domingo, 5 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 3 -Perder el rastro

Y decidió olvidar ese episodio.  Siguió con su vida obviando totalmente al accidentado.  La hubiera gustado conocerle, ver su rostro libre de heridas.  Averiguar si las piernas estaban bien y no tuviera secuelas.  Nada de ello sabía y tampoco quiso averiguarlo, algo que la hubiera sido fácil preguntando a algún compañero que hizo su seguimiento,  dando la excusa de que, al haber sido ella y su amiga las primeras que le auxiliaron, le interesaba saber, al final, como había ido todo.


Pasó un mes largo, y un día se encontró en el ascensor con él, que acudía a un chequeo.  Le llevaba el hermano.  En un principio, trató de pasar desapercibida, pero Thomas, la conoció de inmediato y hacia ella se dirigió con amabilidad.  Se estrecharon la mano y entonces se vio obligada a preguntar por la evolución de las lesiones.  Maxwell les escuchaba  extrañado:  No sabía que su hermano tuviera amistades en el hospital

-Gracias a esta chica estás con vida. Ella y su compañera vieron el accidente y fueron las primeras que te auxiliaron y  avisaron a los médicos.  Se ha estado interesando por tí.  Debimos despedirnos de ella cuando te dieron el alta.  Ha sido una casualidad encontrarnos aquí. ¡ Claro ! ella trabaja aquí- respondió a su hermano aclarando el tema.

No le dio demasiada importancia, en realidad entraba dentro de su trabajo, y fue por casualidad que ellas estaban en el descanso.  Hubieran acudido  otras personas, de no estar ellas allí

- Debiste presentármela.  Le hubiera dado las gracias por su ayuda.  Creo que es lo mínimo, si como dices estuvo tan pendiente de mi evolución. ¿ Sabes al menos su nombre?  He de buscarla.


- No creo sea difícil.  Es muy servicial, así que pienso que es conocida. Nos dijo su nombre, por cierto, pero ahora no recuerdo bien.  Mamá debe saberlo, se lo preguntaré.

- Si describimos sus rasgos, seguro que nos lo dicen en el control de enfermeras.  Se conocen todos- respondió Maxwell

- ¿ Qué prisas tienes? Tendremos que venir más veces; ya lo averiguaremos.

Había tenido  oportunidad de ver, por primera vez, a quién le asistió en el accidente, pero ni siquiera se había fijado en ella. Ni sabía su nombre, ni si era joven y atractiva. Ni siquiera le había dirigido una mirada, cosa que hubiera hecho , de saber que era ella quién    le atendió.  La próxima vez haría las gestiones oportunas para averiguarlo.

    Tenía razón, por desgracia sus lesiones tardarían en curarse, si es que alguna vez lo hacían. Maxwell atravesaba esa fase de desconcierto e incertidumbre que sigue a un accidente, en lo que primero agradeces es haber salvado la vida, pero una vez que tu mente se acostumbra a la idea, la inmediata es pensar que nunca lograrías estar en plenas facultades. Que tendrías muchas limitaciones si alguna vez lo conseguías.  De momento, necesitaba ayuda, rehabilitación, unas muletas y a alguien a su lado que le ayudara a desplazarse a cualquier lado.  Había dejado de trabajar, y como un favor, dado que el lugar en donde lo hacía pertenece a su familia, le dejaban hacerlo desde casa por vídeo conferencia. Pero mientras , estaba en completa soledad y echaba de menos  los intervalos que hacía en el despacho para tomar un café y de este modo pegar la hebra con alguna compañera y obtener una cita con ella.  En casa, sólo tenía al servicio y como mucho la compañía de su madre, y eso si no tuviera alguna cita con las amigas, o asistir a algún acto benéfico al que era tan aficionada, no por humanismo, sino por aburrimiento de no hacer nada.

 No, su vida había dado un giro de 180º, ya no era autónomo.  Necesitaba de otra persona para desplazarse de un lugar a otro.  Se acabaron las citas, las noches de juerga con amigos...  se acabó lo que antes constituía su vida.  La palabra inválido le machacaba el cerebro y su carácter se había agriado, y hasta a veces insoportable.

Poco a poco, los amigos se limitaron a alguna llamada por teléfono, y alguna invitación para cenar, por cumplir. Antes, después de la cena, siempre había algún cabaret y alguna señorita de buen ver con quién pasar una noche especial.  Debía despedirse de todo eso, y creía que nunca lo recuperaría, por muy buenas palabras que su familia le dijera.

Y esos pensamientos le desesperaban. Era un hombre joven, vital, y en pocos minutos, su vida había dado un giro trascendental con aquel accidente del que ni siquiera recordaba haberlo provocado, pero que sufría las tremendas consecuencias de ello. Daba lo mismo si fuera culpa de él o de otra persona, el caso había sido que su vida, había quedado truncada para siempre y sin futuro, al menos a corto plazo.

Tenía largas horas  y dolorosas horas de rehabilitación, en las que aveces le daban ganas de abandonarlo todo y seguir como mejor pudiera. No volvería a hacer deporte y a duras penas, encontraría a alguna muchacha que quisiera formar un hogar con él, por mucho dinero que tuviera; se había convertido en un inválido. Cuando esos pensamientos le asaltaban, se encerraba en su habitación sin querer hablar con nadie; sólo pedía una pastilla que le hiciera dormir durante largas horas.


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