miércoles, 5 de junio de 2019

El diario de Fiona - Capítulo 7 - Una carta sin destino

En el bolsillo de un jersey que le prestaron, Maxwell guardaba la carta dirigida a Fiona.  Los renglones eran escasos y apenas decían nada, pero lo suficiente para que supiera que estaba bien.  Imaginaba la terrible angustia que habría sentido, e incluso  que  pensaría que habría muerto. pero estaba relativamente bien, gracias a la ayuda prestada por aquellas mujeres y al médico que le operó.

Poco a poco iba recuperando las fuerzas.  Era un hombre sano y joven y a pesar de que los alimentos escaseaban, las mujeres se las arreglaban para que no le faltara un plato de sopa caliente. Con ayuda de la más joven dio su primer paseo y se alegraron porque al hacerlo, no se había mareado,  a pesar de la debilidad que sentía.

Se desesperaba porque  el tiempo transcurría y él permanecía allí, perdido en mitad de la nada y esperando que André les hiciera una visita, algo que no se producía y aumentaba su desesperación al comprender que su familia nada sabía de él, desde hacía tiempo.  ¿Cuánto había pasado desde que le hirieron ? Mucho, más de un mes o quizá más, no sabía calcular pero pensaba que sería mucho.

 Los días seguían pasando lentos y sin noticias.  Estaban totalmente aislados, a expensas de que algún familiar se acercara hasta ese remoto lugar y les pusiera en antecedentes de lo que ocurría .  Con las fuerzas casi recuperadas, pensó que estaría bien ayudar en las tareas que las mujeres hacían y se ofreció a ello  contra las protestas de ambas que no le veían con fuerzas para hacer excesos físicos.  Les dijo que debía irse y regresar a Sarajevo, pero ellas se echaron las manos a la cabeza pensando que corría un gran peligro hasta que la situación no estuviera más clara.  Los periodistas no eran bien recibidos,.

Ana, por señas se entendía con Maxwell y se sentaban en un banco a tomar el aire y el sol, a la entrada de la casa.  No podían mantener una conversación formal, ya que sólo podían articular palabras sueltas que él iba aprendiendo.  Los ojos de Ana  se encandilaban cada vez que le veía y su madre tenía el temor de que se enamorara de él y fuese duro para ella el día que tuviese que partir.  Ignoraba que en Londres había dejado a una muchacha esperando que volviera para casarse con él.  Pero Ana, si lo pensaba, no quería saberlo.

  Había pasado el tiempo y entre los jóvenes había surgido la amistad y el amor por parte de ella.  Una tarde en que estaban solos y que  la madre había ido a buscar comida y,  los sentimientos estaban a flor de piel, saltó la chispa-  No fue Maxwell quién lo provocó, sino Ana, que no podía resistir estar a su lado.  Y fue ella quién primero se acercó a él, besándole y abrazándole.

 Aunque hizo gesto para separarla, el deseo surgió de improviso y ambos se fundieron en uno solo.  Trataba por todos los medios de hacerla comprender que estaba de paso, y que en cuanto pudiera, regresaría a su país, pero ella no le prestaba atención, sólo le miraba, sonreía y le besaba una y otra vez.

Maxwell no sabía que hacer y se arrepentía de haberla hecho el amor, pero ya no había arreglo . Se habían portado muy bien con él, y no merecían lo que acababa de ocurrir.  Trataría de regresar a casa lo antes posible, porque se temía que a aquella primera vez, vendrían otras después, y es lo que quería evitar a toda costa. Esa fue la primera vez, pero era inevitable que se sucedieran más veces.  Era una hoguera encendida e imposible de apagar. Y Maxwell se olvidó de Fiona y respondía  a la llamada de los sentidos y de esta forma transcurrió un mes más, hasta que...

Fiona había perdido todas las esperanzas de volver a ver a Maxwell; todo el mundo le daba por desaparecido.  Sólo encontraba consuelo en su diario, que de nuevo, y al cabo de tanto tiempo había vuelto a utilizar.  Se sentía sola, a pesar de tener amigos que procuraban acompañarla.  Era invitada a cenar por algún compañero que andaba  detrás de ella para conquistarla, pero en el fondo no perdía las esperanzas de averiguar su paradero vivo o muerto.  Y esta última idea iba tomando forma en su cabeza; era demasiado el tiempo transcurrido  sin tener noticias suyas..  Si es que hubiera muerto, esperaría al final de la guerra y viajaría a Sarajevo y allí buscando alguna influencia, tratar de averiguar si había, efectivamente muerto, o estaba encarcelado o enterrado en alguna fosa común.  Lo que menos podía imaginar es que estuviera vivo y se hubiera enrollado con una de sus salvadoras.

Ignoraba que la había escrito y que la nota aún estaba en poder de Maxwell.  André había sido detenido y por tanto no regresó a Bania Luka.   Nadie sabía nada de él.

Por fin tras años de cruenta guerra, en 2001 cesaron las hostilidades y comenzaba el caos.

Había infinidad de detenidos de todos los bandos contendientes.  Surgieron los odios y las delaciones,  ellos permanecían a salvo en aquel lugar remoto, pero había nacido Jasna, una preciosa niña de cabellos dorados como su madre, y con los ojos de su padre.  Maxwell estaba loco de contento con ella y quería a Ana, su madre, con un amor tranquilo, reposado, muy alejado de la gran pasión que Fiona despertó en él.  Probablemente fuera una mezcla de necesidad física y agradecimiento por salvar y proteger su vida.   Pero el recuerdo de Fiona se hacía cada vez más presente por la decepción que le causaría si alguna vez llegase a enterarse de que tenía una hija fruto de una relación con una chica serbia que le había salvado la vida

  De momento y con motivo del nacimiento de la pequeña, desechó la idea de volver a Londres.  Cuando la paz fuese efectiva, regresarían a Sarajevo y buscaría trabajo.  Debía ocuparse de la que ahora era su familia.  Por mucho que le doliese la ausencia de su primera novia, ahora tenía la responsabilidad para con aquellas mujeres que le habían salvado la vida y además le habían dado no sólo ayuda, sino una familia.  Por doloroso que fuese, les debía reconocimiento.  Adoraba a su pequeña y la niña al padre.  Le era imposible dejarlas abandonadas en busca de una novia que probablemente se hubiera olvidado de él. Tranquilizaba su conciencia con esos pensamientos, pero a un tiempo Fiona estaba en su memoria; la quería y ella había insistido en que no cumpliera con esa misión que se preveía peligrosa.  No la escucho alegando que era lo que más ansiaba y ahora, se había cumplido en parte su vaticinio, sino que además ignoraba que estaba vivo, tenía una hija y tendría que casarse con la madre de la niña. ¿ Qué explicación daría si alguna vez volvieran a verse?  Fue un momento de debilidad que surgió en una situación límite.  Dudaba mucho que ella lo comprendiese, pero tenía que cumplir con la madre de su hija y dar un apellido a la niña:  ambas lo merecían.

Y volvieron a Sarajevo, y el panorama que encontraron fue desolador.  Su casa había sido destruida y al fin pudieron averiguar el paradero de André que seguía encarcelado.  Todo su mundo estaba destruido y tardarían mucho en reconstruirlo de nuevo.  Pero ahora había vuelto la paz y ellos estaban juntos, y juntos seguirían.

No dominaba el idioma y a duras penas se hacía entender, por lo tanto el trabajo de periodista quedó descartado. Se dirigió al consulado a recibir información por si pudiera trasladarse con la familia a Londres, pero en ese momento estaba descartado hasta que las cosas se calmaran.. Lo primero estaban cerradas las salidas del pais hasta que la situación se normalizara, y además no estaban casados. Reconocería a la niña y se uniría a Ana; es lo menos que podía hacer.
Aguardaría a que todo volviese a la normalidad y entonces trataría de nuevo emigrar todos juntos a Inglaterra.  Habrían de tener paciencia y mientras tanto, tratar de sobrevivir como mejor pudieran.  Los trabajos estaban descartados y él a parte de escribir, no sabía hacer otra cosa.  Buscó de albañil. Necesitarían mano de obra para la reconstrucción de las ciudades, pero era rechazado sistemáticamente porque además no conocía el oficio y en todo caso sólo serviría para acarrear material, pero por si todo eso fuera poco, era extranjero y se prefería a los naturales del país.  Estaba desesperado y no sabía lo qué hacer.

Los tres reunidos ante un plato de sopa, decidieron que lo mejor sería regresar a Bania Luka y sembrar algunas patatas y hortalizas, ya que no tenían más medios para vivir.  Al menos  allí estaban los parientes de ellas y era probable, que  les echaran una mano como habían hecho hasta ese momento.  Y resignados, volvieron a desandar el camino que les había llevado a Sarajevo.

Se casaron  en el Ayuntamiento y allí mismo daría sus apellidos a la niña. Pensaba que al formalizar su unión, les sería más sencillo, pasado un tiempo, regresar a Londres. 

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