lunes, 26 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 10 - Como a un hermano

 Charlaban amigablemente ante un vaso de whisky. Habían entablado una conversación  de sus respectivos trabajos, de los niños y de muchas diversas cosas.  Con el transcurrir del tiempo habían conseguido una estabilidad  emocional de amistad, no sólo entre Alfred y Alex, pero también con Rosalind , sobretodo con su ex ya que ambos habían tenido una hija. Pero su ruptura no fue traumática, sino que trataron por todos los medios, primero de ser consecuentes y después  amigos.  De este modo, al conseguirlo, todo fue más fácil para todos.  Y es por eso que entre los dos "esposos" de Rosalind no había rivalidad, sino comprensión y amistad. Alex le estaba muy agradecido porque se había convertido en el consejero mejor de su hija, y la trataba con enorme cariño y comprensión, algo que le tranquilizaba grandemente.

Por eso Alfred, sacó la conversación sobre el tema que más preocupaba al policía.  Éste había dejado entrever que se le hacía muy cuesta arriba, y cada vez más, tener que dejar a su hija, y no saber cuánto tiempo tardaría en volver a verla.

— La niña está creciendo lejos de mí, y a medida que se haga mayor, tomaré la categoría de extraño, y no le faltará razón. Estoy pensando en dejarlo todo, enfocar mi vida por otros derroteros y estar más cerca de ella.  La tratas de maravilla, y por ello te estaré eternamente agradecido, pero la echo mucho de menos. Me siento demasiado solo.  bendigo cada día por la suerte que ha tenido Rosalind de haberte encontrado.  Os veo a los cuatro, tan unidos y felices, y siento una envidia horrorosa.

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—Alex, te entiendo perfectamente. Si, somos felices y tu hija es también mía, y así lo siento.  Pero tienes razón, por encima de todo, tú eres su progenitor.  En esta visita que nos realizas, te encuentro muy desanimado. Eres joven y lleno de energía. El que  fracasárais en vuestro primer encuentro, no significa que vaya a ser así siempre. Ya nos ves, creo que hago feliz a la que fuera tu mujer y nos queremos mucho ¿Por qué tú no vas a tener la misma suerte que yo?

— Tienes razón Alfred, pero mi trabajo es difícil de llevar; además están los constantes viajes por largas temporadas. Si formara una familia no podría llevarla conmigo, y aún así, mis jornadas son interminables. Por eso estoy pensando en dejar Nueva York, buscar algún lugar tranquilo no muy lejos de vosotros, en un pueblo pequeño, y solicitar la plaza de sheriff o de vigilante municipal, ¡qué se yo! porque es a eso a lo que me he dedicado toda mi vida. Pero me siento cansado de estar solo, de encontrarme la casa vacía.  Echo de menos una pareja con quién hablar a mi regreso a casa, y cada vez    noto más esa falta.

—Lo que imaginaba. Búscate una mujer; seguro que la encontrarás en el mismo despacho en el que trabajas,  habrá alguna que estará deseando la invites a cenar. O frecuenta alguna amistad, no sé...Desconozco el tipo de vida que llevas en Nueva York pero eres un tipo atractivo con buena presencia, y un sueldo más que bueno. Seguro que hay alguna chica loca por tus huesos, sólo que no lo ves. Ábrete al mundo. Y me parece bien la idea que tienes en mente ¿Por qué no cerca de nosotros? Seguro que en Maryland hay un puesto para tí y estarías  cerca. Intenta pedir el traslado, de esta forma trabajarías en lo que te gusta, y para lo que además tienes instinto. Por otra parte somos tu familia y no sólo por la niña. Te aprecio Alex, y Rosalind se preocupa por ti.  La decisión que adoptes será la correcta y nosotros siempre te apoyaremos.  Ya sabes que estamos aquí para todo lo que necesites.

Pasaron veloces los dos días de asueto, y de nuevo volverían las complicaciones de la jefatura, y cada vez él iría más a remolque.  La idea de abandonar se había instalado en su cabeza y era tozudo.  Pero no haría las cosas a tontas y a locas. Iría paso a paso y poco a poco; tampoco era cuestión de echar la casa por la ventana, sino trazar una ruta  e ir siguiendo el camino marcado punto por punto. Y solicitar el traslado, sería buena idea.

Lo primero sería disfrutar algo de la vida. Cuando terminara pronto de trabajar, que eran pocos los  días, iría con sus compañeros a tomar una copa, o llamaría a alguna de sus amigas esporádicas... El caso sería romper el hielo y después, sobre la marcha, iría viendo.  Y con ánimos un poco más altos, se montó en el coche de regreso a Nueva York.

Las siluetas de "su familia" se iban perdiendo poco a poco, hasta llegar a  un recodo del camino, en que allí definitivamente les dijo adiós. No tenía ni idea de cuándo volvería. En en estos dos días había estado muy a gusto.  Por primera vez en mucho tiempo se sintió como uno más, y las palabras "somos tu familia", comenzaron a tomar cuerpo. Había notado lo que era el calor en una casa con una familia, y sintió, una nostalgia por ello infinita. ¿ Por qué él no iba a conseguirlo?

Estaba guardando el equipaje, cuando encima de la mesilla de noche puso el móvil. Con un ligero movimiento en la pantalla, salió su agenda de teléfonos, y en uno de los primeros  estaba el de Fionna. ¿ Por qué no retomar la amistad con ella? Le había gustado la vez que salieron juntos, y pensó que a Rosalind y Alfred les agradaría.  Pulsó el número, pero tenía puesto el buzón de voz:

—Seguro que está trabajando ¿Por qué no llamo al parque?

Y pensado y hecho. Preguntó por Murray: si estaba él, también estaría ella.  Tuvo suerte.  Miró su reloj y comprobó que aún era temprano; no eran más que las ocho y saldrían a las diez de la noche, tiempo más que suficiente para terminar de guardar el equipaje, ducharse e ir a buscarles.

¿ Pero qué excusa pondría? Porque algo debía decir. Bah, no importaba, algo se le ocurriría por el camino. De repente sintió que algo nuevo estaba experimentando con la sola idea de ir al encuentro de ella ¿Sería  el primer escalón de su nueva vida? Siempre le había gustado, pero sus intenciones eran muy diferentes a las que tenía ahora. Si se terciara ¿ estaría dispuesto a hacerla su mujer? ¿ Le gustaba hasta ese extremo? No lo sabía, todo era muy aventurado, pero era el comienzo.  Ella también estaba sola, al menos hasta que dejaron su amistad, y fue por él, porque él había sido quién interrumpiera el contacto.. Recordó que la había prometido otra cena como la última que tuvieron, pero entonces era un comienzo de amistad, y ahora sería el principio de algo más. Tendría que conquistarla poco a poco, enamorarla y enamorarse,  y después...

—Estás precipitando mucho las cosas— se dijo— Te has forjado un plan de vida para el cual se necesitan dos personas, y la que falta en este juego, no tiene ni idea de lo que te estás programando. Imagina que ella, durante este tiempo, ha encontrado a alguien y se ha enamorado. Pues olvidaré el proyecto y miraré en otra dirección, pero desde luego la favorita sigue siendo Fionna. Si, me gusta. Me gusta muchísimo.

Se subió  al coche y enfiló en dirección al parque de bomberos. Pronto saldría de dudas. Y efectivamente Murray estaba, junto con sus compañeros echando una partida a cartas. Pero ella no estaba con ellos. No obstante no desistió de su empeño y entró hasta la nave en que estaban.  Después de saludarlos a todos, preguntó por Fionna:

— Está en su dormitorio;  seguramente leyendo. No le va mucho esto de las cartas, así que seguro está escuchando música y leyendo alguna novela de amor

— ¿ La gustan las novelas de amor ?

— ¿ A qué mujer no le gustan ?— respondió Murray— ¿Qué haces por aquí?

— Acabo de llegar de uno de mis viajes. Quedé con Fionna en repetir nuestra última cena, y aquí estoy si ella acepta.  La he estado llamando, pero tiene el buzón de voz. ¿ Querrías ir a buscarla?

— ¡ Claro ? Ahora mismo.

Tamborileo en la puerta tras la cual Fionna estaba inmersa en una interesante novela de amor, como dijera.

— Pasa

Escuchaba con los ojos muy abiertos todo lo que su compañero  la estaba diciendo ¿ Después de tanto tiempo?

 —¿Después de tanto tiempo sin dar señales de vida, se le ocurre ahora venir a invitarme a cenar con las pintas que tengo? Da cualquier excusa. Que estoy dormida, o que me duele la cabeza, o lo que se te ocurra.

— Vamos mujer.  Acaba de llegar de viaje y quiere verte. No estás tan mal, una vez que te quites el uniforme. Seguro que le gustas, no le decepciones. 

Fionna masculló por lo bajo: 

— Todos los hombres sois iguales. Creéis que os esperamos eternamente a que se os ocurra acordaros  de nosotras

— Te he oído— respondió riendo— Piensa lo que quieras pero a él le gustas. Retoca tu maquillaje, péinate un poco y sal a saludarle. Con el uniforme estás muy atractiva, así que no te preocupes.

Cuando su compañero abandonó la habitación de Fionna, hizo lo que él la indicara se perfumó con una colonia fresca que tenía en su tocador y salió en busca de Alex. Iba nerviosa y no sabía por qué, pero era una visita inesperada  y eso la gustaba. Él la gustaba, tenía que reconocerlo, aunque no tenía ni idea de sus intenciones.


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