martes, 28 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 35 - Una carta para Helen

La chica no respondía a la  voz del padre, y desde la puerta se volvió para contemplar el jardín que verdaderamente se  veía precioso a la luz del farol que iluminaba la entrada.  Hacía una noche maravillosa, pero lamentablemente tenía que interrumpir su ensimismamiento porque tenía algo que resolver, y debía hacerlo ahora, en caliente.

Se dirigió al dormitorio de su hija, después de buscarla por toda la casa. No le extrañaba que no le oyera. Tenía la música a todo volumen, pero no contenta con eso, los auriculares en sus oídos; la música era infernal y no entendía cómo podría gustar a los jóvenes ese conglomerado de instrumentos repitiendo una y otra vez la misma nota monótona y sin armonía


Estaba muy enfadado, por la música y por la despedida mal educada de Helen con Charlotte.  Abrió la puerta bruscamente sin pedir permiso. Cerró el ordenador, bajó el volumen de la música e hizo que se sacara los auriculares de los oídos.  La chica, sorprendida, le increpó:


- ¿ Qué haces? ¿ Qué pasa?



- ¿ Qué que me pasa? No puedo con la mala educación y tú pareces que disfrutas con ello. ¿ Crees que ha sido manera de comportarte con Charlotte?  Vino porque yo la llamé para que te explicara el por qué de esa situación.  Los hombres no sabemos  el proceso que se produce en vuestro cuerpo, y ella se brindó para informarte y que no tuvieras dudas de nada.  Porque las tenías, y muchas.  Cuando me llamaste esta mañana, estabas aterrorizada, así que necesitabas que alguien te calmase.  Y tu agradecimiento, fue a penas dirigir la palabra durante la comida y mirarla de reojo con antipatía. Es mi amiga, y cuando abro las puertas de mi casa a alguien, espero que sea bien recibida.

- Es que no me cae bien. Se te come con la mirada y eso me molesta. ¡ Eres mi padre !

- ¿ Qué quieres decir con eso? ¿ Qué no tengo derecho a tener amistades? Pues ves cambiándote el chip porque de ahora en adelante, vas a verla con mucha frecuencia por aquí. Y lo siento, pero no vives sola en esta casa, y tenemos derecho a disfrutar de ella con quién queramos. ¿ Y si fuera al contrario, si fueran tus amigos? Yo les recibiría bien, así que trágate el mal humor y sé correcta con ella.  Estuvo siempre a mi lado en horas muy amargas para mí.  Me demostró que es buena amiga.


Daba paseos por la habitación y parecía un león enjaulado.  Estaba francamente enfadado e indeciso.  Se escuchaba él mismo la charla que daba a su hija, que le miraba con los ojos muy abiertos, sorprendida, quizá, de la vehemencia con que defendía a Charlotte. Estaba segura que se perdía parte de esa historia, que nunca le había hablado de esa forma. ¿ Qué hay entre ellos, algo más que amistad?  Y la sola idea de pensarlo, la ponía la carne de gallina. No lo admitía, no podía admitir que su  madre hubiera sido reemplazada por la despampanante mujer rubia a la que no podía ni ver.

Se asombraba él mismo al escucharse reprender a su hija y defender la amistad con su única amiga. Estaba algo despistado porque la adolescencia estaba resultando demasiado complicada, y mentalmente le dio la razón cuando le dijo que no había hecho más que empezar.  Si en lo sucesivo iba a ser su trato de esta forma tan áspera,iban por mal camino.  Y pensó que el momento anunciado por Perl de entregarle la carta, probablemente había llegado.  Ignoraba su contenido pero imaginaba lo que Perl la escribió, y pensó que serían una serie de consejos a seguir, cuando, al crecer, probablemente se encontrara en situaciones desconocidas, no sólo para Helen, sino también para Maxwell.

- No te muevas de aquí-, la dijo con voz imperiosa -. Aún no hemos terminado.  He de ir a buscar una cosa

Fue a su dormitorio y de un cajón de su mesilla de noche, extrajo una llave perteneciente a un secreter con un departamento oculto, que nadie sabía que existía, y en el que depositaba  no sólo documentación, sino papeles, fotos y todo lo relacionado con Perl. Revolvió entre ellos y extrajo un sobre blanco con una frase en la parte central.  Era una letra que conocía sobradamente: 
" Para Helen ".  Acarició esas letras casi sin rozarlas; era su escritura , la había escrito no sabía cuando, si al comunicarla su enfermedad, o cuando ingresó en el hospital para dar a luz.. ¿ Qué diría en ella?





Los ojos comenzaron a brillarle, al pensar en la amargura que sentiría al escribir los renglones que contenía:  se estaba despidiendo de su hija, que aún no había nacido.  Pero tuvo en cuenta a todas las personas que amaba, pero sin duda la más entrañable sería para ella.  Volvió a guardar la documentación y la llave.  Al entregársela a Helen traspasaría su posesión a ella, y estaba seguro que la leería muchas veces, porque sin saberlo, sin conocer nada de su contenido, sabría que era la despedida de su madre.

Permaneció sentado por unos instantes con la carta en la mano, con la emoción a flor de piel. Recordando la suya propia,  despidiéndose de quién fuera siempre su amor, y las palabras tan tiernas que le dedicó.  Sin un reproche, sólo transmitiendo el gran amor que sintió por él.  Se levantó, haciendo un gran esfuerzo y se encaminó de nuevo a la habitación de su hija.

Helen permanecía quieta en el mismo lugar que la dejara instantes antes, pero en su rostro había un signo de preocupación.  Nunca había visto de esa forma a su padre, tan afectado, y sabía que no era por Charlotte, sino que algo tenía que ver con la carta que llevaba en sus manos.  Maxwell se sentó a su lado, en el borde de la cama sopesando lo que tendría que decirla:

- Verás hija. Sabes que mamá murió cuando naciste.  Ella quiso dejar a cada uno de nosotros una carta de despedida. La tuya me  pidió te la entregara cuando tuvieras edad suficiente como para que entendieras lo que ella no pudo decirte, pero sí quería que supieras.  Creo que hoy es el momento. Aquí la tienes. Léela a solas. Tómate el tiempo que necesites, yo estaré en el salón. Supongo que tendré que aclararte algo que ignoras, porque ella mismo no sabía, cuando te escribió, y que yo te contaré. Vas a emocionarte, al leerlos , aún sin estar, pero sí su voz, su sentir en esos reglones. Te amó más que a su propia vida, y algún día comprenderás porqué te lo digo, pero no será antes de que leas su carta.  Tómate tu tiempo.  Te estaré aguardando.

Y lentamente salió de la habitación dejando a su hija preocupada y viéndole salir con los hombros caídos, derrotado de dolor. ¿ Tanto se habían querido como para que el simple hecho de entregar su despedida, hundiera de esa manera su estado de ánimo?  Eso lo tendría que descubrir.


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