lunes, 6 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 4 -En su búsqueda

El azar, o las casualidades, hacían que no volvieran a encontrarse de nuevo. Unas veces porque el horario de trabajo en urgencias lo dificultaba, y en otras  por su libranza, precisamente por su turno nocturno. Maxwell, una vez terminada su rehabilitación, tenía muchas horas libres para pensar, y sólo lo hacía alrededor de su personal tragedia.  Y llegó un momento en que no deseaba pensar más, en nada ni en nadie. Estaba próximo a que le dieran el alta, pero debería seguir la rehabilitación en donde él prefiriese. Seguiría yendo al hospital, hasta ver si, por fin, conocía a su benefactora.  No tenía especial interés, pero era la única cosa en la que deseaba pensar, porque de lo contrario su cabeza no descansaría hasta volverse loco. Al menos  haría las gestiones para conocerla, estaría más entretenido; y quería conseguirlo antes de recibir el alta, porque después sería más difícil al estar sujeto al horario que el fisio determinase.

Pero no lo logró,  ya que ella gozaba de unas pequeñas vacaciones que tenía pendiente.  Abandonó el hospital, pero volvería a él a diario para realizar la rehabilitación, así lo había elegido; era igual hacerlo allí que en cualquier otro lugar, y al menos en el hospital conocía a los médicos y enfermeras, aunque una, en especial, le fuera esquiva.  Y pasaron los días,  aunque mejoraba, pero no tan deprisa como él quisiera.
 Había mañanas en que el cuerpo se negaba a responder al despertar, y esa fue una de ellas. Discutió con su hermano; rechazó que fuera él quién le llevase a rehabilitación, sería el chófer quién lo hiciera, de todas maneras sólo sería conducir el coche hasta el hospital de ida y regreso a casa, porque el resto lo tenía que hacer él solo.

Mientras el chófer aparcaba el coche, Maxwell, intentó valerse por si mismo, pero le costaba un infinito trabajo manejarse con las muletas, sobretodo al subir los cuatro escalones de la entrada al recinto. Pero era tenaz y se propuso que esa pequeña barrera, tenía que superarla, porque habrían de venir otras más duras y debía hacerse con ellas. Cada escalón era un sufrimiento en su espalda.  Debía detenerse durante unos segundos, tomar aire, y proseguir el ascenso.  De improviso, una voz dulce se  escuchó junto a él:

- ¿Quiere que le ayude?

Se detuvo durante un instante y giró su cabeza para ver quién era tan amable de ofrecerle ayuda. Se trataba de una enfermera con los ojos más bellos que nunca contemplara.  Con una sonrisa toda dulzura y unos brazos fuertes, de profesional que le sujetaban para no caer. ¿ Quién sería aquél ángel? - se preguntó al tiempo que contemplaba su rostro.

- Supongo  que desea ir a rehabilitación ¿ Verdad ?

    Antes de que respondiera, levantó uno de sus brazos e indicó con la mano a un celador que se acercase a ellos, como así hizo

- Fred, el caballero va a rehabilitación ¿ puedes llevarle ?

- Desde luego. Ya nos conocemos ¿ verdad ?

- Si Fred. No es la primera vez que me ayudas,  Te lo agradezco; hoy me está costando un triunfo mantenerme de pié.

Le sentó en una silla de ruedas y se dirigía hacia la sala correspondiente, cuando Maxwell tuvo una corazonada

- ¿ Puedo saber su nombre?- dijo señalando a la enfermera

- Desde luego: Perl, así me llamo

-Es usted encantadora. Ha sido un placer conocerla. Yo soy...- Antes de que pudiera seguir, ella le interrumpió

- Lo sé: Maxwell  Thompson.  Mi compañera y yo  acudimos en su auxilio en el accidente

- ¡ Usted !

- ¿ De qué se extraña ?

-Quería darles las gracias antes de que me dieran el alta, pero mi hermano no recordaba el nombre y yo no sabía cómo era su rostro.  Mi agradecimiento será eterno

- Es nuestro trabajo, señor.  Dio la casualidad de que estábamos allí.  Nada más.  El resto es labor de los médicos, y ahora suya en exclusiva.  Es dolorosa la rehabilitación, pero ha de hacerla si quiere volver a su vida anterior.  Y ahora si nos  disculpa, hemos  de ir al trabajo

- Espere, un momento. ¿ A qué hora salen ?

- Hoy a las tres ¿ por qué ?

Lo menos que puedo hacer para corresponder por su ayuda es invitarlas a comer. Las esperaré a que salgan: total yo estaré durante horas aquí.

- Señor, no es necesario.  Fue nuestro trabajo...

- No se hable más. ¡ Ah ! Y llámenme Maxwell, por favor. Estaré en cafetería. Y ahora vayámonos Fred, al suplicio.

Las dos enfermeras se miraron y se echaron a reir.  Era la primera vez que les ocurría algo semejante. ¡ Al fin había visto al enfermo con el rostro libre de cortes, y heridas. Y francamente no estaba nada mal.
 Y Maxwell, ese día hizo con más ánimo su rehabilitación, a pesar del sufrimiento que le suponían los ejercicios, pero al menos, había visto una cara nueva, y aunque la charla había sido breve, esperaba con impaciencia la hora de volverla a ver.  Había tenido palabras cariñosas para él, y  en verdad las necesitaba.  En su casa, le daban cariño, pero la vida seguía su ritmo, y él se había convertido en un obstáculo. Después de los primeros días de estupor por el accidente, la vida se había impuesto y cada uno de ellos siguió a su ritmo.  Posiblemente, él, de no estar en esas condiciones, hubiera hecho lo mismo, por lo que nada les reprochaba, pero se sentía solo, muy solo.

Aguardaba impaciente la llegada de las muchachas sentado en una mesa de la cafetería.  Miraba constantemente el reloj, pero aún faltaba un rato para que ellas hicieran acto de presencia.  Trataba de dilatar la cerveza que tenía delante. La cita con la chica era una novedad en su vida, después del giro que había dado por el accidente. Tenía el presentimiento de que esa amistad le ayudaría a remontar el vuelo ¿ Por qué ? No lo sabía, pero en su interior sabía que no era una cita más. No una como las que antes tenía; a esta la debía un respeto además de agradecimiento.

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