sobre la marcha, iría viendo.  Y con ánimos un poco más altos, se montó en el coche de regreso a Nueva York.

Las siluetas de "su familia" se iban perdiendo poco a poco, hasta llegar a  un recodo del camino, en que allí definitivamente les dijo adiós. No tenía ni idea de cuándo volvería. En en estos dos días había estado muy a gusto.  Por primera vez en mucho tiempo se sintió como uno más, y las palabras "somos tu familia", comenzaron a tomar cuerpo. Había notado lo que era el calor en una casa con una familia, y sintió, una nostalgia por ello infinita. ¿ Por qué él no iba a conseguirlo?

Estaba guardando el equipaje, cuando encima de la mesilla de noche puso el móvil. Con un ligero movimiento en la pantalla, salió su agenda de teléfonos, y en uno de los primeros  estaba el de Fionna. ¿ Por qué no retomar la amistad con ella? Le había gustado la vez que salieron juntos, y pensó que a Rosalind y Alfred les agradaría.  Pulsó el número, pero tenía puesto el buzón de voz:

—Seguro que está trabajando ¿Por qué no llamo al parque?

Y pensado y hecho. Preguntó por Murray: si estaba él, también estaría ella.  Tuvo suerte.  Miró su reloj y comprobó que aún era temprano; no eran más que las ocho y saldrían a las diez de la noche, tiempo más que suficiente para terminar de guardar el equipaje, ducharse e ir a buscarles.

¿ Pero qué excusa pondría? Porque algo debía decir. Bah, no importaba, algo se le ocurriría por el camino. De repente sintió que algo nuevo estaba experimentando con la sola idea de ir al encuentro de ella ¿Sería  el primer escalón de su nueva vida? Siempre le había gustado, pero sus intenciones eran muy diferentes a las que tenía ahora. Si se terciara ¿ estaría dispuesto a hacerla su mujer? ¿ Le gustaba hasta ese extremo? No lo sabía, todo era muy aventurado, pero era el comienzo.  Ella también estaba sola, al menos hasta que dejaron su amistad, y fue por él, porque él había sido quién interrumpiera el contacto.. Recordó que la había prometido otra cena como la última que tuvieron, pero entonces era un comienzo de amistad, y ahora sería el principio de algo más. Tendría que conquistarla poco a poco, enamorarla y enamorarse,  y después...

—Estás precipitando mucho las cosas— se dijo— Te has forjado un plan de vida para el cual se necesitan dos personas, y la que falta en este juego, no tiene ni idea de lo que te estás programando. Imagina que ella, durante este tiempo, ha encontrado a alguien y se ha enamorado. Pues olvidaré el proyecto y miraré en otra dirección, pero desde luego la favorita sigue siendo Fionna. Si, me gusta. Me gusta muchísimo.

Se subió  al coche y enfiló en dirección al parque de bomberos. Pronto saldría de dudas. Y efectivamente Murray estaba, junto con sus compañeros echando una partida a cartas. Pero ella no estaba con ellos. No obstante no desistió de su empeño y entró hasta la nave en que estaban.  Después de saludarlos a todos, preguntó por Fionna:

— Está en su dormitorio;  seguramente leyendo. No le va mucho esto de las cartas, así que seguro está escuchando música y leyendo alguna novela de amor

— ¿ La gustan las novelas de amor ?

— ¿ A qué mujer no le gustan ?— respondió Murray— ¿Qué haces por aquí?

— Acabo de llegar de uno de mis viajes. Quedé con Fionna en repetir nuestra última cena, y aquí estoy si ella acepta.  La he estado llamando, pero tiene el buzón de voz. ¿ Querrías ir a buscarla?

— ¡ Claro ? Ahora mismo.

Tamborileo en la puerta tras la cual Fionna estaba inmersa en una interesante novela de amor, como dijera.

— Pasa

Escuchaba con los ojos muy abiertos todo lo que su compañero  la estaba diciendo ¿ Después de tanto tiempo?

 —¿Después de tanto tiempo sin dar señales de vida, se le ocurre ahora venir a invitarme a cenar con las pintas que tengo? Da cualquier excusa. Que estoy dormida, o que me duele la cabeza, o lo que se te ocurra.

— Vamos mujer.  Acaba de llegar de viaje y quiere verte. No estás tan mal, una vez que te quites el uniforme. Seguro que le gustas, no le decepciones. 

Fionna masculló por lo bajo: 

— Todos los hombres sois iguales. Creéis que os esperamos eternamente a que se os ocurra acordaros  de nosotras

— Te he oído— respondió riendo— Piensa lo que quieras pero a él le gustas. Retoca tu maquillaje, péinate un poco y sal a saludarle. Con el uniforme estás muy atractiva, así que no te preocupes.

Cuando su compañero abandonó la habitación de Fionna, hizo lo que él la indicara se perfumó con una colonia fresca que tenía en su tocador y salió en busca de Alex. Iba nerviosa y no sabía por qué, pero era una visita inesperada  y eso la gustaba. Él la gustaba, tenía que reconocerlo, aunque no tenía ni idea de sus intenciones.


domingo, 25 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 9 - Como a un extraño

 Iba contento conduciendo. Había madrugado; el viaje era largo: casi tres horas por carretera, pero al final podría ver y abrazar a Amy.  Ella le compensaba de todas las contrariedades que surgian en su vida. Tenía un empleo magnífico, pero estaba más solo que la una. Cada vez que llegaba a su casa, no tenía a nadie que le recibiese, ni que le diera un abrazo, ni que tuviera una palabra para apaciguar su estado de ánimo. Sólo el silencio abrumador del apartamento y como mucho el ruido al conectar el televisor.  Sus noches eran eternas,  muchas veces interrumpidas por un mal sueño, o por falta de él.

Ciertamente pensaba con demasiada frecuencia si le compensaba el haber renunciado a todo, a haber cerrado su corazón por esta carrera, tan sacrificada y a la vez peligrosa.  Se movía entre delincuentes, pero los peores eran los de guante blanco, porque eran sibilinos y no sabían nunca por dónde vendrían, pero llegaban y, siempre había alguna víctima de algún bando o incluso de los dos al mismo tiempo.

Hasta ahora había tenido suerte, pero había visto caer a muchos compañeros, y el llanto de sus mujeres y de sus hijos, sumidos en el más profundo desconsuelo.  Eso no lo quería para nadie con quien compartiera la vida, por eso se había cerrado en su concha, como un caracol y no dejaba que nada ni nadie la traspasara.. 

Con tantos recuerdos, el camino se le hacía más corto a pesar de que su impaciencia se lo alargase en extremo.  Pero no debía distraerse; los accidentes en carretera suceden por eso: la distracción. 

 Paró en un bar de carretera a desayunar, ya que no lo había hecho hasta ese momento, impaciente por salir cuanto antes.  La noche anterior tampoco había probado casi bocado, así que necesitaba hacerlo, de lo contrario el cuerpo se lo pediría en cualquier momento.

Tenía cierta amistad con el actual marido de su mujer Alfred, y a ella se la veía feliz.  Eso le compensaba de todo lo pasado, porque se sentía responsable y   culpable de su ruptura, aunque fuese cosa de dos.  Ahora todo estaba más sereno y sobre todo se alegraba por Amy y Rosalind.  Aunque ya no estuviera enamorado de ella, pero en otro tiempo la quiso, y además le había dado una hija preciosa:  merecía toda su consideración.

En el asiento de atrás del coche, llevaba unos envoltorios: un regalo para su hija y otro para su ex. Lo había comprado en Londres, y en realidad eran unas chucherías, pero significativas de que se había acordado de todos ellos.  También llevó un obsequio para Alfred y otro para el pequeño Freddy . No sabía si le gustaba beber, pero era un problema de él: Beefeater y whisky escocés. No le conocía en exceso, pero le parecía un buen hombre que adoraba a Rosalind y a su hija como si fuera propia.  Eso era suficiente para él, de por sí generoso con quienes apreciaban a su familia.

Por fin estaba frente a la casa de ellos. Antes de hacer notar su presencia, se detuvo un instante mirando la fachada, a todas luces se trataba de un hogar estable y feliz.  Era muy temprano y debido a ello, todo parecía estar en calma. Miró su reloj y comprobó eran casi las diez de la mañana; al menos los adultos debían estar levantados.  Hizo sonar levemente el claxon y de inmediato se abrió la puerta. En ella apareció Rosalind llevando de la mano  a la hija de ambos  Amy, que se mostraba tímida ante el padre que poco conocía; detrás de ellas estaba Alfred con el pequeño Freddy en brazos. Un cuadro familiar perfecto, lo que Rosalind siempre había querido, buscado y encontrado.  En cambio él, estaba completamente solo, sin nadie que le aguardase a su regreso del trabajo.

Tras un leve empujoncito, la niña salió corriendo hacia el padre que la esperaba con los brazos abiertos. Ambos se fundieron en un abrazo interminable, bajo la atenta mirada del matrimonio que con una sonrisa les  observaba. Al fin, Alex emocionado, separó ligeramente a su hija, y la contempló emocionado:

— ¡Cielo santo, cómo has crecido . Y qué bonita eres!

Con ella de la mano avanzó hacia Rosalind y Alfred que les miraban sonrientes. Abrazó a su ex y la besó en una mejilla y a su marido también, palmoteando ambos, en la espalda.  El pequeño Freddy les miraba risueño y emitiendo unos saludos guturales a modo de bienvenida y palmeó  con sus manitas. Todos eran la viva estampa de una familia feliz y que se quieren  entre ellos.

 Tras preguntar cómo había sido el viaje y su estancia en Londres, regresó al coche y abriendo el portaequipajes, fue sacando los regalos que llevaba para ellos antes la impaciencia de Amy que daba saltos de alegría.

Después de abrirlos, siguieron las preguntas de los viajes y de la experiencia de ellos. Algo referente al trabajo, y de cómo se comportaban los más pequeños.  Todo rutinario entre cualquier familia que tardase tiempo en verse.

— ¿Vienes de vacaciones? —le preguntó su ex

—¡Qué más quisiera yo! No, sólo por un par de días; tengo un montón de trabajo

— ¿Tan poco tiempo?

—Si, así es. Y no creas, me merezco unas vacaciones.  Estoy muy cansado. Llegué ayer mismo, tras un montón de horas de vuelo.  Esta noche apenas he dormido y hoy otro tanto en la carretera.  Pero no es por los viajes que me siento cansado, sino por el tipo de trabajo tan estresante que tengo. Estoy pensando en dejarlo todo, parar ya de tanto ajetreo, y normalizar mi vida.

Rosalind le miraba con conmiseración, y entendía perfectamente lo que pasaba por su cabeza.  La niña se había mostrado tímida, como si tuviera miedo de acercarse a su padre, y es que en realidad le conocía muy poco. Sabía que era su papá, pero nunca la había llevado al colegio, ni al parque, ni había desayunado con él. Ni leído algún cuento al acostarse...  Para ella era un completo desconocido,  Y él lo sabía y, Rosalind también. Sentía tristeza por él; ella había encontrado  su media naranja, pero él...Se sentía perdido, y le dio una lástima tremenda, porque era bueno y cariñoso. Merecía ser feliz.

En un momento en que su mujer se llevó a los niños, dejando solos a los dos hombres, Alfred, suavemente, quería hablar con Alex, por indicación de Rosalind, pero que él mismo había percibido. Le encontraba verdaderamente cansado, y como si hablara con un hermano, trataría, suavemente, de aconsejarle lo mejor que supiera y que él entendiera.

sábado, 24 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 8 - Ajustando sus cuentas.

 Las azafatas cerraron las puertas del avión que le conduciría de nuevo a Nueva York. El ritual de siempre estaba en marcha; se lo sabía de memoria, porque hacía mucho tiempo, quizá demasiado, que el avión era su medio de transporte habitual. Deseaba llegar: tenía más de siete horas de viaje.  El carrito de las bebidas y revistas avanzaba por el pasillo.  Le apetecía tomar algo de alcohol, necesitaba reconfortarse no sabía muy bien por qué, pero así era. Cuando llegase a su casa, gestionaría el nuevo viaje que le aguardaba hasta Maryland en donde residía su ex mujer y su hija.  Hacía meses que no la veía y deseaba hacerlo con todas sus fuerzas. Su ex se había casado hacía tiempo, y  residía allí con su nueva familia.  Parecía irles bien, algo que repercutió favorablemente en su hija. Tenían un niño de corta edad, un aliciente más para la estabilidad de ella.

Hacía mucho que no la veía, y no era por su causa, por su desgana, sino por el trabajo que le absorbía demasiado. Si no tomaba alguna decisión, perdería su cariño. La niña era aún pequeña, pero se iba dando cuenta de la situación que había con sus padres.


 Mientras fueron novios, parecían quererse para toda la vida.  Ambos estaban estudiando en Cuántico y ambos se enamoraron. Decidieron casarse en cuanto terminaran  su formación, y así lo hicieron. La niña  nació cuando menos lo esperaban y por sorpresa , probablemente eran  demasiado jóvenes y no estaban preparados para esa responsabilidad. Se habían dado  un plazo, pero los acontecimientos y su ardor juvenil, les sobrepasaron.

El problema se presentó  nada más nacer su hija. Uno de ellos tenía que renunciar a lo que tanto deseaban: ser policías, y de mutuo acuerdo  pensaron que sería lógico que fuese ella quien lo hiciese, con la intención de que cuando la niña fuese algo mayor, poderla llevar a la guardería y recobrar su puesto como agente . Pero sólo eran buenos propósitos y, corriendo el tiempo se dieron cuenta de que sus planes no eran los correctos:  ella tendría que renunciar a su carrera y quedarse en casa al cuidado del hogar.

  Aunque fue de mutuo acuerdo, las cosas se desbordaron y a poco más del año de haber nacido Amy, decidieron separarse, ya que las discusiones cada vez tenían un tono más alto.  No querían dañarse mutuamente, sino seguir caminos diferentes, pero  en buena armonía ya que tenían una hija en común y por el bien de ella debían hacerlo.  Ella se quedó en el apartamento que compraron al casarse, y él vivió en un hotel de segunda categoría, hasta que alquiló un apartamento en Brooklyn, no lejos de donde se quedó  a vivir su ex con su hija. Él trataba de ver a la niña con la mayor frecuencia posible. Cuando contaba cuatro años, ella conoció a otro hombre del que se enamoró y entonces decidieron unir sus vidas.  Todo lógico y natural, tratándose de personas jóvenes. Pero había un inconveniente: vivirían a partir de ese momento en Maryland, ya que su futuro marido, tenía su trabajo allí.

Eso produjo en ellos una agria discusión por el motivo de las visitas a su hija. Si se iban tan lejos no la vería a penas, ya que por su trabajo tendría que pedir constantes permisos y eso no se lo permitirían.  Y ese mismo argumento esgrimió  Rosalind, de modo que, la armonía que procuraban tener, se rompió bruscamente. 
Por mucho que Alex hizo  por razonar, la decisión estaba tomada. Sólo podría verla en alguna vacación de Navidad y verano, o  los fines de semana que tuviera libres, pero no a diario como hasta ahora.  Tendría que desplazarse hasta allí, a tres horas de viaje, ya que la niña era demasiado pequeña para pernoctar con el padre cuando le correspondiera..  Alex se quedó destrozado, pero reconocía que no había alternativa, así que pasó una temporada de muy mal humor, inabordable para sus compañeros, y desesperado por su mala suerte. 

 Y así pasó el tiempo hasta que le eligieron para ir a Londres. Nadie sabía de su complicada vida más que sus compañeros más inmediatos y amigos desde la escuela.  Para los que entraban nuevos era un solterón recalcitrante, juerguista  y mujeriego, que cada día iba con una mujer, aunque esto último distaba mucho de ser verdad.

Alex conocía su fama, pero todo le daba igual, que pensaran lo que quisieran.  Estaba amargado y descontento con la vida por su mala suerte.

Se centró en su trabajo única y exclusivamente, salvo algunas salidas nocturnas esporádicas.  Intervenía en las más arriesgadas misiones, de las que por un milagro salía ileso. No le importaba la vida. Si él faltase, sabía que su hija estaría bien atendida por el marido de su ex, y la niña era feliz, eso era únicamente lo que contaba, el resto podía esperar.

 Así marchaba su vida hasta que, le propusieron seguir un curso de especialización en Londres, en  Interpol.  Sería un gran salto en su carrera, pero la estancia sería larga, aunque le concederían permisos para visitar a su hija. El capitán, de la jefatura, superior suyo, se lo aconsejó, y él, sin saber cómo y por qué,  aceptó.  Cuando terminó su instrucción, regresó de nuevo a Nueva York: su jefe inmediato se jubilaba y le había recomendado para ocupar su puesto; era el policía mejor formado y más cualificado para reemplazarle.

Trataba de matar las horas lo mejor posible.  Las películas del avión las había visto miles de veces. No le entraba sueño, y además si se dormía ahora, la noche sería interminable. Sacó su teléfono móvil y buscó fotos de su hija, que le hicieron sonreír. Al menos su ex tenía  la amabilidad de enviárselas con frecuencia. Sin querer, pulsó el icono de agenda y en primer término salió un nombre y un número, que tenía olvidado por completo:  Fionna.

En un primer momento, tuvo que hacer memoria para averiguar de quién se trataba, pero sólo dudó un instante, porque enseguida lo supo.  A su memoria volvió aquella única noche en que habían salido a cenar junto a Gladys y Murray. Y también recordó que quedó en repetir la experiencia de nuevo, pero el tiempo corrió veloz y entre unas cosas y otras se olvidó por completo.

Y de nuevo a su memoria llegó la primera vez que se vieron, que ciertamente no fue muy cordial, debido a la sequedad de él y su permanente mal humor. Aquella cena fue mitad desagravio y mitad ganas de volver a verla. Había estado contento por primera vez en mucho tiempo. ¿ Cómo lo había olvidado? Su cabeza es un laberinto de emociones e indecisiones; no sabía qué hacer con su vida.  Su carrera, que fuera toda su pasión, se había convertido en un monstruo que devoraba todo cuanto a él le acontecía.  Tenía un puesto relevante, ambicionado por muchos compañeros con más años en el departamento que él.  Algunos hasta le envidiaban y, sin embargo, ese puesto, le había traído más complicaciones que otra cosa. Por primera vez, comenzó a tomar forma  en su cabeza la idea de abandonarlo todo, y vivir en algún lugar paradisíaco, junto a su hija, cuando estuviera con él. Con sol y playa todos los días del año. Y si acaso, trabajar en alguna comisaría sin cargo alguno, como un principiante, pero tampoco con tantas complicaciones.

—Nueva York es extraordinaria, pero me aleja de todo y de todos.  Francamente no sé qué hacer con mi vida.  Estoy en una encrucijada; he conseguido todo lo que me propuse pero ¿ qué he conseguido a cambio? ¡ Nada ! Estar amargado y lejos de la personita que más amo en la vida:  mi hija. Ahora la veré, pero¿ durante cuánto tiempo? Dos, tres días a lo sumo, y hace un siglo que no he estado con ella..  Está creciendo sin su padre al lado.  Dentro de nada me verá como un extraño y sólo mía será la culpa, ya que antepuse el trabajo a ella.  Tarde o temprano me lo echará en cara.

Se cansaba de pensar y comenzó a dolerle la cabeza. Pidió un analgésico a la azafata, y trató de quedarse dormido.  Le costó, pero lo consiguió al cabo de un buen rato. 

 Al fin, después de ese vuelo tan pesado, comenzaron a ver el aeropuerto de Nueva York.  En poco más estaría en casa.  Descansaría el día de hoy y a la mañana siguiente emprendería de nuevo un viaje hasta Maryland para poder estar con Amy, aunque sólo contase con tres días para disfrutar con ella.


Alex y Fionna - Capítulo 7 - Confidencias en la tarde

 Pasó Acción de Gracias en soledad, ya que su amiga lo haría con Murray y su familia.  No le apetecía  demasiado, cenar un sándwich en una noche tan señalada como esa, así que se ofreció para hacer guardia, no sólo esa noche, sino también en Navidad, que no tardaría en llegar y que también estaría sola.  Entre todos sus compañeros, casi todos casados o con novias con quién celebrar esas fiestas, celebraron una rifa de a ver a quién le correspondería esos días libres. Y hubo alegría por parte de uno y desilusión por el resto.  Fionna se reía al verles y se comparaba con ella misma por la indiferencia que sentía. Pasadas las fiestas y por las guardias acumuladas, ella se tomaría una semana de vacaciones.

— Me iré a un lugar con sol , cálido. Me tumbaré en una playa a tomar el sol y tratar de ponerme algo morena.  Me vendrá bien para tomar fuerzas, ya que el invierno es crudo.

 Gladys se alegró cuando la dijo los planes que tenía para el viaje.

—Te vendrá bien.  Te noto algo apagada .

— Estoy bien, pero en verdad que he de cambiar de aires un poco. Total, no celebro las navidades y aquí sola en casa me aburro soberanamente, así que se me ocurrió hacer guardias, acumular días e irme a Kauai. Cambiaré de panorama siquiera por unos días. Y quién sabe si en el verano vuelva a repetir. Y ahora dime tú cómo lo has pasado con tu futura familia.

—¡De miedo! Murray tiene una gran familia y me acogieron con mucho cariño. Para Navidad volveremos de nuevo.

Y pasaron las fiestas y ella disfrutó de su corto viaje en Hawaii, que en realidad fueron tres días, ya que tenía que descontar el de ida y el de regreso, pero no la importó, serían tres o cuatro días de romper la monotonía y, el tener algo que contar  a la vuelta.  Compró algunas chucherías típicas y se vió en el avión de regreso a la Gran Manzana que era Nueva York. Tendrían conversación entre amigas contando lo pasado en esos días en que no se habían visto.  Esperaron al primer fin de semana que tuvieran libre. Comerían juntas y durante la sobremesa se contarían sus experiencias. Fionna poco tenía que decir, pero Gladys se mostraba encantada de la vida. 

Lo demoraba, pero se moría por saber algo acerca de Alex, aunque le daba bastante corte preguntar abiertamente.  Trataba de dirigir la conversación hacia el trabajo de Gladys, en el que inexcusablemente entraba de lleno el policía. Y haciéndose la disimulada, la preguntó por él:

— ¿Qué tal tu jefe?

—Supongo que bien. Volvió a Londres, pero esta vez el viaje será más breve: tan sólo dos o tres meses.

— Terminará yendo a vivir allí, ya lo verás— respondió Fionna.

— No lo creo. Aquí tiene intereses muy importantes que no perderá fácilmente, aunque a veces le convendría.

Fionna sintió una punzada de desilusión no sólo por el viaje, sino por esa especie de incógnita que su amiga había abierto y que no se atrevía a preguntar por eso tan importante que tenía en América que le impedía instalarse en el Reino Unido. Se moría de ganas por averiguarlo, pero guardó silencio, por ver si Gladys le diera más pistas.  Ambas guardaron silencio durante unos instantes que parecieron eternos. Al fin, Gladys miró el rostro de su amiga y se dio cuenta de que ya no tenía la misma expresión que cuando iniciaron la conversación. Algo había cambiado y abiertamente la preguntó por lo que era:

— ¿Te gusta mi jefe?— soltó de improviso sorprendiendo a Fionna.

— Es muy atractivo.  Creo que habrán pocas mujeres a quienes no les guste, pero no. No en el sentido que piensas. Sólo me ha sorprendido que, después de aquella noche, no haya vuelto a dar señales de vida; me dijo que lo repetiríamos, pero... ya ves, ha pasado el tiempo y ni siquiera una llamada, nada.  Eso es lo que me extraña.  Y dime ¿qué puede reternerle aquí? ¿Por qué tienes tanta confianza con él? Cuéntame, me tienes intrigada.

— Llevo trabajando con él desde hace más de cinco años. Lo que voy a contarte no lo sabe casi nadie. Todos se creen que su forma de actuar, que su seriedad, es porque tiene grillos en la cabeza, y lo que en verdad tiene son preocupaciones. Es muy hermético y no le gusta airear su vida privada.

— ¿Cómo lo sabes tú?

— Como te he dicho, trabajamos juntos desde hace mucho.  Hemos pasado situaciones peligrosas en las que ambos nos hemos protegido y eso nos ha unido si cabe aún más. Le aprecio mucho, es muy buena persona, aunque en el trabajo no pasa ni una, pero cuando sale por la puerta y te invita a una cerveza, es como si desdoblara su personalidad: es otra persona, es un compañero más.

— No quiero ponerte en un compromiso, así que haz de cuenta que no he preguntado nada

— Nooo. Contigo tengo confianza, sé que guardarás el secreto. Mientras estudiaba conoció a una chica de su misma clase de la que se enamoró perdidamente, pero el amor se les fue de las manos y la dejó embarazada. Se tuvieron que casar aprisa y corriendo antes de que diera a luz a una niña, que es los ojos de su vida.  Pero el amor de ella duró poco y pronto comenzaron los disgustos y la separación. Ella vive en otro estado. Se casó de nuevo, y aunque mantienen buena amistad, ve a su hija muy de tarde en tarde y eso es lo que le ha hecho tan reconcentrado en sí mismo.  Estuvo a punto de renunciar a su trabajo por vivir cerca de su hija, pero al fin ella le convenció para que siguiera adelante con su carrera que había despegado perfectamente. En ese momento surgió la Interpol y en eso está ahora.

—Nunca lo hubiera imaginado ¿No ha vuelto a tener novia? Porque quizá eso le favoreciera. El casarse de nuevo, pienso. El tener un hogar estable favorecería que su hija pasase las vacaciones y temporadas más largas con él. Pero claro, no creo que la madre estuviera muy conforme con el trabajo que él tiene, al menos estando de cara al público.  Otra cosa sería si fuese un trabajo de oficina, pero éste...

— Si, en verdad es complicado, porque siempre estás con el alma en vilo. Me pasó lo mismo con Murray cuando hizo las oposiciones a bombero. Rompimos durante una temporada. No quise saber nada de él, y entonces se hizo enfermero y el resto ya lo sabes.

— Pero hay algo que no entiendo: tu eres policía, corres el mismo peligro por el que rechazaste a Murray...

—Si pero yo lo dejaré en cuanto nos casemos.  Ese fue el pacto que hicimos y lo cumpliré.  Además deseo tener hijos pronto; dedicarme a mi hogar y a mi familia en exclusiva

 — Ha sido una interesante conversación— dijo Fionna dando por terminadas las confidencias.

Siguieron durante un rato más hablando de diversas cosas que no atañían a temas personales. Al cabo de un rato decidieron que era hora de dormir y hacer descansar las preguntas y respuestas. Se despidieron hasta el día siguiente, y cada una de ellas se dirigió a su habitación. 
 Charlando, charlando se les había hecho de noche. 

No tenía sueño, pero en realidad quería estar sola para tratar de asimilar lo sabido de Alex. Era bastante difícil que se fijara en alguna mujer teniendo tan ocupada su vida. Ahora entendía por qué se centraba en su trabajo: deseaba liberar su mente de esa parte ignorada de él..  Parte importante estando de por medio una criatura aún pequeña para entender lo sucedido en la vida de sus padres. Luego estaba su trabajo de tanta responsabilidad y peligroso. Pero al menos pasaba la mayor parte del tiempo en la oficina, aunque al hacer las investigaciones, nunca sabes con qué te vas a encontrar y por tanto el riesgo existe siempre. Se dio media vuelta en la cama, y cerró los ojos con fuerza como para llamar al sueño, pero sin quererlo, su  mente volvía una y otra vez a las palabras de su amiga: casado y padre de una hija, pero además separado. Lo analizaba una y otra vez, y de este modo el sueño llegó a sus ojos, a pesar de ser aún temprano para dormir, pero le dio paso y poco a poco se quedó dormida.


jueves, 22 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 6 -La impresión engañosa

 La velada resultó mejor de lo que creía. Tenía la impresión de que el policía era un ser soso y aburrido, y lo cierto que era simpático y ocurrente.  Durante toda la cena fue él quien llevó la voz cantante con anécdotas divertidas que explicaba gráficamente con gestos que a todos les hacía reír. Si la hubieran dicho que era gracioso, no lo hubiera creído.

— Las apariencias engañan— se dijo para s—. Quizás nos conocimos en uno de esos días no tan buenos que tenemos todos, porque ha sido cordial y simpático.  Supongo que tendrá sus problemas como cada uno de nosotros . 

Llegó a su casa y en cuanto ordenó todo, se metió en la cama.    Se habían despedido de él  con un "hasta otra ocasión", que difícilmente se daría, dado que ambos tenían unos trabajos imprevisibles, sobre todo el policía. No la disgustaría  coincidir nuevamente con él . ¿Cuántos años tendría ? Era joven y debía valer mucho, cuando a su edad había ascendido tan rápidamente y ocupar un  puesto relevante. No parecía estuviese casado, ni siquiera novia. Tendría que someter a Gladys a un interrogatorio.  Deseaba saber de él. Se durmió enseguida, con una sonrisa en su cara.

Por la rutina adquirida, se despertó temprano, pero al darla pereza levantarse, estiró sus músculos, cambió de postura y se tapó más: aún era pronto para  levantarse.  Total no tenía nada que hacer, así que trataría de retomar el sueño nuevamente.  Gladys no regresaría hasta la noche, así que tenía muchas horas por delante para hacer lo que quisiera.  Cerró los ojos tratando de recobrar el sueño donde lo dejó, y que poco a poco fue derivando en la noche pasada. No quería recordar más, así que conectó su aparato de radio que tenía en la mesilla de noche y sintonizó  una emisora que sólo daba música, clásica y no tanto, pero si actual.  Las suaves notas de una melodía llegó hasta sus oídos y poco a poco, los pensamientos se fueron alejando para volver a sumergirse en un sueño plácido.

Se despertó cerca del mediodía con la cabeza algo embotada.  Normalmente no dormía tanto, y decidió que iría a comprar el periódico y de paso dar una vuelta para despejarse  de tanto dormir. Sabía que Gladys volvería muy tarde; la echaba de menos. La casa estaba más vacía sin ella.  Es parlanchina y muy risueña

—Se nota que está feliz—se dijo al pensar en su amiga.

Y ella, ¿era feliz? Se detuvo en este punto y la sonrisa se borró de su cara. Lo era a medias, por días, creyó que como cada uno de nosotros. Para ella todos los días eran iguales, excepto cuando salía a atender una llamada, que en eso caso no sabía con lo que se encontraría. y los nervios la mantenían en alerta.  También Gladys y Murray, lo tenían complicado ya que sus respectivos trabajos lo eran y, sin embargo deseaban estar juntos. Hasta tenían proyectos de casarse. Pero ella... Había quedado escarmentada con las relaciones que tuvo en la universidad, o simplemente que su destino era quedarse sola, sin nadie que la esperase en casa al regresar del trabajo.  Eso la entristeció un poco.  Sacudió la cabeza como para alejar los pensamientos  derrotistas y poniéndose el abrigo, salió a la calle.

Hacía sol, pero ese sol que no calentaba, que sólo daba luz a las calles.  A su memoria vino que el día anterior deberían haber ido de compras para Acción de Gracias y que no pudieron por el trabajo de Gladys.

 Una cosa llevó a la otra y Alexander Sandeap volvió a su memoria, y rió con las anécdotas contadas durante la cena, y lamentó que no fuera más larga la sobremesa de esa noche.  De una noche que hacía mucho tiempo que no tenía.  El rostro del policía vino hasta su memoria, y recorrió mentalmente su cabello, sus ojos y los hoyuelos al reír. Y esos recuerdos, lejos de satisfacerla, no la gustaron nada en absoluto.  Una voz en su interior la hizo una pregunta, que ella desechó ipso facto:

— No te estarás enamorando de él ¿verdad? ¡Valiente tontería! ¡Naturalmente que no! Sólo qué hacía mucho que no lo pasaba tan bien. Estás demasiado sola, muchacha.  Trata de tener una vida más atrayente. Lo que pasara en la universidad fue decepcionante, pero sólo eso. Tú sola te has cerrado las puertas y te agarras a Gladys con todas tus fuerzas, pero ella se casará y tú te quedarás sola definitivamente.  Claro, que tampoco el policía es una oportunidad. Porque vamos a ver  ¿Qué sabes de él? Nada, absolutamente nada. Es una caja herméticamente cerrada, y además no creo que le falten oportunidades de pareja.

Se dio cuenta, de pronto, que ese monólogo la hacía gesticular y seguramente las personas que se cruzaran con ella, la mirarían asombrados, creyéndola que le faltaba algún tornillo.  Aceleró el paso y se detuvo en un semáforo sin saber muy bien qué rumbo tomar.  A medida que la tarde avanzaba, el frío se hacía más intenso.  Miró su reloj sin saber muy bien por qué, ya que su amiga regresaría muy tarde, como siempre que se reunía con su novio: apuraban hasta el último minuto, porque ignoraban cuando volverían a tener un día tan pleno como el que habían tenido la noche pasada.

Se paró delante de una confitería y los ojos se le iban detrás de algunos de los dulces que exhibían. Decidida entró en ella, y eligió una gran cantidad de ellos de todos los sabores y apariencias.  Al darse cuenta del volumen del paquete que había comprado, sonrió como diciendo ¡estás loca! ¿Vas a comerte todo eso? Vas a enfermarte.  Pero ya no había arreglo: había comprado pasteles como para un regimiento.  Ella sola se echó a reír ante el asombro del pastelero que la atendía.



Depositó la bandeja de dulces sobre la mesa del salón y se la quedó mirando como si no creyera que lo había comprado ella ¿Qué la pasaba? Se pondría como un tonel si ingería tal cantidad de dulces. Nunca lo había hecho, pero sentía unas ganas compulsivas de abrir el paquete y comenzar a comer, incluso antes de quitarse el abrigo. Estaba extrañada de esa conducta; le gustaban los dulces, especialmente los de chocolate, pero ante sus ojos, los había de todos los colores y variedades. Cogió uno al azar y se lo metió en la boca de un solo bocado. Ella misma se asombró de esa conducta: nunca había actuado de esa manera ¿Qué tornillo se había caído de su cabeza para comportarse de esa manera?  ¡Estaba loca ! Cogió la bandeja y se dirigió a la cocina, metiéndolos en el frigorífico.

— Si no lo veo, no caeré en la tentación—pensó

Se quitó el abrigo y regresó de nuevo a la cocina, abrió la nevera y volvió a tomar otro pastel, esta vez de chocolate. Definitivamente pensó que algo no marchaba bien ni en su cabeza ni en su vida. El comer compulsivamente algún determinado alimento, era señal de ansiedad y de que algo no funcionaba. Bah, se dijo y siguió a lo suyo.


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