lunes, 10 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 14 - Philip Marlow

Tal y como lo habían planeado, así lo hicieron y trabajaban incansablemente. Pero Aisling de vez en cuando, reclamaba un paréntesis, que ella al menos hacía, pero no así Fionna, algo por lo que  discutían y, que pocas veces conseguía resultados.  Aisling dormía una siesta , o paseaba, pero Fionna seguía,  sin cansancio.  Su amiga sabía que esta tensión de trabajo intenso, tarde o temprano le pasaría factura.  Según le había contado, había sufrido una fuerte depresión tiempo atrás, cuando pensó que Maxwell había muerto en Serbia.  No quería que recayera, porque si lo hacía la costaría el doble remontar de nuevo y deseaba evitarlo. Pero no había modo de hacerla entrar en razón, por lo que decidió que sería peor contradecirla, así que decidió seguir la corriente y dejarla a su aire.

Así transcurrieron los días y hasta los meses de intenso trabajo.  Tenían por delante la corrección final y pasar a limpio las galeradas para transformarlas en una novela. Durante ese tiempo, habían acordado que Aisling se convirtiera en su mano derecha, y a pesar de las protestas de la chica por desconocer totalmente el mundillo literario y, no encontrarse capacitada para ser su secretaria, Fiona la convenció y  serían un equipo en la que ambas, mas o menos, eran novatas. Porque casi nueva volvía a ser Fionna tras el parón de tiempo sin escribir. Creyó en un principio que no sería capaz de volver a hacerlo. Pensaba que hasta le había venido bien para dar un descanso en esa parcela, a su cerebro aunque, lo tuviera siempre ocupado en otros menesteres.  

 Volvieron a tomarse su tiempo y ya hacía más de cuatro meses que habían comenzado la rectificación de la novela. Cuantas más veces la repasaban, más veces habían de corregirla, algo frecuente en este campo.  Hasta que llegó el día en que, al fin la dieron por terminada.  En la papelería del pueblo sacarían fotocopias y acto seguido sería presentada a su antiguo editor, del que había perdido el contacto cuando decidió recluirse en Bockley

Ella misma se daba excusas para demorar su presentación ante una editorial. La primera que eligió, por deferencia, fue en la que trabajó como ayudante al terminar su carrera, y después fuera una escritora estrella en sus publicaciones, aunque solamente fue una exitosa novela, ya que conocemos los motivos por los que lo abandonó.  Durante todo el tiempo de ausencia, tan sólo había mantenido una ligera conversación por Navidad o en cualquier otra ocasión, con su antiguo jefe.  Por eso, ahora que le necesitaba, dudaba mucho que la hiciera caso después de haberle dejado plantado en plena campaña de la promoción de su novela.  Le infundía respeto y algo de miedo presentarse ante él con la novela debajo del  brazo.  Temía su rechazo y no le faltaría razón.  Si así fuera, le haría comprender el desequilibrio que tenía su vida.  Si sus argumentos no eran suficientes, volvería al  peregrinaje de mandar los manuscritos a los editores y a ver si alguno de ellos quería editarlo.  Estaba nerviosa y al mismo tiempo  temerosa, desilusionada por el rechazo que presumía iba a sentir.

  Era  una escritora cuyo nombre había empezado a sonar, y lo dejó todo, ocultando sus verdaderos motivos y adjudicándola el nombre de "informal e inestable"".  Pero a pesar de esos adjetivos, no divulgaría la razón  de su abandono; solo la pertenecían a ella y a nadie más.  Si se diera la ocasión, no sería la primera ni la última que suplicase a la puerta de un editor  ser aceptada.

Aisling trataba de animarla por todos los medios.  Sentía lástima por su amiga a la que quería entrañablemente y pensaba que lo sucedido en su vida, era injusto.  Aunque la injusticia era solamente de una persona que no quería nombrar..

  Tras mucho insistir y darle ánimos, consiguió romper el hielo y aquella mañana se prepararon con sus mejores galas, metieron  algo de ropa en una maleta, y portando  la novela,   subieron al coche rumbo a Londres.  Aisling estaba entusiasmada con el tipo de vida que había elegido. Era excitante y para nada monótona.
  Causó un disgusto a su familia cuando les anunció que pasaba a ser secretaria de su amiga, y le afearon la vida bohemia que había elegido.  Pero ella estaba entusiasmada, porque nada tenía que ver con la venta de latas de tomate triturado o paquetes de leche en el supermercado.
 Toda la alegría que sentía por el improvisado viaje, Fionna lo tenía de desánimo.  Presentía que no sólo se iba a llevar un no por delante, sino que tendría que aguantar el chaparrón que le echaría su antiguo jefe y editor.


  Lo cierto era que necesitaba ingresos.  Llevaba mucho tiempo  que no los tenía y sí abundantes salidas de dinero que no reponía.  Los fondos se agotaban rápidamente y su cabeza pensaba sin cesar en lo que haría si nadie se hacía cargo de la edición de su novela.. Estaba satisfecha con el resultado final de su obra, que  tenía bastantes retazos de su vida real, probablemente los más significativos.    Los había ido puliendo y el resultado final, había sido un libro totalmente inédito que en nada se parecía a lo escrito en su diario, tan sólo la parte en la que Maxwell era totalmente el protagonista de su angustia y desespero.  Esa secuencia si la mantuvo por si él lo leyera. Que se diera cuenta de la preocupación por la  que ella había pasado, aunque la situación no era una guerra, sino una enfermedad. Estaba segura que lo identificaría en cuanto comenzase a leerlo, si es que lo hacía, claro.

—Vas muy callada y sé que no paras de pensar— la dijo Aisling—  Cuéntamelo ¿Qué piensas? ¿Estás arrepentida del viaje?

— No voy a negarte que estoy preocupada, pero no más que otras veces.  Siempre es igual, como en cualquier trabajo que vas por primera vez a solicitarlo

— ¿Piensas que te dirá que no quiere saber nada de ti? ¿Cómo era tu relación con él?

— Era buena.  Es un hombre honrado y bueno.  Le tuve de jefe desde que salí de la universidad hasta que decidí ser escritora. Me tenía aprecio, pero ha pasado mucho tiempo, y yo fui grosera con él.  La única justificación que tengo es el desquiciamiento que en aquellos días tenía.  Quizá lo comprenda o nos eche de allí con cajas destempladas.  Dentro de poco lo sabremos.

Se encontraban frente a una casa antigua cerca de Picadilly Circus y ante la fachada de la editorial que, pomposamente  lucía en su puerta un nombre en grandes letras " Writers and Readers ". Las dos se pararon frente a ella con la mirada fija en las puertas de cristal del edificio.  No era grande, de tipo mediano, pero si tenía prestigio en el gremio y aunque en su interior las dependencias eran cómodas y modernas, Philip Marlow decía que tenía solera, era una seña de identidad y, así seguía desde tiempo inmemorial.  Se tomaron de las manos dándose un apretón y ambas a un tiempo, avanzaron con el pie derecho, entrando en las oficinas.  La recepcionista recordó de inmediato a Fionna y la saludó cariñosamente.  Después de saludarse charlaron  un breve momento, dio a ambas una tarjeta de identificación y las indicó que el señor Marlow está vacante en esos momentos y que debían subir a la primera planta si deseaban hablar con él.

Y así lo hicieron.  El corazón de ambas latía  apresuradamente. Fionna, sobre todo, sabía que en esta visita se jugaba mucho.  No sólo prestigio, sino un medio de vida que las permitiría vivir como hasta ahora, sin restricciones puesto que el adelanto que las diera, les facilitaría vivir y trabajar cómodamente.  Respiró hondo cuanto estuvo ante la puerta, que lucía un  rótulo en bronce que indicaba el nombre de la persona que estaba en su interior.  Tras dar unos suaves golpes en la puerta, una voz grave y rotunda, respondió.

—  Pasen— fue su respuesta

 Fionna y Aisling  entraron en el espacioso despacho, de muebles modernos, pero de buena factura.  Marlow levantó la cabeza al sentir sus pasos y abrió los ojos, quizá demasiado, con asombro, e inmediatamente se puso de pie, expresando la sorpresa del encuentro

—¿Tú?— . Fue su saludo, al tiempo que Fiona extendía su mano hacia él.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES