No la soltaba de la mano en ningún momento. Es como si tuviera miedo de que saliera corriendo. Enseguida llegaron a la habitación que habían reservado para él. Introdujo la tarjeta en la cerradura y de inmediato se abrió. Permanecieron en silencio durante unos instantes, pero que a Alex le parecieron eternos y Fionna sintió una especie de miedo a no sabía qué .
— Entremos —dijo solemne
Ella obedeció sin emitir palabra alguna. Miraba su entorno. Era la habitación clásica de un buen hotel, confortable, amplia y musical, ya que al encender las luces, se conectaba una música que, suavemente les daba la bienvenida.
No sabía cómo, ni de dónde había sacado las fuerzas que había estado conteniendo durante toda la tarde, pero tenía necesidad de hacerlo. Y lo hizo. Sin poder reaccionar, Fionna se vio empujada hacia la puerta de entrada que daba acceso a la habitación, y aprisionada entre ella y el cuerpo de Alex que la sujetaba y buscaba su boca con ansiedad. No decía nada, ni siquiera la sorprendió la actitud de él. Probablemente lo esperaba o más bien, lo había estado deseando desde que le viera esa tarde. Y no protestó, ni opuso resistencia cuando él la besó estrechando más el abrazo contra su cuerpo.
Al cabo de un rato, él se separó de ella sin dejar de mirarla. Jadeaba y su mirada gris la taladraba. No sabía qué hacer, ni qué decir. Además de sorprenderla esa actitud, las piernas la temblaban y sus manos también. No era por miedo en absoluto. Entonces supo que eso lo había estado esperando desde siempre. En verdad la quería. En esos instantes tan íntimos no cabían disimulos.
— ¿ Te das cuenta lo que provocas en mi ?— la dijo aún jadeante— Vas a volverme loco, si es que ya no lo estoy ¿Por qué no me has dicho algo? ¿Acaso no te acordabas de mí, ni siquiera por un instante? ¿Siempre tiene que ser el hombre quién dé los primeros pasos? ¿Por qué? ¿Acaso tú, no has sentido lo mismo que yo, ahora, en este instante?
No sabía qué decir y las palabras se negaban a obedecerla. Sentía que le ardía la cara. Los brazos de él aún la retenían.
Alex, no deseaba que ese contacto se perdiera, se difuminase en el momento, y volvió a acercar su rostro al de ella y volvió a rozar sus labios con los de ella. Volvió a decirla que la quería, que a cada minuto la recordaba y que sabía que nunca sería feliz si ella no estaba
Entonces surgió el milagro, la chispa que había ocultado, quizá sin saberlo, durante todo este tiempo. Levantó una de sus manos y abrazó con ellas la nuca de él, y adelantó su boca a la de él, y se fundieron de nuevo en un beso intenso, muy intenso, que les hizo perder la cabeza, la noción del tiempo y del sitio en el que se encontraban. Los besos se sucedían salvajes apremiantes, como si el mundo estuviera a punto de estallar y esa fuera su despedida. Los sentimientos de ambos, sus sensaciones, sus deseos, explotaron a un tiempo entre ellos y comenzaron una carrera frenética, pero Alex no quería avanzar si ella acaso no lo permitiera. Y posando sus manos sobre los hombros, y agarrando suavemente el vestido, la preguntó:
— ¿Puedo? ¿Das tu consentimiento? No iremos más allá si tu no das el permiso, pero necesito saberlo ya.
Fionna movió pausadamente su cabeza aceptando el reto. Al fin, los sentimientos que sentían ambos se harían presentes , y algo más fuerte que ellos surgió. Por eso fueron creados por la Naturaleza.
Alex fue hasta la cama, y de un tirón descorrió la suave colcha junto con la sábana, Después volvió hacia ella y suavemente mientras la besaba, abrió la cremallera del vestido, que cayó a sus pies. Se miraban intensamente , él viviendo un sueño durante tanto tiempo deseado, y ella sin comprender muy bien que era lo que pasaba en su cabeza y en cómo dejar de reprimir sus más íntimos deseos. Porque deseaba a aquel hombre que con tanta ternura la estaba tratando, demostrándola su amor, ese verdadero amor tranquilo, sosegado, con calma, que nada atropella y acompañando los deseos de la otra persona, y no imponiendo los suyos propios.
Alex sólo podía pronunciar su nombre como si fuera una plegaria. La tenía entre sus brazos y el amor que sentía le desbordaba. Había pensado que sería una tarde de desencuentros, esquivándole para no decirle que no a lo propuesto y, sin embargo allí estaban amándose con verdadera pasión, sin ocultar ninguno de los dos lo que de verdad sentían. No sería un encuentro más, de esos ocasionales que suelen surgir después de una fiesta en que los vapores de las bebidas desatan las pasiones. A penas habían bebido, y la verdad de sus caricias hablaban por ellos. Se amaban sin concesiones, y eso cambiaría el rumbo de sus vidas.
Permanecían uno al lado del otro, con las manos enlazadas, sin hablar. No querían que la magia que acababan de vivir se desvaneciera.
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