domingo, 11 de junio de 2017

Celtas - Capítulo 6 - Os declaro marido y mujer

Encargó unos bocadillos para cenar, y cada uno de ellos, entró en su habitación correspondiente.Después de ducharse, envuelta en el albornoz que el motel ponía a disposición de sus huéspedes, se dio cuenta de que no había traído ropa de recambio.  Fue todo tan rápido que hasta entonces, no había pensado en ello.

Sostenía una lucha interior consigo misma entre el deseo y la racionalidad.  Estaba haciendo lo que hace pocas horas le pedía Georges, y ella le había negado. Quería a aquel hombre y su naturaleza deseaba unirse a él, pero al mismo tiempo rechazaba la idea.  No era lógico, apenas le conocía.   ¿Qué pensaría de ella? Seguramente que era una facilona, y no era esa la impresión que deseaba que él tuviera, porque además,  no se ajustaba a la realidad.

  Sólo había tenido relaciones con un chico al entrar a la universidad. A él le entregó su virginidad, y fue tan desastroso, que no le quedaron ganas de intentarlo de nuevo. El chico la asediaba con otra cita, pero ella le daba excusas, hasta que harto de negativas, dejó de pedírselo.  Luego sus caminos se separaron y no volvieron a verse.  Habían pasado bastantes años, y ella tenía un sentimiento hacia Georges, que había desconocido hasta verle. Sabía que la sociedad irlandesa, en aquellos días, era muy conservadora, y ese sería un episodio que habría de contar a Georges en cualquier momento.  Después de conocer aquella experiencia ¿ cómo reaccionaría él ?

Interrumpió sus pensamientos, volviendo al momento actual y a su debate interior. En el fondo sabía que era una excusa, porque muy bien podía dormir sin ropa.  Pero necesitaba justificar el deseo íntimo que sentía por la cercanía de él.

- Bueno, ya está bien - se dijo - Él si ha traído una mochila con ropa.  Le pediré al menos una camiseta, para dormir. Por Dios santo, ¿ qué hago ?. ¡ Qué cabeza la mía, mira que no haber caído en eso !  Pero es que este hombre nubla todo mi sentido común. Reacciona de una bendita vez. Acuéstate a ver si con el sueño, te tranquilizas - se repetía ella misma-. Pero el caso es que...

Y resuelta, se dirigió a la habitación  de al lado,   a la de Georges.  Esperaba que aún no se hubiera dormido.  No es que fuera muy tarde, pero el día había estado repleto de emociones, y al igual que ella, posiblemente,  él estuviera cansado.

 Unos suaves golpes en la puerta, hicieron que Georges saliera de la ducha. Tomó una toalla y secándose un poco envolvió su cintura en otra 

- Un momento, ya voy - fue lo que dijo en voz alta - ¡ Qué raro ! El camarero ha traído la cena. ¿Le ocurrirá algo a Laura ? - Y alarmado por si fuera lo último que pensaba, acudió rápido a abrir la puerta.

Se había arrepentido de seguir su primer impulso, pero ya no había remedio.  Frente a ella apareció Georges con cara de preocupación

- ¿ Qué ocurre, estás bien ? - la dijo
- Si, si...  Perdona, he debido avisarte, es que ...No he traído ropa y quería saber si me podrías prestar una camiseta
- ¡ Claro  ! Pasa, hace fresco y tu tienes el pelo mojado. Vas a resfriarte. Creí que te ocurría algo malo - decía mientras se dirigía a su mochila para darle la camiseta
- No,   estoy bien.  Ha sido una imprudencia por mi parte venir a molestarte.  Yo.. no creí que estuvieras ocupado
- No estoy ocupado. Sólo me he duchado.  En ello estaba cuando has llamado
- Lo siento... Ya me voy. Gracias - se giró nerviosa.  No quería mirarle.  Estaba prácticamente desnudo y ella con la imaginación bastante alborotada.  Debía salir de allí cuanto antes, o no respondía de sus actos
- Pero ¿qué demonios me pasa ?  Nunca he tenido unos pensamientos tan ... tan ... atrevidos

Georges, como si leyera su pensamiento, sonreía.  No la diría nada, no insinuaría nada.  Ella debía tomar la delantera, tal y como habían quedado.

Y la tomó.  Se giró sobre sus pasos y acercándose a él le beso.  Al principio ligeramente, pero Georges respondió a la caricia, con todo el deseo acumulado durante todo el día, y sus brazos la rodearon aprisionándola contra su cuerpo.  Había sido inesperado, pero deseado desde hacía tiempo.  No había lugar para las palabras.  Ella había lanzado las señales y allí estaba respondiendo a sus caricias.  Él la quitó el albornoz y la tendió en la cama. Ella soltó la toalla y ambos quedaron desnudos frente a frente, sin pudores, sólo con el deseo que les había vencido.  No había lugar para reflexiones, ni dudas, sólo para el amor y ese profundo deseo de pertenecerse mutuamente.

Los labios  y las manos de Georges recorrían su cuerpo adorándola.  Las palabras fervientes brotaban de sus labios, acompasadas por los suspiros de Laura. Su menudo cuerpo se perdía bajo el de él, grande, fuerte musculoso, cuando la hizo suya.  Por fin ya era su mujer.    No importaba que no estuvieran casados.  Siempre sería su mujer, a la que amaba como antes nunca había amado a nadie. ¿ Qué milagro, qué hechizo habían sentido para amarse  de esa forma, cuando apenas unos meses atrás ignoraban sus existencias? ¿Ocurren esas cosas en la vida real y que leemos en las novelas ? Pues si, ocurren, y ellos eran una muestra.  Amanecía cuando se quedaron dormidos

Georges se despertó y dirigió su mirada hacia Laura que dormía a su lado. Acarició suavemente los cabellos que caían sobre su cara y sonrió al ver el rostro de la mujer que amaba por encima de todo. No quería despertarla. Quizá ahora que había hecho el amor por primera vez, consintiera en ser su mujer.. Se puso a repasar todo lo que debía hacer para terminar de cumplir su sueño: casarse con ella.  Compraría unos anillos: el de pedida y el de casados.

-¿Y si no quisiera casarse tan pronto? ¿ Y si siguiera pensando lo mismo ?  Sería muy difícil mantenerse al margen del amor, una vez que se habían entregado el uno al otro.  Él no podría contenerse No.  Ni pensarlo,  tiene que ser ya, cuanto antes.  Desde luego antes de que ella regrese a España.

Volvió a mirarla y depositó suavemente un beso en  su frente, al tiempo que le susurraba para no sobresaltarla

-¡ Eh ! princesa,  tenemos que ponernos en marcha. Despierta dormilona, anda

Laura abrió los ojos y se quedó mirando los de Georges que la sonreía. Ella hizo lo mismo al tiempo que acariciaba  el rostro del hombre.

-Buenos días  mi amor.- Fue el saludo que le dirigió,  al tiempo que elevándose sobre un brazo,  depositó un beso en los labios del que era su amor. El,  jugando,  le dió un azotito al tiempo que la decía
-Hoy he dormido con la mujer más bella, más dormilona y más perezosa que existe. Pero yo la amo más que nadie y me voy a casar con ella....- Ambos se echaron a reír abrazándose de nuevo.
- Verás Georges, he de decirte algo, que seguro habrás notado.
- Si, lo he notado.  Pero no te preocupes.  Los tiempos han cambiado
- Pero quiero contártelo.  Fue algo sin importancia, que no dejó huella y que todavía no me explico por qué lo hice.  No le quería, no le deseaba, pero si sentía curiosidad por comprobar si era tan idílico como lo describían.  Y he de decirte que fue frustrante.  Lo único que me dejó, fue el no volver a repetir la experiencia.  Hasta pensaba que moriría célibe.  Hasta que llegaste tú y entonces todo cambió.  Algo dentro de mi me pedía imperiosamente estar contigo, aunque en realidad, fue ayer cuando me di cuenta de ello.  Llamé a tu puerta con una excusa pueril, porque necesitaba darme una justificación, pero de nada sirvió mi parte práctica, que quedó anulada por la del deseo
- ¿ Acaso estás arrepentida por lo ocurrido?
- No, en absoluto.  Ha sido lo más placentero y adorable que he sentido nunca. Te deseaba, pero tampoco quería dar mi brazo a torcer después de la discusión que tuvimos por la tarde, pero pudiste tú más,  que mi sentido común.  Desee ser tuya en todo momento, sólo que no sabía cómo decírtelo.
-Cariño, fue perfecto.  Nunca había sentido nada igual, nunca. Y ahora ¿ quieres casarte conmigo?

Laura se le quedó mirando y con una sonrisa aceptó ser su esposa

- Nunca te das por vencido ¿ eh ?
- No en lo que a ti se refiere. Ya eres mi mujer, eres mía en cuerpo y alma.  Sólo falta legalizarlo, y deseo hacerlo cuanto antes.  No quiero que regreses a tu país sin que nos hayamos casado.  No vaya a ser que se cruce alguien por el medio y te conquiste
- ¿ Lo dices en serio ?
- ¡ Claro que lo digo en serio ! Me tienes obsesionado y ahora con mayor motivo. Casémonos cuanto antes, por favor.
- Está bien. Sea como quieres
- ¿ De verdad ? ¿ Te casarías ahora,   hoy mismo?
- Si, lo haría.  Yo tampoco deseo estar alejada de ti. Ya no
- Muy bien.  Pues pongámonos en marcha.
- ¿ Qué vas a hacer?
-Mira reina, mientras yo voy a hablar con el cura tu comprate un  vestido, porque no pretenderás casarte con vaqueros..Te dejo en la tienda y después nos reunimos en cualquier sitio.

- Pero...hay que tener papeles, y los míos hay que pedirlos a España.  No puedes llegar y casarte sin más.  ¿Y si yo estuviera casada en mi pais?  Las autoridades deben tener constancia de que no hay impedimentos legales ¿ no lo comprendes ?
- Al menos déjame intentarlo. Hablaré con el cura.  Le contaré un cuento, no sé.  Ya veré
- Alto, alto. No son así las cosas. Hagámoslo bien.  No me importa que vivamos juntos mientras llegan los papeles desde Madrid.  Tengamos algo de cordura en todo este asunto, por favor.
-¿Me lo estás diciendo en serio?
- Muy en serio, Georges. Tienes que tener paciencia.  Las cosas llevan su curso
- Está bien, pero yo voy a intentarlo.  El cura de aquí me conoce, sabe que estoy soltero y bastará mi palabra para que me crea respecto a tu legalidad
- ¡ Dios mio, eres imposible ! Quién me manda enamorarme de un ser tan cabezota e irresponsable. ¿Eres así para todo ?
- No, no lo soy.  Pero contigo todo es diferente.

Decidieron ir a dar una vuelta.  Ella echaría un vistazo a las tiendas de ropa y él, con la excusa de hablar con el cura,   se dirigió a una joyería. Después se encaminó a la parroquia para hablar con el sacerdote  con el que había mantenido una conversación en un par de ocasiones.
Entró en la pequeña iglesia y le echó un vistazo dando su aprobación. De la sacristía salió un sacerdote bastante mayor, con pasos algo vacilantes y una bondadosa sonrisa en su cara

-Buenos días hijo, ¿qué se te ofrece a horas tan tempranas?
-Buenos días padre, ¿ Se acuerda de mi ?
- Espera me ponga las gafas.  Mi vista ya no es la que era. A ver... Si claro que te recuerdo, eres el alcalde. Y bien, ¿ qué se te ofrece ?
- Quiero casarme, padre. A poder ser hoy mismo. A mediodía
- ¡ Pero eso no puede ser ! Hay normas ¿ sabes ? Amonestaciones,..,  en fin papeleo.
-Es necesario, padre, tenemos que hacerlo, y le explico. Tengo que salir urgentemente de viaje al extranjero; vivo en pecado con mi novia, y se ha quedado embarazada."Dios mio, perdóname por engañar a este pobre hombre, pero es que si no."- dijo entre dientes para sí

El cura le miró extrañado y le reconvino acerca de vivir en pecado

-¿Te das cuenta? Esas son las consecuencias de no proceder como Dios manda. Has obrado muy mal, y ahora dejas a esa pobre chica con el problemón que lo resuelva ella sola. Francamente, me disgusta sobremanera¿Estáis seguros de lo que vais a hacer.  Ella ¿está de acuerdo?
-Si, padre nos amamos y reconozco que hemos metido la pata, hemos sido impacientes, pero el pecado de la carne pudo más que las reflexiones...
-Bueno, bueno, no entres en detalles que no me interesan. Accederé  porque es una cuestión urgente, pero no me complace especialmente..  Cuento con tu palabra de que todo es legal.  Que ella es soltera como tú.
-Desde luego, Puede llamar a mi padre y comprobarlo.  De todas maneras, si no nos casa, seguiremos en pecado, porque yo no puedo estar sin ella.
- Bueno, no me vengas con más historias. En esta época todo va deprisa y corriendo.  No me satisface acceder a tus deseos, no señor.  La responsabilidad es tuya, de todo.  A las doce estad aquí, y no se te olviden los anillos, que siempre lo dejáis para última hora. Anda, ve a reunirte con tu novia y sed puntuales. Vete, vete,  y antes reza para pedir el perdón a Dios por los pecados, y reza un Padrenuestro.. Recuerda a las doce en punto.  Como te retrases, no habrá boda.


-Gracias, reverendo, muchas gracias por el favor que nos hace. Muchas gracias.

Se quedó arrodillado en uno de los bancos y le pidió a Dios perdón por la tremenda mentira que había contado, aunque reflexionó:

-En cierto modo no le he mentido del todo. Hemos dormido juntos sin estar casados, pero lo otro...Cuando se entere Laura, espero no se enfade conmigo. Rezó el Padrenuestro y salió corriendo en dirección al lugar donde había quedado citado con ella. Estaba eufórico, alegre, divertido y feliz, sobretodo muy feliz.

Accedieron a la iglesia, ella con un sencillo  vestido blanco que compraron deprisa y corriendo en una tienda de modas. y el con un elegante traje., adquirido en el mismo comercio. En sus rostros se reflejaba la gran felicidad que ambos sentían. Entraron y al rato salió el sacerdote que había de casarles.  La ceremonia transcurrió sin sobresaltos y fue rápida,  pero entrañable. Sus testigos fueron la hermana del sacerdote y la señora que le ayudaba a cuidar de los altares.

-¿No  vais hacer ni una foto siquiera?- preguntó extrañado el cura
-Me gustaría mucho, padre, pero no me he acordado de traer la  máquina
-Hum, estos jóvenes. Sólo tienen memoria para lo que quieren. Anda Melania, tráete la máquina de fotos.Habrán de tener un recuerdo estos muchachos -, y les sonrió dulcemente aprobando el amor que ambos traslucían



Después de dar las gracias al sacerdote y a las señoras por el favor realizado, ya convertidos en marido y mujer contentos y felices, riendo sin parar, se dirigieron al coche que les llevaría de nuevo al motel para recoger su equipaje. Georges llevaba cogida por la cintura a Laura y de vez en cuando la atraía hacia sí en un cariñoso abrazo. Recogieron todo lo que habían dejado sin guardar y Laura se quitó el traje de novia y lo metió en una bolsa para que no se deteriorase. Georges la vió hacer y abrazándola  dijo:

-Ya eres mi mujer y yo tu esposo. No hay nada que nos separe y te prometo firmemente que haré todo lo que esté en  mi mano para hacerte feliz. Ahora retrasemos  por un rato nuestra partida a casa.  Necesito hacerte ver todo lo que representas para mí, el enorme amor que te profeso.

Y dicho esto ambos se fundieron en un abrazo susurrándose palabras por el  infinito amor que ambos sentían.

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