domingo, 30 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 32 - Ana

A la mañana siguiente Fiona, marcó el número de Aisling.  Deseaba hablar con  Michael para que fuera él quién tramitase su divorcio. Pero fue su amiga, quién muda de asombro la dijo que su marido no estaba que había salido para los Juzgados

— Fiona, por amor de Dios. ¿Estás loca?  Os amáis y tu hija va a nacer en poco tiempo

— Lo sé Aisling. Pero no puedo más.  Tu conoces toda la verdad y he llegado a mi límite. Deseo hablar con Michael cuanto antes. Ahora voy a empacar algunas cosas y regreso a Londres de inmediato.

— Eres mi mejor amiga.  Como una hermana para mi ¿Estás segura de lo que vas a hacer

— Aisling, no me queda otro remedio. No sólo es por mi, es por mi bebe también

— Hablaremos más despacio en cuanto llegues.  Llámame cuando regreses e iré a buscarte.


Se despidieron ambas amigas, y Fionna dio un repaso a la casa con la mirada y cerró la puerta.  Chimbo iba con ella, como siempre; no se sentía tan sola.  Se montó y emprendió el viaje, uno más, de regreso a la capital.  Apagó su móvil;  no quería hablar con nadie. no quería recibir llamadas ni de Maxwell ni de nadie.  Se sentía desamparada,  con la sola compañía de su bebe y de un perro.  Y este pensamiento hizo que rompiera en sollozos.  Estaba cansada y defraudada de la vida y de todos.  El médico le había recomendado tranquilidad, y eso era lo único que había tenido durante todo su embarazo, pero no por falta de preocupaciones, sino por la absoluta soledad en que se encontraba.

Inútilmente Maxwell llamaba a su móvil y al teléfono fijo de su casa. No le respondía  nadie. Estaba intranquilo y preocupado por ella y aunque no atendiera su llamada ni quisiera verle, no podía evitar estar alarmado por su estado. 

 Estaba decidido a viajar hasta los costwolds para volver a verla, cuando recibió la llamada de Michael extrañado por lo sucedido y quedando citados para hablar sobre el tema.  Se citaron para una comida de trabajo, aunque distaba mucho de serlo

— Maxwell ¿Qué demonios ocurre? 

 Le contó con todo tipo de detalles algo que ya conocía por Aisling, pero nunca creyó que llegaran a la ruptura, sino que se solucionaría


Maxwell se extrañó de que Fionna se hubiera puesto en contacto con él tan rápidamente.  Quizá tuviera la esperanza de que fuese un arrebato, pero ahora comprendía que había hablado muy en serio, y lo único que acertó a decirle era que lo demorara hasta que naciera su hija.  Sería un favor muy especial de amigo. Michael aceptó, probablemente con la esperanza de que todo hubiera sido un arrebato.

Jasna estaba decidida  a intervenir pero no sabía cómo.  Tenía miedo de que Fionna no quisiera escucharla, no obstante lo intentaría.  Lo que ignoraba es que estaba de camino a Londres e interpretaba que no quería atender la llamada.  Se lo explicaría a su padre y de su parte recibió la misma explicación:  él tampoco había logrado contactar con ella.  Los nervios en la casa estaban a flor de piel y sólo se escuchaban los pequeños ladridos del perro que Fiona regalara a Jasna en su cumpleaños. Insistía una y otra vez para hablar con ella, pero no encontraron la forma de hacerlo.

Llegó  al hotel  que había ocupado en ocasiones anteriores;  al menos estaría cerca de ellos, aunque no supieran donde estaba.  Tan sólo Aisling lo sabría y ella fue quién se lo comunicó a un furioso Maxwell que no terminaba de entender  las decisiones de su mujer, dado el estado en el que se encontraba.  Se personó de inmediato en el hotel, ante la sorpresa de Fionna

— ¿Qué haces aquí? ¿Quién te ha dicho dónde estaba?

— ¿Esto te parece normal? Te he llamado durante todo el día y creí volverme loco de angustia al no saber nada de ti. No sabía qué hacer y estaba dispuesto a volver a Bockley para averiguarlo

— Estoy bien.  Ya lo ves.  No es necesario que te preocupes

— Eres mi mujer ¿Crees que no debo preocuparme?  Jasna te ha estado llamando y tampoco a ella has respondido.

 —Tenía el móvil apagado y sin batería.  No quiero hablar con nadie.

— Por favor Fionna

— ¿Qué Maxwell?¿Qué quieres?  Creo que has tenido suficiente tiempo. Hemos llegado al final.  Y ahora te ruego que te marches.  Estoy cansada y quiero acostarme

— Al menos deja que te llame

— Está bien, atenderé la llamada.  Te avisaré cuando la niña esté a punto de nacer

— ¿No voy a poder verte hasta entonces?  Jasna quiere hablar contigo

— Que no se preocupe; está perdonada

Maxwell besó su frente y salió del hotel más desazonado de lo que había llegado.

Las fechas se cumplieron y nada en su trato había cambiado.  El parto se anunciaba para la siguiente semana, y terminaban una.  Los controles eran más frecuentes, que ella interpretaba de que algo no iba bien y, aunque el médico le daba todo tipo de  informaciones, en su interior tenía miedo.  Fue ella misma quién solicitó desde el hotel que la enviaran una ambulancia. Quién llamó a su médico para que estuviera preparado y por último a casa de Maxwell. A la que fuera su casa.  Él ya había salido para el canal y Jasna para el instituto; dejó el aviso a Stephanie que fue la encargada de avisar a todos..

Maxwell llegó al hospital al mismo tiempo que la ambulancia que llevaba a Fionna y,  algo más tarde  Jasna, que también acudió, acompañada por Stephanie.

La muchacha estaba nerviosa y muy alarmada.  Era la primera vez que se encontraba ante una situación semejante.  Su padre había entrado en el quirófano acompañando a Fionna.  Nadie les informaba de nada, nadie salía a darles noticias, y en sus caras se veía la preocupación:  algo no marchaba bien.  Jasna se abrazaba a Stephanie y refugiada en su pecho, lloraba quedamente al tiempo que se culpaba de lo sucedido, si es que ocurriera lo peor.

— No niña.  Efectivamente te has comportado mal, pero un nacimiento es importante e imprevisible, porque no depende más que del bebe que nace y es él quién toma las decisiones.  Normalmente ahora no hay riesgos, pero existir existen. Nadie te culpa por ello.  Piensa que dentro de poco vas a tener entre tus brazos a una muñeca preciosa, que lleva tu misma sangre y que probablemente será tu vivo retrato y la querrás más que a nada y a nadie.  No volverás a estar sola, porque la tendrás a ella y seréis inseparables.

— Pero Stephanie, he sido mala, muy mala con Fionna.  No me daba cuenta del daño que les hacía, hasta que he echado todo a perder.

—Mi querida niña las cosas ocurren por algún motivo y quién sabe por qué han sido así .  No te atormentes, sólo  quiere a tu hermana y a su madre.  Ella siempre te ha querido y ha deseado que la vieras como a una madre y no como enemiga por amar a tu padre.

Y al fin las puertas se abrieron. Maxwell apareció ante ellas sudoroso, preocupado y feliz a un mismo tiempo.  Entre sus brazos portaba un pequeño bulto que a penas se distinguía entre la ropa que la protegía

— Es igual a tí, Jasna. Tú eras así — dijo a su hija

— Papa...

Y no pudo decir más se abrazó a él llorando y buscando el rostro sonrosado de la pequeña.

— ¿Fionna?

— Está bien. Ha costado mucho y está exhausta, pero feliz.

— ¿Podremos verla?

— Está muy fatigada y la van a pasar a reanimación durante un rato. Luego la llevarán a planta y allí podréis ver a las dos.  Ahora debo entrar; han de hacer un chequeo a Ana

— ¿Ana?  ¿Vais a llamarla Ana?

— Si, cielo. Por expreso deseo de Fionna

Jasna se quedó sin palabras y vio cómo su padre se adentraba de nuevo en el quirófano.  Se abrazó a Stephanie llorando desconsoladamente.

— No podré mirarla a la cara nunca. ¿Qué es lo que he hecho?   En verdad me quería yo... yo...  Nunca, nunca podré perdonármelo

— Si pequeña, te lo perdonarás y pasado el tiempo será una anécdota.  Ha de querer mucho a una persona para ponerle ese nombre., el de tu madre.    Deberás pedir perdón a ambos y amarles con todas tus fuerzas porque te han hecho el mejor regalo de sus vidas.

Pasado un rato, Maxwell volvió a salir sonriente y feliz. Tenía dos hijas preciosas y una esposa extraordinaria. Pero también estaba preocupado. El parto no había sido todo lo fácil que se anunciaba.  Estaba deseando la pasasen a planta para no separarse ni un instante de ellas.  La niña había nacido perfecta y preciosa, pero no había dado facilidades a su madre, que había quedado totalmente agotada por el esfuerzo. Y allí, entre dolor y dolor, él estaba a su lado, cogiendo sus manos para ayudarla y besando su frente, enjugando su sudor y diciéndola que la amaba más que a nada y a nadie.   Fionna entre contracción y contracción le perdonó y hasta pensó   que todo se arreglaría y conseguirían ser felices.  A ratos la vista se le nublaba y le buscaba incesantemente.  Las fuerzas comenzaban a fallarle y él apretaba su mano, haciéndola notar su presencia, que no estaba sola y nunca volvería a estarlo.

La pasaron a planta y allí recibió la sonrisa compungida de Jasna que se abrazó a ella llorando. Fionna trataba de tranquilizarla mientras acariciaba su cabeza y la consolaba.  Al fin lo consiguió y ambas se miraron sonrientes con la recién nacida entre ellas.  Maxwell las observaba desde un rincón. No quería interrumpir ese contacto, el primero en mucho tiempo y tan deseado.

No debía dormirse aunque se sentía cansada, muy cansada y, a veces se le cerraban los ojos, pero entre Jasna y Maxwell procuraban tenerla despierta.  La noche avanzaba y con ella el cansancio.

Quería dormir, necesitaba dormir, y se enfadaba porque no la dejaban.  También el sueño les rondaba a ellos dos, que se turnaban para vigilara

 Jasna se quedó dormida durante un instante, lo que tarda en dar una cabezada, pero fue lo suficiente, para que Fionna también se durmiera.  Al despertarse, noto algo extraño en su rostro; quizá más pálido de lo normal y su quietud más  extraña.  Alarmada se incorporó de un salto dándola palmaditas  suaves en la mejilla.  Maxwell se despertó al percibir unos movimientos extraños e inmediatamente avisaron a las enfermeras, que tardaron un segundo en acudir a la habitación.  Rápidamente comenzaron a examinarla.  Al destaparla, vieron la mancha grande de sangre de la sábana y alarmadas, pulsaron los timbres y de inmediato llegaron los médicos que sacaron a la fuerza a Maxwell y a Jasna de la habitación.

¿Qué había ocurrido? Una hemorragia y sabían que en una recién parturienta eso era grave. Una de las enfermeras, sacó la cunita con el bebe y otra se lo llevó al nido, pero nadie decía nada sobre el estado de Fionna. Maxwell observaba los rostros de los sanitarios y sus expresiones eran de preocupación.  Un nudo en la garganta le impedía hablar, solo abrazaba a su hija, tratando de consolarla y buscando él mismo su propio consuelo. Al fin un médico salió a hablar con ellos

—Ha sufrido una hemorragia post parto. Gracias a que se dieron cuenta rápidamente y se ha podido controlar.  La hemos estabilizado, pero la gravedad aún persiste.  Vamos a transfundirla ya que ha perdido mucha sangre

— Tomen mi sangre.  Tengo cero positivo, y según creo sirve para todos los grupos— dijo Jasna resuelta

— Yo también tengo el mismo grupo.  Tomen mi sangre— agregó Maxwell

— No papa. Déjame que sea yo quién se la dé.  Os lo debo a ambos

— ¿ Cuántos años tienes ?— la preguntó el médico

— Voy a cumplir diecisiete y es muy importante para mi.  Se trata de mi madre

— Si tu padre lo autoriza, puedes hacerlo. Por mi parte no hay inconveniente.  Decídanlo pronto, el tiempo corre en contra nuestra

— Por favor, papa.  He de hacerlo

— Está bien, hazlo. Doctor si con la de ella no es suficiente, tomen la mía también.  Hagan lo que tengan que hacer,. pero han de sacarla adelante

— Muy bien prepárense comenzamos en cinco minutos.

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