martes, 27 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 11 - Pidiendo disculpas

 Alex charlaba animadamente con Murray mientras esperaba la presencia de Fionna, que se demoraba. Había aceptado verle, pero al mismo tiempo la disgustaba el no estar con otro atuendo más atractivo que unos vaqueros y un jersey. Además le guardaba un poco de rencor por no haberla llamado alguna vez y esperar tanto para cumplir su promesa. En su interior, también se decía que no todo era tan simple como ella lo planteaba. Que tenía un trabajo difícil, complicado y sin horarios fijos. Por muchos razonamientos que se hiciera, no sabía porqué deseaba verle, pero al mismo tiempo tenía que darse a valer.


Aminoró el paso, pero al fin estaban ambos frente a frente. Alex extendió su mano y su sonrisa nada más verla. pero avanzó hacia ella depositando un suave beso en su  mejilla. Fionna no lo rechazó, pero se quedó impasible ante esa muestra de cariño y confianza. 

Pensó que no debía recordarla bien, porque ahora que la tenía delante, sin apenas arreglo, la veía rabiosamente bonita, más aún que como la imaginaba;  que no sería difícil que, al final ,se enamorase de ella, además teniendo la falta de alguien a su lado que escuchase sus cuitas, y ella sabía escuchar, o al menos esa impresión le dio cuando se vieron por segunda vez.  Fionna tenía un gesto de reserva. No quería demostrar que la había sorprendido. 

Percibió que en su rostro,  se había borrado la arruga de la frente  que denotaba preocupación; creyó que el viaje le había sentado bien y estaba más tranquilo, más relajado. Pero seguramente  tendría otras compañeras de mesa que le conocieran mejor y que le darían más "conversación" si eso era lo que buscaba.  No terminaba de entender el por qué ella, después de un "siglo" de no haberse visto y sin casi conocerse. 
 Sólo se miraban, quizá buscando las palabras con que romper el silencio extraño que se había instalado entre los dos. Y fue Alex, quién lo hizo tratando de justificar el por qué de su ausencia y silencio durante tanto tiempo.  Ella sonrió  de medio lado al escucharle, señal inequívoca de que no lo justificaba.

—He llegado y, en lo primero que he pensado ha sido en ti y que había quedado muy mal contigo, ya que nuestra despedida fue que repetiríamos la excelente noche que había pasado, pero ya ves... un viaje se enredó con el otro y cuando quise recordar...

— No es necesario que des alguna explicación. Casi no nos conocemos y no nos une más que el haberlo pasado bien aquella noche, que por otra parte fue otra disculpa por no sé que cosa del trabajo.

— Pero para mi no fue una justificación de nada, simplemente quise y quiero pasar una buena velada contigo.  Eres una mujer fascinante con mente muy clara en lo que quieres hacer, y aunque te parezca increíble, nos parecemos mucho en eso. Yo también busco algo, que aún no sé qué es, pero que iré perfilando en mi horizonte.

— No te entiendo.  Hablas como en jeroglífico, pero no importa. Querías verme, me has visto. Me has dado una explicación del porque de tu ausencia; está bien. Ya has cumplido.

—¿ Me estás despidiendo?— rio algo sorprendido

—Más o menos. Interprétalo como quieras

— Lo que quiero es que cenemos juntos, que charlemos y deseo saber tu opinión  sobre lo que he pensado para mi futuro.

— No nos conocemos casi, y no creo que me cuentes entre tus amistades más íntimas, así que con la cena será suficiente.

— Está bien, como quieras. Pero que sepas que eres más que una mera conocida. Deseo que seamos amigos, en serio, sin formalismos. Que tengamos el mismo tipo de amistad que tienes con Murray y Gladys, por ejemplo.

—Es diferente. Ellos son como mi familia, sobre todo Gladys es mi gran amiga y consejera. En quién puedo confiar y me orienta cuando tengo dudas sobre algo, y contigo no tengo esa confianza, al menos de momento.

— Está bien, lo comprendo.  Espero ser como ellos, y ahora vayamos donde quieras

—A un sitio normal. Mira cómo voy

—Vas estupendamente ¿ Cómo querrías ir ?

— Pues es que... eso que tu has hecho no se le hace a ninguna mujer. ¡Unos vaqueros y un suéter! ¿Te parecen adecuados para una cita?

— Estarás perfecta con lo que te pongas.  No deseo que haya ningún  protocolo conmigo. Si fuera así, nunca tendríamos la confianza que busco ¿Se lo reprocharías a tus grandes amigos como lo estás haciendo conmigo?

— Con ellos no: son de casa

— Pues de eso se trata: yo también quiero serlo.

— No sé adonde quieres llegar. Me confundes muchísimo, pero dejémoslo aquí. Llévame donde quieras... bueno quiero decir... ya me entiendes

— Lo sé ¿A dónde crees que te llevaría? Aunque si por mi  fuera, lo haría, pero te respeto muchísimo y sé que no es oportuno y ni siquiera lo había pensado— la dijo riendo viendo el azoramiento de ella.

Fionna se le quedó mirando detenidamente. Revisaba a fondo cada gesto de su cara; la tenía desconcertada. No sabía qué era lo que quería, y adónde deseaba llegar. Era un hombre muy extraño al que no terminaba de entender. No sabía si la decía sutilmente que quería tener una relación con ella, o simplemente era un adulador y conquistador que quería ganar su corazón.  No era tímida, pero delante de él, con esas palabras, las suyas volaban de su cabeza.  No comprendía lo que la estaba pasando.
Quería responderle con algún desplante, que se diera cuenta de que no deseaba ser conquistada por él, que no la importaba en absoluto sus viajes, ni sus correrías, que no formaba parte de su vida... Pero al llegar a este punto, se detuvo en sus pensamientos. Si seguía por ese camino no estaba muy segura de no querer serlo.  Se detuvo una vez más en analizar su rostro. Se fijó en sus ojos, grises, profundos, claros, pero a la vez sinceros. Cuando la miraba, lo hacía de frente, fijos también en  los suyos, sin rehuir la mirada y pensó que era síntoma de honestidad y que lo que decía era sincero. Carraspeó ligeramente, para romper el encanto de ese momento. Él estaba frente a ella, esperando a que diera el visto bueno para su cena de esa noche. 

También analizaba el rostro de Fionna, ambos lo hacían uno del otro. Querían conocerse, querían algo más que una simple velada de amigos, de disculpas. Algo había pasado que ninguno de los dos comprendía, como tampoco entendía Fionna a qué se debía la actitud de él, que en nada se parecía a una simple invitación para charlar tranquilamente. 

 Lo que nunca imaginó, es que aquella noche, en aquél momento, en la vida de Alex se instalaba firmemente una idea y que ella era la perfecta pieza que encajaba en su vida.

— Bien ¿Nos vamos?— dijo él tomándola por el codo y conduciéndola  hasta su coche. Saludó como despedida a todos los que estaban con la tertulia y que disimuladamente les habían estado observando, especialmente Murray con una sonrisa beatífica y de medio lado.

Y ella se dejó llevar, sintiendo en el  brazo la mano firme de él, resuelta, como diciéndola " estás segura a mi lado".  Lo más curioso era que así se sentía.  En ese breve espacio de tiempo en que se hicieron los reproches mutuamente, el hielo entre ellos se había derretido por completo. Estaban más seguros uno del otro, aunque Alex, tenía la parte más complicada para expresar sus metas, aunque por supuesto, en esa noche y en las siguientes no las expondría.  Ella no tenía problemas, así que sólo tenía que enamorarla y de esta forma hacer que aceptase ser su compañera. Pero... Le gustaba hasta ese extremo? ¿Qué había descubierto en ella esa noche precisamente? ¿O había sido desde un principio  que se fijó en ella y no lo sabía  ¿Por qué razón tenía una foto guardada en su móvil, si sólo se habían visto en un par de ocasiones? No lo sabía y necesitaba saberlo; todo era rocambolesco, no podía haber sucedido, pero algo había cambiado en él y probablemente en ella ¿Eran sólo las disculpas, o en realidad lo que deseaba era volverla a ver? 

 A simple vista, ella, parecía permanecer aún sin compromiso con otro hombre, porque de lo contrario estaba seguro que hubiera rechazado la invitación ¿Cómo era posible que una mujer tan espléndida en todos los sentidos permaneciera soltera? Ese también era un misterio que tendría que aclarar.  También ella tendría sus secretos, pero los de él eran de máxima categoría, y muy probablemente no los entendería. Pero tenía que contárselo ¿Cómo saber el momento oportuno?  Desde luego en esa noche no, era demasiado pronto e impactante. Disfrutaría la velada, sin más, y el tiempo correría poco a poco y llegaría el momento de confesarle todo lo que llevaba guardado en su interior.


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