sábado, 1 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 2 - Una nueva vida, un nuevo hogar

Ya estaba levantada, había sacado al perro y recogido lo que debía llevar  en su coche; todo listo para cuando llegasen los de la mudanza.  Y no tuvo que esperar mucho, a la hora en punto en que les había citado se presentaron.  Formaron una cadena y en un par de horas quedó la casa totalmente vacía.  Al ver todo deshabitado, pensó que en la nueva vivienda no le cabrían todos los muebles, por lo que habría de alquilar algún guardamuebles, ya que no deseaba desprenderse de ellos.  Eran de buena calidad, clásicos y habían pertenecido a sus padres;  les tenía cariño.  había renunciado a muchas cosas, y no deseaba desprenderse de más,  con lo que se encontraba a gusto.

Y llegaron a su nuevo lugar de residencia.  Se paró durante unos instantes para apreciar la belleza que la rodeaba, mientras los obreros comenzaban a descargar los muebles e  introducirlos en la casa. En verdad aquello era un remanso de paz. Nada lo alteraba, más que el canto de algún pajarillo y los validos lejanos de algunas ovejas.  Era un lugar cuyos habitantes,  en su mayoría,  se dedicaban al pequeño comercio que abastecía al pueblo y algunos terrenos  agrícolas.  Plantaban hortalizas y verduras que vendían en el propio lugar a sus vecinos.  Todo muy bucólico y extraño después de haber vivido en el ajetreo de la gran ciudad. Y entró para  indicar a los empleados donde iba cada mueble y cada embalaje.  Chimbo  se recluyó en la cocina por él mismo para no estorbar.  La casa estaba helada por la falta de vida en ella. En un par de horas estaba todo acoplado  . Los de la mudanza eran gente competente y habían sabido ubicar todo en el lugar perfecto.  No tendría necesidad de desprenderse de nada, algo que la alegró.  Ahora  quedaba la labor de colocar lo mas preciso para poder vivir e iría a comprar  comida. .  Descartó la idea de pernoctar en el hotel, así Chimbo no se sentiría solo, y además no tenía necesidad de ello al quedar todo en orden, salvo lo más personal que corría de su cuenta. .

Encendió la chimenea para caldear al menos el dormitorio y el salón y, de nuevo volvió a salir con Chimbo en dirección al centro del lugar para efectuar las compras precisas y al mismo tiempo conocer el núcleo urbano.   Y en el coche se dirigieron al centro.  No tardaron mucho en llegar a  la tienda en la que podían comprar frutas y verduras, y junto a ella, la panadería que también era pastelería.  Enfrente, un pequeño supermercado, pero que tenía todo cuanto se pudiera necesitar. Todo muy distinto a los  comercios de grandes almacenes.  Aquí todo era más reducido, pero también de mejor calidad,  y se conocían todos por sus nombres, apellidos y su lugar de trabajo.

Al ver entrar una cara desconocida, todos, disimuladamente miraban hacia ella con curiosidad.  Fionna se hizo la desentendida de la expectación que levantaba y prosiguió como si tal cosa su recorrido eligiendo su compra.  Al final, la cajera, que era una muchacha joven, no pudo contener su curiosidad, y en menos de cinco minutos  se veía respondiendo a las preguntas que la formulaba

— ¿ Va a vivir aquí, con nosotros?

— Si.  Me parece un lugar precioso y muy tranquilo. Justo lo que necesito

— ¿Está enferma?— siguió la chica

— ¡ Oh no ! Es por mi trabajo

— ¿ En qué trabaja ?

— Escribo

—¿ Es escritora ?

— Algo así

—¡Dios mío, tenemos una escritora como vecina!

— Eso no es importante.  Escribo para una revista, eso es todo.  No tiene mayor mérito

— ¿ Ha escrito algún libro?

— Si, varias novelas, pero ahora lo he dejado de momento.  Necesitaba descansar. Por eso sólo hago artículos para una revista : es más relajado

— ¡Cómo me gustaría tener su talento!

—No soy ningún talento, sólo tengo fantasía.  Y ahora lo siento; seguiremos charlando en otra ocasión.  tengo algo de prisa.  He de acomodar la casa.  Acabo de llegar. Ya charlaremos otro día ¿De acuerdo?

 —Por mi encantada.  Me aburro soberanamente ¿Puedo saber su nombre?

— ¡Claro! Me llamo Fionna

— No serás Fionna O'Neill ¿Verdad?

— Si lo soy

— Leí su novela " Entre los brezos"  Me encantó.  La leí varias veces y lloré con su final

— Lo siento

— Gracias por escucharme ¿ Nos veremos otro día?   Me llamo Aisling: mis padres son irlandeses

— Me ha gustado charlar contigo.  No conozco a nadie así que, me ha encantado también a mi.  Ya nos veremos.  Adiós.

Aisling la vio marchar con admiración.  Nunca había pensado conocer a una escritora y menos a ella.  En realidad lo que la dijo no fue por adulación , sino la verdad de lo que había escrito en esas páginas.  Le hubiera hecho mil preguntas, pero sería otro día, cuando tuviera más confianza con ella.

Era cierto,  la novela la había conmovido y pensó al leerla que su autora había pasado por lo mismo que escribía, porque en cada renglón  se respiraba tristeza, soledad y lejanía. Había tenido un éxito editorial arrollador con innumerables sitios en donde firmaba ejemplares, pero no había llegado hasta los costwolds. Aisling había tenido la oportunidad de verla en persona y charlar durante unos instantes. Pensó en llevarse al trabajo el ejemplar que compró en su día para que lo firmase cuando acudiera al establecimiento de nuevo. Presumiría de amistad con ella ante sus amigas.

Fiona colocó la compra y se dispuso a preparar algo de comida, a pesar de que no tenía apetito. Vivía muchas emociones y su mente estaba totalmente ocupada por la  sensación extraña de la novedad.  Pero Chimbo si tenía hambre y con sus ladridos solicitaba que llenara su plato.  Era el único ser con el que hablaba, y a su cabeza vino la conversación mantenida con Aisling.  Era muy joven  y le resultó simpática y no la importaría tenerla como amiga, a pesar de su diferencia de edad.  Fionna era joven también pero  superaba en edad a la empleada del supermercado.  Al menos tendría alguien con quién hablar;  no dudaba que pronto se haría amistades, pero para eso tendría que salir de casa, algo que de momento no le apetecía nada.

— Si mañana hace buen día, iremos a conocer los alrededores,  creo que son preciosos. Por lo que he visto en el día de hoy, pienso que estaremos muy a gusto aquí. Y además tenemos una amiga — Rió divertida mientras Chimbo la miraba entendiendo perfectamente lo que su ama le contaba moviendo el rabito a toda prisa.

  Ella se hizo un bocadillo y dormitó en el sofá mientras veía la televisión. Y así lentamente transcurrió el primer día de su nueva vida.  Llamó a un par de amigas y compañeras de la editorial para anunciarlas que ya estaba instalada y que  esperaba fuesen a visitarla.  Habían trascurrido las horas, pero no tantas como pensaba, ya que en el campo, el tiempo se mide de distinta forma, es más tranquilo, más lento. Las horas, y los minutos se alargan. 

 No le apetecía seguir viendo televisión y decidió meterse en la cama. Miró el reloj pensando que sería muy tarde, pero comprobó que a penas eran las nueve de la noche.  Estaba cansada y, aunque se desvelara, prefería estar en la cama y desde ella seguir viendo la televisión aunque no le interesara lo más mínimo la programación. Pero al menos el silencio de la casa sería algo más que el crepitar de la chimenea.

Pero en contra de lo que pensaba, al calor de la cama se quedó dormida enseguida.  Cuando despertó ya era el día siguiente. Se incorporó sobresaltada por la ausencia de ruidos.  Abrió un ojo, mientras guiñaba el otro, y vio que era pleno día y  radiante, con un sol hermoso y que Chimbo permanecía sentado a los pies de la cama, esperando el despertar de su ama para salir a dar su cotidiano paseo.

Rompió a reír al verle. No se sentía sola con la compañía del animal.  Se tiró de la cama  acompañada por los ladridos de alegría del perro, dirigiéndose hacia la cocina.  Encendió la cafetera, y puso el desayuno a Chimbo

— Quédate tranquilo. He de ducharme.  Come mientras tanto; después saldremos a dar un paseo y nos divertiremos.  Pero ahora ten paciencia.

Chimbo ajeno a sus palabras estaba ocupado en devorar la comida.  Se ve que el aire del campo le había abierto el apetito.  Ella se duchó y vistió unos vaqueros cómodos con un suéter algo grueso.  No hacía aún el tiempo  como para aligerarse de ropa. Recordó que  esta época del año es muy cambiante, y además estaban en Inglaterra y la temperatura suele variar.  Sentía apetito, ya que la noche anterior a penas había cenado. El desayuno la supo riquísimo;.  No sabía si sería por hambre, o porque en realidad, allí todo era de mejor calidad y más sabroso.

De un salto, el perro se introdujo en el coche y Fiona, consultaba un mapa de la zona para ver por dónde habrían de ir, a pesar de que, le daba igual la zona a recorrer; no conocía nada, así que daba lo mismo la carretera a tomar.  Lo importante era pasar unas horas de asueto e ir conociendo poco a poco el lugar en donde vivirían, esperaba que, para siempre, o al menos durante una larga temporada.
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