viernes, 17 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 18 - Un padre para Helen

Thomas no salía de su asombro. Recordó la conversación que tuvo con ella, pero de eso hacía¡ tantos meses...!  Y ahora está muerta ¿ qué ha pasado ? ¡ Cielo santo, y su hermano allí,  tan lejos! ¿ Cómo contactar con él y a bocajarro soltarle que tiene una hija y que Perl ha muerto? Se pasaba la mano por los cabellos una y otra vez como para asegurarse de que no era una pesadilla, sino que estaba sucediendo en realidad.

 Dejó el trabajo a un lado y salió rápidamente rumbo al hospital, a la morgue del mismo, más exactamente.  Al entrar vio a un hombre más o menos de su edad, que se mostraba pensativo, apoyaba la cabeza entre sus manos, y éstas en las rodillas.,  Imaginó que sería el abogado ¿ Por qué no le llamo  a él ?  La hubiera ayudado.  No podía imaginar lo mal que lo debió pasar al verse sola y en esa situación tan complicada.  No había sabido nada de nada, y se quedó helado cuando Perkins hizo un relato pormenorizado de todo lo sucedido desde que se vieran por última vez. ¡ Estaba enferma ! Y sin embargo dejó todo arreglado. Una vez explicado  el asunto,  le indicó ir hasta el nido para que conociera a su sobrina, y Thomas aceptó. Frente al cristal y mientras la enfermera se la mostraba, sentía un nudo de emoción.  Era una niña preciosa, tan bonita como su madre, y tenía el pelito rubio como su padre. ¡ Su padre !  Volvió a recordarlo y miró su reloj: en Japón estaba amaneciendo.  Se agolpaban en su cabeza infinidad de decisiones que tendría que tomar, para las que no estaba preparado; no lo esperaba.   Esa misma noche hablaría con sus padres.  Estaba furioso con ellos, con su egoísmo.  Llamó a Lorraine y la comunicó la noticia.  Ella dio un pequeño grito.


- Voy a buscarte. Salgo ahora mismo- respondió- Tomaré un taxi:  llegaré enseguida.

Thomas,  regresó a la morgue y entró a ver a Perl, por última vez.  Estaba como dormida, pero muy desmejorada, delgada y con profundas ojeras.  Las mejillas hundidas marcándose los huesos.  Le invadió una tristeza horrenda. ¡Sabía que podría morir! Y aún así arriesgó su vida por traer al mundo a esta hija, que ahora, en este momento sólo le tenía a él, porque su verdadero padre, estaba a miles de kilómetros de distancia, ignorando la tragedia que había sucedido e ignorante de la responsabilidad que había contraído al concebir la hija, que ahora dormía tranquila en el nido.  Tenía una idea en mente, pero debía compartirla con otra persona.

 Lorraine llegó sobresaltada, nerviosa y angustiada por lo sucedido, pero también por el cuadro que tenía delante:  Thomas no quitaba ojo al rostro de Perl.  Ella, tan bonita, se había convertido en aquella criatura que parecía dormir, pero que no tenía nada que ver con la que había conocido. Y sintió lástima. Una lástima tremenda por todo lo que había vivido en solitario, sin nadie a su lado que la ayudase, y conociendo cual sería su probable final.

  Percibió la cercanía de su prometida y se abrazó a ella llorando.  Ambos lloraban; todo les estaba superando.  Pasados unos minutos, dijo:

- Aquí ya no puedo hacer nada y necesito hablar con mis padres.  Hoy mismo.  Estoy furioso.  Te explicaré todo cuando pueda hacerlo, porque ahora sólo siento rabia..  Te necesito; me siento angustiado, perplejo y no sé cuántas cosas más.

- Está bien, tranquilízate.  - le respondió ella.

Entró Perkins  a despedirse de Thomas.  Había cumplido con todos los trámites pertinentes y le hizo depositario de las cartas que le entregara Perl.

- Falta el certificado de ADN que llegará en unos días. Se lo llevaré a ustedes en cuanto lo tenga.

- ¿ ADN ? ¿ Por qué ?- dijo extrañado Thomas

- Perl quiso hacerlo para que ustedes no tuvieran ninguna duda del origen de la niña. Lo extrajeron del cordón umbilical. Sólo resta comprobarlo con el padre si es que él desea tener esa certeza.

-Nadie va a dudar de que Perl decía la verdad.  Yo al menos no lo dudé en ningún momento, pero está bien.  Siempre habrá "alguna" persona que lo ponga en duda

El abogado supo perfectamente que se refería a su propia madre, tal y como Perl le había puesto en antecedentes.  Se despidieron,  y la pareja se quedó a solas.

Y volvieron al Nido para que ella conociera  a la niña.  Lorraine no paraba de llorar. La entristecía el  destino de la madre y el de la criatura a todas luces inocente. ¿ Qué sería de ella?  Y miró a Thomas con los ojos llenos de lágrimas, y él supo en ese instante lo que deseaba. Pero aún no estaban casados, pero eso no sería inconveniente: lo agilizarían.

- Sé en lo que piensas y mi respuesta es si. Yo también quiero, al menos hasta que su padre decida - le dijo Lorraine mientras se abrazaba a Thomas.

 También a él le apetecía criar a su sobrina, al menos hasta que el padre regresara.  Porque estaba seguro que en cuanto supiera el destino de su antigua novia y el resultado de esa relación tomaría el primer avión para hacerse cargo de su hija.  Sabía que lo único que le retenía en Oriente, era el recuerdo de Perl, pero ella ya no estaba .  No quería ni pensar lo que sentiría al conocer su muerte y de la forma en que murió. Porque la seguía queriendo, a pesar de relacionarse con otra mujer. Lo que representó Perl para él, no lo representaría  nadie, ni siquiera Lorraine.

Tuvieron que mostrar la documentación que acreditaba que era familia de la recién nacida, pero les aconsejaron que al menos hasta que el sepelio se realizara, la dejaran en el retén del hospital.  Iba a estar bien cuidada y ellos podrían visitarla siempre que quisieran.  La pareja se miró y estuvieron de acuerdo.
Hasta que Perl no recibiera sepultura, les sería difícil hacerse con la niña, máxime sin estar acostumbrados a tener niños tan pequeños.  Compungidos por la tristeza que les embargaba, entraron en el coche y tomaron rumbo a casa de los padres de Thomas.  Llevaban todos los documentos que Perkins les había dado.  Estaba rabioso, y no podía evitarlo y sabía que tendría una buena bronca con sus padres por egoístas e insensibles.  Durante el trayecto, puso en antecedentes someramente a Lorraine, que con los ojos muy abiertos no podía ni hablar. Eran episodios de siglos atrás; no entendía como ahora, se pudieran dar estas historias.  Y sintió pena, no sólo por Perl, también por el porvenir de la pequeña;  la imaginó de internado en internado, a menos que Maxwell autorizase el convivir con ellos. Él había formado su vida muy lejos; convivía a medias  con una mujer, y no creía capaz a ésta, de hacerse cargo del bebe de otra.  Sin embargo ellos pronto unirían sus vidas y llevaba su misma sangre.  La querrían como si fuera propia y la niña estaría a su lado, al de su familia, en su país y no tan lejos de él, con costumbres totalmente distintas y con unos supuestos padres, enfrascados totalmente en sus trabajos, y además siendo un recuerdo permanente de Perl.

Thomas sabía que entre los documentos entregados por el abogado, había una carta de Perl dirigida a él.  La abriría cuando todo pasase, porque ahora eran demasiadas cosas por digerir, y no estaba preparado para ello. Y además faltaba el trámite difícil y áspero de enfrentarse a sus padres, es decir, a su madre, a la que sin duda haría daño al decir las palabras que tenía en mente.

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