sábado, 24 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 8 - Ajustando sus cuentas.

 Las azafatas cerraron las puertas del avión que le conduciría de nuevo a Nueva York. El ritual de siempre estaba en marcha; se lo sabía de memoria, porque hacía mucho tiempo, quizá demasiado, que el avión era su medio de transporte habitual. Deseaba llegar: tenía más de siete horas de viaje.  El carrito de las bebidas y revistas avanzaba por el pasillo.  Le apetecía tomar algo de alcohol, necesitaba reconfortarse no sabía muy bien por qué, pero así era. Cuando llegase a su casa, gestionaría el nuevo viaje que le aguardaba hasta Maryland en donde residía su ex mujer y su hija.  Hacía meses que no la veía y deseaba hacerlo con todas sus fuerzas. Su ex se había casado hacía tiempo, y  residía allí con su nueva familia.  Parecía irles bien, algo que repercutió favorablemente en su hija. Tenían un niño de corta edad, un aliciente más para la estabilidad de ella.

Hacía mucho que no la veía, y no era por su causa, por su desgana, sino por el trabajo que le absorbía demasiado. Si no tomaba alguna decisión, perdería su cariño. La niña era aún pequeña, pero se iba dando cuenta de la situación que había con sus padres.


 Mientras fueron novios, parecían quererse para toda la vida.  Ambos estaban estudiando en Cuántico y ambos se enamoraron. Decidieron casarse en cuanto terminaran  su formación, y así lo hicieron. La niña  nació cuando menos lo esperaban y por sorpresa , probablemente eran  demasiado jóvenes y no estaban preparados para esa responsabilidad. Se habían dado  un plazo, pero los acontecimientos y su ardor juvenil, les sobrepasaron.

El problema se presentó  nada más nacer su hija. Uno de ellos tenía que renunciar a lo que tanto deseaban: ser policías, y de mutuo acuerdo  pensaron que sería lógico que fuese ella quien lo hiciese, con la intención de que cuando la niña fuese algo mayor, poderla llevar a la guardería y recobrar su puesto como agente . Pero sólo eran buenos propósitos y, corriendo el tiempo se dieron cuenta de que sus planes no eran los correctos:  ella tendría que renunciar a su carrera y quedarse en casa al cuidado del hogar.

  Aunque fue de mutuo acuerdo, las cosas se desbordaron y a poco más del año de haber nacido Amy, decidieron separarse, ya que las discusiones cada vez tenían un tono más alto.  No querían dañarse mutuamente, sino seguir caminos diferentes, pero  en buena armonía ya que tenían una hija en común y por el bien de ella debían hacerlo.  Ella se quedó en el apartamento que compraron al casarse, y él vivió en un hotel de segunda categoría, hasta que alquiló un apartamento en Brooklyn, no lejos de donde se quedó  a vivir su ex con su hija. Él trataba de ver a la niña con la mayor frecuencia posible. Cuando contaba cuatro años, ella conoció a otro hombre del que se enamoró y entonces decidieron unir sus vidas.  Todo lógico y natural, tratándose de personas jóvenes. Pero había un inconveniente: vivirían a partir de ese momento en Maryland, ya que su futuro marido, tenía su trabajo allí.

Eso produjo en ellos una agria discusión por el motivo de las visitas a su hija. Si se iban tan lejos no la vería a penas, ya que por su trabajo tendría que pedir constantes permisos y eso no se lo permitirían.  Y ese mismo argumento esgrimió  Rosalind, de modo que, la armonía que procuraban tener, se rompió bruscamente. 
Por mucho que Alex hizo  por razonar, la decisión estaba tomada. Sólo podría verla en alguna vacación de Navidad y verano, o  los fines de semana que tuviera libres, pero no a diario como hasta ahora.  Tendría que desplazarse hasta allí, a tres horas de viaje, ya que la niña era demasiado pequeña para pernoctar con el padre cuando le correspondiera..  Alex se quedó destrozado, pero reconocía que no había alternativa, así que pasó una temporada de muy mal humor, inabordable para sus compañeros, y desesperado por su mala suerte. 

 Y así pasó el tiempo hasta que le eligieron para ir a Londres. Nadie sabía de su complicada vida más que sus compañeros más inmediatos y amigos desde la escuela.  Para los que entraban nuevos era un solterón recalcitrante, juerguista  y mujeriego, que cada día iba con una mujer, aunque esto último distaba mucho de ser verdad.

Alex conocía su fama, pero todo le daba igual, que pensaran lo que quisieran.  Estaba amargado y descontento con la vida por su mala suerte.

Se centró en su trabajo única y exclusivamente, salvo algunas salidas nocturnas esporádicas.  Intervenía en las más arriesgadas misiones, de las que por un milagro salía ileso. No le importaba la vida. Si él faltase, sabía que su hija estaría bien atendida por el marido de su ex, y la niña era feliz, eso era únicamente lo que contaba, el resto podía esperar.

 Así marchaba su vida hasta que, le propusieron seguir un curso de especialización en Londres, en  Interpol.  Sería un gran salto en su carrera, pero la estancia sería larga, aunque le concederían permisos para visitar a su hija. El capitán, de la jefatura, superior suyo, se lo aconsejó, y él, sin saber cómo y por qué,  aceptó.  Cuando terminó su instrucción, regresó de nuevo a Nueva York: su jefe inmediato se jubilaba y le había recomendado para ocupar su puesto; era el policía mejor formado y más cualificado para reemplazarle.

Trataba de matar las horas lo mejor posible.  Las películas del avión las había visto miles de veces. No le entraba sueño, y además si se dormía ahora, la noche sería interminable. Sacó su teléfono móvil y buscó fotos de su hija, que le hicieron sonreír. Al menos su ex tenía  la amabilidad de enviárselas con frecuencia. Sin querer, pulsó el icono de agenda y en primer término salió un nombre y un número, que tenía olvidado por completo:  Fionna.

En un primer momento, tuvo que hacer memoria para averiguar de quién se trataba, pero sólo dudó un instante, porque enseguida lo supo.  A su memoria volvió aquella única noche en que habían salido a cenar junto a Gladys y Murray. Y también recordó que quedó en repetir la experiencia de nuevo, pero el tiempo corrió veloz y entre unas cosas y otras se olvidó por completo.

Y de nuevo a su memoria llegó la primera vez que se vieron, que ciertamente no fue muy cordial, debido a la sequedad de él y su permanente mal humor. Aquella cena fue mitad desagravio y mitad ganas de volver a verla. Había estado contento por primera vez en mucho tiempo. ¿ Cómo lo había olvidado? Su cabeza es un laberinto de emociones e indecisiones; no sabía qué hacer con su vida.  Su carrera, que fuera toda su pasión, se había convertido en un monstruo que devoraba todo cuanto a él le acontecía.  Tenía un puesto relevante, ambicionado por muchos compañeros con más años en el departamento que él.  Algunos hasta le envidiaban y, sin embargo, ese puesto, le había traído más complicaciones que otra cosa. Por primera vez, comenzó a tomar forma  en su cabeza la idea de abandonarlo todo, y vivir en algún lugar paradisíaco, junto a su hija, cuando estuviera con él. Con sol y playa todos los días del año. Y si acaso, trabajar en alguna comisaría sin cargo alguno, como un principiante, pero tampoco con tantas complicaciones.

—Nueva York es extraordinaria, pero me aleja de todo y de todos.  Francamente no sé qué hacer con mi vida.  Estoy en una encrucijada; he conseguido todo lo que me propuse pero ¿ qué he conseguido a cambio? ¡ Nada ! Estar amargado y lejos de la personita que más amo en la vida:  mi hija. Ahora la veré, pero¿ durante cuánto tiempo? Dos, tres días a lo sumo, y hace un siglo que no he estado con ella..  Está creciendo sin su padre al lado.  Dentro de nada me verá como un extraño y sólo mía será la culpa, ya que antepuse el trabajo a ella.  Tarde o temprano me lo echará en cara.

Se cansaba de pensar y comenzó a dolerle la cabeza. Pidió un analgésico a la azafata, y trató de quedarse dormido.  Le costó, pero lo consiguió al cabo de un buen rato. 

 Al fin, después de ese vuelo tan pesado, comenzaron a ver el aeropuerto de Nueva York.  En poco más estaría en casa.  Descansaría el día de hoy y a la mañana siguiente emprendería de nuevo un viaje hasta Maryland para poder estar con Amy, aunque sólo contase con tres días para disfrutar con ella.


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