martes, 20 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 4 - De copas

 Fionna vivía en un apartamento no muy lejos de su trabajo, junto a una amiga, Gladys que, casualmente, trabajaba en la misma jefatura que el inspector  Sandeap.  Aquella tarde llegó muy enfadada y, ambas sentadas en el salón, contó a su amiga la declaración que le habían tomado, y la mala impresión que la causó el policía. También tuvo reproches por el ocultamiento de noviazgo con su compañero Murray.  ¿Cómo había sido capaz de ocultarlo a ella  conviviendo juntas? Entre reproches y excusas aclararon la situación. Al final, Gladys trataba de convencerla de que era por problemas de los trabajos respectivos, algo que Fionna no entendió.  Para  que la armonía volviera entre ellas de nuevo, ambas se disculparon y sellaron su firme amistad con un abrazo.

 Reticente  al plan que Gladys había expuesto para no estar encerradas en casa, la convenció para ir hasta un bar en Brooklyn en el que se reunían policías y algún que otro bombero.  Era una tradición desde hacía mucho tiempo.  Ambos bandos mantenían una estrecha amistad. Coincidían muchas veces en los siniestros y se ayudaban y protegían mutuamente.

— Lo pasaremos bien— dijo Gladys a su amiga— Así despejamos los malos vientos que has traído a casa. Además estará muy concurrido: hoy hay partido, así que estarán casi todos allí.  Lo pasaremos bien, ya lo verás.

— Ve tú, no me apetece nada. No conozco más que a Murray y a ti. No, ve tú sola. Además durante el partido gritarán, se levantarán y armarán un ruido tremendo. La verdad no me apetece. Además no me gusta el deporte.  Ve tú sola. Saldré a dar una vuelta y después me meteré en la cama.  Estoy cansada y me apetece estar tranquila.

— Ni hablar. Si no vienes conmigo, tampoco iré yo

Y de este modo Gladys consiguió arrastrar a su amiga hasta el bar. Las vendría bien un rato de distracción, y al mismo tiempo ver a su pareja. Y allí estaba y, parte de sus compañeros, exceptuando los de guardia. También bastantes policías; a algunos les conocía por haber coincidido con ellos en algún suceso.  El bar estaba totalmente tomado por todos ellos, sentados en las mesas frente a jarras de cervezas unos, y otros con vasos de whisky.  Echó una ojeada a la sala mientras Gladys saludaba a Murray calurosamente.

Reconocía que el ambiente era bastante familiar al conocerse muchos , pero se les notaba sus preferencias deportivas y se les veía nerviosos por que comenzase el partido.  Miró alrededor, y al fin se sentó junto a los que más conocía, empezando una charla con algunos de ellos sobre anécdotas que ambos compartieron.  Y al fin comenzó el partido.

Al final de la primera parte decidió regresar a casa. Había un murmullo constante de voces discutiendo con el resultado del partido.  Para unos conformes y para otros en contra. No podía hablar referente al deporte, ni tampoco con Gladys que lo hacía con su novio, por tanto se aburría soberanamente, y decidió marcharse.  Por lo menos tendría silencio para leer, ver televisión o sencillamente acostarse y dormir.  Lo haría paseando, ya que no distaba mucho de su domicilio. El fresco nocturno despejaría su cabeza bastante cargada por la atmósfera del bar y las voces de los allí presentes.  No entendía muy bien la pasión que despertaba ver a un hombre corriendo desesperadamente abrazando a un balón y el tropel de otros  detrás suyo .  Empujones, caídas... Decididamente no la gustaba.

Al fin pudo despedirse de todos tras escuchar el sermón que Gladys la dirigiera, pero  se vió libre, en la calle.  Se detuvo en la puerta contemplando el panorama, y decidida emprendió la marcha hacia su casa.  Por el lado contrario se acercaba una silueta de hombre , alta, que inclinó la cabeza  cuando llegó a la altura de Fionna.  Le reconoció enseguida:  se trataba del odioso inspector o comisario; no sabía muy bien de las jerarquías correctas.  Para ella era "el policía".  Él , la saludó muy correctamente, algo que la sorprendió ¡ La había reconocido !

—Señorita...— dijo escuetamente

— Inspector — respondió ella siguiendo su camino.

Antes de entrar en el bar, el inspector se detuvo un momento y dirigió la mirada hacia el camino que Fionna había tomado.  Se la quedó mirando y la fin, como para él , exclamó:

—Hum — y se reunió con sus compañeros y amigos.

Fionna llegó a su casa, se descalzó y se dejó caer sobre el sofá, resoplando cansada por la caminata. Encendió la tele, y en varios canales se transmitía el mismo partido, por lo que decidió apagarla. Se daría una ducha, comería algo y se metería en la cama. Recordó el saludo del policía y del primer encuentro con él, afirmándose en lo seco  que fuera en aquella ocasión, aunque también reconoció que estaba en su papel. Se olvidó de todo, al sentir el chorro de agua caliente sobre su nuca.  Se preparó un pequeño bocadillo y un vaso de leche con cacao y se metió en la cama.

  Gladys llegaría tarde, si es que llegaba, porque probablemente dormiría en casa de Murray.  Sonrió levemente y enseguida se quedó dormida.

Se despertó temprano al día siguiente, pero bastante descansada y de mejor humor.  Fue hasta el cuarto de Gladys y como había supuesto, la cama estaba intacta. En cierto sentido tenía envidia de su amiga:  había encauzado su vida con Murray desde hacía tiempo, aunque de ello se enterara hacía poco, algo que la molestó fue que  no tuviera confianza con ella. Siempre tendría a alguien que la cuidara y que la amara. Él era un ser especial: cariñoso, amable y sobre todo hablaba maravillas de su novia siempre que tenía ocasión, y ahora que sabía que se trataba de Gladys compartió su criterio con él.  Su amiga era un ser especial que siempre estaba pendiente de ella, de buscarla algún entretenimiento que la hiciera abandonar la apatía que sentía por todo.

Pero ella no había tenido esa suerte y todas las relaciones que tuvo, al final no resultaron, probablemente porque no estaban destinados a entenderse, o quizá fuese ella la que en el fondo no deseaba esa relación, aunque también pudiera ser que estaba esperando a alguien especial, que en algún momento, llegase a su vida.  De momento se centraba en su trabajo única y exclusivamente, que pese a todo y a los malos ratos que conllevaba, era su única satisfacción.  Quizá esa apatía la viniera desde su adolescencia, en que era el patito feo y los chicos la rehuían, hasta que dejó de fijarse en ellos y pasó olímpicamente de las amistades masculinas.

  Al terminar su carrera, hizo oposiciones al cuerpo de bomberos.  Algo que nadie comprendía  esa elección, cuando en realidad lo más lógico hubiera sido solicitar una plaza en algún hospital. Era una muy buena médica. A veces tampoco ella  entendía  haber elegido ese camino, pero estaba contenta y satisfecha.  Se había abierto un hueco en ese parque, tenía unos compañeros excelentes y adrenalina a tope cada vez que salían a atender cualquier servicio.  Por fortuna, como compañero, llegó Murray.  Guapo, educado y simpático.  Durante algo más de una semana, creyó haberse enamorado de él, pero fue sólo el impacto que la causara el tener por compañero a un chico que la comprendía, la valoraba y la trataba con respeto.  Nada que ver con sus compañeros de facultad, que sólo buscaban acostarse con ella.   Tardó quizá demasiado en saber de la relación que le unía con Gladys, su compañera de piso, pero lo disculpó cuando ella la dijo que lo habían ocultado por incompatibilidad con los trabajos.  No lo entendía, pero la cosa se quedó así. Y los tres formaban una pequeña familia que se respetaba y se quería, mejor en ocasiones que con la suya verdadera.


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