lunes, 10 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 15 - Pidiendo trabajo

Le temblaban las piernas lo mismo que a una colegiala pillada en alguna trastada frente al director del colegio.  Le tenía un grandísimo respeto como profesional y como persona.  Desde que entró a trabajar a sus órdenes, siempre la había tratado con cariño y deferencia y aprendió mucho con él en lo que sería después su verdadera profesión.  La miraba como si se tratase de un fantasma ¿Cuánto tiempo hacía que no se veían? Mucho.  Fue en plena vorágine de su problema.  No quería pensar en esos momentos en aquello que pasó.  Le pidió ayuda e influencias, pero lo cierto es que la situación estaba muy complicada y, a pesar de haberlo intentado moviendo amistades importantes, todas las puertas se les cerraron y el resultado fue el que todos conocemos.  Fue ella la que extendió su brazo para saludar al editor, saludo que él recogió, pero no podía articular palabra

— ¡Fionna, qué sorpresa! ¿Dónde has estado metida? Lo que menos esperaba es que te dignaras pasar por aquí, después de la espantada que nos diste

—Lo sé Philip, y lo lamento. No estaba bien.  pasaba por algo terrible y necesitaba alejarme, refugiarme en algún lugar en que los recuerdos no me ganasen. En aquellos momentos sentí morirme. Sé que me comporté fatal, pero mi cabeza no era capaz de reaccionar.  Sólo tenía por delante las imágenes de la televisión e imaginaba a Maxwell... Bueno, puedes hacerte una idea.  Salí huyendo de mí misma y encontré un lugar tranquilo, pequeño y lo suficientemente distante de todo lo que había sido mi vida. Rompí el contacto con todos. A todos culpaba de lo que me estaba pasando y a un mismo tiempo reconocía los esfuerzos que hacíais por traerle a casa, que resultaba imposible.  Hasta que llegue a la conclusión de que seguramente estaría muerto y sepultado en alguna fosa común.  Ese pensamiento me volvía loca, hasta que poco a poco fui asimilando su pérdida.  Pero resulta que he sido una tonta rematada: Maxwell está vivo, casado y tiene una hija. Supongo que vive en Londres, porque allí es que nos vimos.  Como verás todo es descabellado. Una buena amiga me convenció que debía dejar atrás todo y rehacer mi vida.  Volví a escribir, algo ligero a modo de entrenamiento, porque hacía ¡ tanto que no lo había hecho ! que pensé me costaría trabajo volver a la rutina

— ¿Has vuelto a escribir?  ¡Eso es magnífico!

— Así es.  Pensé en tu editorial en primer lugar, pero entiendo que ahora es comenzar de nuevo y que probablemente no te interese. Es una narrativa. Una especie de confesión de la protagonista

— ¿Lo has traído?

— Si claro. Vengo a solicitar trabajo.  Lo necesito como terapia y como recurso vital.  Los ahorros se están terminando

— Debería rechazarte. Estuviste desconfiada conmigo y eso me duele. Sabes que por nada del mundo te traicionaría.  Te aprecio mucho, Fionna y siempre he tenido confianza en mí.  Debiste contar que estabas enferma, que necesitabas un respiro. Causaste mucha extrañeza entre tus compañeros. Pero,  estás aquí de nuevo.  A ver enséñamelo

Comenzó a leer las tres primeras páginas, ante el silencio expectante de Fiona que no despegaba su mirada de la cara del editor.   Philip, habiendo leído  el comienzo de la novela, lo cerró, y guardó silencio durante unos instantes. Tiempo que a Fionna le pareció eterno, hasta que,  carraspeando  bajito y, cruzando sus manos ante su barbilla rompió su mutismo

— Es magnífica. Sigues con tu vena, pero deseo leerla con detenimiento para saborearlo y comprobar que es buena hasta el final  Si sigue hasta el fin como ha sido el comienzo, seré yo quién te la publique, desde luego que sí

  Respiró aliviada y se echó hacia atrás en su sillón.  Se había mantenido erguida hasta ese momento, con la espalda demasiado rígida debido a la tensión.  Después se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar suavemente.  Estaba emocionada, nerviosa, contenta, pero también apesadumbrada, por haberse  distanciado de los que fueron sus compañeros .  Pero ya estaba aclarado todo.  Suponía que Aisling, que permanecía en la antesala, estaría comiéndose las uñas y deseaba hacerla partícipe de su alegría.  Ella había contribuido al bienestar que ahora sentía; había aguantado sus iras, sus inseguridades, sus llantos... era justo que ahora participase de las alegrías

— ¿Permites que haga entrar a mi mano derecha, a mi secretaria.  A quién ha estado a mi lado durante todo este tiempo ayudándome ?

— Naturalmente.  hazla pasar. Si forma parte de tu equipo, hemos de conocerla, porque en lo sucesivo tendremos que tratar con ella también

Salió rápidamente a avisar a su amiga que nerviosa, paseaba a un lado y a otro de la sala para calmarse.  La tomó de la mano y la introdujo en el despacho de Marlow.  Tras las presentaciones, Aisling demostró ser una excelente relaciones públicas, y como conocía a fondo el argumento de la novela, no tuvo que hacer ningún esfuerzo en hacer una precisa sinopsis de lo escrito.  Philip la miraba sorprendido y divertido, al comprobar  la pasión que ambas muchachas ponían en su exposición.

A su salida del despacho, todos los compañeros acudieron a saludar a Fiona y a conocer a su amiga y futura relaciones públicas de ella.  Detrás de todos, aguardaba paciente su turno, un muchacho conocido por la escritora, pero clavaba sus ojos en Aisling. Se trataba  de  Michael Freeman, abogado de la editorial.  Durante todo el tiempo que Aisling estuvo a solas en el despacho del editor, él no le quitó la vista de encima.  No la había visto nunca, no se conocían, ni siquiera habían cruzado alguna palabra durante las dos horas largas que estuvo en la sala de espera, pero había quedado impresionado por la forma natural e inquieta de la muchacha.  Al llegar su turno, él se aproximó abrazando a Fiona, ya que él fue quién la ayudo en sus gestiones de la localización de Maxwell. Y no pasó desapercibida la forma que tenía de mirar a su amiga.  Fiona sonrió ligeramente, porque  notaba que Aisling se ponía demasiado nerviosa ante la imponente figura de Michael.

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