domingo, 12 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 11 - Perder los nervios

Quería cumplir con ese trámite lo antes posible, ya que el tema presentación oficial, le tenía nervioso.  Por un lado creía saber la respuesta de sus padres, y por otro  la renuencia de  Perl a conocerles.
 Sabía que tenía, que debía hacerlo, pero no se mostraba muy proclive a ello; imaginaba la respuesta y el rechazo, y francamente no tenía por qué aguantar inconveniencias de alguien que no la conocía. Sabía que habían puesto los ojos en otra muchacha, pero ella no tenía la culpa de la elección de su hijo por otra persona que no fuera ella; no podían achacar que ella le acosara, ya que en tanto tiempo ni siquiera se habían visto, pero intuía que no iba a ser fácil, y eso presentía que iba a tener repercusiones graves en ellos, en su relación.  La daba miedo por si el simple hecho de conocer a la familia de su futuro, fuese una hecatombe que hiciera temblar los cimientos de la Tierra.  Ella era comprensiva y admitiría sus razonamientos, y hasta los comprendía, pero de eso hasta truncar una relación, había mucho trecho, y no sabía por qué eso sería lo que ocurriría.

Y ciertamente no iba muy descaminada.  Cuando paró el coche frente a la casa de sus padres, Maxwell tragó saliva y se aferró fuertemente al volante  como si de ello dependiera su vida.  No entendía por qué un hombre de treinta años, debía tener miedo de comunicar a sus padres que iba a casarse, aunque no fuera con la mujer que ellos eligieran¡ No era el siglo XIX, por amor de Dios! Nunca lo había pensado, pero muy probablemente ellos se vieron obligados a casarse por el mismo motivo que ahora querían imponer.

- ¡ Ya está bien ! - se dijo.  Había hablado con Lorraine y explicado todo, y ella lo comprendió, porque entre otras cosas, tampoco estaba muy conforme con esa relación.Su corazón suspiraba por otro.  Seguirían siendo amigos resultase lo que fuera de aquello.

Tocó el timbre y entró en la que hasta hacía pocos años, había sido su casa;  ahora era la de sus padres.  Nunca se había sentido ligado a ella, porque era un constante recuerdo de los logros alcanzados por la familia, los mismos que deseaban para él, sin tener en cuenta sus preferencias.  Nunca había esta interesado en los negocios.  Estudió la carrera que le impusieron, pero, por su cuenta, hizo también unos cursos de Bellas Artes.  Hubiera querido ser pintor, pero ni siquiera llegó a plantearlo, ya que recibiría un no rotundo y no estaba dispuesto a discutir más.

 Seguiría dibujando y pintando por su cuenta, sin que nadie lo supiera.  Y ni siquiera Perl, conocía ese don que tenía:  era su secreto.

Entró decidido con paso firme hasta donde estaban sus padres, que extrañados le recibieron con una sonrisa, que pronto se borraría.  Les explicó los motivos de su presencia allí a esas horas, y al conocerlo, las caras de papa y mama, se tornaron serías y hasta crispadas.  ¡Cómo osaba contrariar los proyectos que tenían para él!  Pero así era. Por muchos argumentos que les expuso, no admitían nada.
 La despedida fue desgarradora, porque en el fondo quería a sus padres, pero tenía que decidir entre ellos y la vida que le habían planteado.  O el amor de su vida al lado de Perl con quién sabía iba a ser feliz.  Y eligió su vida juntos,  con ella.  Pensó que cuando estuvieran casados , o cuando anunciasen la llegada de su primer hijo, todo se relajaría y admitiría que él sería feliz con ella y no con otra, por muy bella que fuera y por muy buena familia de la que procediera.

A la salida, tropezó con su hermano y casi estuvo a punto de derribarlo.  Salía con el rostro descompuesto y furioso. Thomas, al verle en ese estado le detuvo por un brazo a fin de que le explicara la gravedad de lo que había ocurrido para irse de esa forma.

- No quiero estar aquí ni un minuto más - dijo casi a voces

- Muy bien, vayamos a otro sitio, pero has de explicarme lo que ocurre ¿ Tan grave es ?

Se metieron en el coche de Maxwell y sin rumbo fijo, iba conduciendo en silencio, pero mascullando algo para sí.  Con las mandíbulas contraídas y el ceño fruncido.  Thomas le miraba de soslayo, y le apenaba ver así a su hermano, pero no tenía ni idea de lo que hubiera podido pasar.  Y lo comprendió todo, cuando, sentados en un pub, le fue explicando toda su trayectoria con Perl, y cómo sin darse cuenta se había enamorado de ella, hasta el punto de renunciar a todo por hacerla su esposa.  Thomas la conoció cuando se accidentó, y le explicó la calidad humana de esa chica, que les había estado consolando en las horas amargas del ese día.  No tenía obligación, pero ella lo sentía así cuando le auxilio. Y ni siquiera ellos la dieron las gracias antes de marcharse del hospital.  Y estuvo de acuerdo con Maxwell, y decidió apoyar a su hermano,  y también él,  hacerle  ver sus secretos, porque también los tenía: estaba enamorado de Lorraine y que por su aparente noviazgo con ella, había guardado silencio.

Maxwell no tenía ni idea de lo  ocultado por su hermano.  Ambos se estrecharon las manos y sonrientes se declararon cómplices de sus respectivas relaciones.

- No te preocupes - le dijo.- Todo se arreglará, en definitiva, al menos yo, cumpliré con sus sueños. Se desharán en ternura el día que tengáis un hijo. Amaos todo cuanto podáis, es lo único que te recomiendo, y sed felices.

Al despedirse, se abrazaron, y más tranquilo y sonriente, se dirigió al hospital, después de dejar a Thomas en su trabajo.,  Comería con Perl y la explicaría todo de lo que habían hablado.  Pero ella no estaba conforme con la solución que les había dado; casarse y no tener trato con la familia, no era un buen plan.  En definitiva se trataba de sus padres, y el matrimonio era una decisión muy importante para tomarla a solas, únicamente con la compañía de su hermano.  ¿ Por qué no la querían?  Eso la dolía en el alma, no por ella que la daba igual, sino porque el ser enfermera la consideraban poca cosa para su hijo, ignorando el sacrificio hecho por sus padres para poderla dar esa corta carrera.  Era un trabajo excelente y se sentía orgullosa de ella, en definitiva consistía en ayudar a la gente, comenzando por su propio hijo.

Guardaba demasiado silencio, y eso a Maxwell le preocupó.  La veía con el rostro taciturno y presentía tormenta en el horizonte, aunque con su sonrisa y la caricia en su mano, consiguió que ella distendiese su entrecejo.  Tenían poco tiempo para discutirlo en ese lugar y en ese corto espacio de tiempo.  Lo hablarían más despacio durante el fin de semana que pasarían juntos.

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