sábado, 17 de octubre de 2020

Alex y Fionna - Capítulo 1 - Alexander Sandeap

 Silbaba una melodía, que le encantaba, acompañando la música aleatoria de la radio de su automóvil, mientras conducía de regreso a su casa.  Llevaba trabajo en el asiento de al lado del conductor. Bastantes carpetas conteniendo todos los datos recogidos sobre un caso que le traía de cabeza.  No era un caso especial, sino uno de tantos: enrevesado.



Hacía poco que se había incorporado nuevamente a su jefatura como inspector en excedencia, después de permanecer durante dos años en la brigada especial de casos sin resolver de Scotland Yard, en Londres. Era un policía destacado, pues tenía una indudable habilidad para, en los interrogatorios, sonsacar a la persona interrogada cualquier dato de interés. Para ampliar sus conocimientos  le habían enviado a Londres para compartir los datos  de algún caso internacional, es decir en  Interpol. Se trataba a modo de reciclaje.  Durante el tiempo que permaneció en la capital británica, no hizo muchos amigos, ya que su tesón en el trabajo, le hizo centrarse únicamente en ello.  Pero sí tuvo alguna complicidad con una compañera irlandesa, por afinidad familiar, ya que su abuelo fue un emigrante de ese país.  Además su carácter era más abierto que el de los flemáticos ingleses, aunque en realidad tenían poco tiempo para encuentros que no fueran las clases  de criminología que estaban recibiendo.

Le fue bien, pero no obstante, estaba deseando llegar a casa.  Sabía que debería incorporarse de inmediato a su puesto   en la jefatura de Manhattan y demostrar que no había sido invertido el dinero de los contribuyentes en vano, y  que había adquirido  conocimientos más amplios que les ayudarán a resolver algunos casos que tenían pendientes, es decir, estancados.  Y por eso decidió que en ese fin de semana, se llevaría a casa, cuatro o cinco carpetas de los casos, no más antiguos, pero sí de los que no tenían ninguna pista.  No eran muy relevantes, pero había que resolverlos, y él se pondría a la tarea  en cuerpo y alma.  Comenzaría al día siguiente nada más levantarse, mientras saboreaba una taza de café, que aunque no era muy bueno, le apetecía más que el té, que no le gustaba nada y que se vió, casi forzado a consumirlo en el tiempo que allí estuvo.


En Londres, los días que no trabajaba, los dedicaba  a conocer la ciudad, sus museos, alguna obra teatral y algún musical que tienen bien ganada fama. Como no podía ser menos, el museo de cera de Madam Tussauds, el Británico...,  y hasta asistió a una función de ballet en el Covent Garden, algunas veces acompañado por su compañera irlandesa, aunque ella ya lo conocía.   A lo más que llegaron fue a cenar o comer algún día juntos.  Y eso hicieron el día antes de su partida para Nueva York. Intercambiaron teléfonos y prometieron llamarse de vez en cuando y verse si alguno de ellos iba al país de ella o al de él.  Habían forjado una buena amistad, pero sin ninguna repercusión más que la amistosa:  ella estaba casada con otro policía que había quedado en Dublín.  

A pesar de tener fama entre sus compañeros de ser un conquistador nato, nada más lejos de la realidad.  le gustaban las mujeres, pero no era de esos que perdía la cabeza por unas faldas.  Sopesaba muy bien las repercusiones que pudiera tener su intimidad con alguien del sexo femenino, por tanto no se metía en berenjenales que le complicasen la vida.  Vivía por y para su profesión.  Probablemente le venía de un desengaño amoroso, no se sabía, a pesar de que alguna detective trataba por todos los medios de tener "algo" con él, pero todo lo que sacaba era alguna salida: cena y si se terciaba romance, sin mayor complicación.

Sentado en el porche de su casa, Alex repasaba lentamente las carpetas para tener una información de por cuál podría empezar; quizá el más antiguo, o el más escabroso. Junto a él, una pequeña mesa supletoria, en la que iba extendiendo recortes de prensa, fotografías, fotocopias de las pruebas, informes forense, etcétera, y al final de todo leería  el informe policial.

Decidió comenzar a reconstruir los hechos.  Para ello, había habilitado una habitación en su casa que parecía una dependencia de la comisaría: una pared diáfana con una especie de tablero de corcho para ir poniendo el encaje del asunto que tenía entre manos. Un escritorio, un archivador, una grabadora, y un reproductor para dvd junto al ordenador.  El resto de las paredes totalmente desnudas. Ningún cuadro, nada que le pudiera distraer de lo que en el momento estuviera estudiando.

Poco a poco fue transportando la documentación desde el jardín hasta ese despacho.  Guardó el resto de carpetas en el archivador y dejó los documentos encima del escritorio, clavando uno a uno en el encerado las fotos que contenía el dossier y extendiendo por el suelo algún recorte de periódico que en su día fuese noticia.

Un caso altamente complicado referente a una persona con alguna relevancia en los negocios que había aparecido muerto en el incendio de un edificio, pero había que descubrir lo que hacía en ese edificio, nada apropiado para sus negocios. El  por qué había muerto, si por el incendio o ya había fallecido  cuando se declaró el siniestro.  Las pruebas periciales no estaban nada claras y de ahí el interés en esclarecer los hechos, ya que en un principio se dio como accidental por el suceso, pero después aparecieron otros datos, al inspeccionar, el cuerpo de bomberos, el origen del incendio.

¿ Por qué eligió ese caso precisamente? Fue al azar. Seguramente porque le gustaba "el más difícil  todavía", o porque tenía un olfato especial y le parecía sumamente extraño todo el entramado.  El caso permanecía abierto, pero dormía en el cajón de la policía, y como responsable del departamento, tenía la obligación de sacar a la luz lo ocurrido. ¿ Estuvieron esperando a que él llegase? ¿ Era una prueba de su pericia ? ó ¿era incapacidad por lo enrevesado del problema? Daba lo mismo. Le costaría un poco más, dado el tiempo que había pasado, pero la tenacidad era su principal virtud, y como se empeñara en algo, no descansaba hasta conseguir aclararlo.  Y eso era justamente lo que haría con este caso.

Se sirvió un whisky y lentamente, miraba una y otra vez el tablero en el que, poco a poco, había pinchado  tanto las fotos del muerto, como del interior del edificio siniestrado, principalmente el lugar en donde apareció el cadáver.

No tenía nada claro, ni tampoco algún resquicio por el que arrancar la investigación.  Pensó que lo mejor sería acudir al parque de bomberos que sofocó el incendio y tratar de hablar con los que entraron en el edificio y también con los inspectores que indagaron sobre el origen del incendio, si fue fortuito o provocado. Una vez sabidos estos datos, analizaría el porqué se encontraba el cuerpo en determinada posición y qué era lo que hacía allí o si bien había sido transportado hasta allí.  El informe del incendio no estaba demasiado claro, y la autopsia lo daba como fallecido en el siniestro. Pero había algo que no le cuadraba  ¿Qué hacía una persona como aquella en una casa semiderruida en Brooklyn?

No paraba de dar vueltas al informe pericial del incendio No quedó conforme con el  mismo. ¿ Era quisquilloso o los demás  pasaban por alto algunos detalles?  En el  policial, iban  de puntillas por  algunas cosas, que él deseaba saber, y para ello, al día siguiente, antes de ir a jefatura, se pasaría por el parque  de  bomberos a ver si alguno recordaba algún dato más que pasara  por alto en el informe.  Le interesaba saber cómo encontraron al cadáver, los médicos que acudieron a ayudarle si acaso estuviera vivo, la posición... en fin múltiples detalles irrelevantes para ellos, pero imprescindibles para él.

- Si, decididamente me pasaré por allí..

Decidió dejarlo, al menos por un rato, aprovecharía para comer y después seguiría. Almorzaría  en el pueblo. 

Cold Spring Lodge, era un pueblo agradable y tranquilo en el que vivía desde hacía tiempo, por tanto era conocido en algunos lugares como en la cafetería, en el bar y en el pequeño restaurante, lugares habituales que frecuentaba.  Para otros "menesteres", o bien se quedaba en Nueva York aquella noche, o llamaba a Madame Julie, que a la vez que el burdel que regentaba, tenía una agencia de señoritas de compañía, y con eso, resolvía el problema circunstancial que le agobiara.  No le gustaba dar cuenta de su vida privada.  Era hermético en ese tema, sólo sus amigos más íntimos, conocían sus andanzas de hombre joven y soltero, pero aún ignorándolo, presentían que ese hermetismo se debía a algo o a alguien que no había salido bien.


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