sábado, 20 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 21 - El principio del fin

Cumplió su jornada de trabajo, pero no se centraba en lo que hacía.  Le daba vueltas a la cabeza  lo que debía hacer.  La situación en casa era insostenible; ninguno de los dos daba su brazo a torcer. Albert llegaba tarde a casa, cuando Stella ya estaba en la cama.  Se le notaba crispado, con las mandíbulas contraídas cuando se encontraban.  Seguían sin hablarse y él dormía en el cuarto de invitados.  No se podía vivir  así.  Llamó a Meredith

-¡ Vaya sorpresa ! Estáis siempre tan ocupados, que hace un siglo que no venís a visitarme
- Lo sé Meredith.  Precisamente quería hablar contigo
- ¿ Ocurre algo ?
- Te invito a comer y te lo cuento
-Mejor ven tú. ¿ No venís los tres?
-No en este día.  Es un encuentro de chicas
- Comprendo. Bien pues ven tú sola.  Me dejas preocupada. Es muy extraño que no vengas con Albert y la niña
- Mañana lo entenderás todo.  Necesito tu ayuda.  Es complñicado para decírtelo por teléfono
- Bien. Pues mañana te espero.

Isabel contó a Meredith todo lo sucedido y la situación en la que estaban.  Se quedó muy sorprendida ante lo que le narraba.  Conocía perfectamente los sentimientos de su sobrino por Isabel y por la niña.  Pero también pensó que se habían casado prematuramente:  no se conocían lo suficiente, no obstante, parecía que habían superado cualquier obstáculo.
  Una vez supo lo ocurrido, Meredith la preguntó:

- ¿ Y en qué puedo ayudarte ?
- Pienso que será beneficioso que estemos separados durante algún corto espacio de tiempo.  Podríamos reflexionar  y calmar nuestros nervios.  Pensaba pasar unos días con Stella en mi pais, pero en el laboratorio no me dan vacaciones hasta que no se termine la investigación.  Nuestra convivencia es mala y había pensado irme a un hotel o que tú me acogieras en casa
- ¿ Quieres que hable con él ?
- No, Meredith. Es algo que tenemos que resolver los dos. Sé que me quiere, pero me hizo daño al decirme  que le absorbo y no le dejo ser él mismo.  Me dolió mucho, porque no es cierto.  Porque creía que mi compañía era suficiente para él, lo mismo que es para mí.  Pero veo que no es así. ¿ Por que´no me dijo que necesitaba, al final del día charlar con sus compañeros y llegar más tarde a casa?  De esta forma no habría pensado nada raro.
- Niña eres muy joven e inexperta. Tu no tienes amigas, por eso no entiendes que él necesite alguna vez estar con sus colegas, con sus amigos.  Por eso no va a dejar de amarte.
- Lo entiendo, y no me importa.  Nunca le pondré impedimentos a que salga con sus amigos , pero no quiero ver a esa mujer cerca de nosotros.  No me gusta, y él no lo ha entendido.  Posiblemente si tenga razón en algo: le pedí tiempo para ser padres de nuevo.  No debí trabajar, pero me parecía injusto estar metida en casa rodo el día

-No querida, debes tener tu trabajo si eso te complace y él te lo permite.  Necesitas relacionarte con tus compañeros y procura tener amistad con las mujeres de otros médicos.
-Ya tengo amigas entre las mujeres de ellos. Y hemos acudido a barbacoas.  no es eso. ¿ Por qué me dijo que le dejara en paz, que le aburría ?
- No lo sé. Seguro que fue un calentón del momento. Si crees que estando separados unos días solucionáis vuestro contencioso, ven a mi casa. Aquí tendrás siempre tu refugio. Pero hay algo que deberíais haber hecho y es hablar.  Uno frente al otro, sin alteraros, pero que cada uno explicara lo que le ocurre.  Creo que eso sería lo más acertado, en lugar de una separación que siempre sería peligrosa.

Durante todo el camino de regreso iba pensando en el consejo de Meredith y creyó que tenía razón,. Pero ¿ cómo hablar con él si a penas se ven ? No la dirige la palabra, es como si le estorbara estar con ella en la misma habitación. ¿ A dónde habían ido a parar aquellas promesas de amor eterno y que siempre la protegería? ¿ En qué momento se rompió la magia ?

Cuando regresó a su domicilio, ni Albert ni Stella estaban.  Según le dijo la señora que cuidaba de la niña, habían salido a mediodía e irian al circo o al cine después.  Le dio las gracias y se dirigió a su habitación.   Puso algo de ropa en un bolsón, pero había otro problema:  Stella.  Si se decidía por la marcha, se llevaría a la niña. y sabía de antemano que la diría que no.  Mucho temía que eso iba a ser causa de otra discusión.

Pasada la media tarde, llegaron padre e hija.  La niña llegaba feliz, parloteando incesantemente, causando la risa del padre.  Isabel les escuchaba desde su habitación, y sentía una inmensa tristeza porque se hubiera roto lo de especial que tenían entre los tres.  Las lágrimas acudieron a sus ojos.  Les oyó pasar frente a su dormitorio, pero ni siquiera llamaron a la puerta.  La ignoraba olímpicamente; era como si no existiera ya en su vida.  Dejo pasar un rato, y cuando comprendió que la niña iba a dormir, salió del cuarto ante la sorpresa de Albert

-¿ Estabas aquí ?
- Ya ves que sí.  Cuando Stella se duerma, tenemos que hablar
- Está bien - es todo lo que la respondió

Fueron hasta el despacho de él sin mirarse, sin hablar.  Isabel se retorcía las manos convulsivamente y Albert la miraba de reojo: sabía lo que aquello significaba y le dolía enormemente, que la inseguridad volviera a la vida de su mujer.  Él había sido el culpable de que así fuera, después de que tanto la había costado confiar en sí misma. Estaban enfrentados y aún no sabía por qué. No había ocurrido nada irreparable.  Se seguían amando y él la necesitaba enormemente.Escucharía con atención lo que ella tenía que decirle, pero temía que iba a ser algo que no le gustaría. ¿ Acaso querría el divorcio ? Había hablado de una separación durante algún tiempo ¿ durante cuánto tiempo?  ¿ Y la niña ?  No quería ni pensar en que quisiera separarse de él. ¿ Por qué no fue sincero con ella, en lugar de responderla de malos modos echándola la culpa ?
Ocurrió en un mal momento en que estaba presionado en su trabajo y con la presencia de Brigitte.  Isabel no estaba descaminada, aunque se cuidó mucho de decir la verdad.  La francesa ya no sería un problema; era él mismo su propio problema.  Con lo sencillo que sería abrazarla y decirla cuánto la quería.  ¿ Por qué no lo hacía

-  ¿ Tomamos algo mientras hablamos ? - la dijo él en tono más distendido
- No gracias.  Aún no he cenado y no me apetece
- ¿ Por qué no has cenado?
- No tenía apetito
- Bien, pues tú dirás  de lo que quieres hablar- respondió Albert
- Albert...  Es muy difícil para mi todo esto que está ocurriendo y, la verdad, no sé por qué se ha producido.  Creo que estamos pasando una crisis y he pensado que por el bien de todos, debía ausentarme de aquí.  Por unos días, para pensar y recapacitar.  Probablemente, ambos, estábamos nerviosos y dijimos e hicimos cosas que ni siquiera pensábamos.  Por eso pienso que.. debemos darnos un tiempo.  Cuando termine el proyecto que tengo entre manos, he solicitado unas vacaciones y deseo regresar a España, con la niña, claro.
- No, rotundamente no.  Ni hablar.  ¿ Esa es la solución que se te ha ocurrido ?      Si lo deseas puedes ir tú, pero la niña no.
- Sería una semana como máximo, para darnos tiempo a calmarnos y reconducir nuestras vidas.
- Cuando dices reconducir ¿ piensas en una separación definitiva, en divorcio?
- Naturalmente que no.  Yo te quiero Albert, más de lo que imaginas y esto que nos ocurre me está costando mucho, muchísimo
- Ya conoces mi respuesta: la niña no se mueve de aquí.
- Si la niña no viene conmigo, yo tampoco lo haré
- Ese es tu problema.  Haz lo  mejor que debas hacer
- Y todo ¿va a seguir lo mismo ?
- Es tu decisión y no la mía.
- Está bien.  Procuraré no molestarte.

Albert la dirigió una mirada larga y profunda, apretando la mandíbula cuando la vio salir de la habitación.

- ¿ Por qué no vas tras ella ? - se decía - Abrázala y dila que la quieres más que a nadie. ¿ No ves que está sufriendo?

Pero lo cierto es que no se movió, aunque se le partía el corazón.  Era un hombre adulto con responsabilidades, con una familia a la que había jurado proteger, a ella concretamente. Entonces  ¿por qué se comportaba como si tuviera siete años?  ¿ Era una rabieta de niño caprichoso? ¿ Qué se suponía que debía hacer?  Acababa de hablarle con el corazón en la mano;  ella le seguía amando, de eso no tenía duda.  Una crisis, de las muchas que se sufren a lo largo de la vida, pero ésta por ser la primera, le parecía más profunda.  Esperaba que ella diera el primer paso.  Pero lo había dado y él se mostraba inamovible.


- Ya no me ama, eso es lo que ocurre - se repetía Isabel mientras se refugiaba en su dormitorio.  Deshizo el equipaje que había preparado; sin la niña no iría a ningún sitio.

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