jueves, 13 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 19 - Una invitación al evento

Maxwell pensó muy a fondo el ofrecimiento de su nuevo empleo : jefe de informativos del principal canal de televisión del Reino Unido. . Durante todo ese fin de semana valoró los pros y los contras, y al final aceptó la oferta, desechando el actual puesto que tenía como corresponsal.  De esta forma sólo faltaría de casa las horas imprescindibles de trabajo y pasaría, al menos las noches, junto a su hija.
Ese lunes acudió a las oficinas del Canal y aceptó,  firmando un contrato, de momento por tres años.  Estaría sujeto a esa cadena por ese periodo de tiempo y mientras Jasna seguiría con su crecimiento y él estaría presente en ello.  No fue una decisión fácil de tomar; le gustaba su trabajo como corresponsal, en el que hacía entrevistas a distintos personajes, pero sobre todo contactaba con las personas que se veían implicadas en algún conflicto, y no  sería solamente en guerras, sino en el día a día de personas corrientes.  Pero este nuevo puesto, además de ser un ascenso en su vida laboral, también le daba ocasión de hacer algún programa esporádico entrevistando de cara a la pantalla, en el plató, en directo, a alguien que en ese momento hubiera adquirido alguna especial relevancia por cualquier motivo.  Y eso precisamente le hizo decidirse.

También entraba en su contrato el asistir a cualquier evento relacionado con su puesto, algo que no le satisfacía mucho, pero confiaba en que fuera algo ocasional.  Y de ese modo, se incorporó a su nueva vida de directivo.

Fue presentado a su nuevo equipo y dado una reseña en el telediario en hora punta La Dirección en pleno del canal le dio la bienvenida, puesto que de ahora en adelante y como responsable de un área tan importante, formaría parte del Consejo del canal. Se había ganado una excelente reputación a raíz de su peripecia en Serbia y era sobradamente conocida su profesionalidad.  Ya todo estaba en marcha, sólo faltaba comenzar a trabajar.  Lo hizo con ímpetu renovado, no sin antes exponer a sus colaboradores las ideas que tenía, renovadoras, acorde con los tiempos que corrían. Se acabaron los telediarios aburridos y tediosos. Habría informativos internacionales, pero también cosas que preocupaban al ciudadano de a pie, entrevistándoles en directo y dando respuestas en vivo.  para ello contaba con carta blanca para contratar a algún profesional si lo creía oportuno.  Había comenzado una nueva época en el canal que gozaba de buena fama de ser riguroso en sus noticias. 
 De este modo, pasados unos días de su incorporación, se puso al frente de ello y dirigió personalmente el primer programa.  La respuesta de los televidentes no se hizo esperar para satisfacción de todos, trabajadores y directivos.  Había entrado con buen pie.

Tras un largo periplo de presentaciones por las más importantes ciudades de Inglaterra, Escocia e Irlanda, Fiona, al fin libre de compromisos, pudo descansar y refugiarse en Bockley en paz con el lugar y con ella misma.  Había estado muy estresada mientras hacía las presentaciones en Londres, y poco a poco se fue serenando en cuanto puso kilómetros de por medio.  Pero allí, en el costwolds nadie conocía su fama, ni a qué se debía.  Era una vecina más que "vivía de sus rentas" desde hacía mucho tiempo, aunque los más curiosos, no dejaron de especular si sería verdad todo eso.  No entendían cómo una mujer joven y bonita, se había encerrado voluntariamente en aquel lugar tan solitario y carente de noticias.  Sólo su fiel amiga Aisling, conocía los verdaderos motivos de su reclusión.  Ahora ella misma pertenecía a su equipo, formado tan sólo por ellas dos como Fiona había dispuesto

— Cuanto menos gente seamos, menos intrusiones

Y de esta forma pasaron los días y algunos meses.  En la editorial se había enterado de las novedades laborales respecto a Maxwell, algo que se alegró, no sólo por él, sino por ella también; no tendría oportunidad de verle ni siquiera en el telediario, ya que  con  no poner ese canal era suficiente si es que alguna vez él presentara algún programa.

Sus vidas trascurrían tranquilas. De nuevo volvió a escribir  y, a sus paseos con Chimbo que, seguía encantado de volver a la rutina de los paseos junto a su ama.

 Se acercaba la fecha de la presentación por todo lo alto de su novela en un céntrico hotel de Londres, aunque el evento fuese "camuflado" con la excusa de otorgar un premio literario.  Ella lo quiso de esta forma para no llamar demasiado la atención. Habría cena de alto copete y después, en la sobremesa, la entrega de premios a los autores más destacados del año. Y poniendo el broche final Fiona y su presentación del libro.

Sería la primera vez que, tanto Ella comio Aisling asistieran a un evento tan relevante.  Estaban nerviosas, excitadas.  Revisaban su armario y no encontraban nada adecuado para esa presentación., y decidieron viajar hasta Londres , a una boutique y elegir un vestido de gran gala, aunque no le hiciera ninguna gracia a Fiona.  Pero la amiga ejercía gran influencia sobre ella.  Su sentido común la decía que todas cuantas recomendaciones le hiciera Aisling, estaban plenamente justificadas, así que, muy a su pesar. emprendieron el viaje hacia la gran ciudad.

Dos días tardaron en elegir los modelos, que en verdad,  eran trajes deslumbrantes y se veían guapísimas dentro de ellos..  Contentas y satisfechas por la elección, regresaron a casa.  Fiona más aliviada al abandonar la ciudad , aunque regresarían a ella nuevamente en unos días para asistir al evento.
  Y llegó el tan esperado y temido día.  Pasaría un coche de lujo a recogerlas en el hotel  e iría el editor dando el brazo a Fiona.  A la entrada, esperaba Michael a Aisling para que entrase también de su brazo..  Ambos se miraban y sonreían, ya que no en vano su amistad databa de hacía mucho y ella tenía  confianza con él.  Se sentaron ambas parejas junto a otras, en la mesa que había destinado para ellos la organización.  Era de las primeras junto al escenario y estaban rodeados por otras  ocupadas por relevantes personajes de todos los ámbitos de la sociedad londinense.

Se mostraba inquieta, nerviosa, sin dejar de mirar a un lado y a otro. Aisling sabía lo que buscaba, aunque no dijo nada, pero Philip, su editor, se mostraba inquieto al ignorar  por qué giraba la cabeza  continuamente.

- ¿ Qué te pasa ? ¿ Estás nerviosa ?
- Si, Philip.  Lo estoy. No me gustan estos eventos; prefiero la firma de libros. No quiero ni pensar cuando tenga que subir hasta el atril. Que no tropiece, por Dios
- Tranquilízate.  Has de acostumbrarte; todo va a salir bien.   Relájate.
 Y al servir la cena consiguió olvidarse un poco  del ambiente en el que estaban.  Aisling charlaba  sin cesar con Michael, y a Fiona le toco como compañero de mesa, un señor mayor, simpático y ameno que hizo que sus nervios se templaran al fin.  Pero fue al beber una copa, cuando le vio.  Unas mesas algo distantes de la suya, ahí estaba quién más temía, mirándola fijamente.  Sus miradas se cruzaron y Maxwell tomó su copa y la alzó indicándola que brindaba por ella.  A continuación habló algo con quién le acompañaba y levantándose, se encaminó hacia donde ellos estaban.
Todo lo que temía estaba allí.  Se dirigía directo hacia su mesa; venía serio y ella debía responder a su saludo.  Bebió un sorbo de licor para tomar fuerzas.  Maxwell se aproximó a ellos estrechando la mano de todos , puesto que se conocían desde hacía tiempo.  Fiona fue la última  en saludar, pero lejos de ser una descortesía quería permanecer junto a ella el máximo de tiempo posible, y si pudiera hablaría,  o  al menos lo intentaría, aunque pensaba que ella lo rechazaría.

Retuvo su mano unos instantes, entre las de él y antes de soltarla, besó su dorso.  Ella no decía nada, sólo le miraba fijamente buscando en la expresión de su cara algún signo que la indicase lo que estaba tramando.  Pero no dijo nada.  Al despedirse nuevamente, la sonrió levemente, con esa sonrisa tan característica de él, torciendo la boca de medio lado como con picardia, que provocó en Fiona, un escalofrío.  Por eso no quería verle.  Se había producido lo que tanto temía y dudaba mucho que recordase algo del discurso que debía pronunciar al final.  de la velada. Aisling imaginó por lo que estaba pasando, y tomando su mano, se la estrechó cariñosamente.  Fiona la miró, estaba muy pálida, y en voz baja, dijo a su amiga

- ¿ Te das cuenta ? No me acuerdo de nada del discurso.  Creo que no podré articular palabra
- Sí que lo harás.  Demuéstrale que no te importa.  Trágate tu indecisión. Inspira aire, y sal a ese escenario y dí unas palabras, las que sean, aunque no te acuerdes del discurso.  Eres espontánea, bien, pues sé tú misma.  El resto vendrá después. Sal decidida y habla sobre tu novela, que para eso estamos aquí; dale una lección. Debes estar a su altura.  No te achiques.

Fiona bebió esas palabras y decidida salió cuando la llegó el turno. La temblaban las piernas, pero inspiró aire y se puso frente al atril, recorriendo con la mirada la sala al completo, hasta llegar a la mesa en la que Maxwell estaba sentado y la miraba muy seriamente.  Y sus palabras fluyeron de su boca, y poco a poco fue recuperando el aplomo.  E improvisó el discurso entremezclando partes del libro, párrafos de su diario y su propio ingenio.  Y al final una sonora ovación resonó en la sala.  Todos sonreían complacidos por lo ameno e inesperado de su discurso.  Aisling y Philip la abrazaron satisfechos. Por fin, todo había terminado y podría relajarse, pero no perdía de vista la mesa ocupada por Maxwell.  Este se inclinó sobre  su compañera de mesa y la dijo algo. A continuación se levantó de su asiento y salió de la estancia.  Y entonces Fiona, respiró aliviada; ya no tenía sobre ella la mirada intensa de Maxwell.

Y fue el maestro de ceremonias quién anunció que en el salón contiguo una orquesta amenizaría el baile y un chef les serviría aperitivos y bebidas.  Poco a poco fueron abandonando esa sala y se dirigieron a la contigua, formando corrillos en los que comentaban sus impresiones de la noche.
Aisling y Michael disfrutaban de la velada bailando muy acaramelados, algo que hizo sonreír a Fiona, que acercándose a ellos les indicó que se sentía sofocada y que saldría a la terraza a respirar un poco de aire fresco.

Se estaba bien en aquel lugar.  De lejos, llegaban hasta ella los sonidos de la música, y los murmullos y risas de las conversaciones mantenidas.  Ella levantó la vista hasta el cielo y contempló el hermoso espectáculo al verlo tachonado totalmente de estrellas brillantes, fulgurantes, como rodeando a una hermosa luna llena.  Respiró hondo y sonrió satisfecha de la prueba que acababa de pasar.  Se dio cuenta de que era capaz de controlarse, aunque ella se creyera insegura.  Sabía que todos los ojos estaban sobre ella, y muy especialmente los de él, analizando cada palabra, absorbiendo lo que en ellas le decía y que solamente ellos conocían su significado. Y se dio cuenta de que mientras hablaba, en alguna ocasión, Maxwell bajó la cabeza;  no sabía exactamente por qué, pero algo debió recordar y lo hizo como señal de pesadumbre.  Y eso que no conocía en su totalidad lo que en el diario había expresado durante todo ese tiempo.  Su amargura porque le creyó muerto, su esperanza al averiguar que vivía, y su desilusión cuando al regresar al país, supo que estaba casado y además tenía una hija.  Demasiadas cosas para asumir.  Movió la cabeza con pesadumbre y tristeza.  La frustración que sentía sólo ella la conocía. ¡ Hubieran sido tan felices ! Pero estaba visto que él era de otra opinión.  Sólo quería que esa noche terminara y poderse marchar a casa, a su refugio y olvidarse del mundo y de todo.

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