sábado, 24 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 7 - Confidencias en la tarde

 Pasó Acción de Gracias en soledad, ya que su amiga lo haría con Murray y su familia.  No le apetecía  demasiado, cenar un sándwich en una noche tan señalada como esa, así que se ofreció para hacer guardia, no sólo esa noche, sino también en Navidad, que no tardaría en llegar y que también estaría sola.  Entre todos sus compañeros, casi todos casados o con novias con quién celebrar esas fiestas, celebraron una rifa de a ver a quién le correspondería esos días libres. Y hubo alegría por parte de uno y desilusión por el resto.  Fionna se reía al verles y se comparaba con ella misma por la indiferencia que sentía. Pasadas las fiestas y por las guardias acumuladas, ella se tomaría una semana de vacaciones.

— Me iré a un lugar con sol , cálido. Me tumbaré en una playa a tomar el sol y tratar de ponerme algo morena.  Me vendrá bien para tomar fuerzas, ya que el invierno es crudo.

 Gladys se alegró cuando la dijo los planes que tenía para el viaje.

—Te vendrá bien.  Te noto algo apagada .

— Estoy bien, pero en verdad que he de cambiar de aires un poco. Total, no celebro las navidades y aquí sola en casa me aburro soberanamente, así que se me ocurrió hacer guardias, acumular días e irme a Kauai. Cambiaré de panorama siquiera por unos días. Y quién sabe si en el verano vuelva a repetir. Y ahora dime tú cómo lo has pasado con tu futura familia.

—¡De miedo! Murray tiene una gran familia y me acogieron con mucho cariño. Para Navidad volveremos de nuevo.

Y pasaron las fiestas y ella disfrutó de su corto viaje en Hawaii, que en realidad fueron tres días, ya que tenía que descontar el de ida y el de regreso, pero no la importó, serían tres o cuatro días de romper la monotonía y, el tener algo que contar  a la vuelta.  Compró algunas chucherías típicas y se vió en el avión de regreso a la Gran Manzana que era Nueva York. Tendrían conversación entre amigas contando lo pasado en esos días en que no se habían visto.  Esperaron al primer fin de semana que tuvieran libre. Comerían juntas y durante la sobremesa se contarían sus experiencias. Fionna poco tenía que decir, pero Gladys se mostraba encantada de la vida. 

Lo demoraba, pero se moría por saber algo acerca de Alex, aunque le daba bastante corte preguntar abiertamente.  Trataba de dirigir la conversación hacia el trabajo de Gladys, en el que inexcusablemente entraba de lleno el policía. Y haciéndose la disimulada, la preguntó por él:

— ¿Qué tal tu jefe?

—Supongo que bien. Volvió a Londres, pero esta vez el viaje será más breve: tan sólo dos o tres meses.

— Terminará yendo a vivir allí, ya lo verás— respondió Fionna.

— No lo creo. Aquí tiene intereses muy importantes que no perderá fácilmente, aunque a veces le convendría.

Fionna sintió una punzada de desilusión no sólo por el viaje, sino por esa especie de incógnita que su amiga había abierto y que no se atrevía a preguntar por eso tan importante que tenía en América que le impedía instalarse en el Reino Unido. Se moría de ganas por averiguarlo, pero guardó silencio, por ver si Gladys le diera más pistas.  Ambas guardaron silencio durante unos instantes que parecieron eternos. Al fin, Gladys miró el rostro de su amiga y se dio cuenta de que ya no tenía la misma expresión que cuando iniciaron la conversación. Algo había cambiado y abiertamente la preguntó por lo que era:

— ¿Te gusta mi jefe?— soltó de improviso sorprendiendo a Fionna.

— Es muy atractivo.  Creo que habrán pocas mujeres a quienes no les guste, pero no. No en el sentido que piensas. Sólo me ha sorprendido que, después de aquella noche, no haya vuelto a dar señales de vida; me dijo que lo repetiríamos, pero... ya ves, ha pasado el tiempo y ni siquiera una llamada, nada.  Eso es lo que me extraña.  Y dime ¿qué puede reternerle aquí? ¿Por qué tienes tanta confianza con él? Cuéntame, me tienes intrigada.

— Llevo trabajando con él desde hace más de cinco años. Lo que voy a contarte no lo sabe casi nadie. Todos se creen que su forma de actuar, que su seriedad, es porque tiene grillos en la cabeza, y lo que en verdad tiene son preocupaciones. Es muy hermético y no le gusta airear su vida privada.

— ¿Cómo lo sabes tú?

— Como te he dicho, trabajamos juntos desde hace mucho.  Hemos pasado situaciones peligrosas en las que ambos nos hemos protegido y eso nos ha unido si cabe aún más. Le aprecio mucho, es muy buena persona, aunque en el trabajo no pasa ni una, pero cuando sale por la puerta y te invita a una cerveza, es como si desdoblara su personalidad: es otra persona, es un compañero más.

— No quiero ponerte en un compromiso, así que haz de cuenta que no he preguntado nada

— Nooo. Contigo tengo confianza, sé que guardarás el secreto. Mientras estudiaba conoció a una chica de su misma clase de la que se enamoró perdidamente, pero el amor se les fue de las manos y la dejó embarazada. Se tuvieron que casar aprisa y corriendo antes de que diera a luz a una niña, que es los ojos de su vida.  Pero el amor de ella duró poco y pronto comenzaron los disgustos y la separación. Ella vive en otro estado. Se casó de nuevo, y aunque mantienen buena amistad, ve a su hija muy de tarde en tarde y eso es lo que le ha hecho tan reconcentrado en sí mismo.  Estuvo a punto de renunciar a su trabajo por vivir cerca de su hija, pero al fin ella le convenció para que siguiera adelante con su carrera que había despegado perfectamente. En ese momento surgió la Interpol y en eso está ahora.

—Nunca lo hubiera imaginado ¿No ha vuelto a tener novia? Porque quizá eso le favoreciera. El casarse de nuevo, pienso. El tener un hogar estable favorecería que su hija pasase las vacaciones y temporadas más largas con él. Pero claro, no creo que la madre estuviera muy conforme con el trabajo que él tiene, al menos estando de cara al público.  Otra cosa sería si fuese un trabajo de oficina, pero éste...

— Si, en verdad es complicado, porque siempre estás con el alma en vilo. Me pasó lo mismo con Murray cuando hizo las oposiciones a bombero. Rompimos durante una temporada. No quise saber nada de él, y entonces se hizo enfermero y el resto ya lo sabes.

— Pero hay algo que no entiendo: tu eres policía, corres el mismo peligro por el que rechazaste a Murray...

—Si pero yo lo dejaré en cuanto nos casemos.  Ese fue el pacto que hicimos y lo cumpliré.  Además deseo tener hijos pronto; dedicarme a mi hogar y a mi familia en exclusiva

 — Ha sido una interesante conversación— dijo Fionna dando por terminadas las confidencias.

Siguieron durante un rato más hablando de diversas cosas que no atañían a temas personales. Al cabo de un rato decidieron que era hora de dormir y hacer descansar las preguntas y respuestas. Se despidieron hasta el día siguiente, y cada una de ellas se dirigió a su habitación. 
 Charlando, charlando se les había hecho de noche. 

No tenía sueño, pero en realidad quería estar sola para tratar de asimilar lo sabido de Alex. Era bastante difícil que se fijara en alguna mujer teniendo tan ocupada su vida. Ahora entendía por qué se centraba en su trabajo: deseaba liberar su mente de esa parte ignorada de él..  Parte importante estando de por medio una criatura aún pequeña para entender lo sucedido en la vida de sus padres. Luego estaba su trabajo de tanta responsabilidad y peligroso. Pero al menos pasaba la mayor parte del tiempo en la oficina, aunque al hacer las investigaciones, nunca sabes con qué te vas a encontrar y por tanto el riesgo existe siempre. Se dio media vuelta en la cama, y cerró los ojos con fuerza como para llamar al sueño, pero sin quererlo, su  mente volvía una y otra vez a las palabras de su amiga: casado y padre de una hija, pero además separado. Lo analizaba una y otra vez, y de este modo el sueño llegó a sus ojos, a pesar de ser aún temprano para dormir, pero le dio paso y poco a poco se quedó dormida.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES