sábado, 4 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 2 - En la noche larga y oscura

Ya era de día cuando el médico habló con la familia que estaba a punto de darle un ataque de nervios. ¡Cómo era posible que hubieran tardado tanto y no haberles informado de nada! El accidente ocurrió a mediodía del día anterior y estaba amaneciendo. Tan sólo la visita relámpago de la enfermera que les decía que todo llevaba su tiempo, pero nada más.  Tras aguantar las protestas de la familia pacientemente, el cirujano les explicó la operación que habían tenido que realizar y las complicaciones que se habían presentado.

Lo escuchaban todo con estupefacción. Por lo explicado, habían estado a punto de perderle.  Lo que en un principio no se había calibrado,  pero, ya en quirófano observaron que no sólo eran las roturas de las piernas y brazo, sino que sin duda por el golpetazo al ser despedido del coche, se había fracturado algunas costillas, y una de ellas había interesado un pulmón produciendo una hemorragia.

Al quedarse a solas, después de hablar con el médico, la madre se abrazó a su otro hijo, llorando. Maxwell era su preferido, precisamente por ser más alocado que Thomas . ¿ Cómo ocurriría  el accidente ? Eso no se lo había aclarado nadie. Sabían que chocó contra un camión, pero ¿ sería culpa de él o del camionero? Lo sabrían si la policía lo descubre o si Maxwell, al estar recuperado lo explicase.

Y su turno terminaba; al fin estaban a punto de dar las ocho de la mañana.  Había sido una larga noche y preocupante.  A su cabeza voló la familia de aquel hombre atropellado, y que seguramente por la prontitud de su respuesta y de la de su compañera, había salvado su vida.  En cierto modo se sentía obligada a interesarse por él; subiría hasta la sala en que su familia, seguramente aguardaría.  Le afectaba mucho las situaciones de las familias, esperando ansiosas en la antesala de un quirófano.  La impaciencia que debían sentir al no conocer el estado real de la persona a la que estaban interviniendo.  Vestida de calle, subió y les encontró algo más tranquilos, pero igualmente muy preocupados.  La reconocieron de inmediato y la agradecieron la atención tenida con ellos, después de la noche tan agitada que había tenido en urgencias.  Les veía tan acongojados, que no se atrevía a despedirse, pero tenía que hacerlo.  No les conocía, sólo los cinco minutos de charla que habían tenido durante esa madrugada, pero les  veía tan perdidos y preocupados, que no encontraba el momento de hacerlo.  Lo hizo; ella también tenía que descansar, y trató de convencerles de que debían volver a su casa y tratar de dormir un rato, ya que hasta mediodía no podrían verle en la UVI.

Habló con una compañera y obtuvo permiso para verle a través de la ventanilla de cristal, al menos su madre. Y ella también le vió; le conocería por primera vez.  Cuando le socorrió en la calle, tenía la cara llena de sangre y fuertes heridas, así que no pudo apreciar cómo era.  Y a pesar de que aún tenía el rostro herido y alguna hinchazón, había de reconocer que se trataba de un hombre joven y no mal parecido, con heridas o sin ellas.

- Sólo cinco minutos, señora.  Es por su bien - explicó a la madre del herido - Y la dejó a solas con él, mientras que fuera aguardaba el hermano, intranquilo hasta conocer la impresión de la madre.

    Y Perl se encaminó a su casa. Hasta el día siguiente por la noche no tenía que incorporarse de nuevo a urgencias.  Necesitaba descansar y deseaba llegar cuanto antes  y meterse en la cama.  Estaba algo destemplada, sin duda por la cantidad de sucesos vividos el día anterior.

Transcurridas las veinticuatro horas, se  incorporó de nuevo a su puesto. Pensó que en el primer momento libre que tuviera, acudiría a ver a su desconocido amigo. Aún no le habían pasado a planta, pero esperaba encontrarse con alguien de su familia, y además, preguntaría a una de sus compañeras para ver qué tal había ido todo a lo largo del día.  Y todo fue normal, y poco a poco le iban reduciendo la dosis de los calmantes, dejándolos para la noche en su mayoría, a fin de que pudiera descansar mejor.  La dieron paso en la UCI y pudo comprobar por sí misma, que su rostro ya no estaba tan inflamado y que dormía apaciblemente.  Sé fijó más en él y se reafirmó en la primera impresión que tuvo el primer día.  Era alto, de complexión fuerte, aunque no tanto como su hermano.  De rostro agraciado, aunque aún no se podían apreciar sus rasgos en la totalidad.  Miró sus gráficas a escondidas, y supo que todo marchaba bien, y poco a poco, su gravedad iba remitiendo.  Pero no le dió tiempo a comprobar las lesiones de las piernas. Rápidamente echó una ojeada y se dió cuenta de que no sólo eran las roturas, que deberían examinar más exhaustivamente su columna,  No diría nada a su familia, si acaso se encontrara con ella.  No la correspondía hacerlo, y además lo visto había sido muy rápidamente y no sabía qué era lo que le aquejaba, la extensión y la gravedad de la lesión.  Eso tendría que ser los médicos encargados de su recuperación, quienes hablasen con ellos.  Y por temor a encontrarse con la familia, salió de allí rápidamente, antes de que  llegasen.

Se incorporó a su puesto y olvidó al enfermo.  Tampoco le daba tiempo a ocuparse en él; tenían una mañana, de las muchas, en que no les faltaba alguien a quién atender. Él estaba controlado y los pacientes que entraban necesitaban toda la atención del mundo.  No le dio tiempo, siquiera, a tomarse un café a media mañana; estaba deseando que dieran las tres de la tarde para salir del trabajo. Lo visto en el informe la había preocupado.  Se daba la excusa de que no lo había comprendido muy bien, y por otro lado, tenía miedo de solicitar a cualquier médico una explicación, porque dudaba mucho que se la dieran. No era de la familia, por tanto no debían decir nada acerca del enfermo

Y así pasó una semana, y ella espació sus visitas;  no quería involucrarse tanto, además no la correspondía.  Debía permanecer fria porque todos los pacientes debían ser iguales, prestandoles todo el apoyo y la atención requerida, pero nunca involucrarse en sus vidas, y a ella le daba miedo hacerlo.

No les volvió a ver, a ninguno.  Sabía por sus compañeros que le trasladarían a planta y unos días después a su domicilio.  Le habían chequeado y todo marchaba  bien; no se atrevió a preguntar nada, le daba miedo hacerlo.  Debía desentenderse lo más pronto posible.  Ni siquiera preguntó cuándo sería el alta. Calculaba que en pocos días.  Y efectivamente, cuando se quedó libre la habitación, subió a verla y las señoras de la limpieza la estaban poniendo en orden, porque pronto estaría ocupada con otro paciente.  Ese era el ritmo. Después de saludar, cerró la puerta y se dirigió hacia el jardín del hospital. Allí se sentaría hasta que se cumpliera la hora de su descanso

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES