jueves, 30 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 38 - Juntar, que no unir

Y al verse ambos amigos, se abrazaron con alegría. Charlotte parloteaba nerviosa, y se le amontonaban las palabras en su boca al querer explicar muchas cosas, y todas a la vez. Se la notaba contenta y Maxwell lo interpretó como que la complacía estar de nuevo allí, y que las gestiones realizadas en Londres habían sido fructíferas para ella.  Le explicó el porqué y efectivamente: había tenido un gran éxito en su gestión.

Le pregunto por Helen. Le contó su descubrimiento y comentó que su carácter había cambiado. Hablaba las palabras justas y pareciera que estaba enfadada con la humanidad entera, algo que a Maxwell le crispaba porque no había motivo alguno para que estuviera permanentemente agresiva.  Omitió contar la impresión que Helen  tenía sobre ella, porque entre otras cosas no tenía razón. Ya había perdido a Perl por un motivo semejante, y no se volvería a repetir con la única amiga que tenía y de quién podía fiarse.



Charlotte le escuchaba paciente sin abrir la boca, pero  su media sonrisa parecía decirle:   "ya te lo avisé " Creyó interpretar que su amigo estaba en un serio apuro y no sabía cómo capear el temporal llamado Helen, y se aventuró a dar su opinión, y  la acusaría de egoísta y egocéntrica, pero debía decírselo si quería recobrar el equilibrio de su hija.

-¿ Quieres mi opinión?  No debes prestarle tanta atención, te la reclama constantemente.  Y es comprensible porque desde que tiene uso de razón has estado ahí, firme a sus necesidades y deseos.  Pero ahora es todo distinto;  Ha conocido el fatal desenlace de su madre y se cree en el derecho de tenerte para ella en exclusiva.  Todo ésto pasará en un par de años o tres, cuando conozca a alguien y se enamore; entonces tú pasarás a un segundo término.  Pero lo que no puedes hacer es recluirte en casa pensando en "pobrecita Helen " porque tú también eres pobre Maxwell. También a ti te cambió la vida, perdiste a la mujer que amabas y de la noche a la mañana te viste con una responsabilidad de la que nada sabías.  Debes hacerla comprender que tienes la necesidad de ir con otras personas, sin dejar de atender sus necesidades, pero tú también tienes las tuyas, que has abandonado por las de ella.  Seguro que no le ha sentado nada bien que saliéramos juntos.

- Voy a hablarte con la mayor sinceridad del mundo, que de no haber sido por este problema, nunca te lo hubiera dicho:  te quiero Maxwell, desde hace mucho. Eres un hombre guapo, apetecible y si, me apeteces, pero es algo que ni podemos pensar en ello. Ni por lo más remoto. Y sin embargo tienes derecho a rehacer tu vida truncada, sin dejar por eso de amarla y respetarla, y me estoy refiriendo a Perl. ¿ Cuánto tiempo hace que no estás con una mujer?  Supongo que desde ella murió, bien pues ya va siendo hora de que no seas tan... tan... célibe. Pon una excusa cualquiera si no quieres que ella se entere. Dí que tienes que ir a Londres para concretar una exposición. Pon la excusa que quieras, pero por favor haz tu vida de una vez.


Maxwell, se quedó sin saber qué decir.  No esperaba que le hablase con tanta claridad, ni que le declarara su enamoramiento por él.  Nunca creyó que eso pudiera ocurrir, y sin embargo tenía razón en todo lo dicho.  Pero acostarse con una mujer... era distinto.  No podría; se acordaría de Perl en cualquier caricia que diera, en cualquier beso, en cualquier palabra de cariño...  Siempre estaría Perl presente y sería incapaz de hacerlo con alguien que no fuera ella, y eso era totalmente imposible. No, ni hablar; no volvería a disfrutar del placer con alguien ajeno a ella.

Con la misma claridad que Charlotte había hablado, él también lo haría.  Dudaba de las palabras que debía emplear; no quería herir sus sentimientos ni perder su amistad, pero llegado a este punto debía hablar claro:

- Charlotte, has sido sincera conmigo y me corresponde ser franco también. Claro que a veces he sentido la necesidad de estar con alguna mujer, pero lo frenaba al instante, porque no podía ir con nadie. Tampoco contigo. Te tengo cariño, bastante: eres mi mejor y única amiga, pero no estoy enamorado de ti, ni de ninguna otra.  Nunca podré enamorarme de nadie. El cariño que siento , es eso, cariño, agradecimiento, necesidad de charlar contigo, pero sé que nunca te amaré en la forma que deseas y mereces.

- Maxwell, no es nada nuevo para mí. Sé que la perdida de Perl te traumatizó de por vida, pero me conformo con el cariño que me puedas brindar, porque al menos es algo que nos acercará. Pero también sé que, hasta que no aclares con tu Helen la situación, será imposible lo nuestro. Siempre te estaré esperando

- Charlotte ¡ es que no me voy a casar ni contigo ni con nadie !


- ¿ Crees que me importa ? Pero estaríamos juntos, aunque conviviéramos seríamos pareja, aunque no haya documento de por medio. Es impensable .  Estamos haciendo el cuento de la lechera, porque no quiero ni pensar si la niña se enterase... Se me ocurre una idea ¿ por qué no la llamas y la dices abiertamente que no irás a dormir a casa? Se pondrá hecha un basilisco, pero mañana se lo aclaras y punto

- ¿ Te has vuelto loca ? No soy capaz de hacerle eso. Tendré que sembrar el camino primero y después..., pues ya veremos

Ella sacó su móvil del bolso y se lo entregó decidida:

- Toma. Llámala. Es ahora o nunca. Si se enfada mañana se la pasará.  No puedes seguir tan pendiente de ella.

Él se la quedó mirando sin pestañear.  Ni por lo más remoto imaginó que esa cena terminase de esa manera, pero lo cierto era que por su cuerpo corrían mariposas que desde hacía tiempo estaban aletargadas.  Y se vio marcando el número de su casa y la voz de Helen respondiendo:

- ¿ Si, quién llama?

- Cielo, soy papá

-¿ Te ocurre algo ? ¿ Has tenido algún percance ?

- No cariño: Estoy perfectamente; es para avisarte que esta noche no iré a dormir a casa.  Me ha surgido un  compromiso y no sé a que hora terminaré.  Me da miedo conducir de noche

- Pero si ibas a cenar con Charlotte...

- Pues se ha terciado otra cosa. Mañana hablamos. No estés preocupada, estoy bien.

Cuando colgó expiró el aire que había contenido en los pulmones y miró aliviado a Charlotte, pero a pesar de ello apesadumbrado también.  Sabía que a la mañana siguiente tendría que dar explicaciones  ¿Por qué tendría que darlas? Era libre de estar con quién quisiera, no hacía nada malo ni faltaba a la memoria de Perl. Pero ¿ lo comprendería su hija? Desde que conociera la verdad de su origen, muchas cosas habían cambiado en su forma de ser. Tendría paciencia y esa noche una experiencia no desconocida, pero nueva desde hacía mucho tiempo.

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