sábado, 7 de noviembre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 21 -Sólo amigos

 Y paso ligero  regresaba a su hotel, pero durante el camino una escena volvió a su memoria. No quería recordar, pero era inevitable, después de haber encontrado al antiguo amor de su juventud.

Decía que eran novios, ella no estaba segura, pero machaconamente él la obsequiaba con mil palabras amorosas, hasta que terminó por rendirse.  Durante dos cursos seguidos mantuvieron ese romance, al menos por parte de Fionna, pero dudaba que significara lo mismo para William.  Dicen que la víctima es la última en enterarse y eso la ocurrió a ella.

Era víspera de exámenes, le  había prestado unos apuntes y, hacía días, a pesar de haberlos reclamado no terminaba de devolverlos. Los precisaba y acudió hasta su dormitorio para que se los devolviera.  Había ruido en su interior, pero nadie respondía a las repetidas llamadas que hiciera en su puerta. Se decidió a  entrar y lo que vió la dejó pegada a la pared: el que decía jurarle amor eterno, estaba en la cama con otra chica.  Él dio un salto al percatarse que ella estaba viendo lo que estaba ocurriendo, pero Fionna dio medio vuelta y se alejó de allí.


William tras vestirse, fue en su busca, pero ella no atendió su llamada.  En ese instante se rompía el idilio mantenido durante casi dos años, quedando su corazón hecho trizas y su amor propio por los suelos. Por muchos intentos que él quisiera pedirle perdón, ella ni siquiera le atendía y de ese modo quedó rota la relación.  Al terminar el curso se perdieron de vista, hasta ese día en que se volvieron a ver por pura casualidad.  De nuevo la tocaba perder. 

Tuvo que pararse a un lado del camino, lejos de los coches que pasaban por la carretera, y sentarse bajo un árbol.  Las lágrimas acudieron a sus ojos, no por el encuentro con él, sino por su fracaso, de nuevo, en el amor.  Esta vez era una niña quién la apartaba del hombre de su vida. Sí, porque William fue un amor juvenil, pero el de Alex, era su presente y su futuro. No sabía cómo terminaría todo y eso acabó por  desatar los nervios que llevaba aguantando durante todos esos días.  

Pensaba la diferencia de lo que sintió por uno y otro. William fue su primer amor, pero pasado un tiempo no dejó huella, se olvidó de él, con lo que comprendió que no sería muy fuerte lo que por él sintiera.  Sin embargo Alex, era diferente; lo que sentía por él era de otra envergadura, había pensado en una familia con él: niños.  Pero ahora dudaba que llegaran a tenerlos, tal y como estaban las cosas. Él ya tenía una hija, que la había desplazado de su vida, y esa era la razón de que se encontrara allí y de nuevo viera al que fuera su amor.  Cosas del destino juguetón que se "distraía" con ella.

Más calmada, al cabo de un rato, se levantó de donde estaba sentada y emprendió el regreso, hasta llegar al hotel.  Se encerró en su habitación y ni siquiera bajó al comedor para almorzar, por muchas llamadas que la hiciera la dueña de esa pensión, que extrañada la preguntaba una y otra vez si se encontraba bien.  Salió a media tarde y, como hacía siempre, daría una vuelta por los alrededores.   En la casilla suya de recepción, había una nota:

" Quiero verte. Llámame  a este número. Deseo que cenemos juntos, antes de que vuelvas a desaparecer"  900010004000" . William

Lo miraba despacio, más calmada del berrinche de por la mañana, y marcó ese número y al otro lado la voz conocida de William la respondió.


— Al fin respondes  Aún no me has perdonado, por lo que veo. He de decirte que lo llevo sobre la conciencia toda mi vida, pero aquello queda muy lejos ¿ No podemos ser amigos?  

— Pues en estos momentos no quiero tener a ningún hombre cerca. Así que no.

— ¡Vamos Fionna ! No seas chiquilla. Te doy mi palabra de que sólo será una charla entre amigos. Guardo un grato recuerdo tuyo. Me guastaría contar con tu amistad.

— Está bien. Pero que te conste que no quiero recuerdos añejos.

— Que así sea. A las ocho paso a buscarte—. Puntualmente, William pasó por el hotel a buscarla.

 Mientras esperaba a que Fionna bajase, entabló una conversación con la dueña del hotel que se llevó una sorpresa al saber que se conocía con su huésped. Era también el médico de ella, por tanto las bromas entre ambos hicieron la espera más amable.  Y al fin Fionna estaba frente a él. Se conservaba bonita, mucho más que cuando fueron novios.  Al verla por la mañana, sin apenas arreglo, no se había fijado tanto, pero ahora, arreglada, con un sutil maquillaje, un bonito vestido y el cabello suelto, le pareció una mujer espléndida. Lástima haberla dejado marchar.
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Se saludaron y se despidieron de la señora. Muy respetuosamente él la ofreció su brazo, que ella aceptó con una sonrisa. Salieron a las afueras del lugar a un restaurante que había alcanzado buena fama en el que servían asados estilo Tejas y había un buen ambiente distendido.  Repasaron sus vidas desde que se separaran, pasando de puntillas por el asunto que hizo que rompieran; no querían escarbar en las heridas. Pero William deseaba conocer su vida y ella se la explicó sin decir el verdadero motivo por el que estaba en aquel lugar y que su matrimonio pendía de un hilo.

Quizá por las confidencias , por el vino tomado para la cena, o sencillamente porque necesitaba el calor humano, cerró los ojos cuando William, dentro del coche que les llevaría a casa, se aproximó a ella y la besó. No la pilló desprevenida, es más lo deseaba y lo esperaba. Pero al mismo tiempo, sintió la emoción  de las manos de él buscando algo más que su rostro.  Y en ese momento, dándole un empujón le apartó de ella. Él no se lo esperaba  ¿Suponía que era un terreno abonado? ¿ Seguía siendo el mismo calavera de siempre?

Hizo intención de bajarse del coche, pero él la detuvo por un brazo. Tenía que pedir disculpas ahora mismo, ya, o sería muy capaz de volver a casa sola y era demasiado tarde para que anduviera por una carretera expuesta a mil peligros.

— Lo siento Fionna. Perdóname; me ha superado el momento

— Te dije que estaba casada.

— Lo sé, lo sé. Ha sido un fallo mío. Nuestro encuentro, la charla de ahora... Por un momento pensé...

— ¿Qué pensaste William? Amo a mi marido. Tú formas parte del pasado, eres una anécdota para mí. Sólo eso. Nosotros no podemos ser más que amigos y, dudo que de ahora en adelante volvamos a vernos. Salgo mañana para mi casa. Se acabaron las vacaciones. Así que será mejor que lo olvidemos.  No ha pasado nada, aunque no era eso lo que pretendías.  No has cambiado, William.  Sigues lo mismo que entonces. Por favor, llévame a casa.

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