domingo, 1 de noviembre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 15 - Enlace

 Fionna, nerviosa, ayudaba a Gladys a dar los últimos toques en su vestido de novia. Sentía, en su interior una punzada extraña. No sólo se casaba su mejor amiga, sino que probablemente se volvería a encontrar con él y, eso la mantenía intranquila. Aún sopesaba la proposición que le hizo, y que seguramente ya no tendría. ¿Había hecho bien rechazándole?

La ceremonia tendría lugar civilmente en los jardines de un gran hotel que habían contratado y allí mismo celebrarían el ágape. Todo estaba previsto; la pareja, como se suele decir, habían echado la casa por la ventana. No tenían muchos invitados. Sólo la familia de ambos contrayentes, y amigos más íntimos de la pareja. El banquete sería a partir de las siete de la tarde, y previendo que terminaría tarde, habían contratado también algunas habitaciones para que pudieran pernoctar los invitados que llegaran de fuera de Nueva York.  Todo estaba organizado al milímetro.  La compañía encargada de organizar eventos, se había esmerado muchísimo en complacerlos, dado que la maestra de ceremonia, había sido ayudada por Gladys en una ocasión muy comprometida para ella que podría haber salido mal parada, y con la ayuda de la policía, todo se resolvió satisfactoriamente.

 Alex tenía una habitación. Fionna  la rechazó ya que vivía en la ciudad y además, presintiendo la presencia de él, se retiraría temprano a su casa,. No tendría peligro, ya que no bebía en exceso y por tanto podría conducir su propio coche, y en todo caso, algún compañero del parque se ofrecería a acompañarla.

- No, Gladys, para mi no reserves.  Es absurdo: yo vivó aquí.

Ya estaba todo listo. La novia arreglada y las damas de honor nerviosas:  Fionna sería su dama principal, y ambas se abrazaron emocionadas.

- Ya es la hora, Gladys. Todo lo mejor del mundo os deseo. Te llevas un gran marido y tu eres... eres... especial. Mi mejor amiga.Seréis felices. 

 Volvieron a abrazarse y se dispusieron a salir rumbo a los jardines. Resonaban los acordes de una música clásica suavemente entonada por un cuarteto de cuerda situados a un lado del templete en donde los novios se jurarían amor eterno.  

El novio ya estaba en su lugar esperando a su futura esposa, y a su lado, una figura alta, impecablemente vestida con un esmoquin color gris perla oscuro:  Alexander Sandeep, que nervioso no dejaba de mirar en la dirección por donde aparecería la novia.  No sabía, aunque lo imaginaba, que su dama de honor sería Fionna, ya que era lógico, después de convivir juntas durante tanto tiempo. Lo que no imaginaba era la impresión que iba a causarle:  Estaba imponente, con un vestido gris claro de gasa totalmente cerrado, pero que a la vez transparentaba su escote y espalda. El cabello recogido, con un sencillo adorno de muguet blanco, que hacía juego con el que portaba el ramo de novia.

Nada más entrar en el paseo que les conduciría al templete, Fionna, lo primero que vió, fue el rostro de Alex, que no dejaba de mirarla.  Se puso nerviosa, y un rubor subió hasta sus mejillas.  Los ojos impenetrables de él era como si quisieran leer dentro de ella.

Estaban cada uno de ellos a los lados de la pareja que estaba uniendo sus vidas. Alex no dejaba de mirarla; Fionna a penas escuchaba la plática del juez que les casaba.  Y al fin los votos y el intercambio de anillos; todo se había realizado paso a paso a la perfección.  Era un ritual ensayado y repetido en cada ceremonia, pero al mismo tiempo era una incógnita de esa nueva etapa de la vida que se abría ante los contrayentes.

Fionna deseaba que todo terminara rápidamente y poder desaparecer entre los setos del jardín. No quería hablar con él; era una situación muy violenta. Nunca le había dado una respuesta y seguramente sería el objeto y el motivo de los reproches que  la  diría.  Pero algo llamó su atención:  en lugar de buscarla y dirigirse a ella directamente, había formado un corrillo
 con algunas personas, entre ellas había una chica que le trataba bastante familiarmente.  Pensó que eran compañeros de la jefatura, pero lo que no dejaba de llamar su atención era la familiaridad de una de ellas.

No quiso seguir presenciando nada, en el fondo se sentía dolida. Si en verdad la amara en serio, no estaría ahora retozando con otra mujer sin haberla dado algún aviso sobre su elección. Si es que había encontrado la felicidad a su lado, se alegraba por él. Ella había tenido esa oportunidad y la había desperdiciado, así que no debía quejarse.  Desde la lejanía del tiempo, estaba segura de que podría haber encontrado una solución y ahora sería ella quién estuviera en ese círculo colgado de su brazo, y no esa estúpida mujer que le sonreía y a la que él correspondía de vez en cuando.

El camarero se acercaba portando  una bandeja con copas de champán, cogió una y dando media vuelta, tomó la dirección contraria a la que el grupo de Alex tenía.  Se alejaría de allí, tenía  ganas de salir corriendo, pero debía esperar a que los novios regresaran de hacerse las consabidas fotografías y al menos simular que degustaba el menú preparado.  Sentía malestar y agradeció  que uno de sus compañeros del parque de bomberos, se acercara a ella y charlar durante unos instantes.
  En el centro del jardín había una mesa dispuesta con una gran tarta de boda esperando a los novios para cortarla. Estaría atenta a la hora en que más o menos llegarían, ya que todo estaba medido al minuto, mientras tanto permanecería semi oculta para no toparse con Alex.

Comenzó a sonar la marcha que precedía a los novios que avanzaban tomados de la mano por el pasillo de flores que les conducía directamente hasta la tarta.  La música acompañaba a los aplausos de los invitados, y entonces fue cuando Fionna salió de su escondite y se posicionó en la última fila camuflada entre ellos.  Desde su sitio podía ver perfectamente cómo Alex la buscaba.  Las risas y los aplausos estallaron al cortar el pastel, que posteriormente un camarero distribuiría entre los invitados. Aprovechó un breve momento de distracción y se acercó hasta Gladys y su ya esposo Murray, les abrazó y se despidió de ellos.

-¿ Te vas? - le preguntó la amiga

-Gladys he de irme. Estoy nerviosa y será mejor que regrese a casa. No quiero tener una escena delante de todos, y estoy segura que podríamos tenerla. Creo que tiene novia y por lo pegajosa que se ha mostrado durante la ceremonia, pienso que no le gustará nada que estemos frente a frente.  Así que me voy.

Se abrazaron de nuevo y ella, lo mismo que entró, salió. Pero los ojos grises, profundos y ansiosos por mirarla, no la perdieron de vista y salió tras ella.. dándola alcance a la altura del ascensor.

- ¿ Estás huyendo de mí?

A su espalda escuchó la voz algo ronca de Alex. Ella alzó la cabeza girándose y posicionándose frente a él

- ¿ Por qué había de huir de tí, o de alguien? No tengo cuentas pendientes, así que no. No huyo

- Creo que tenemos una conversación pendiente, y ahora es un excelente momento para hablar. Ven conmigo.

La tomó de la mano y se dirigió con ella hacia el ascensor.  Pulsó el botón de un determinado piso, que ella ni siquiera miró.  No tenía miedo de él, pero sí temor por sus reproches. Seguro que tendrían una charla tensa y con toda la cantidad de reproches que le viniera a la cabeza.


- No tengas miedo, no voy a agredirte. Sólo tengo curiosidad por algo y como no tendremos ocasión para volver a vernos, deseo que me lo aclares ahora, aquí. Subimos a mi habitación, y en ella podremos hablar sin temor a interrupciones.  No tengas miedo, conmigo estás a salvo. No voy a hacerte ningún daño.  Sólo quiero saber por qué no he tenido ni una sola comunicación tuya.  Te propuse algo y quedaste en llamarme. Creo que ha pasado suficiente tiempo para haberlo hecho. Me pediste que no te llamara, que no te viera para no presionarte, bien lo he hecho. Por tanto necesito tener algo que me diga que no estaba equivocado cuando te propuse que te unieras a mi.

Apretaba su mano fuertemente, y al mismo tiempo notaba que los dedos de ella se aferraban a los suyos. Por la experiencia con las mujeres, conocía esos síntomas:  no le era indiferente; aún tenía una ligera esperanza. 
Durante el corto trayecto no habían tenido más palabras, pero el corazón de Alex se alteraba por momentos, y en sus sienes, la sangre se agolpaba  latiendo con fuerza. La proximidad de ella le impacientaba y le alteraba. A pesar del tiempo transcurrido y la distancia entre ellos, no había aplacado su interés por Fionna. 

 Y de repente el ascensor se abrió.

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