sábado, 13 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 9 - Confesión sincera

Había ocurrido algo entre ellos.  Mágico para Isabel, extraño para Albert, que tardó unos instantes en reaccionar.  Tenía que dejar claro algo; ella no se merecía engaños ni mentiras.  Debía hablarle con toda la sinceridad de la que fuera capaz.

- Verás.  Ha sido algo extraño lo ocurrido, pero creo que no tiene otro significado  ni para tí ni para mi. Sólo ha sido un impulso de dos jóvenes que se están conociendo.

Ella comprendió al instante que él quería justificarse, que lo que había interpretado no existía.  Había sido algo inesperado para ella, y calculado para él.  ¿ La tomaba por otra "Brigitte " ocasional.  Su amor propio salió en su defensa y ante el estupor de él, le dijo friamente:

- Albert ¡ ha sido un beso !.  Nada más.  Tú tienes tu mundo en otro lugar, con gentes muy distintas a las que aquí habitamos.  Te rodeas de eruditos en tu profesión. Acudes, seguramente, a fiestas y recepciones de gentes de tu gremio ¿ Creíste que ésto podía tener lugar ?   Lo único que tenemos en común es que tu recetas medicamentos, y yo los dispenso. Tú abres los cuerpos y yo, con mis aspirinas y otros derivados, trato de evitarlo.  Nada más. ¿Pensaste que me lo iba a creer ?  Veo que no me conoces.  Eres una novedad , simplemente.  No tienes que justificar nada, ni decir nada.  Pero te aviso, no iré más allá, si es en eso en lo que estás pensando.  Deseo ser tu amiga.  Una amiga que olvidarás en cuanto el avión despegue rumbo a tu pais.  No tengo nada que ofrecerte, para eso ya tienes a Brigitte o a otras chicas de tu entorno.  Mírame bien ¿ crees acaso que me puedo comparar con ellas ?  Yo creo que no, así que  debemos dejar esta conversación.  Me alegro de que hayamos aclarado algunas cosas, por si me hubieras interpretado mal.  Ahora ya está todo claro entre nosotros.  En mí tendrás una amiga fiel, si es que alguna vez regresas y quieres una charla, pero ya sabes será muy insustancial, porque yo, para bien o para mal, no he salido mucho de aquí.

Ella se detuvo, al ver en la cara de Albert un signo de incredulidad, pero no dijo nada. conectó de nuevo el coche y emprendieron la ruta hasta Valldemossa.  Durante largo trecho, se mantuvieron en silencio.  Era difícil entablar una conversación después de lo hablado;  las palabras huían de sus mentes.  Fue Isabel la que rompió el silencio, cuando a lo lejos se divisó el paisaje de la ciudad de Chopin.


Nunca hubiera creído que fuera rechazado tan enérgicamente como ella lo había hecho.  No se había explicado bien, pero tampoco le había dado ocasión de hacerlo.  Quería decirla que deseaba una relación con ella, pero no de la clase que ella  imaginaba, sino seria, explorando los sentimientos que ahora le embargaban y que no había sabido transmitir.  Pero Isabel  había dejado muy claro que sólo le interesaba como amigo, con una amistad que una vez se hubiera marchado, se enfriaría hasta quedarse en nada.  Tenía complejo de inferioridad, cuando era brillante, sincera y leal.  Algo que esas cualidades brillaban por su ausencia en las mujeres que conocía , de ese círculo que ella creía exclusivo, en el que se debía desenvolver, cuando estaba muy lejos de ser así.  Rehuía esas reuniones; solo acudía a las que podían aportarle algún beneficio para su trabajo.  Absorbía como una esponja cualquier información que en los symposiums pudiera captar.  Sólo eso.  Lo que él necesitaba era alguien que supiera escuchar cuando las cosas no le iban bien y hacerla participar en sus inquietudes.  En definitiva compartir su vida.  Pero tenía claro que ella tenía su vida aquí, lejos del mundanal ruido. Que sólo aspiraba a calmar los dolores de artrosis de los viejitos de su zona, nada más.  No tenía más aspiraciones que esas.  Pero ¿ era ese el impedimento? , o es que él sentía algo muy fuerte por ella, recién descubierto ahora, en esa conversación, en ese rechazo.  Pero acaso  ¿ella no pensaba lo mismo que él ? Su respuesta a ese beso así  parecía, pero estaba visto que se había equivocado.  Ella no tenía interés en él.

Ambos, ocultaban, el deseo de  regresar de nuevo a Alcudia.  La excursión que se presentaba tan alegre y jovial, se había tornado áspera e incómoda, pero ninguno de los dos se atrevió a plantear el suspenderla, probablemente por amor propio herido de ambos. o por querer dilatar el estar juntos.  Ambos sabían que después de ese día, todo iba a ser diferente.

Visitaron la casa donde vivió Chopin, contemplaron las estancias por las que seguramente paseó con su amor: George Sand. Isabel pensaba, mientras contemplaba los objetos de cada habitación, lo hermoso de ese amor que inspiró esas melodías tan bellas. Qué sentimientos tan profundos  sintieron para vivir esa relación en aquel entorno maravilloso.


 Ella sentía lo mismo, pero no tenía un lugar en el que refugiarse y vivir tan ardientemente como ellos.  Ni siquiera tenía una conversación inteligente con la cual atrapar a ese hombre que caminaba a su lado sin pronunciar palabra y con un gesto extraño en su rostro.  Ella no tenía ni la belleza ni la inteligencia para inspirar un amor semejante al que ellos sintieron. Era otra época, más romántica...,  de otra manera.

- Vas muy callada - la dijo él de repente
- Pienso en lo vivido entre estas paredes.  En lo hermoso de ese amor que inspiró tan hermosa música.  Tam sentida, tan romántica, con tanto dolor...  Ahora no existen amores semejantes
- No estaría yo tan seguro.  La gente se sigue amando con la misma intensidad, pero es otra clase de vida.  ¿ Has pensado en por qué se refugiaron aquí?  No lo debían tener tan fácil, igual que ahora.  Hay hombres y mujeres que se enamoran, pero algo les impide estar juntos y vivir su amor.  Nada nuevo desde que al hombre y a  la mujer les puso Dios sobre la tierra,

Ella se quedó muda.  No sabía qué decir.  Tenía claro que él guardaba un amor en su corazón ¿ sería Clarisse su amor frustrado ?  Y una oleada de dolor infinito subió hasta su garganta, haciendo que de repente los ojos le brillaran.  Carraspeó y siguió  la visita hasta llegar a donde el piano de Federico era  el protagonista de esa estancia.  Pasearon por los jardines, sin apenas pronunciar palabra, acaso sobrecogidos por el ambiente y por ellos mismos, por ls sensaciones de la conversación mantenida.  Sabían ambos, que nada podían esperar, que sólo reinaría entre ellos la amistad, una amistad que tendrían que mantener en la distancia, con lo cual terminaría desvaneciéndose.

Durante el regreso, parecía que la tensión se había rebajado, y lo hicieron comentando lo que habían visto. Entre las paredes de la Cartuja, había quedado impregnada la existencia de Chopin, y un profundo respeto inspiraba el pasear por las estancias que le acompañaron casi hasta el final..

La dejó en casa, pero no se despidieron como era habitual:  Albert no dijo "hasta mañana", como en otras ocasiones, y eso a Isabel le dio la pista de que los días que les quedaban hasta su regreso a Londres, no se dejaría ver.

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