viernes, 6 de noviembre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 20 - Viejas amistades

 Había contratado en una agencia de viajes, una semana, que era lo que tenía libre, en un pueblecito no muy lejos de Maryland, pero lo suficiente para tomar distancia.  Era pequeño, de esos lugares perdidos en el mundo con apenas habitantes y, en su mayoría gente mayor que no tenía otra cosa que hacer, mas que sentarse en el porche de su casa y ver pasar el tiempo.  Era lo que necesitaba, paz y sosiego.  Pero no se olvidaba de lo que había dejado atrás con todo el dolor de su corazón.

Sin querer, echaba la culpa a Amy, pero muy probablemente lo que les ocurría era que se habían complicado la vida muy apresuradamente. Apenas se conocían cuando decidieron casarse, y seguro que lo que les había cegado era su conexión sexual que era  excelente, pero que eso no era suficiente para pasar la vida juntos, aunque fuera muy importante.  Pero había algo más que echar un polvo; querían formar una familia, estar juntos, hablar y participar de la vida tomados de la mano.  Pero no contaron con la presencia de Amy que lo perturbaría todo.


Se había hospedado en una casa particular que, en vacaciones alquilaba alguna habitación para los forasteros que buscaban tranquilidad en el campo. No era lujosa, pero sí tenía las comodidades requeridas y era limpia y ordenada. Sus dueños eran un matrimonio pasado  de edad media,  acompañados de una mujer, más joven que ellos, que les ayudaba en el cuidado de la casa y hacía las veces de cocinera,.
Los dueños eran amables y se les notaba que estaban contentos con Fionna: al fin alguien más joven para charlar con ella, y además ¡era médica!  algo que les tranquilizó en extremo, dado que al ser mayores, no estaban a salvo de cualquier percance.  La tenían en palmitas por ese motivo, y porque les cayó muy bien.  Notaron que una joven como ella no fue a parar a aquél lugar por descanso solamente, sino que necesitaba alejarse del mundanal ruido que sólo ella sabía.

Daba largos paseos por el campo sin fijarse muy bien en el paisaje. En su interior rugía una tempestad y pasaban los días sin saber qué decisión tomar. Amaba a su marido, y le constaba que él también la quería, pero... ¿Tendría calma hasta que la niña creciera y tomara consciencia de que no era su enemiga, sino al contrario, buscaba su amistad porque con ello harían felices a Alex? ¿Quién había fallado, ella o las circunstancias?  Lucharía hasta el final por el amor de su marido, pero nunca le pondría en la tesitura de elegir, porque nunca se lo perdonaría y sería una barreara infranqueable entre ellos.

No tenía ganas de regresar a casa y siguió andando hasta llegar al pueblo. Allí entró en la cafetería: tomaría un café, y después regresaría al hotel.  La semana pasaba rápidamente y se daba cuenta de que cinco o seis días no eran suficientes, pero también  que le necesitaba y la angustia que él expresaba  decía lo mismo.

Alex no quería presionarla. La echaba mucho de menos, pero reconocía que debía darla espacio para pensar. Y no quería ni imaginar si a su regreso le dijera que todo había concluido, que la experiencia había sido fabulosa hasta llegar a ese punto. Que regresaría a Nueva York y que trataría de retomar su vida en donde la dejó. 

Cuando estos pensamientos llegaban a su mente, se pasaba las manos por los cabellos desesperado.  No podía concentrarse en nada, y optó por dejar a un lado la investigación de "Fuego", porque daba un paso adelante y otro atrás. 
 No podía centrarse más que en el problema que tenían con lo sucedido. Tampoco  hablaba con Rosalind sobre la ausencia de Fionna. Había dado la excusa de que había viajado para ver a su familia; no quería que se sintiera responsable por la actitud de Amy, porque nadie lo era.  Pero lo cierto es que su matrimonio estaba a punto de saltar por los aires, y nada ni nadie podía hacer nada por remediarlo. Sólo había una manera, pero ni siquiera deseaba pensar en ello. 
Eso significaba que había tomado parte por una de las dos, aunque eso le partiera el corazón en mil pedazos.

Estaba absorta en su problema cuando algo llamó su atención: unos saludos eufóricos de algunos de los clientes con la entrada de alguien en la cafetería. Giró la cabeza para ver de qué se trataba, y al momento reconoció al hombre que acababa de entrar. A su cabeza acudieron imágenes de otro tiempo ya lejano, pero que en su día fueron importantes.  Parecía que el destino seguía jugando con ella y trató de salir de allí, pasando desapercibida y aprovechando la circunstancia de los saludos que daban a la persona recién llegada.  Pero esa persona giró la cabeza y al verla, también quedó sorprendido y se encaminó hacia ella.

— ¡ Fionna ! ¿Qué haces por aquí?  Te hacía en Nueva York

—¡Hola William   Así era hasta hace poco. Estoy de vacaciones

— ¿De vacaciones, aquí?

— Necesitaba descansar y salí huyendo de la ciudad

— Oye, tenemos que hablar. Ésta ha sido una sorpresa inesperada y muy agradable. Te invito a comer y charlamos mientras ¿Cuánto tiempo ha pasado? Bueno, mucho. Te he recordado en muchas ocasiones ¿Terminaste la carrera?

— Si William, la terminé y la ejerzo.

— Deseo saber de ti. Cuéntame

— Poco que contar. El trabajo me absorbe por completo. Trabajé como médico en un parque de bomberos en Nueva York, pero era muy estresante y me mudé a Maryland y ahora ejerzo   en un hospital. Estoy pasando unos días de tranquilidad. Y eso es todo. Fin de la historia.

—  ¡Vaya! ¿Eso es todo?  No te creo, pienso que hay algo más que no quieres contarme.  Sabes que sé leer en tu pensamiento. Siempre te he conocido muy bien.

— Lo sé, pero no fue suficiente ¿Verdad Willy? Nunca es suficiente para los hombres. Os creéis que nos conocéis, pero las mujeres somos un mundo sin fin, y nunca os esforzáis por conocernos.

— ¿Me estás regañando?

— Nada más lejos, pero es cierto: no nos tenéis en cuenta, o quizás es que nunca llegáis a conocernos ni os esforzáis tampoco por hacerlo.  Y ahora lo siento, pero he de regresar a casa. He de hacer algunas llamadas.

— ¿Rechazas mi invitación?

— No, en absoluto. Pero de verdad, he de irme.  Me ha encantado volver a verte.

William altamente sorprendido por ese giro tan radical que había dado su charla, no hizo ningún comentario. Se saludaron nuevamente como despedida, y pensativo la dejó marchar, siguiendo sus pasos con la mirada.

Iba nerviosa y aceleró su caminar para perderse en el paisaje.  Sabía que la miraba ir, y eso la alteraba.  De repente habían aparecido unos fantasmas que tenía ya superados, pero su estado de ánimo, altamente delicado, había hecho que aflorasen viejos sentimientos, rencores y reproches que no había querido expresar. No tenía el ánimo para montar una escena, además no era su estilo. Pensó que debiera adelantar su regreso antes de que los recuerdos la vencieran.

Caminaba deprisa, no era porque se la hiciera tarde, pero sí deseaba alejarse de allí cuanto antes.  Lo que menos esperaba era encontrarse en ese lugar con un viejo amigo, que fue algo más. Ni siquiera le había preguntado qué hacía allí;  no la interesaba saberlo. Eso pertenecía a  una época ya pasada. Ahora otra persona ocupaba su corazón y otras preocupaciones la perturbaban.


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