lunes, 17 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 22- Abrir el corazón, decir la verdad

Nadie les interrumpió y ellos no rompieron ese abrazo. Ella no tenía fuerzas para rechazarle más.  La noche había sido muy intensa y estaba casi desfallecida por tanta tensión.  Pero al mismo tiempo, ambos, comprendían que había llegado el momento de las confesiones.  Que de una vez, los dos supieran todo  lo ocurrido en ese periodo de sus vidas que lo cambió todo. Y Maxwell decidió que tenían que ir a un lugar tranquilo en el que nadie les interrumpiera y allí abrir el corazón  y  que, tanto el uno como el otro, supieran de una vez lo ocurrido a cada uno de ellos y cerrar definitivamente las heridas.  Lo que viniese después no lo sabía, pero posiblemente esa conversación que habían de mantener, fuese el broche final de todo.


Ella permanecía llorando, cada vez más quedamente, apoyada en su pecho, hasta que se calmó definitivamente.  Levantó su rostro hacia él y le preguntó:

— ¿Por qué me has hecho esto? Lo tenías calculado  ¿verdad? Es tu venganza por rechazarte, sacar los trapos sucios y que todo el mundo se enterase del por qué interrumpí mis escritos y me recluí en un lugar desconocido.  Ha sido un triunfo para tí.  Desnudar mis sentimientos ante toda tu audiencia; mañana será la comidilla de todo. Pero lo que no saben es que destrozaste mi vida, que rompiste mi corazón en mil pedazos, que me daba lo mismo morir que seguir viviendo. Que la decepción sufrida contigo me destrozó. Ni una llamada , nada ¿ Acaso no lo merecía ?

— ¿ A dónde iba a llamarte ? Desapareciste como si se te hubiera tragado la tierra.  Te busqué incansablemente, pero nadie sabía nada de ti.  Ni donde vivías  o si estabas en Inglaterra o te hubieras marchado del país.  Siempre fuiste lo más importante para mi.  A pesar de todo, te seguía queriendo y si me mantuve firme era porque no perdí nunca la esperanza de encontrarte

—Pero te casaste. Y tuviste una hija. ¿Crees acaso que vas a convencerme de que fui el amor de tu vida?  ¿Me tomas por tonta?

— Fionna, necesitamos hablar. He  de explicarte muchas cosas que sucedieron y que lo cambió todo. Vayamos a algún lugar. Las explicaciones han de ser ahora. ¿Dónde vamos?  Ni a tu casa ni a la mía porque está mi hija y la señora que la cuida.  Ha de ser en un terreno neutral.  Sin prisas, sin reproches, sólo hablando tranquilos, y tratando de solucionar todo.

— Vayamos a mi casa. Vivo sola con el perro, así que nadie nos molestará.

— Está bien.  Vayamos pues

Se dirigieron al apartamento de Fiona.  Ambos iban tensos, preocupados, pero al mismo tiempo esperanzados por conocer de una vez por todas lo ocurrido en aquel país, en aquella guerra, en aquellos días.  Salió a recibirles Chimbo, que se mostró receloso con la visita que no conocía, pero con cuatro caricias regreso a su lugar en el que había estado durmiendo plácidamente hasta que llegó su ama

— ¿Quieres tomar algo? ¿Café, whisky, agua?

— Una copa me vendrá bien.  Deseo que escuches con mucha atención y tengas la mente abierta a todo lo que voy a narrarte, que será absolutamente la verdad de tal y como ocurrió todo.

Poco a poco, nervioso por revivir lo sucedido comenzó a narrar con todo lujo de detalles, su peripecia.  Estaba nervioso, se confesaba ante la mujer que amaba y tenía que hacerla partícipe de aquellos sucesos y no estaba seguro de que ella lo comprendiese, sobre todo la parte en que comenzó su relación con Ana y el nacimiento de  Jasna.

  Recorría la sala de un lado para otro narrando los sucesos, y de vez en cuando sorbía un trago de licor para humedecer la garganta que por momentos se le quedaba seca por la emoción.  Nunca había sido más sincero que lo estaba siendo esa noche, y nunca había contado tanta verdad.  Se jugaba mucho en ello: su credibilidad, su inocencia y poder conquistar nuevamente el amor de aquella mujer que le escuchaba con los ojos muy abiertos, sin parpadear.
Ambos habían sido dañados por causas ajenas a su voluntad.  Ambos habían sufrido jirones en su corazón y ambos debían recobrar la vida en donde quedó interrumpida, sin saber si las heridas profundas que tenían podrían restañarse o serían  permanentes a pesar de todo.

De vez en cuando hacía un paréntesis y Fiona, lo aprovechaba para preguntarle por algo que no le había quedado muy claro, ya que tenía dudas de que todo lo que estaba escuchando fuese verdad.  Había sido una peripecia increíble que casi nadie conocía, salvo el cónsul en Sarajevo,  un abogado de la Cruz Roja que le facilitó las cosas para el regreso y el director de su periódico.

 Tan sólo a los más allegados contó la historia con su salvadora y el resultado en esa hija.  Y ahora Fiona, que mantenía la cabeza baja asumiendo la historia como un daño colateral  como tantos otros que suelen darse en los lugares en conflictos, en que los seres humanos se comportan como tales ayudando a otros, aunque no les conozcan. Comprendía todo lo ocurrido, aunque la doliese, pero también suponía un alivio, un descanso para su alma, el conocer la verdad de su respeto y cariño hacia Ana. Su agradecimiento a ella y a su madre por haberle salvado la vida, y el amor profundo que sentía por su hija, víctima inocente de una situación horrible, igual que lo había sido ella misma.
La niña a penas había conocido a su madre, y ese padre deseaba compensarla con el amor que sentía por ella. No quería pensar en lo que sería el final de la historia, la de ellos dos.  En ningún momento la había dicho si querría retomar la relación que en tiempos tuvieron, y posiblemente lo que deseara sería una buena amistad, solamente.  ¿ Estaría ella dispuesta, si se lo propusiera, a aceptar el papel de madre de esa niña, a la que sólo había visto cinco minutos hace tiempo?

Pero, ahora, no era el momento de hacer especulaciones, sino de seguir con el relato hasta su final y tratar de comprender todo lo vivido. Y ese momento llegó y, el silencio entre ellos se hizo más espeso.  Ninguno tenía palabras, sólo emoción en la garganta de Maxwell que la miraba fijamente como pidiéndola alguna palabra de comprensión.  Ella se frotaba la frente con la mano suavemente como para ahuyentar todo lo que había escuchado. Era una historia increíble digna de figurar en un libro y darla a conocer a todos. Pero Maxwell la guardaba para sí, lo mismo que ella guardaba en las hojas de su diario, los tormentosos días vividos cuando le creyó perdido para siempre.

Seguía esperando algún comentario de su parte, pero ¿ qué decirle? Estaba acongojada tanto como él, y arrepentida también de todo ese tiempo que le había tratado mal y rechazado su encuentro.  Ninguno de los dos era culpable de nada y sin embargo ambos sufrieron las consecuencias. "Di algo ", se repetía pero ¿qué decirle ante esa tristeza que sentía al rememorar todo lo pasado?

— ¿Tienes alguna fotografía de ellas?— es lo que se la ocurrió decir.  El la miró fijamente tratando de entender su petición

—En mi casa si. En mi cartera sólo tengo la de mi hija. En su mesilla de noche puse una de su madre para que siempre la recuerde.  No merecía haber tenido ese final.  Eran unas buenas mujeres . La vida es muy injusta

— Lo siento, Maxwell.  No tenía ni idea; nadie me dijo nada de ahí mi decepción y el dolor que he sentido durante todo este tiempo. Enséñame la foto de  Jasna.  A penas la recuerdo. Fue un encuentro tan breve...

Maxwell extrajo de su cartera, el retrato de la niña.  Al contemplar su carita sonrió dulcemente pero con tristeza, gesto que no pasó desapercibido para Fiona

— ¡Es preciosa! ¿Se parece a su madre?

— Algo si se le parece, y a su abuela también.  Me duele que poco a poco se vaya olvidando de ellas. Al principio de llegar las llamaba constantemente, pero pasado un tiempo, fue distanciando sus llamadas y ahora a penas las nombra.  Y eso me duele y sé que no puedo hacer nada

— Es muy pequeña.  No tienes la culpa ni puedes hacer nada  por ello. Deberías dentro de un tiempo, cuando fuese algo mayor, llevarla a conocer el lugar donde están enterradas.  Ambas lo merecen

— Lo he pensado muchas veces, pero dejaré transcurrir algo de tiempo.  A que ella sea mayor y comprenda mejor lo ocurrido.

Fiona sonrió complacida y conmovida al ver la sonrisa inocente de la niña, totalmente ajena a la tragedia que había vivido a tan corta edad.  Sintió una pena inmensa por él y por su hija. La emoción y la pesadumbre que sentía, hizo que algo ahogase su garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas. 

 Maxwell estaba conmovido, y al ver la reacción de ella ante la historia contada y, al conocer a la niña, sintió alivio.  Conocía a Fiona y sabía de su buen corazón, y una esperanza asomó a su vida.  No sería hoy; primero deseaba que la viera en persona, que se tratasen las dos y, si todo resultaba bien, como esperaba, la pediría que se casara con él.  Que se uniera, por fin, como habían planeado hace mucho tiempo. Sería de una forma muy distinta a la que habían imaginado, pero con un amor tan intenso y renovado.  Ya no había secretos entre ellos; una nueva etapa se abría en sus vidas .
¿Alcanzarían por fin la estabilidad y la paz ?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

ENTRADAS POPULARES