viernes, 10 de julio de 2020

Una casa en el campo - Capítulo 9 - La confesión

Y ambos se miraron, interrogándose de esa manera ¿qué sería tan urgente lo que había de decirla? Él no hablaba, sólo miraba y sonreía, algo que ponía nerviosa a Perl, desconcertada ante la situación e ignorando a dónde quería ir a parar.

- Bien ¿ quieres pasar o prefieres quedarte en la puerta toda la noche? - dijo ella sin saber qué hacer

- Gracias. Si, deseo pasar.  Lo que he de decirte lleva su tiempo

- Adelante, pues.

Ella se hizo a un lado y le condujo hasta la sala en donde hablarían no sabía de qué , ni por qué. Parecía inquieto; claro, que hacía poco  que se habían visto por primera vez, y no conocía su forma de actuar, pero sería  siempre ¿tan extraña como ésta...?  Se le veía algo alterado, nervioso, y hasta hubo un momento en que se asustó, pensando que podría ser uno de esos locos que andan sueltos por el mundo.  Se retorcía las manos inquieto. Lo que fuera  que le atormentaba  debía ser lo suficientemente grave como para alterarle de esa forma. La noche en que estuvieron más relajados, mientras cenaban los tres, no parecía ser una persona que perdiera los nervios fácilmente y eso que acababa de tener un tremendo accidente.

Y se detuvo por un momento en analizar su cuerpo. Nada indicaba que hubiera estado hecho polvo tan sólo unos meses atrás.  Ni siquiera le habían quedado cicatrices en la cara motivadas por las heridas del golpe.  Y se detuvo en ella. Era un hombre atractivo, y lo era más por los hoyuelos que se le formaban en la comisura de la boca al sonreír. Con barba crecida de dos o tres días.De nariz recta, perfecta, de las antiguas griegas, no muy grande. Sus ojos si lo eran, profundos,  de un color entre azul y gris, según le diera la luz. Frente despejada y cabello algo rizado de color castaño muy claro, tirando a rubio. Bastante alto y de complexión fuerte, como si estuviera practicando deporte o en algún gimnasio. Sus manos eran grandes, algo huesudas y de dedos largos y finos, poco acostumbradas a los trabajos manuales.  Sin querer, había hecho una radiografía de un señorito de alcurnia. Muy educado, eso sí, pero ¿ cómo sería interiormente? ¿ Por qué había venido ?

Le ofreció algo para beber y eligió una tónica, algo que la extrañó. Parecía que bebía otra clase  de líquido, que no fuera esa con gas, pero estaba descubriendo muchas cosas de él, y eso que la noche no había hecho más que empezar.  Una vez hubiera servido tónica para ambos, se decidió a averiguar lo que le había llevado hasta su casa.

- Y bien ¿ que quieres decirme con tanta urgencia y tanto secreto?  Me tienes intrigada. No acierto a adivinar lo que pueda ser, ya que hacía mucho que nos veíamos y ni siquiera por teléfono   hiciste alguna llamada.  Te daba por perdido.

- Tienes razón. Ha pasado tiempo y ni siquiera, por cortesía, me puse en contacto con vosotras, pero me estaba retando a mi mismo y me prometí que hasta que no estuviera totalmente curado no te diría nada de lo que he de hablarte.

- Muy bien.  Te escucho.  Espero no sea nada grave, porque francamente, mi cuota de sobresaltos está ya al límite - respondió ella en tono de broma.

   Carraspeo un poco, como para aclararse la garganta, en donde sin duda, las palabras se le habían atragantado.  Ella esperaba impaciente, pues no tenía ni idea de lo que le había traído hasta allí. Por fin, mirándola de frente comenzó a hablar.

- Lo he pensado mucho antes de venir, pero ya no puedo aguantar más las dudas que tengo. ¿Quieres casarte conmigo ?

   Ella abrió aún más sus ojos y la boca, de la que no salían las palabras ¿ Habría escuchado bien?  ¿La estaba proponiendo matrimonio sin apenas conocerse.  Sin haberse visto en meses, sin siquiera saber si ella tenía otro compromiso?  ¿Quién era la chica presentada como su prometida? ¿ Se estaba riendo de ella? ¿ Qué demonios estaba pasando en su cabeza?  Se levantó de su asiento dando un respingo, dándole la espalda.  No encontraba las palabras para responderle, tal era su asombro. Pero ella ¿ qué sentía ante esas palabras?  Ni siquiera se lo había planteado ¿ qué digo ?Ni  había pensado en que tales cosas pudieran suceder.  Hasta ahora le había visto como paciente, como amigo, sin reparar siquiera que pudiera llegar a ser algo más, aunque debía reconocer que le gustaba mucho, muchísimo. ¿ Y a quién no, con semejante especimen ?  Pero de eso a casarse, había un trecho muy largo.

Luego estaba su familia, tan estirada, según su propia confesión.  De seguro que no la admitirían; era demasiado corriente para entrar en un círculo tan pequeño. El era moderadamente rico, y ella ¿ qué poseía? sólo su trabajo y una pequeña casa en el campo. No. Era imposible.  Pero lo verdaderamente importante eran sus sentimientos ¿ qué sentía por él ?  Se analizaba a velocidad de vértigo, porque él impaciente, la miraba expectante interrogándole con la mirada.  Se había levantado y avanzaba hacia ella, con las dudas reflejadas en su rostro.

No dejaba de mirarla, y cada vez su angustia se reflejaba en la tirantez de su cara.  Tenía que decir algo. Se imaginaba su vida junto a él. Se había mostrado educado y cariñoso, en la única cita que tuvieron, pero ¿ era suficiente para compartir una vida?
Y lentamente, con las palabras atravesadas en su garganta dijo:

- No sé si he entendido bien lo que has dicho. Repítelo, por favor

- Que deseo casarme contigo.  Me dijiste que no tenías novio ni pareja.  Yo tampoco, así ¿ qué me dices?

- Me presentaste a tu prometida ¿ te estás riendo de mí ?

- Nunca se me ocurriría. Dije eso, porque era lo que mi familia quería, pero al volverte a ver, las cosas cambiaron en cuestión de segundos.  Sé que parece una locura, pero no lo es.  Me enamoré de tí sin saberlo, sin darme cuenta. Pero sí sabía que no podía presentarme ante tí con la situación que tenía.  Era imposible saber cómo quedaría, y un hombre inútil no lo quería para tí, por mucho que te deseara.  Me impuse el sacrificio de no volverte a ver, de ni siquiera llamarte. Y  decidí vivir lejos para no caer en la tentación de verte. Y me sometí a duros ejercicios de rehabilitación, porque sólo así te pediría matrimonio.  He plantado cara a mi familia, que sí, ha protestado, y hemos tenido una fuerte discusión. Pero sé que sólo contigo seré feliz.  Ahora ya lo sabes todo; tengo un trabajo y una estabilidad económica que ofrecerte, y sobretodo ello mi amor.  ¿Que dices ?

Y no sabía por qué, pero sin darse cuenta, extrañada por haberlo hecho respondió:

- Si. Pero con condiciones. Me gustas, pero ha sido todo tan precipitado que no he tenido tiempo de pensarlo. Esto es muy anómalo,  y he de pensarlo.  Tenemos muchas cosas en contra, cosas importantes, como son la familia, la más importante. Ya has tenido problemas con sólo anunciarlo, y eso que no me conocen; ni siquiera se imaginan que soy una simple enfermera.  Seguro que ellos te habían destinado alguien importante; ese va a ser un escollo duro e incómodo tanto para tí como para mi.  Hemos de pensarlo con calma. Además no nos conocemos de ninguna forma y un matrimonio es convivencia.  Nosotros no sabemos nada el uno del otro: ni costumbres, ni rarezas, ni siquiera si somos afines en algo.  Es una locura. Creo que no, Maxwell. Iríamos derechos al precipicio y seguro que a los dos meses estaríamos pidiendo el divorcio, y en ese caso, la vida para tí en tu familia sería insoportable.  Debemos desecharlo de inmediato.

- Ni siquiera lo pienses.  He renunciado a muchas cosas por ti y no voy a aflojar ahora. Tienes razón: es muy precipitado.  Estoy dispuesto a acatar tus reglas, lo que me impongas, pero seguir adelante con nuestra relación, especial, extraña si se quiere, pero el amor no es algo común es raro, y a pesar de ello,  las personas se enamoran sin saber por qué.  Sólo siguen sus instintos, sin más. Debemos estar con contacto con más frecuencia. Esa será la única forma de conocernos.  De saber los gustos y los inconvenientes de una vida en común como es la de casados.  Y pasado algún tiempo...  tratar de intimar.  Pero todo ello con calma, sin prisas y sin presiones: paso a paso.

- Está bien. Acepto, si eso es la única forma de llegar a tí. ¿ Cuándo empezamos?

- ¿ Que tal esta noche con una cena.?  Es lo que esperaba me dijeras; mientras lo hacemos hablaremos de todo referente a nosotros, pero con sinceridad, sin esconder nada.  Nos jugamos mucho en esto.  Vamos a  estar constantemente como en un escaparate, y me refiero a tu familia. Exactamente yo seré la que esté en tela de juicio.

- De acuerdo. Soy consciente de que mi propuesta es extraña, pero es lo que siento.  Acepto tus reglas y estoy de acuerdo en ellas. En lo referente a mi, nada te ocultaré y responderé a todas las preguntas que desees hacerme una y otra vez, hasta que estés convencida y tranquila.  Te prometo no mentirte nunca, por escabrosa que sea la verdad. Te quiero de veras y te debo mucho.  Me has cambiado la forma de vivir, la manera de ver las cosas tan distintas a como lo hacía antes.  Has hecho de mí un hombre nuevo. Antes era juerguista, irresponsable y nada tenía importancia para mi.  Sin embargo ahora, desde el accidente, valoro más lo que tengo cerca, y en ese espacio entras tú en primer lugar.  Te conocí, me enamoré y forjé mi vida junto a tí, al menos esa es mi idea.  Espero con ilusión el día que termine mi examen con buena nota y en verdad se cumplan mis sueños junto a tí.  Yo si te conozco, sé cómo eres.  Tu generosidad y amor incondicional que repartes en tu trabajo.  Eso dice mucho de tí, de que eres buena persona.  Para mí es suficiente.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES