lunes, 20 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 25 - La presencia de Perl

Estaba frente a la casa con su hija en brazos.  Se quedó mirando como si fuera la primera vez  que  viera el cottage.  Su memoria acudió hasta  aquella primera vez y pensó que, posiblemente, aquél lugar   fuera el origen de la criatura que ahora dormía en sus brazos.  Miró a su alrededor, al jardín que en su día estaba  cubierto de flores, y  lo vio descuidado. Las flores que ella había sembrado, ahora eran matojos secos y se le encogió el corazón.
Se reafirmó en la idea de que viviría aquí.  Desde aquí trabajaría y sólo se desplazaría a Londres cuando fuera estrictamente necesario. Se ocuparía de que el jardín tomase vida, con las flores y colores que ella eligió.


Hellen se rebulló en sus brazos y pensó que seguramente sería de hambre o que estuviera sucia. Dejó atrás sus pensamientos para atender a su hija.  Le daba miedo abrir esa puerta que daría paso a infinidad de recuerdos, de vivencias compartidas por ambos no hacía demasiado tiempo, aunque  pareciera que había pasado una eternidad por la cantidad de cosas ocurridas.  Lo único bueno había sido el resultado de la criatura que ahora protestaba abiertamente.

Y no pudo evitar mirar a su alrededor mientras trataba de callar el llanto persistente de la niña. La dejó encima del sofá y procedió a sacar del bolsón las cosas que necesitaría para calmarla: el biberón y el recipiente que contenía la leche en polvo. Los pañales, las toallas y la crema., junto a ropita limpia. Iría a la cocina a esterilizar los biberones y a hervir el agua. Esas eran las indicaciones que Lorraine le había dado.  Entre tanto le cambiaría el pañal.  Y se sorprendió de que alguien tan pequeño albergara tamaña cantidad  de cacola en su cuerpo.  Torció el gesto al destaparla, pero no tardo ni un segundo en hacerse cargo de la situación. Era la primera vez que hacía una cosa así, y también sería la más difícil.  Al final sonrió satisfecho, y mirando sonriente a su hija, la dijo:  " prueba superada ".  Después la alzó entre sus brazos y la besó con delicadeza dándola el biberón.

Mientras hacía todo esto, hablaba con ella, la niña le miraba fijamente.. La voz de su padre la tranquilizaba y él se maravillaba de todo lo que estaba viviendo.  Nunca se lo hubiera imaginado, y sin embargo aquí estaba encargándose de su hija,  y su corazón, al fin, sosegado y lleno de gozo.

Se quedó dormida, después de que la dispusiera para ello.  Había sido su primera experiencia como padre, y un lazo extraordinario se forjó entre ambos.  Y supo que la querría más que a nada y más que a nadie.  Que la protegería siempre, y que no habría nada ni nadie en el mundo que le separara de ella.

El capazo que la serviría de cuna, provisional, lo puso encima de la cama, en el lado en que durmió Perl, y durante un rato se quedó pensativo viéndola dormir, tranquila, segura de que su padre vigilaba su sueño.  Y echó la memoria hasta aquél día en que estuvieron juntos por primera vez:

- Perl, aquí está nuestra hija. Es bella como tú y se parece a ti, pero el pelito será rubio, como el   mio. Tendrá algo de los dos. Necesito que me ayudes a cuidarla; mándame cómo he de hacerlo, porque sé que desde donde estés, nos miras y sonríes.  No lo esperabas ¿ eh ? Yo tampoco,  y de haberlo sabido, nunca te hubiera dejado sola, y hubiera afrontado junto a ti todo lo que después vino.  Sé que tengo un camino largo por delante. Que las dificultades saldrán a mi encuentro, pero también sé, que ahora ella me impulsará y tú me guiarás.  No supiste que mi trabajo en Japón era de pintor; al fin logré hacer lo que me gustaba. Dejé una exposición  cuando supe lo ocurrido. Lo dejé todo, y lo dejaré todo.  Hice algunos dibujos de ti, que guardo como un tesoro, ahora con mayor motivo.  Quiero que cuando ella sea mayor y me pregunte por su madre, mostrárselos y que vea lo hermosa que eras.  ¡Te echo tanto de menos!  El estar aquí me calma, me sosiega, porque sé que entre estas cuatro paredes estás tú.  Y están los momentos que pasamos juntos haciendo proyectos de futuro, que en nada se parecían a los que estamos viviendo.  Pero siempre estarás aquí y allá en donde me encuentre, porque siempre Helen me recordará a ti.  Siempre tu sonrisa estará conmigo.


Abrió las ventanas y entró una ráfaga con olor a hierba recién cortada y a dama de noche. No le extrañó: estaban en el campo.  Pero el caso era, que todo el jardín estaba casi seco. No se paró en más, sólo en aspirar los olores que eran los preferidos de ella.  Estaba cansado, pero terminó de colocar las cosas en su sitio.
 Se hizo un bocadillo y sentado en la cama, junto al cuco de su hija, se lo comió mientras veía la televisión.  Al poco rato se quedó dormido.

El frío de la noche le despertó con un regusto extraño por el sueño que había tenido. Había soñado con Perl. Que juntos corrían por un campo de trigo y amapolas.  Reían felices tomados de la mano.  Al llegar a un punto, se pararon, se abrazaron y besaron como hacían siempre. De pronto todo cambió: era la misma imagen, pero estaban separados y él tenía un bebe en los brazos, mientras que Perl se alejaba lentamente, difuminándose su silueta.  El quería llamarla, que no se fuera, que estaban con su pequeña, pero las palabras no salían de su boca por muchos esfuerzos que hiciera.  Se despertó sobresaltado y a pesar del frío nocturno estaba sudando.  De inmediato giró la cabeza para ver a su hija; Helen dormía plácidamente.  Maxwell respiraba agitadamente; y trató de volver a dormirse para seguir soñando, pero no lo consiguió.  Decidió levantarse. Pronto la niña daría el toque de queda, eran las seis de la mañana.

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