jueves, 22 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 6 -La impresión engañosa

 La velada resultó mejor de lo que creía. Tenía la impresión de que el policía era un ser soso y aburrido, y lo cierto que era simpático y ocurrente.  Durante toda la cena fue él quien llevó la voz cantante con anécdotas divertidas que explicaba gráficamente con gestos que a todos les hacía reír. Si la hubieran dicho que era gracioso, no lo hubiera creído.

— Las apariencias engañan— se dijo para s—. Quizás nos conocimos en uno de esos días no tan buenos que tenemos todos, porque ha sido cordial y simpático.  Supongo que tendrá sus problemas como cada uno de nosotros . 

Llegó a su casa y en cuanto ordenó todo, se metió en la cama.    Se habían despedido de él  con un "hasta otra ocasión", que difícilmente se daría, dado que ambos tenían unos trabajos imprevisibles, sobre todo el policía. No la disgustaría  coincidir nuevamente con él . ¿Cuántos años tendría ? Era joven y debía valer mucho, cuando a su edad había ascendido tan rápidamente y ocupar un  puesto relevante. No parecía estuviese casado, ni siquiera novia. Tendría que someter a Gladys a un interrogatorio.  Deseaba saber de él. Se durmió enseguida, con una sonrisa en su cara.

Por la rutina adquirida, se despertó temprano, pero al darla pereza levantarse, estiró sus músculos, cambió de postura y se tapó más: aún era pronto para  levantarse.  Total no tenía nada que hacer, así que trataría de retomar el sueño nuevamente.  Gladys no regresaría hasta la noche, así que tenía muchas horas por delante para hacer lo que quisiera.  Cerró los ojos tratando de recobrar el sueño donde lo dejó, y que poco a poco fue derivando en la noche pasada. No quería recordar más, así que conectó su aparato de radio que tenía en la mesilla de noche y sintonizó  una emisora que sólo daba música, clásica y no tanto, pero si actual.  Las suaves notas de una melodía llegó hasta sus oídos y poco a poco, los pensamientos se fueron alejando para volver a sumergirse en un sueño plácido.

Se despertó cerca del mediodía con la cabeza algo embotada.  Normalmente no dormía tanto, y decidió que iría a comprar el periódico y de paso dar una vuelta para despejarse  de tanto dormir. Sabía que Gladys volvería muy tarde; la echaba de menos. La casa estaba más vacía sin ella.  Es parlanchina y muy risueña

—Se nota que está feliz—se dijo al pensar en su amiga.

Y ella, ¿era feliz? Se detuvo en este punto y la sonrisa se borró de su cara. Lo era a medias, por días, creyó que como cada uno de nosotros. Para ella todos los días eran iguales, excepto cuando salía a atender una llamada, que en eso caso no sabía con lo que se encontraría. y los nervios la mantenían en alerta.  También Gladys y Murray, lo tenían complicado ya que sus respectivos trabajos lo eran y, sin embargo deseaban estar juntos. Hasta tenían proyectos de casarse. Pero ella... Había quedado escarmentada con las relaciones que tuvo en la universidad, o simplemente que su destino era quedarse sola, sin nadie que la esperase en casa al regresar del trabajo.  Eso la entristeció un poco.  Sacudió la cabeza como para alejar los pensamientos  derrotistas y poniéndose el abrigo, salió a la calle.

Hacía sol, pero ese sol que no calentaba, que sólo daba luz a las calles.  A su memoria vino que el día anterior deberían haber ido de compras para Acción de Gracias y que no pudieron por el trabajo de Gladys.

 Una cosa llevó a la otra y Alexander Sandeap volvió a su memoria, y rió con las anécdotas contadas durante la cena, y lamentó que no fuera más larga la sobremesa de esa noche.  De una noche que hacía mucho tiempo que no tenía.  El rostro del policía vino hasta su memoria, y recorrió mentalmente su cabello, sus ojos y los hoyuelos al reír. Y esos recuerdos, lejos de satisfacerla, no la gustaron nada en absoluto.  Una voz en su interior la hizo una pregunta, que ella desechó ipso facto:

— No te estarás enamorando de él ¿verdad? ¡Valiente tontería! ¡Naturalmente que no! Sólo qué hacía mucho que no lo pasaba tan bien. Estás demasiado sola, muchacha.  Trata de tener una vida más atrayente. Lo que pasara en la universidad fue decepcionante, pero sólo eso. Tú sola te has cerrado las puertas y te agarras a Gladys con todas tus fuerzas, pero ella se casará y tú te quedarás sola definitivamente.  Claro, que tampoco el policía es una oportunidad. Porque vamos a ver  ¿Qué sabes de él? Nada, absolutamente nada. Es una caja herméticamente cerrada, y además no creo que le falten oportunidades de pareja.

Se dio cuenta, de pronto, que ese monólogo la hacía gesticular y seguramente las personas que se cruzaran con ella, la mirarían asombrados, creyéndola que le faltaba algún tornillo.  Aceleró el paso y se detuvo en un semáforo sin saber muy bien qué rumbo tomar.  A medida que la tarde avanzaba, el frío se hacía más intenso.  Miró su reloj sin saber muy bien por qué, ya que su amiga regresaría muy tarde, como siempre que se reunía con su novio: apuraban hasta el último minuto, porque ignoraban cuando volverían a tener un día tan pleno como el que habían tenido la noche pasada.

Se paró delante de una confitería y los ojos se le iban detrás de algunos de los dulces que exhibían. Decidida entró en ella, y eligió una gran cantidad de ellos de todos los sabores y apariencias.  Al darse cuenta del volumen del paquete que había comprado, sonrió como diciendo ¡estás loca! ¿Vas a comerte todo eso? Vas a enfermarte.  Pero ya no había arreglo: había comprado pasteles como para un regimiento.  Ella sola se echó a reír ante el asombro del pastelero que la atendía.



Depositó la bandeja de dulces sobre la mesa del salón y se la quedó mirando como si no creyera que lo había comprado ella ¿Qué la pasaba? Se pondría como un tonel si ingería tal cantidad de dulces. Nunca lo había hecho, pero sentía unas ganas compulsivas de abrir el paquete y comenzar a comer, incluso antes de quitarse el abrigo. Estaba extrañada de esa conducta; le gustaban los dulces, especialmente los de chocolate, pero ante sus ojos, los había de todos los colores y variedades. Cogió uno al azar y se lo metió en la boca de un solo bocado. Ella misma se asombró de esa conducta: nunca había actuado de esa manera ¿Qué tornillo se había caído de su cabeza para comportarse de esa manera?  ¡Estaba loca ! Cogió la bandeja y se dirigió a la cocina, metiéndolos en el frigorífico.

— Si no lo veo, no caeré en la tentación—pensó

Se quitó el abrigo y regresó de nuevo a la cocina, abrió la nevera y volvió a tomar otro pastel, esta vez de chocolate. Definitivamente pensó que algo no marchaba bien ni en su cabeza ni en su vida. El comer compulsivamente algún determinado alimento, era señal de ansiedad y de que algo no funcionaba. Bah, se dijo y siguió a lo suyo.


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