martes, 4 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 5 - Adiós amor mio

Se fundieron en un abrazo largo y prolongado.  No hablaban, pero un nudo atenazaba sus gargantas.  Por mucho que disimulasen, sabían que  ese regreso de apenas dos días no sería como los que hasta ahora  le  habían llevado hasta ella.  En los círculos en los que se desenvolvían corrían los rumores de que la situación era más grave de lo que la férrea censura de Yugoslavia llegaba al resto del mundo.  para evitar al máximo los comentarios de peligro, Maxwell, de forma jocosa, la contaba que el New York Times le había pedido fuera también su corresponsal junto con The Guardian.  Habían pocos corresponsales que se atrevieran a meterse en ese laberinto   que ahora se estaba cociendo tras la muerte de Tito.  Todos reclamaban sus territorios y el odio corría por las calles de Los Balcanes como reguero de pólvora.  También se comentaban esos sucesos en la editorial en la que trabajaba Fiona, pero sabedores del destino de su novio, evitaban al máximo comentar nada en su presencia.

Aquella noche hicieron el amor todo el tiempo que sus fuerzas se lo permitían.  Ambos sabían que tardarían mucho tiempo en volver a estar juntos, ya que se preveía un conflicto muy largo y él había firmado ese compromiso con los dos periódicos, posiblemente, de los más importantes del mundo.  Evitaron por todos los medios  mencionar nada  más que los planes de futuro cuando aquello terminase.  Maxwell renunciaría a las corresponsalías porque ya tenían el suficiente dinero ahorrado para vivir más cómodamente y además solicitaría su incorporación en  The Guardian  su antiguo puesto  de columnista.  Ahora estaba tocando de cerca el peligro que se avecinaba y sólo esperaba que ningún otro país se viera salpicado por el horror de la guerra.

Tenían solo dos días para estar juntos y aprovecharían al máximo cada minuto del día.
La despedida fue amarga y dolorosa, a pesar de que ambos trataban de que todo fuera lo más natural posible, pero era difícil disimular ante lo que se avecinaba.

A Croacia, siguió Bosnia,  Serbia...  Sarajevo...   Todas esas repúblicas que en tiempos fueron una sola , ahora eran países distintos, como distintos eran sus odios, sus religiones, y sus furias.  Era una guerra abierta y declarada con víctimas por todos lados, con el odio desatado, todos eran malos, buenos y sobre todo encarnizados enemigos.  Día a día había gente de todos los bandos que morían en sus calles;  los atentados, los francotiradores desde cualquier rincón, y los muertos tirados en la calle, daban señales de que aún arriesgando sus vidas, tenían que seguir  buscándose la vida y la de sus familias.  Nadie se fiaba de nadie y de pronto el rencor, las venganzas que habían permanecido ocultas, se desataron entre vecinos, amigos e incluso en familias.

Y en medio de ese fuego continuo, Maxwell y su intérprete se jugaban la vida a diario y a cada momento.  Hablaba poco con Fiona y con las palabras contadas, omitiendo cualquier  alusión a lo que allí ocurría. Los momentos para la conexión no eran siempre los mismos, porque dependía de si estaba en campo abierto o en alguna de las ciudades, y además se cuidaba de que no le detectasen.  Los periodistas extranjeros no estaban muy bien vistos, por lo que había de cuidarse también de eso, a pesar de que se les razonara de que sólo buscaban la información que el resto del mundo les demandaba.

  Tenían un día concreto para comunicarse , aunque posiblemente, y a pesar de esperarlo con ansia, ocurriera algún percance que les impidiera poder hacerlo.  Aquel día citado, no se produjo la conexión, ni al siguiente, ni al otro.  Así hasta una semana sin saber nada de Maxwell.  Llamaba al periódico, pero ellos estaban en la misma situación, y Fionna estaba dispuesta a arreglárselas para viajar a cualquier zona en conflicto y allí gestionar para encontrarle en el último lugar que dio en sus crónicas. Solicitó la agenciaran un pase de prensa, pero nadie se lo facilitó y la prohibición del ministerio de asuntos exteriores de  cualquier trámite que pudiera efectuar en el territorio en conflicto.  Pero no podía vivir con esa angustia pensando que podría haberle ocurrido alto.  El periódico por su parte  realizaba gestiones, pero todo era inútil.  La confusión reinaba tanto en aquel territorio como en las redacciones de periódicos y televisiones.  Nada se aclaraba. Todos los periodistas destacados en  la zona en conflicto, a pesar de disputarse las noticias para una primicia, eran además compañeros y trataban de protegerse entre si.  Pero tampoco ellos sabían  lo ocurrido con Maxwell.  Al fin uno de la BBC, les anunció que se encontraba en el mercado que fue tiroteado  y en el que hubieron muchos heridos y muertos. Que efectivamente, Maxwell era uno de los heridos, pero que fue recogido por unas mujeres y desaparecieron sin dejar noticia de ello.

Nadie sabía quienes le habían socorrido ni a donde le llevaron;  nada se sabía.  Era como si se le hubiera tragado la tierra. y Fiona estaba desesperada temiendo lo peor, y seguía sin saber a dónde dirigirse y obtener alguna acreditación como prensa para poder viajar. Por más que sus amigos la disuadían, ella no desistía

— Pero dime una cosa ¿Dónde vas a buscarle?  Si los compañeros que están destacados allí y conocen el terreno, no saben por donde buscar ¿Cómo vas a localizarle tú?

—Pero puede estar herido y solo.  O peor aún ...

—Eso ni lo pienses.  Ya sabes que le recogieron unas personas.  Es de suponer que le curarían si estaba herido.  Ten confianza y verás como pronto termina todo y regresa a casa

Pero el tiempo  transcurría y nada se sabía de él. y poco a poco, se fue haciendo a la idea de que nunca volvería a verle y que posiblemente estaría muerto y enterrado en alguna fosa común, por lo que tratar de localizarle era poco menos que imposible.  Era una idea fija en su cabeza que poco a poco fue minando su salud.  Estaba obsesionada y se culpaba de ello, de haber discutido al tratar de disuadirle. Habían regañado en lugar de apurar al máximo el tiempo que tenían para estar juntos, y ahora le había perdido irremediablemente. Entró en un bucle de culpabilidad que lentamente la llevó a una depresión repercutiendo en su trabajo, hasta que  su jefe la obligó a coger unas vacaciones y consultar con un psicólogo para descargar su sentido de culpa.  Todos los compañeros la apoyaban y sentían lástima por ella al verla cómo le había cambiado el carácter y que todos sus planes de futuro se habían venido abajo por algo que ninguno de los dos eran responsable.

El día que se anunció que la guerra de los Balcanes había terminado, lejos de alegrarla le produjo un empeoramiento de su estado de ánimo. Había pasado demasiado tiempo y seguían sin haber podido averiguar nada. Lo probable sería que Maxwell fuera un recuerdo en su vida.  Pero aún mantenía la esperanza de que quizá estuviera detenido, y al cese de las hostilidades, diera algún síntoma de que seguía vivo.  Pero pasaron los días y nada se sabía de él. Y llegó un momento en que perdió todas las esperanzas y reflexionando, se dio por vencida.  Debía seguir adelante y volver al trabajo, retomando poco a poco el ritmo de la vida.

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