domingo, 21 de enero de 2018

No fue un sueño, sino tú - Capítulo 24 - Confesiones

Después de conversar con algunos de los invitados al evento, Isabel, decidió que debía retirarse ya. En realidad ella había cumplido con su cometido: presentar el producto.  Pero ahora el papel era de sus jefes para tratar de venderlo, por tanto creyó oportuno marcharse.  Estaba cansada. Las emociones habían sido muchas y grandes.  Pero lo que menos esperaba fue ver a su marido allí.  No quiso averiguar el por qué estaba, sabía que no era por ella.  Le dolió verle y ni siquiera poder acercarse a él.  Quiso abrir su corazón públicamente, aunque nadie conociera su verdadera situación.  Sólo él y ella conocían el significado de aquellas palabras.

Se quitó el vestido y se puso un pijama.  Era pronto para acostarse, al menos no tenía sueño.  Se instaló cómodamente en el sofá y encendió el televisor.  No entendía el francés, tan sólo lo aprendido en el bachillerato, pero  al menos, tendría la mente en blanco.  Conectó con un canal que proyectaban una serie que conocía, y aunque no entendiera los diálogos, al menos sabría de qué iba el argumento.

Unos golpes en la puerta, la distrajeron de la pantalla.   ¿Sería alguno de sus colaboradores?  Seguramente  querían celebrarlo e iban a buscarla para salir a algún sitio.  Tendrían que irse sin ella; le dolían los pies y se había quitado la ropa, y no le apetecía volver a vestirse.

Cuando abrió la puerta, se encontró frente a Albert que la estaba mirando con unos ojos impenetrables, difícilmente se podía averiguar lo que expresaban

- Te he estado buscando desde hace rato.  Pregunté en Recepción y me indicaron el número de tu habitación.  En toda la noche me he podido acercar a tí .  No te dejaban en paz y yo tampoco quería arrebatarte el éxito interrumpiendo alguna conversación que fuera interesante
- Has sido muy amable, pero lo cierto es que no me interesaba nada de lo que me contaban, pero la buena educación me obligaba a prestarles atención.  Y bien ¿ qué deseas ?
- Deseo que nos sentemos y hablemos.  Las palabras de tu discurso ¿ eran reales, o estaban en el guión?
- No sabía que ibas a estar, y me quedé muy sorprendida al verte. No, no estaban en el guión. Lo que debí leer, lo deje sobre el atril. Deseaba pedirte perdón por el daño que te he podido hacer.  Hubiera deseado compartir contigo esta noche, pero no ha sido posible.
- La estamos compartiendo.  Yo también he de pedirte perdón. Te dije algo que no pensaba y no sé cómo pudimos llegar a estos extremos.  Lo lamento muchísimo.  Debí hacerme cargo de que estabas estresada por el trabajo, y que te encontrabas mal por la aparición de Brigitte.  Con el tiempo supe que tenías razón: venía a por mi. No respetó que estaba casado, que te amo y que tengo una hija.  Pero me dí cuenta demasiado tarde; he de decirte que no estuve con ella en ningún momento, pero se insinuaba constantemente y tuve que dejar las cosas claras.  Fuimos estúpidos y tozudos, que pudimos arreglar las cosas  enseguida, y sin embargo rehuíamos uno del otro, en lugar de sentarnos y hablar como lo estamos haciendo ahora.
Te echo de menos, y vivir como lo estamos haciendo es algo de locos, tratar de evitarnos cuando nuestro corazón grita que deseamos estar juntos.  Por favor, olvidemos esta nefasta temporada y comencemos de nuevo.  Retomemos nuestras vidas donde las dejamos y sigamos adelante.

Y de nuevo se escucharon unos suaves toques en la puerta. Isabel le miró extrañada como diciendo " y ahora ¿quién podrá ser?."  Precisamente en un momento crucial en sus vidas.  Albert la indicó con un gesto, que él abriría la puerta, y así lo hizo

-  Doctor Sheridan le traigo lo encargado por usted
- Ah si. Pase, por favor.

Un  botones del hotel, portaba un carrito con una botella de champán, dos copas y un recipiente de plata  con fresas y chocolate. Isabel abría los ojos desmesuradamente.  Aquello era para ellos.  Significaba acaso que...  Dio una propina al botones y cerró la puerta, colgando en su tirador el cartel de "No molestar"

- Teníamos que celebrarlo - dijo Albert sonriendo ante la expresión incrédula de su mujer
-Deseo que volvamos a estar juntos, que celebremos tu éxito y que sea una nueva época en nuestras vidas.  De positivo tiene, que sabemos que el amor que sentimos es tan fuerte que es capaz de resistir los más duros vendavales.  Se lo debemos a Stella; nació en un hogar feliz y así debe ser por siempre. ¿ Aceeptas ser de nuevo mi mujer ?

Isabel estaba a punto de llorar.  No de tristeza, sino por todo lo contrario ¿ Cómo había sido posible ? El adivinando su pensamiento, dijo


-  El destino de nuevo ha vuelto a jugar a nuestro favor. Mi viaje no fue premeditado, acudí por una invitación  como director del hospital.  Ignoraba que estarías aquí, pero ahora me explico algo que me paso anoche mientras dormía
-¿ Otra premonición? - preguntó ella
- Creo que no, pero algo tubo que ver, o quizás era la obsesión que tengo por arreglar nuestro matrimonio: me ha ocurrido en bastantes ocasiones. Verás:  es una especie de sueño en el que se mezclan diversas imágenes que no puedo recordar, pero  de lo que sí me acuerdo, es que la imagen final antes de despertarme es la tuya.  Y,  ya ves, la recuerdo a través del tiempo. Es tan real que hasta me pregunto ¿ es un sueño? no, simplemente eres tú. Siempre presente en mi vida.
- No sé qué decirte.  Esto no me lo esperaba. Pensaba tomarme unas vacaciones, volver a España y pasar unos días con Stella y después regresar y...  No sabía lo qué hacer.  Estoy perdida Albert. Y sí,   deseo retomar nuestras vidas. Olvidar todo ésto, como si no hubiera pasado nada.  Pasar página de una vez.
- Mi vida...

Se aproximó a ella. Tomó su cabeza entre las manos y la dio un beso largo, muy largo.  Profundo muy profundo, expresando en ello los sentimientos y tormentos pasados durante su separación.  Después se retiró para contemplar la cara de su mujer que emocionada le acariciaba

- Brindemos - dijo - Hay mucho por lo que brindar

Entrechocaron sus copas y después de beber un sorbo, la cogió en brazos y la condujo al dormitorio

- Será como en nuestra noche de bodas

Y lo fue.  Y el amanecer les sorprendió despiertos y abrazados.  No hablaban.  Sobraban las palabras ante lo que habían vivido aquella maravillosa noche de su reencuentro.

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