miércoles, 4 de noviembre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 18 - El gran reto

 Se levantó temprano. No había dormido bien, quizá a causa  de la noche más amorosa que habían tenido en mucho tiempo. Al fin estaban juntos, iniciaban una etapa nueva en sus vidas, y aunque aún no eran esposos,  en aquella primera noche de unión, si lo fueron.  Pero a pesar de todo ello, las novedades vividas durante el día la mantenía en  duermevela y nerviosa.  Sin embargo Alex, abrazado a ella, dormía como un tronco, y hasta a veces en su rostro aparecía una leve sonrisa ¿ Con qué soñará? se preguntaba.

Miró el reloj, deseando de que ya fuera la hora de levantarse, no por salir huyendo de él, que muy al contrario se quedaría a su lado, como ahora estaban, para toda la vida. Pero debía estrenarse como cocinera y no sabía por dónde empezar.

— No seas tonta— se decía— Unas tortitas las sabe hacer cualquiera.

Pero no eran las tortitas lo que le preocupaba.  Estaba segura que Alex se comería todo lo que le pusiera aunque no estuviera bien cocinado. Nunca se había preocupado de eso; normalmente  se comía un bocadillo, o pedía comida a domicilio.  Pero ahora era diferente. No podía mantenerlo a base de bocadillos ni de pizza.  Era un hombre con un apetito excelente y de buen comer. Ni se le había pasado por la cabeza ese detalle. Ahora no era una mujer independiente, sino que estaba unida al hombre más especial de la tierra y no podía defraudarlo. Quizá fuera algo sin importancia, pero al no haber descansado bien, todo lo magnificaba.

Pensó que nadie mejor que Rosalind para orientarla. La preguntaría por sus comidas  preferidas y cómo hacerlas, y también por las de Amy, para estar lista para cuando viniese a casa. 

 Era muy temprano, pero Alex debía ponerse en  marcha para acudir al trabajo.  En la mesa del salón estaban todos los papeles correspondientes al dichoso  caso que le traía de cabeza, pero que fue el motivo de que se conocieran, por lo que sonrió al pensarlo.

Amorosa se dirigió a la habitación y a base de arrumacos, despertó a su amor, y él se hacía el remolón para que ella siguiese con esas tácticas que le gustaban. Con los ojos aún cerrados por el sueño, sonreía y ronroneaba de satisfacción y ella también disfrutaba al verle. Comenzó a hacerle cosquillas para que se levantara de una vez.  Él reía feliz como si de un niño se tratara, y ella insistía una y otra vez, hasta que Álex de un sólo movimiento la puso debajo de él.

— Me gusta este despertar— la decía riendo— Y ahora, me toca a mí.  Has sido implacable con tus cosquillas, así que prepárate porque voy a vengarme.

— No, no Alex. Se te hará tarde para ir a trabajar

— No importa.  Pondré cualquier pretexto ¿Crees acaso que voy a dejar pasar de largo esta oportunidad? No señorita. Ahora me toca a mí

Con un rápido movimiento se deshizo de la camiseta que Fionna llevaba puesta y paseo sus manos por sus piernas.  Ella dio un grito sin parar de reír, hasta que la boca de él, hizo callar la suya con un largo beso.

— No se te ocurra volverme a despertar de esa manera si no quieres que me echen del trabajo— dijo jocoso Alex— Eres una mujer muy provocadora y eso me encanta.

— Te lo avisé—dijo ella— pero ¿Sabes qué? Me has disipado una duda que tenía.

— ¿Puede saberse cuál?— la respondió él

— Nada importante, sólo que no me he levantado muy despierta, que se diga, y la culpa la tienes tú. Me has tenido entretenida demasiadas horas. Luego el viaje, la presentación a la familia...  Se me han desatado los nervios, pero ya te has encargado de destensarlos, así que levanta, dúchate y vete al trabajo.  Pero antes has de desayunar:  mis primeras tortitas

- ¿ En serio es la primera vez que haces tortitas?

- ¡ Claro ! Para mi sola con un café y unas galletas suficiente. Así que no quiero protestas si soy fatal en la cocina.

- En la cocina lo serás, pero en otras cosas eres de matrícula de honor.

- ¿ Vendrás a comer?

- Si, aunque tarde. De esta manera tendré la tarde libre, pero he de trabajar, así que como si no estuviera en casa.

- Está bien. Llamaré a Rosalind a ver si puede darme lecciones de cocina.

- ¿ En serio vas a hacerlo?

- ¡ Claro ! Ella se brindó y yo no tengo ni idea.

Una vez tomado el desayuno, se volvieron a besar y Alex partió hacia su trabajo.  Ella llamaría a Rosalind para ver si podía contar con ella.

Se mostró encantada en  darla sus primeras lecciones como ama de casa. Hicieron una relación de los gustos culinarios de Alex y su manera de hacerlo. También los de Amy,. que eran bastante más sencillos.  Ambas mujeres quedaron en verse a lo largo de la semana. Ninguna de las dos tenía mucho tiempo libre: una por tener un niño muy pequeño que la ocupaba mucho tiempo, y la otra porque si todo salía bien, comenzaría a trabajar y también estaría ocupada. Pero decidieron encontrar un día en que ambas se vieran.  Era un comienzo increiblemente bueno que Fionna, nunca imaginó. Y pensó que era un buen augurio, además de contar con una buena amiga.

Suspiró aliviada y se puso a anotar todo lo que debía comprar para abastecer el frigorífico.  Alex no tenía demasiadas cosas en él.

- Por lo visto come fuera de casa, y no me extraña, yo misma lo hacía.  Pero de ahora en adelante lo hará en casa y como Dios manda.  Se acabó la comida rápida y de mala manera.

Y contenta se dirigiría  al supermercado en el que Rosalind hacía su compra. Cogió las llaves del coche y tarareando una canción se dispuso a convertirse en ama de casa. Nunca había estado más contenta que ahora con una responsabilidad nueva para ella, pero que la encantaba y pondría sus cinco sentidos en que todo saliera bien.

En ese fin de semana Alfred y Rosalind harían una barbacoa y por lógica, ellos estaban invitados a ella. Y aceptaron de buen grado. Si, en eso consistía la vida familiar, y la aceptaría encantada. No estaba acostumbrada a ello, y todo era una novedad para, pero reflexionó pensando que en eso consistía tener una familia.

Tuvo su entrevista en el hospital y también su puesto en urgencias; comenzaría a trabajar de inmediato. Casi no le daría tiempo para hacerse a la idea de su nueva vida, cuando también tendría que acostumbrarse a las prisas de ese departamento del hospital. No sería muy distinto a acudir a un incendio, en que los nervios te estallaban ante lo inesperado. Estaba segura de que se haría con la situación.

Era su primer día de trabajo y por la noche. Alex la acompañó hasta la puerta del hospital, del imponente hospital que miraba algo asustada. Él, sabedor de lo que pensaba en ese momento, apretó ligeramente su mano para animarla. Ambos se miraron, ella algo pálida y nerviosa, en los ojos de él, había confianza y una sonrisa  que la decía:

- Vamos, lo harás bien. No es tu primer trabajo, bien que lo de los incendios es distinto, pero también trabajabas a velocidad de vértigo. No me digas que estás asustada. Cuando salgas, mañana, estaré aquí también; desayunaremos juntos y me contarás tus experiencias de la noche. Yo me iré a trabajar y tú serás la mujercita feliz que me espere a mi llegada. Es lo que deseábamos y lo estamos consiguiendo. Sólo nos falta una cosa: casarnos, y no tardaremos mucho en hacer oficial lo que ya estamos practicando: nuestra vida juntos.

Y comenzaron una nueva vida muy distinta a la que hasta ahora habían llevado, y parecía que todo se había encarrilado.  Despejadas las dudas, y poniendo cada uno de ellos su mejor buena voluntad para salir adelante. Y pasó esa  semana con la rutina consiguiente, pero ellos encontraban siempre algo que fuera diferente en su día a día. 
Y se casaron. A su enlace acudieron los compañeros actuales de Alex y alguno de los antiguos, entre los que se encontraban Gladys y Murray; ellos no podían faltar. Y fue muy emocionante. La ceremonia fue sencilla y Amy, vergonzosa portaba una cestita con los anillos de boda. El ágape se celebró en los jardines de un hotel y todo parecía un cuento de hadas.
El momento más emocionante fue cuando Alex depositó su anillo de casada en el dedo de Fionna. Sus votos fueron tan sentidos, tan amorosos, que la hicieron  emocionarse. Pasarían su primera noche en la nueva casa, y sería la primera vez que hicieran el amor en ella, ya que hasta no estar casados no quisieron realizar su unión.  Saldrían de viaje de novios dos días después  a una playa exótica no muy concurrida por el turismo.  Necesitaban estar solos, deseaban estar solos. Todo su mundo estaba condensado en ellos, el uno para el otro. ¡ Quién lo diría ! Habían tenido una especie de noviazgo de tapadillo y sin esperar el buen resultado que en ese día habían conseguido, pero ahí estaban: Alex con ella en brazos traspasando el umbral de la casa.


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