viernes, 7 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 10 - Retomar la vida

Al contemplar las fotografías tenía la sensación de que el tiempo se detuviera en ellas.  La de Ana la tenía más fresca en la memoria, pero la de Fiona, se preguntaba cuánto tiempo hacía de ello. En realidad, no era tanto, pero lo había vivido tan aprisa que tenía la sensación de que era una eternidad.La colocó en su mesilla de noche , en el lado en que ella durmiera en tiempos.  Miró hacia el ventanal de su habitación, por el que se colaba un rayo de sol que se filtraba a través de los visillos, yendo a parar al rostro de Fiona.  Con esa luz le parecía que se salía de la fotografía, que tomaba vida, cuando en realidad sólo lo hacía en su cabeza.  No había olvidado el timbre de su voz y su risa, esa risa contagiosa que le hacía vivir. Y con el dedo pulgar, acarició su rostro. dio un suspiro y de pronto se le vino a la cabeza, una conversación que tuvieron aquél mismo día en que tomó la foto.

- Me estoy planteando comenzar a escribir. Así seríamos rivales - dijo a Fiona mientras la abrazaba
- ¿ Sabes qué ? Deberías hacerlo, así podríamos formar  un tándem y colaborar ambos.

Sonrió  evocando el recuerdo, mientras lentamente, el sonido de esas palabras se diluía en su cabeza.  Suspiró y salió de la habitación.  La foto de Ana  la colocaría en el salón en un mueble junto a un jarrón con flores, y la otra en la habitación de la niña, para que siempre la tuviera presente.  Y se encaminó al encuentro de su hija que llegaba del parque con Stephanie

- Papá - gritó la niña yendo a su encuentro.

 Había recuperado su risa infantil, y es que los niños tienen suma facilidad para asumir las tragedias que puedan ocurrir en sus vidas, y sin embargo mentaba con frecuencia a su madre, no la había olvidado aunque  asumiera su ausencia.  La sentó en sus rodillas bajo la complacida mirada de Stephanie. La buena mujer pensaba que era un padre estupendo, que trataba por todos los medios de llenar el hueco dejado por la madre al morir.
La contó que iría al colegio a jugar con los niños y estaría jugando y aprendiendo a un mismo tiempo. Y que, esa misma tarde,   comprarían  juguetes y vestidos para ella.  La niña palmoteaba feliz y sonreía.

. Ahora quiero enseñarte algo - la dijo mostrándola el retrato de su madre enmarcado en plata, junto a las flores.   La niña le miró con sus ojos asombrados, e instintivamente  dió un beso  sonriente a la  imagen que se mostraba feliz.  El padre la abrazó conmovido por el gesto de la niña

Se sentía muy vulnerable  y tenía el ánimo bastante bajo desde que llegaron a Londres.  Veía como en una penumbra lo vivido en Serbia, pero ahora, ya en casa, comprendía que no tenía nada. Seguía  con la misma sensación de pérdida que tenía allí. Tragó saliva y anunció a Stephanie que saldrían   a equipar a la niña de ropa y juguetes, mientras se dirigían a su habitación para que Jasna viera la fotografía que había colocado a la cabecera de su cama.
 Quería que recobrase su estabilidad cuanto antes, que no se sintiera diferente a los niños que serían sus compañeros  Ahora sería ella todo su centro de atención.  Adoraba a su pequeña y quería tenerla constantemente a su lado, pero debían recuperar su vida:    la niña  asistiendo a la escuela y él,  al trabajo.  Se había dado de plazo lo que restaba de esa semana.  Cuanto antes se normalizara todo, antes podría recuperar la calma.

Y salieron a comprar los trajes de la niña  ayudados por Stephanie, ya que él no tenía mucha idea de lo que pudiera necesitar. Y en una jugueteria se volvió loca de alegría; era la primera vez que veía tantos juguetes , y todos los quería.  Daba grititos de alegría y palmoteaba cada vez que la dependienta la enseñaba alguno.  Y por fin entraron en casa cargados de paquetes y rotundamente felices por la alegría de la niña y cansados, muy cansados , rendidos,  ante la energía derrochada por Jasna que estaba excitada de tantas novedades.

Y pasó el fin de semana y acompañó a su hija junto con Stephanie, al colegio. Se le iba el alma al dejarla en la escuela,  Se resistía a dejarla allí a pesar de que la niña lo aceptó de inmediato al ver a los niños que jugaban y la tomaban de la mano para que fuera con ellos.  Su carita se iluminaba, ya que era la primera vez que estaba con tantos niños.  Desde que naciera, en escasos momentos  los había visto y por supuesto nunca había jugado con alguno.  Todo era nuevo para ella, excitante, y también para su padre que tenía miedo fuese rechazada o fuese ella quién no admitiera esta nueva vida. Pero se amoldó perfectamente y no sintió ningún rechazo por nadie.  En realidad somos los adultos quienes rechazamos a nuestros semejantes si son diferentes, pero en la cabecita de los niños, la palabra "distinto" no existe.  Al llegar a casa,  por la tarde, se la veía nerviosa, contenta y feliz relatando a su padre los juegos que habían hecho durante esa jornada.

Y también Maxwell se incorporó a su trabajo.  Todos en la Redacción le acogieron con cariño, saludándole afectuosamente.  Pero él tenía la sensación de que cuando palmoteaban su espalda, era como si lo hicieran a un muerto resucitado. Pero a pesar de todo, se sentía a gusto y nervioso al retomar de nuevo el pulso del día a día.  Echaba de menos las corresponsalías, pero comprendía que en la situación que tenía, no podía aspirar a ellas, hasta que su hija  fuera un poco mayor.  El director le acogió abrazándole, se sentía responsable por lo sucedido en su vida y además le conocía desde que saliera de la universidad y era como si se tratara de un hijo para él.  Tras unos momentos de charla. le acompañó hasta la que sería su sección: artículos de opinión y entrevistas a políticos, artistas o empresarios que fueran noticia de alguna relevancia.  Había cuatro redactores  más, todos conocidos, unos más que otros, pero todos habían escuchado y sentido  la preocupación que durante mucho tiempo habían tenido  por su estancia en Los Balcanes.  Se habían corrido las voces y todos sabían de su terrible aventura vivida .

Sentado frente a su jefe y tras recibir las instrucciones de trabajo a realizar, le preguntó si sabia algo nuevo de Fiona

- Nada en absoluto. Es como si se la hubiera tragado la tierra.  Su editor está desconcertado, porque además ignora el por qué de esa desaparición.  Hasta hablaron con la policía,pero no obtuvieron respuesta alguna; nadie había desaparecido con sus características. Piensan que quizas esté en el extranjero, pero ¿ dónde ?

Maxwell guardó silencio apesadumbrado de su misión imposible, nuevamente. ¿ Qué mal de ojos le habían echado para tan mala ventura ocurrida en su vida?  No era supersticioso, no creía en esas cosas, pero le estaban ocurriendo cosas tremendas en muy poco tiempo.  Carraspeó ligeramente, pues se había abstraído de lo que el director le decía.  Ocuparía el puesto de jefe de redacción  además de realizar las entrevistas pertinentes.  Ganaría un buen sueldo y con ello vivían más que cómodamente.  Maxwell sabía que todos esos privilegios eran motivados como compensación a lo ocurrido durante la guerra, en que estuvo a punto de perder la vida, pero también se debía a su valía como periodista y no a la compasión que inspiraba.

Todo estaba resultando bien. Sería un descanso por  lo vivido,  que bien merecían.   Había acudido a la  escuela a recoger a la niña que salía absolutamente radiante, contenta y excitada por lo vivido con sus amigos.  Porque sí, ya se había hecho amigos y se había divertido mucho.    Al llegar a casa, Stephanie escuchó contenta las incidencias que Jasna había relatado a su padre en primer lugar, y reia feliz al comprobar que la niña iba recobrando poco a poco la estabilidad en la vida que un niño debiera tener y a la que tiene derecho  .La mjer la escuchaba sonriente, tranquila y satisfecha: había sido un buen principio de semana.

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