martes, 21 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 26 - Un largo viaje

Una vez atendida la niña, se puso el canguro y la metió dentro.  Irían a pie hasta el pueblo:  debía realizar unas gestiones; tenía poco tiempo, lo máximo que podría alargar su estancia en Burton sería de un día más.  Reclamaban su presencia desde Tokio y no podría demorarse mucho.  Acudió al supermercado para hablar con Mitch a ver si él conociera de algún jardinero que pusiese en orden la entrada de la casa. Y después iría hasta la consulta del médico para averiguar si alguna enfermera pudiera encargarse de la niña.  Todo resultó bien y fácil.  Perl se había criado allí y la conocía todo el mundo, así que no tuvo dificultad alguna. Si no hubiera tenido la exposición pendiente, se hubiera quedado, es decir,  se hubiera instalado ya en Burton. Pero primero debía zanjar todo lo que había quedado interrumpido por su viaje. Quedó de acuerdo en avisar  a la enfermera  cuando estuviera de regreso en Inglaterra y la diría el día concreto para instalarse con ellos. Al jardinero le dijo que podía empezar cuando quisiera, así que satisfecho regresó de nuevo a casa. Quería llamar a sus padres y a Lorraine, para que no estuviera intranquila.

Tenía una conversación pendiente con su madre, que dilataba en el tiempo porque no quería terminar como el rosario de la aurora. La debía un respeto, pero debía hacerla ver que no se había comportado correctamente cuando la pidieron ayuda en una ocasión tan extrema.


Le costó despedirse de Helen cuando la dejó en casa de Thomas. Desde allí iría al aeropuerto rumbo a Japón.  Estaría lo imprescindible para finiquitar todo lo que en ese país había emprendido.  A su regreso empezaría de cero de nuevo. Y eso le dificultaría instalarse en Burton, ya que debía gestionar su trabajo en algunas galerías de arte  en Londres. Y pensó:

- Tengo todo el tiempo del mundo para ello. Comenzar de cero, no importa. Tengo suficiente liquidez para estar una temporada sin ingresos. Pasaré todo el tiempo con mi pequeña y  trabajaré en una serie de retratos que tengo en mente. Y cuando todo esté concluido, si encuentro una galería que lo exponga, bien. Y si no, me da lo mismo porque las ideas  que he pensado no las venderé: serán para mi disfrute.  Serán distintos cuadros de Perl.  Tengo algunos apuntes de una determinada pose, y otras saldrán de mi memoria; la tengo grabada a fuego.

Como equipaje de mano llevaba un pequeño maletín en el que había metido un bloc y lápices.  Sería una travesía de muchas horas, y haría algunos apuntes, que además de servirle de distracción serían bocetos para el futuro.  Aún faltaba un buen rato para subir al avión.  Echó la cabeza hacia atrás y entornó los ojos.  Dos rostros se mezclaban en su cabeza Perl y Helen.  ¡Quién le hubiera dicho un año atrás, que se vería en esta extraña situación! Y recordó  el tiempo pasado, el día del accidente. Fueron unas serie de circunstancias confabuladas a un mismo tiempo: Iba demasiado deprisa, venía de una noche de juega, aunque no había ingerido alcohol: era otra clase de juerga.  Le sonó el móvil y al intentar cogerlo, distrajo la vista del frente y no vio venir el camión. Y éste tampoco tuvo los reflejos suficientes como para dar un volantazo  y evitar de este modo el llevarse al coche por delante.


¿ Sería la casualidad, o el destino para que la encontrase? Pero si fuera por este motivo ¿ por qué se la arrebató tan pronto? Le brillaban los ojos, y otros le observaban desde un asiento frente a él.

Al fin los altavoces anunciaron a los pasajeros sobre la salida de su vuelo.  Le aguardaban varias interminables horas.  Tendría tiempo para todo: ver la película que proyectasen, hacer apuntes y tratar de dormir.

Ya instalado en su asiento de primera clase, observó que al otro lado del pasillo, había una mujer que le había estado observando mientras él dibujaba o simplemente pensaba en Perl y Helen en la sala de espera.  Seguramente  creyó que dormía, pero ahora,  le miraba insistentemente, como para entablar una conversación, que para nada le apetecía tener.  Cogió su maletín de mano y extrajo los lápices y el bloc y se dirigió a la cafetería del avión.  Allí estaría a solas y se concentraría en el boceto que deseaba trazar.  La insistente mirada de su vecina de asiento le ponía nervioso.  Estaba inmerso en lo que estaba haciendo, cuando, de refilón, vio pasar una silueta femenina, hasta el fondo de la cafetería, y suspiró aliviado.  Ni allí se la quitaba de encima ¿ Qué quería, compañía? Pues no la buscaba en el sitio idóneo. Lo que menos tenía eran ganas de complicarse la vida, que bastante la tenía ya.

Sacó su móvil y puso el fondo de pantalla:  Helen durmiendo recién nacida.  La contempló durante un instante y con la imaginación volvió a  casa de su hermano en donde ella, vivía circunstancialmente hasta que regresara de Japón.  Y cambió de pantalla: había subido una de Perl y él, cuando los tiempos corrían felices.  Dando un profundo suspiro, desplegó el bloc y comenzó a trazar líneas que poco a poco iban tomando vida en el rostro de ella, con su sonrisa cálida y perfecta.

Había perdido la noción del tiempo.  Escucho el sonido sordo de los carritos  que portaban las azafatas, miró el reloj y se dio cuenta de que lo que iban a servir era la cena.  Recogió los bártulos y se dirigió a su asiento. La vecina del pasillo, iba tras él, se dio la vuelta y la cedió el paso.  Ella sonrió agradecida aceptando.

Se trataba de una mujer poco mayor que él, pero muy atractiva. Le sonrió desde su asiento y se dio cuenta de que sería difícil eludir la conversación que seguro emprendería en la sobremesa de la cena.  Galantemente, él alzó su copa de vino en un brindis y ella se lo devolvió con una sonrisa fascinante. A pesar de no estar interesado en ella, ni en ninguna mujer, no dejaba de reconocer que era muy atractiva y simpática, pero también que lo que ella buscaba era otra cosa que no estaba dispuesto a ello.  No tenía el ánimo ni el cuerpo para "alegrías".
¿Hubiera sido distinto si no estuviese traumatizado por la desaparición de Perl?  ¿Seguiría el juego, aún en el caso de que estuviera viva ?  Ya lo hizo. Se había buscado un "ligue" en Japón. Pero  en la actual situación, no.  No le parecía ni ético ni adecuado, que siquiera pensara en algo así, cuando ella había sacrificado su vida por darle un hijo, y estando tan reciente su desaparición.  No, no lo haría; una charla intrascendente, quizá, pero nada más allá de eso.

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