sábado, 31 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 14 - Sin verte ni oírte

 Con la cabeza baja, sumido en sus pensamientos, abandonó el apartamento de Fionna. No sabía cuánto tiempo tardaría en verla y si la vería. Toda la euforia del encuentro, se había diluido como el aire. Estaba seguro que  no volvería a verla. El rostro de ella  y la actitud tomada, le indicaba que lo suyo había terminado en ese momento. No le quería lo suficiente como para correr el riesgo de la aventura que les aguardaba juntos; sería en solitario.

Adiós ilusiones, proyectos y una forma distinta de vivir. Si le decía que no ¿Qué haría? ¿Seguir adelante con su proyecto sin ella? Si ese fuera el caso se instalaría en Maryland, pero solo; no quería a nadie a su lado más que a Fionna, y si ella le rechazaba, sería una etapa cerrada. Se sentía frustrado, sin ilusiones. Quizá no estaba destinado a ser feliz, porque sabía que lo sería con ella, pero no sacrificando el amor y deber hacía Amy. Estaba decidido a llevar adelante los planes que se había trazado, era su obligación como padre, aunque tuviera que perder la otra parte importante de su vida, a Fionna. 

El amor que sentía por ella, a veces le sorprendía ¿Cómo era posible?  Recordaba el que sintió por Rosalind y en nada se parecía a lo que ahora estaba viviendo. Cómo quedó de tocado con la separación, porque no sólo perdía a la mujer de la que estuvo enamorado, sino que también al bebe que acababa de nacer.   Eso le destrozó.  Pero se había hecho el propósito de rectificar su conducta aunque tuviera que perder a la mujer que era el amor de su vida. La pequeña que engendró también tenía sus derechos, y él a tenerla cerca.

Definitivamente en cuanto fuera a la Jefatura, plantearía a su superior el traslado a Maryland o a alguna localidad cercana. Si no pudiera ser, entregaría su placa y pediría la licencia de detective privado y montaría un gabinete.  Buscaría un apartamento, pequeño, si Fionna le rechazaba, pero cerca del hogar de Rosalind y Alfred. De este modo volvería a organizar su vida hasta que de nuevo, con suerte, encontrara a alguna mujer que le aceptase con la problemática que tenía y pudiera tener una familia y un hogar.

Además, el no verla ni escuchar su voz, le dolía mucho,  pero ella  se lo había pedido, para no sentirse presionada.  Comprendía su actitud, porque tenía que renunciar a su vida para empezar otra  en un lugar extraño y con el agravante de tener que tratar con una criatura que no la conocía y que seguramente no la aceptaría.  Todo complicado y difícil. Seguramente sería el final de algo bonito pero irrealizable.

Al llegar a casa, se sintió derrumbado ¿En qué momento se fastidió la noche tan espléndida que habían pasado? Contaba con las reticencias de ella, pero nunca pensó en la segunda opción que pudiera ocurrir, y que ocurrió: el rechazo frontal de Fionna. Era demasiada responsabilidad caída de improviso como una losa sobre ellos.  Desmontar dos casas, la de Fionna y la suya propia, Comenzar un nuevo trabajo, con compañeros nuevos, en un sitio nuevo, con una posible familia nueva...  Eran demasiadas cosas , que él, por haber sido su iniciativa, había asimilado, pero sólo él.

Tuvo la tentación de marcar su número de teléfono, tan solo para escuchar su voz, pero renunció a ello, tal y como quería. Y no la llamó, ni ella tampoco. 

 Transcurrían los días y no había ninguna noticia esperanzadora.  Lo único bueno que supo en ese tiempo, fue la aceptación de traslado a Maryland; se lo habían concedido y le esperaban con los brazos abiertos, conocedores del buen hacer del policía.  Pero ella, era como si no existiera.

Más de una vez fue hasta el parque de bomberos para ver si podía verla, aunque fuera desde lejos, pero tampoco lo consiguió, así que se dio por vencido. Obtuvo unos días de permiso para el traslado a Maryland y cerrar su apartamento de Nueva York.

Desde una de las ventanas paseó la mirada por las calles que dejaría atrás.  Se despidió de algún vecino y partió de Nueva York con el corazón roto por el fracaso con Fionna, y el pensar que no volvería a verla era una herida abierta con la sensación de que alguna mano oculta hurgaba en esa herida constantemente.  Pero ya no había vuelta atrás.

El día anterior se despidió de sus compañeros de jefatura y éstos le brindaron una especie de homenaje en el pub al que acostumbraban  ir a tomar unas copas.  Triste también estaba Gladys. Habían pasado por muchas cosas juntos y le dolía verle partir y además con el corazón roto por la desilusión. No le comentaba nada de Fionna, por exigencias de ella, aunque él tampoco la preguntaba.  Mantenía una tensión entre ambos: uno porque deseaba saber de Fionna, y la otra porque su boca estaba cerrada por el juramento que prometió a su amiga.

Ella misma se despediría también, no tardando mucho. En uno ó dos meses lo haría ,ya que contraería matrimonio  y tal y como había prometido a Murray, lo dejaría todo por la familia que formarían. No querían sobresaltos en sus vidas, sino tranquilidad

 — ¿Irás a mi boda?— le preguntó Gladys al despedirse

— Por supuesto.  Hemos pasado muchas cosas juntos, buenas y malas. Nuestro compañerismo es algo más que eso. Te aprecio mucho Gladys y ya lo sabes.  No me lo perdería por nada del mundo.  Estaremos en contacto.

Sobre el escritorio de su jefe, había una carpeta azul que le fue familiar al verla cuando entró a despedirse.  No comentó nada, pero intuyó que algo tenía que ver en su despedida, y así fué:

- Ten mucha suerte, muchacho, en esta etapa que vas a comenzar. Sigo opinando que cometes un error al renunciar a tu cargo, pero es una decisión tuya.  Desde tu puesto nuevo, habrás de seguir el rastro de este caso, porque no se dará por cerrado tal y como está ahora, y tu eres el único capaz de desenredar la madeja.

- Pero señor, ha pasado mucho tiempo y no hemos vuelto a descubrir nada. Además no trabajaré para este sector.

-No te preocupes, ya están avisados: investigaras desde allí, aunque tengas que desplazarte a Nueva York. Con esa condición acepté la renuncia. Cierto, tú no lo has hecho antes, porque has estado  más viajando que investigando. Sé que no es culpa tuya, que el Jefe Supremo te tenía de acá para allá, pero ahora creo que tendrás tiempo. Este caso no se cerrará hasta que sea totalmente investigado.  Me huele algo raro; es un presentimiento de un viejo policía. Maryland no es Nueva York. Estaremos en contacto a menudo, y si alguna vez quieres volver, las puertas estarán siempre abiertas para tí.

Era la última persona que le faltaba por despedirse. Antes de entrar en su coche, echó una mirada a la fachada de la comisaría, a la calle, al ir y venir de los coches de policía, aunque no había reparado en ellos nunca, sabía que les echaría de menos.  Miro al puente y pensó que a una distancia relativamente larga, estaría el parque de bomberos y Fionna en él.  Dió un rodeo con el coche y se paró frente a la puerta.  El paisaje era el de siempre: las alarmas sonando estruendosamente y los coches que salían a toda velocidad en cualquier dirección, y tras ellos, el último vehículo: la ambulancia conducida por Murray y a su lado otra silueta por él conocida: ella. Mentalmente la envió un beso y un abrazo, posiblemente, esa sería la última vez que la viera.

Y así transcurrió el tiempo. Alex se instaló en su nuevo hogar, extrañando todo: el lugar, su casa... Pero en cambio veía a su hija casi todos los días, y a veces, si el trabajo se lo permitía, iba a recogerla a la escuela.Y poco a poco se fue serenando ayudado por Alfred y Rosalind, quienes sabían de su fracaso amoroso pero ignoraban el motivo por el que se había producido.  Los fines de semana lo pasaba con ellos: hacían excursiones, o alguna barbacoa.

Una mañana recibió la llamada de Gladys anunciándole que se casaban y le querían en la boda. Puso mil excusas, pero todas fueron rebatidas por su antigua compañera, y al fin aceptó acudir al enlace.  No le apetecía nada; sabía que ella estaría allí y el verla abriría las heridas que parecía se iban curando.

Cuando emprendió el viaje hasta Nueva York, tenía sensaciones ambivalentes. Por un lado sabía que la vería, pero que también sufriría por el encuentro. Y sin embargo, por otro, pese a todo sentía un cosquilleo dentro de sí.Era una oportunidad de poder charlar con ella, de cualquier cosa ajena al problema que les separó. Nada de reproches por  no haberle respondido. No saldría de su boca otra cosa que no fuera cómo estaba, como si hiciera cinco minutos que se habían dejado de ver.  Pero podría escuchar su voz, y con suerte hasta su risa.  Y podría hablar brevemente, ya que no era día ni lugar para ello. Quizá insistiera una vez más, según estuviera el estado de ánimo de Fionna.

Echaba de menos verla y escucharla, esas charlas tan reflexivas que sólo ella podía tener. Sería un recuerdo a mantener durante mucho tiempo.





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