miércoles, 26 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 28 - Y la vida sigue

Pasaron esas cortas vacaciones. Cada uno de ellos se reintegró en sus quehaceres. Maxwell al canal de televisión, Jasna al colegio y Fionna se encerró en su estudio para iniciar una nueva novela.  Todo lo mismo y rutinario;  les parecía que lo vivido tan intensamente hacía unos pocos días, hubiera ocurrido hacía mucho, mucho tiempo, a pesar de que las vivencias, permanecían intactas en su memoria.

Pero Jasna, había experimentado un pequeño cambio,  apenas perceptible,  desde que estuvieran en el cementerio de Bania Luka. En un principio no se dieron cuenta, pero se había vuelto más reconcentrada en sí misma. La niña crecía y experimentaba los cambios físicos normales a su edad, pero muy sutilmente, también lo hacía en el carácter, que hasta entonces había sido alegre y cariñoso.

Fionna percibió que, cuando Maxwell y ella jugueteaban o tenían muestras de cariño entre ellos, Jasna les miraba seriamente y hasta se mostraba con el gesto hosco. ¿Qué la ocurría?  Nunca había dado esas señales ante las muestras de cariño de sus padres. Y poco a poco, cambiaba también en su trato hacia Fionna  Ya no tenía la misma confianza con ella y se mostraba menos habladora.  Esa actitud de cambio tan brusco  su padre lo achacó a que  se iba haciendo mayor y no le daba mayor importancia.

— Es normal, cielo.  Los niños cambian en las distintas etapas de la vida.  Los adultos también cambiamos

— Pero es que lo de Jasna ha sido de un día para otro. Se muestra muy reservada conmigo y nunca lo había estado

— Se le pasará, no te preocupes

Pero las palabras de su marido no la tranquilizaron en absoluto.  Presentía que había algo más, y se mostró después de su viaje a Serbia. Sería coincidencia, pero fue a raíz de visitar la tumba de su madre, que la niña había comenzado a ser distinta.

El tiempo pasaba y llegaron a acostumbrarse a su cambio brusco de carácter. A veces,  a Fionna, la contestaba airadamente, algo que no pasaba desapercibido para ella, pero lo dejaba pasar.  Debía tener paciencia, pero observaba que solo con ella era con quién lo hacía.  La preocupaba mucho y, una mañana, mientras desayunaban, Jasna no respondió a una pregunta que la hizo. Stephanie se la quedó mirando y después a ella que había bajado la cabeza sin decir nada.  Salió tras la niña y la dijo:


— ¿ Qué te ocurre con tu mama? Has sido muy mal educada al no responderla— la recriminó en voz baja para que Fionna no se diera cuenta de ello

— Ella no es mi madre— Respondió y, dando un portazo, se encaminó hacia el autobús del colegio que la esperaba en la puerta.

A Stephanie le preocupó esa respuesta que calló, y comprendió en ese momento que Fiona tenía razón:  algo había cambiado dentro de la chiquilla, que ya no  era como antes.  

  Cuando regresó a la cocina, Fionna  daba vueltas a la cucharilla dentro de la taza del café que estaba medio vacía de líquido;  estaba inmersa en sus pensamientos, y en ese instante, el ama de llaves supo que algo desagradable iba a ocurrir de un momento a otro.  ¿ Debía advertirla de la contestación que le había dado Jasna? ¿ Debía hablar con Maxwell al respecto ?  Por su experiencia, sabía que eso sería el preludio de alguna discusión entre los esposos, o entre padre e hija

 El no parecía darse cuenta de lo que estaba ocurriendo por la cabeza de la chica  y su explicación estaba en que quienes pasaban el mayor tiempo posible eran ellas dos, y además el sexto sentido femenino les avisaba de ello.

Aquella noche  a solas el matrimonio, Fionna decidió hablar con Maxwell de lo ocurrido con la pequeña.  Sabía que él no le daría importancia, pero sí la tenía.  Había escuchado la respuesta que le diera a Stephanie esa mañana y estaba muy preocupada.  Se había abierto la caja de los truenos y quería saber qué había hecho mal para que Jasna  hubiera dejado de ser la niña cariñosa que no se separaba de ella nunca a sin embargo ahora, renegaba de que fuera su madre.  Lamentaba profundamente dar ese disgusto a su marido, porque sabía que iba a disgustarse. Además presentía que, de seguir así las cosas irían a peor y eso le daba mucho miedo. En ningún momento había olvidado lo que acordaron ella y Maxwell cuando decidieron vivir juntos: si la jovencita rechazaba esa unión, se cortaría en el acto lamentablemente.

Pero ahora eran marido y mujer y todo había cambiado.  Habían sido muy felices los tres juntos; la niña la había aceptado sin problemas, pero ahora... Había crecido, conocido su origen y  por qué había nacido. Estaba en el comienzo de la adolescencia, siempre problemática .
Habló con Maxwell. Él la escuchó en  silencio y con  respeto.  Pese a lo que esperaba,  aceptó sus quejas

—Hablaré con ella. A ver si de una vez dice lo que la ocurre y por qué ha cambiado tan radicalmente en tan poco tiempo.

Tuvieron más cuidado en demostrar su cariño delante de ella, pero algunas veces les sorprendía besándose o abrazados y, el padre notó que su gesto se había convertido en acritud en lugar de complaciente como al principio, en que ella también participaba en el abrazo riendo.  En cambio ahora, cuando les sorprendía, daba media vuelta y salía de la habitación en que estuvieran.

 Maxwell comenzó a darse cuenta de todo y, esa misma noche, hablo con Jasna, que no negó absolutamente nada, muy al contrario, airadamente hizo frente a su padre  reprochándole algo que le dejó helado

— ¿ Quisiste alguna vez a mamá?

— ¡Claro que la quise! Por eso estás tú en el mundo

— Pero a ella la abrazas y la besas. Siempre la sonríes y ella te corresponde .  Sin embargo mi madre está muerta.  Fionna me ha robado tu cariño.  Antes éramos tu y yo solos, pero tuvo que venir ella a estropearlo todo

— No te consiento que hables así.  Lamento lo de tu madre, pero no fue culpa suya, y ella es mi esposa ahora, así que te ruego guardes un respeto  hacia ella. Cuando eras más pequeña te dio su cariño.  Te cuidó como lo hubiera podido hacer mamá ¿ Qué demonios te ha pasado para cambiar de ese modo?

— No  hemos discutido, pero no quiero que esté aquí. Tu eres mi padre; no necesitamos a nadie más

En el umbral de la puerta se dibujaba una silueta, la de Fionna, que asistía horrorizada a la escena entre padre e hija, y sabía el resultado que aquello traería

— Eres muy joven aún y no sabes lo que dices

— Soy lo suficientemente mayor para darme cuenta de que mi madre está sepultada en un lugar perdido y que ni siquiera puedo ir a visitar su tumba. Sin embargo ella entra y sale contigo constantemente.  ¿Crees acaso que no me doy cuenta de que  estás hechizado por ella.?

— No voy a consentirte ni una palabra más. Sí,   la quiero,   estoy enamorado de ella, pero eso es algo que a tí no te importa. En este momento termina nuestra conversación.  Algún día sabrás lo que nos une y comprenderás  por qué la amo más que a mi vida.  Eres muy joven aún y no lo comprenderías.

Se dieron cuenta de que Fionna había escuchado la parte final de su conversación, y llorosa dio media vuelta y se alejó de allí.  Se había presentado el gran dilema y era conocedora de la parte que a ella correspondía


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